viernes, 31 de julio de 2009

Primo et Antoine

Hablo de Primo Levi y de Antoine de Saint Exupery.
Ambos tuvieron el 31 de julio como punto de encuentro, Primo nacia, y Antoine dejaba su vida a bordo de un avión.
Fueron tipos muy picantes, y dejaron huella por donde pasaron.
Primo estuvo en un campo de concentración, por su estigma de ser judío. Antoine participó de la aviación que en su momento fue netamente militar, para luego desempeñarse como aeroposta en nuestro país, y en nuestra Patagonia. De hecho, allí en Península, había una réplica de la aeronave que utilizaba. Y mas que un avión, parecía un barrilete. Eso nos da una idea de la gesta de estos "purretes".
De Primo Levi, recuerdo un cuento leído y traducido on the fly por Aldo De Cunto. Aldito leyome "Il mimete", y quedé prendido de la pluma e imaginación de tamaña pluma.
De Saint Exupery, me pegó su "Vuelo nocturno", novela leída por Huguito Paredero en alguna de las tantas emisiones de su Párrafus Interruptus.
Y si ellos "eligieron" un 31 de julio, convengamos en que este es un día con mucho sol para las letras, para narrar historias, para sabernos seres humanos, alados, donde la imaginación puede llevarnos allí mismo, donde querramos. Tan solo debemos querer viajar, volar y estar.



jueves, 30 de julio de 2009

Los lectores y la moda

"Los enemigos reales de los buenos libros no son el cine, ni la televisión, ni los nuevos medios de contar historias: son los best sellers de poca o nula calidad, apoyados por premios literarios y promociones millonarias, son ese horror de libros que llamamos "mediáticos".
Es, en definitiva, el predominio absoluto de la moda sobre la cultura".

Esther Tusquets (Barcelona 1936). Escritora y editora.

600 vueltas alrededor de mi radio


Jueves 30 de julio
Teatro: “La ronda”
Autor: Arthur Schnitzler
Ganador: Agustín Alezzo


“Schnitzler se despide del siglo 19 con la publicación, en una edición de autor, de 200 ejemplares de LA RONDA, obra que más tarde sería editada por Weiner Verlag con un tiraje de 40,000 ejemplares. Unos meses después la censura prohíbe la publicación de los diez deálogos de LA RONDA en Alemania y en 1912 la policía de Budapest prohíbe su puesta en escena. Esta polémica obra alcanzaría la cifra de 104,000 jemplares vendidods en 1931.
“Rocky Venegas es el director de esta pieza escrita entre noviembre de 1896 y febrero de 1897, que en un principio el austriaco Arthur Schnitzler tituló "La Ronda del amor". El autor se convenció rápidamente de haber creado una "serie en movimiento", aunque poco "representable"; se trata, de hecho, de diez escenas, diez encuentros eróticos entre dos companeros, articuladas de acuerdo al principio de circularidad de la antigua danza en cuadrilla. En una calle solitaria, una prostituta conoce a un soldado y establecen una feroz relación. Días más tarde, el soldado conoce a una criada y se enamora. A su vez, la criada cae ante los halagos del señorito de la mansión en la que sirve. El señorito conocerá a una joven esposa que le será infiel a su marido... Así comienza la obra.
“La singularidad de LA RONDA consiste en la abolición de los personajes, que son sustituidos por tipos: la prostituta, el soldado, la criada, el señorito, la esposa, el marido, la ingenua, el poeta, la actriz y el conde; se trata de una despesonalización que concede al mismo tiempo un carácter más anónimo pero también más universal a la acción. Lo que impresiona y atrae en LA RONDA es, sobre todo, el hecho de que la búsqueda del compañero se transforma siempre en una terrible desilusión, en una derrota incierta, y el cambio significa sólo un pasaje que va del vacío precedente al vacío sucesivo. En este duelo desesperado de las pulsiones las figuras se desnudan interiormente más que en la realidad, exhibiendo así sus debilidades humanas, sus hipocrecías y sus inhíbiciones. Una pasarela de sentimientos verdaderos o falsos envuelve a las parejas hasta que se apaga la luz y se cumple la cosa esencial. Pero la cosa escencial es para Schnitzler el antes y el después, la demostración, por decirlo así, de la insuficiencia humana en las confrontaciones del acto sexual, la imposibilidad de retener el momento extremo en el cual podría ser superada y vencida la soledad del después.
“Distintas clases sociales, diferentes conceptos sobre la moral, variados puntos de vista sobre qué se considera un engaño y en quién se puede confiar, se unen para que el público pueda juzgar a estos diez personajes y sus relaciones dentro del marco siempre erótico, a veces cómico y circular que representa esta obra.”

(www.geocities.com/asotea02/laronda)

Asquith Remix

Miércoles 29 de julio
Cuento: “La compañera de juegos”
Autora: Cinthia Asquith
Ganadora: María “Salvadora” Suárez

Lady Cynthia Mary Evelyn Asquith (1887-31 de marzo de 1960) fue una autora inglesa, conocida principalmente por sus relatos sobrenaturales, aunque también escribió novelas, cuentos para niños y, principalmente, realizó recopilaciones de cuentos de terror y fantasmas, que fueron publicados en varias antologías.

De ascendencia noble (su padre Richard Charteris fue el undécimo Conde de Wemyss), contrajo matrimonio con Herbert Asquith (el hijo del futuro Primer Ministro Británico H.H. Asquith) en 1910.
Barrie acompañado por Asquith

Mantuvo lazos de amistad y correspondencia con D.H. Lawrence y, durante la Primera Guerra Mundial, se convirtió en la secretaria del creador de Peter Pan, J.M. Barrie, colaborando con él hasta el fallecimiento de éste en 1937. Agradecido, el escritor le dejó la mayor parte de su herencia, con la excepción de los derechos de las obras de Peter Pan.

Las antologías The Ghost Book

La serie de antologías a la que debe la mayor parte de su fama es "The Ghost Book" (El libro de los fantasmas), que marcó un hito editorial en la literatura sobrenatural anglosajona. Hutchinson & Co publicó el primer volumen en 1926, con la participación de algunos de los mejores escritores del momento, por ejemplo Algernon Blackwood, Arthur Machen, D.H. Lawrence y la propia escritora.
A pesar del éxito obtenido, el segundo libro de la serie tardó 26 años en editarse. Posteriores antologías aparecerían en 1955, 1965, 1969 y, desde entonces, con cadencia anual hasta la cancelación con el volumen 13 en 1977. En total, se publicaron 224 relatos (y un poema) de 122 autores diferentes, aunque Cynthia Asquith sólo efectuó las recopilaciones correspondientes a los tres primeros tomos.

El cine y la TV

Uno de sus relatos God Grante That She Lye Stille (Dios la mantenga en eterno descanso) fue adaptado a la pantalla en 1961 para la serie presentada por Boris Karloff "Thriller". El cuento había sido publicado originalmente en la antología When Churchyards Yawn de 1931 (reseña imdb - reseña cinefania).

Obras publicadas en español

Es muy escasa la obra disponible en castellano y está, desgraciadamente, prácticamente descatalogada:

Una voz encantadora
Antología de cuentos de misterio y terror (Tomo II)
La compañera de juegos
Los pequeños monstruos (Bruguera, 1977) y
Antología de cuentos de misterio y terror (Tomo II)
Dios la mantenga en eterno descanso
Antología de cuentos de misterio y terror (Tomo II)
El seguidor
Escritoras del siglo XX. Relatos de fantasmas (Planeta, 1988)
Una tumba de menos
Los mejores cuentos fantásticos (EMECE, 1962)
Los pequeños monstruos
Los pequeños monstruos (Bruguera, 1977)

Recursos adicionales en la red (en inglés):

Indice de relatos y autores publicados en las antologías The Ghost Book.
Reseñas relatos primer volumen (1926).
Reseñas relatos segundo volumen (1952)
Reseñas relatos tercer volumen (1955)
The Black Cap (1927)
When Churchyards Yawn (1931)
This Mortal Coil (1947)
Otras obras de Cynthia Asquith
Bibliografía completa
Guión original del episodio de la serie Boris Karloff Thriller God Grante That She Lye Stille.
The internet archive (3 ficheros multimedia)

Fuentes: wikipedia, tabula-rasa.info, vaultofevil, youtube, panhorrors, pavilion.co, fantasticfiction.co, cinefania.com, imdb, the internet archive, tercerafundacion.net. Capturas de pantalla y traducciones realizadas por el administrador del blog. Todas las imágenes utilizadas con fines exclusivos de ilustración.

Una vez, y otra vez, leeremos las fieles paginatas ..

"Un libro es un regalo que puedes abrir una y otra vez".

La frase de Garrison Keillor le va de perillas a Louise Brown, parrafista compulsiva que va por la lectura de su libro Nº 25.000!

Interesante pa' que la Baldessari haga una nota con esta dama escocesa.

Los interesados hallarán mas información en el hipervínculo respectivo (http://www.bbc.co.uk/mundo/cultura_sociedad/2009/07/090729_1307_anciana_biblioteca_gtg.shtml)

miércoles, 29 de julio de 2009

Antídoto (irracional)

He de confesar lo inenarrable: he pecado contra los libros, contra el cielo, y contra Párrafus.
Este es un pecado irracional, una falta de claridad, con las consecuencias del caso.
Si, falté a nuestros encuentros durante este último mes, debido a cuestiones de diverso tenor.
En realidad el motivo, era casi siempre el mismo, un instrumento desafinado, cuya sintonía no lograba entonar ni un mísero do.
Por ende, al ubicar hoy al irracional Hugo, anunciando este sexcentésimo programa (en Una vuelta Nacional/irracional), hago mi propósito de enmienda, y habré de estar presente junto a la parrafada.
Al menos para volver a las arenas de la compentencia literaria, esa que alimenta el fuego sagrado, del juego, de la guerra y de la lectura.

Felices 600, y que cumpla(mo)s muchos mas!

¡¿Compañera de juegos para Esteban?!

















Miércoles 29 de julio
Cuento: “La compañera de juegos”
Autora: Cinthia …
Ganadora: María Suárez

Muchas gracias, Hugo, por su comentario sobre las fotitos de nuestro vástago. Casualmente, Cristina permanecía despierta anoche y, como pocas veces en el último tiempo, escuchó el programa. A su manera, se emocionó también con sus palabras. Pero ahora, mientras desayuna y me ve encender la máquina, me pide que a dúo le digamos a usted que, de “una hermanita”, mejor no hablemos... Y que los únicos compañeros de juegos avizorados hasta ahora para Esteban serían algún vecinito, algún primito lejano y los futuros condiscípulos de guardería –más los queridos compañeros oyentes de Párrafus, en un futuro, agrego yo.
Como puede verse, por ahora, desde hace unos seis meses (fecha de la foto), se acompaña con libros. En esta imagen, con “Enrique Molina explicado a los niños”, que compré para mí.

(Por otra parte, digamos que estuvo muy astuto anoche nuestro conductor: con su pedido o presagio de “una hermanita” -no “hermanito”- para el Fulanito, tiró una sutil pista sobre el título de la noche. Y llamando “Rey” a Esteban, anticipó también el clima o género del cuento elegido –parecido al de algunos cuentos del Parrafista Nº 86. Eso sí, no alcancé a discernir el apellido de la autora, dicho a la disparada por la ganadora, María Suárez, sobre el timbre de la una. Si alguien lo sabe, por favor agréguelo en un Comentario. Gracias.)

¡Y feliz 600 Párrafus para todos!

martes, 28 de julio de 2009

Amante antipoesía

Martes 28 de julio
Poesía: “Amantes antípodas” (1961)
Autor: Enrique Molina (1910-1997)
Ganador: Roberto López Motta



Como cabe esperar del mejor de nosotros, anoche el amigo López Motta nos regaló con una definición para la antología. Y para, en mi caso, mi bagaje “antipoesía” –o “antilirismo de doce cuerdas”.
En la charla con nuestro conductor durante su nuevo triunfo, Roberto aclaró que Enrique Molina no es un autor de su especial predilección. “Muy caudaloso, demasiadas imágenes –a veces reiterativas-, un tanto fatigante”, dijo. Y agregó en la volteada a la poeta Olga Orozco, emparentada sentimentalmente con Molina, de la cual Hugo, a su vez, agregó que, si Molina es caudaloso, Orozco le resulta “torrentosa”, y de lectura un tanto más pesada.
Pero la interesante diatriba que nos aportó el compañero oyente de Sarandí es original del profesor Héctor Ciochinni, también poeta y ensayista. De sus propios labios, López Motta escuchó que aquella pareja de poetas, aunque admirables, producían su poesía “como con una máquina de hacer chorizos”; su innegable facilidad para la escritura y su genuina sensibilidad tenían un defecto: “les permitía reproducir un mismo poema cien veces”.
Sin haber leído casi nada a Molina y Orozco, me apropio de esa crítica observación para explicar mi dificultad en el disfrute de cierta poesía. No hablemos de la evaluación de toda una obra, sino que a veces en un par de poemas, o en uno solo, me encuentro a los pocos versos preguntándome de qué está hablando ese hombre –o mujer-, qué es lo que quiere decir con tanto lirismo, por qué no lo dice más sencillo, o más rápido. Y a veces continúo preguntándome lo mismo cuando el poema concluyó… en nada.
Pero evidentemente este es un defecto mío –tantos fervorosos lectores de poesía no pueden estar equivocados-, de mi propia sensibilidad con escaso entrenamiento para ese género. Aunque disfruto buenamente y puedo considerarme amante de otra clase de poesía, más comunicativa, coloquial, seductora, como la de Juanita Bignozzi o la de Ungaretti, conocidos en profundidad recientemente gracias a Párrafus.
Como sea, con todo respeto ilustro la sinopsis de hoy –que recayó inevitablemente en una de mis boludeces- con una nota biográfica sobre el autor de anoche, más el poema que empezó a leernos Hugo.

“Enrique Molina - Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1910.
Su espíritu aventurero lo llevó a vivir una vida intensa como tripulante de barcos mercantes en el Caribe y Europa, experiencia que le sirvió para dotar con un carácter universal su expresión artística tanto en la poesía como en la pintura.
Identificado con las ideas y los fines del movimiento surrealista, fundó en 1952, con Aldo Pellegrini, la revista A partir de cero.
Considerado como uno de los más importantes poetas de Latinoamérica, obtuvo importantes galardones entre los que merece destacarse el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes 1992.
Su obra está contenida en las siguientes publicaciones: «Las cosas y el delirio» en 1941, «Pasiones terrestres» en 1946, «Costumbres errantes o la redondez de la tierra» en 1951, «Amantes antípodas» en 1961, «Fuego libre» en 1962, «Las bellasfurias» en 1966, «Monzón Napalm» en 1968, «Los últimos soles» en 1980 y «El ala de la gaviota» en 1985.
Falleció en Buenos Aires en 1997.”


ITINERARIOS

Tu cuerpo y el lazo de seda rústica que conduce a las plantaciones
de la costa
al sudor de tu cabellera quemada por las nubes
a los instantes inolvidables
-tantas mutaciones de nómada y de clandestinidad
tantos homenajes a una belleza salvaje
que exige el desorden-
¡oh raza de labios de abandono
hechizada por la vehemencia!
y nuestra fuerza de profundos besos y tormentas
para el infierno de los amantes
hasta volver a su placer fantasma
a su ola de hierro de ayer detrás del mundo!

Aquellos hoteles...
Todas las rampas de la vida cambiante
la velocidad del amor el mágico filtro de la excomunión
la hambrienta luz del desencuentro en nuestras venas de azote
cartas desamparadas antiguas prosas de la noche de los abrazos
y el solitario frenesí de las palmeras
cuando en la ausencia
creciendo hacia mi pecho el fondo de la tierra me devuelve de golpe
todas nuestras caricias
el nudo furioso de la pasión en las negras argollas del tiempo
aquellos moblajes de desvalijamiento y de lluvias
luz de senos en el mar y sus gaviotas y músicas
sobre un altar de desunión con grandes lunas fascinantes sin más
pradera que tus ojos
país incorruptible
país narcótico
con risas del alcohol del viento
y tu pelo sobre mi cara
y las cálidas bestias doradas por el trópico
y el jadeo abrasador de la ola que vuelca en tu corazón su grito
de espasmo y de caída
y de nuevo esos lugares intactos para el sol
y de nuevo esos cuerpos ilesos para el amor
en medio del perezoso meteoro del día
levantando hacia el alma aquel esplendor
los paroxismos el lecho de las dunas y de la corriente con sus besos
en marcha
y las tareas de los amantes mientras la llamarada de la muerte brillaba
alrededor de sus cuerpos
como un afrodisíaco
avivando el deseo
el hambre
¡aquella furia de ayer detrás del mundo!

(www.amediavoz.com)

lunes, 27 de julio de 2009

Ensayo sin error



















Esteban Perenchio (circa enero 2009)

1,2,3...Probando

Los gallinaceos de "Riveiro"


Lunes 27 de julio
Cuento: "Los gallinazos sin plumas" (1955)
Autor: Julio Ramon Ribeyro
Ganadora: María Suárez


"A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad a esta hora parece que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal. Las beatas se arrastran penosamente hasta desaparecer en los pórticos de las iglesias. Los noctámbulos, macerados por la noche, regresan a sus casas envueltos en sus bufandas y en su melancolía. Los basureros inician por la avenida Pardo su paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía, policías bostezando contra los árboles, canillitas morados de frío, sirvientas sacando los cubos de basura. A esta hora, por último, como a una especie de misteriosa consigna, aparecen los gallinazos sin plumas."

domingo, 26 de julio de 2009

... como a tí mismo

Repasando la lista de lecturas de la semana, lo primero que salta a la vista del joven alumno bonaerense es que hay cuatro autores argentinos, y que el foráneoamericano tiene apellido español. (Y claro, que el amigo Feiling tiene apellido anglo.)
A propósito: si Martínez es “hijo de Martino”, González, “hijo de Gonzalo”, López, “hijo de Lope”, Vidal, ¿será “hijo de De Vido”?
Y lo que ya pregunté una vez: ¿Y Gomez? ¿Y Suárez?
Y pregunto ahora: ¿Y María Suárez? ¿Alguien sabe algo de la otrora incansable triunfadora?
Pero mejor no hablo de compañeras oyentes, que después me embalo y sin querer las desmoralizo…
Sin embargo, no puedo dejar de mencionar el retorno al triunfo en esta semana de mi amigo personal Roberto López Motta, el mejor de entre nosotros. Y ya que su feliz reconocimiento de la poesía de Ricardo Molinari lo llevó a decir que este, si no el primero, era el segundo de los poetas de su preferencia; y ya que cuando Hugo le preguntó cuál sería entonces su primero, Roberto respondió que Juan L. Ortiz, aprovecho para compartir con ustedes la siguiente nota aparecida en un Clarín de los años dorados.

Juan L. Ortiz, a la intemperie

“Días atrás estuve en la Biblioteca nacional buscando material de Juan L. Ortiz, uno de nuestros grandes poetas. Aunque en 1997 la Universidad del Litoral había editado, no sin esfuerzo, la obra completa de Juan L, fue imposible hallar ese libro en los archivos de la Biblioteca. (Y ello pese a que el mismo ministro Carlos Corach, según informa un librero de la avenida Santa Fe, adquirió no hace mucho un ejemplar de la obra para consumo personal. Sonríe Juan L, distante ‘más allá de la luna de las arenas que alumbró los juegos pobres’.)
Pedí, sin embargo, los dos únicos títulos que había disponibles: ‘El alba sube’ y ‘El ángel inclinado’. Me trajeron un par de libros gruesos y ajados, con páginas de papel grueso y amarronado por el tiempo, que desprendían un aroma casi palpable. Las ediciones eran de 1937 y 1938: dos sobrevivientes olvidados de aquellas ediciones de baja tirada realizadas por el propio autor.
La primera página de ‘El alba sube’ estaba dedicada, tal vez, a César Tiempo; la letra pequeña y estilizada era difícil de descifrar. Los años, además, habían agrisado la tinta. Pero la firma, al pie, se distinguía claramente: Juan L. Ortiz.
No sé cuánto tiempo estuve mirando la rúbrica, pensando que muchos años atrás ese mismo ejemplar había estado entre los dedos del poeta, sobre su mesa, bajo sus ojos. Miré alrededor, la gente leía en silencio, y me sentí tontamente feliz con mi pequeño y secreto tesoro. Fortuna que un rato después se multiplicó: a medida que pasaba las páginas, descubrí que en algunos poemas ciertos errores de tipeo habían sido corregidos de puño y letra por el autor.
‘El ángel inclinado’ me deparó otra sorpresa: entre sus páginas descubrí el recorte de un diario, fechado en 1941, que reproducía un poema de Juan L (‘la noche pálida tiembla…’). Supuse que el propio Juan L, una mañana de aquel año1941 había recortado el diario.
Quizá me equivoqué, pero en ese momento pensé que probablemente nadie en la Biblioteca sabía de la firma, de las correcciones y del recorte. O lo que es peor: sabían pero sencillamente no les importaba. Quise por un momento (pasión del coleccionista) sortear la seguridad y llevarme los libros. Después pensé (razón del legalista) que al menos podría enterar al director de la Biblioteca de que lo que tenía allí. Al fin (justicia del poeta) pensé que seguramente cualquiera de las dos opciones les privaría a otros la posibilidad de sentir la misma dicha y sorpresa que sentí yo. ‘Uno tiene la firma del autor’, le avisé a la chica que los recibía detrás del mostrador. ‘Ah, mirá vos’, contestó mientras me sellaba la salida.”

Nicolás Schuff

(Cultura y Nación, domingo 27 de diciembre de 1998)

En cuanto al longevo Ricardo Molinari, sabido es que se trata de uno de la vieja guardia de “Martín Fierro”, compañero allí de Borges, Marechal, Girondo, Bernárdez y tutti cuanti. Por cierto, los sobrevivió a todos ellos, ya que dejó este mundo en 1996. De su obra, Hugo eligió el libro “El imaginero”, el primero que publicara, de 1927. De allí, leyó el “Poema de la niña velazqueña”, que casualmente es uno de los dos de Molinari que tengo en la antología “Los poetas de Florida” –pero por supuesto no alcancé a recordarlo. Y antes de que se leyera otro, ahí apareció el amigo de Sarandí, el locutor nacional Roberto López, con su oído fino y su memoria porosa para la poesía.
Una curiosidad sobre don Roberto es que esa tarde, la de su venidero triunfo, como no tenía nada que hacer después de limpiar el gallinero con alcohol en gel, me puse a revisar la lista de lecturas en busca del cuarto mayor ganador. Creo haber destacado ya que Verónica Cornejo, en junio, la pasó como a poste caído a María Suárez, dejándola en tercer lugar con 57 victorias. (Verónica llegó a 60.) Y con respecto al cuarto puesto, tenía la duda de si sería López Motta o Mario Tsolakian. Bueno, era don Roberto, nomás, con 40, que ahora son 41. (Mario lleva 37.)

Pero, amén de López Motta y de Molinari, el primer poeta de la semana fue don Pedro Bonifacio Palacios, Almafuerte, cuyas “Décimas” permitieron la primera aparición en el éter durante este 2009 del profesor Gobea, el oyente de De la Garma.
De Almafuerte, a quien conocía por algunos versos sueltos, por una vieja semblanza charlada de Dolina y quizá por la película con Narciso Ibáñez Menta, me gustó saber lo siguiente:
"Odiaba a los ‘literatos’. Almafuerte era de una ignorancia asombrosa . . . No podía ser considerado de ninguna manera como un hombre de letras. Esto no quiere decir que no trabajase sus versos. Al contrario, vivía dedicado a ellos, corrigiéndolos, perfeccionándolos. No escribía con claridad ni sencillez. Pero el retorcimiento de sus frases no era resultado de su cultura literaria sino de su singular conceptismo . . . Recuerdo sus violentas expresiones para juzgar a Max Nordau, a D'Annunzio, a José Ingenieros, a Leopoldo Lugones y a algunos otros. Una vez se despachó contra Tolstoi, lo cual nos asombró. Odiaba a los socialistas . . . En sus invectivas tremendas, dichas a gritos, en tono un tanto oratorio, barajaba sin pestañar los epítetos ‘estúpido’, ‘cretino’, ‘miserable’, ‘vil’ y otros análogos. A veces calificaba a algún colega como un hijo de tal. Era apocalíptico y mal hablado . . . He conocido pocos ególatras como él . . . No sólo hablaba sin cesar de sí mismo, sino que no admitía que se le discutiese y menos que se juzgara sus versos desfavorablemente . . . El magisterio que ejercía ante nosotros era moral, no literario . . . Más de una vez lo oí decir que él no era un literato sino un hombre, un hombre que gritaba la verdad a sus compatriotas".
Son palabras de Manuel Gálvez que encontré en alguna parte de la Internet. Y me dieron ganas de leer algo más de este…
“…bibliotecario y traductor de la Dirección General de Estadística de la provincia de Buenos Aires, hacia 1887 se estableció en La Plata. Por esos días ya era un escritor de cierto nombre, puesto que desde 1877 aparecían versos suyos en diarios porteños. Después de ejercer el periodismo en el diario "Buenos Aires", en 1890 se trasladó a la Capital Federal. No permaneció mucho tiempo en la ciudad, ya que regresó a La Plata para ocupar la dirección del diario "El Pueblo". Desde ese momento su actividad periodística no declinó y sus artículos y poemas, firmados con el seudónimo de Almafuerte, sacudieron con su combatividad la tranquila sociedad bonaerense, suscitando apasionadas adhesiones tanto como enconados ataques.
Nuevamente en su escuela de Trenque Lauquen, no pudo satisfacer su ambición de enseñar a los niños, porque fue dejado cesante por "cuestiones políticas", en 1896. En rigor, la razón no parece atendible, ya que Almafuerte jamás se había alineado en las agrupaciones políticas de su tiempo, aun cuando nunca había retaceado su virulenta crítica a los hombres públicos, sin importarle a que partido pertenecían. Establecido en La Plata, vivió retirado prácticamente de la vida pública, sufriendo innumerables privaciones. Con algo de predicador, prefirió las sombras de la pobreza a aceptar algún empleo público que se le ofreciera, pues siempre había criticado a aquellos que vivían a expensas de los presupuestos oficiales
(…)
“La iniciación de la Primera Guerra Mundial lo encontró en una ferviente militancia por la causa aliada. Por esos años, la lectura pública de sus obras, sus conferencias y la colaboración de algunos hombres del gobierno aliviaron su precaria situación y le permitieron adquirir, mediante un préstamo hipotecario, una modesta casa en La Plata.
Por entonces, su obra ya había concluido. Ni "extensa ni variada", según Rojas, refleja con exactitud las terminantes contradicciones de su personalidad. Concebida en un tono profético, casi bíblico, presenta imperdonables descuidos formales y aun errores gramaticales. En compensación, muestra espontaneidad, apasionamiento y un permanente afecto por lo popular y los humildes. Rojas afirma que su producción puede agruparse en tres volúmenes: poesías, Evangélicas y Discursos. Algunas de sus poesías alcanzaron inusitada popularidad como ‘El Misionero’, ‘Vencidos’, ‘Jesús, Confiteor Deo’, ‘Piú Avanti’, ‘La Inmortal’, ‘Milongas Clásicas’ -que Rojas estima como un fracasado intento de poesía popular- y su célebre ‘Apóstrofe contra el Kaiser Guillermo’.”

Solía ver en la librería de Avenida de Mayo un volumen del Centro Editor con “Poemas y prosas” de Almafuerte. Nunca lo compré, y ya no podré hacerlo porque parece que, ahora sí, ese local cierra sus puertas. Ayer pasé y vi que están liquidando lo poco que queda en sus mesas y anaqueles a precios irrisorios. Creo que “Operación desamparo”, la novela de Adolfo Jasca que mencioné acá hace unas semanas, será mi último libro comprado en aquella vieja librería.

Lo que me compré esta semana, aceptando mi propia recomendación de los otros días, es “Kalki”, la novela de Gore Vidal, el autor del miércoles. La leí hace muchos años, prestada por un amigo, pero no me acuerdo nada. “Juliano, el apóstata”, la que leyó Hugo –segundo triunfo en la semana del temperlitano y treintañero Eduardo González-, también se la encontraba hace poco a buen precio, en una edición de tapa dura, en algunas librerías de la calle Corrientes.
Leyendo algo más sobre Gore Vidal, me entero de que “Mira Breckinridge”, su novela de 1968, trata sobre un transexual, y que ese papel lo hizo en cine la Raquel Welch. Y lo que recordé fue una frase de Vidal que leí en un libro que recopilaba entrevistas de la revista ‘Gay sunshine’; una frase que yo usaba mucho en otros tiempos para solventar mi habitual descuido y parquedad: “Ya no hay nada que decir; sólo que añadir”. Que me recuerda una frase del “hombre que está cansado” del cuento de Borges: “La lengua se ha convertido en un sistema de citas”. Ahora ya no uso esas frases; ahora, si no es con Hugo en Nacional, permanezco callado y bizco.
(De Julio Mauricio, el dramaturgo de la semana, sólo menciono que se leyó su obra “La valija” y que el ganador fue Eduardo González. Todos conocemos ya los dimes y diretes en torno a la película que se hizo con aquella pieza… y no creo que haya mucho más que decir.)

Hugo me preguntó por qué lo quería a Carlos Feiling. Me gustaba porque escribía difícil –también en la novela que leí (“El agua electrizada”), recapacité después-, pero tal vez lo quiero porque murió tan joven. Por la desmesura de pena y la ternura que algo así despierta. O porque murió, a secas. Ya se sabe que de los vivos no quiero casi a ninguno… Por ejemplo… bueno, encuentro en la red la siguiente reseña de Mercedes Ezquiaga:

HOMENAJE EN CLAVE DE HUMOR

Novela. "El día feliz de Charlie Feiling", de Daniel Guebel y Sergio Bizzio. Beatriz Viterbo Editora, Rosario, 2006, 128 páginas, $24.

"Las historias que atraviesan tres jóvenes en un viaje realizado durante un día a un pueblito de la provincia de Buenos Aires son narradas en clave de humor en ‘El día feliz de Charlie Feiling’, una novela-homenaje al escritor fallecido en 1997.
Con excepción de los diálogos, la mayoría de los elementos de la novela están inspirados en la realidad, como los nombres de los protagonistas, la amistad que los une, la excursión de un día a Ramallo, el viaje en auto, el asado, la visita al arroyo y la muerte próxima de uno de ellos, como se menciona en sus páginas.
‘Es un libro concebido como recuerdo y despedida de un día que viajamos a Ramallo y la memoria de un amigo muerto. El personaje de ficción de Feiling lo creamos con devoción y respeto por su inteligencia y la tristeza por su ausencia’, señala Guebel, en su condición de coautor.
La novela relata con un lenguaje sencillo y coloquial escenas cómicas pero cotidianas que atraviesan los tres protagonistas en un pueblo donde las instituciones están alejadas de la plaza central, ‘como si el entretenimiento y el poder -en un gesto urbanístico de notable sinceridad- hubieran optado por sacrificar el verde con tal de no verse las caras cada mañana’.
En la historia van apareciendo personajes desopilantes como El Pelado, que se cae en un pozo ciego cuando se sienta a comer bajo unos árboles, o Carlos Arbuato, que sabe tocar la armónica con el peine. ‘El Pelado es gordo y pelado, tal como contamos, y Marito (otro personaje) es petiso y gracioso, igual que en la realidad’, detalla Guebel.
Carlos Feiling (1961-1997) irrumpió en la literatura con la publicación de las novelas ‘El agua electrizada’, ‘Un poeta nacional’ y ‘El mal menor’ y la colección de poemas ‘Amor a Roma’. Dueño de una escritura muy singular, se convirtió en un autor de culto antes de sufrir una leucemia que le provocó la muerte.
Guebel señala la imposibilidad de ‘retratar a un sujeto contado una excursión caprichosa de un día. Esta es la evocación de un amigo, que no pretende una visión completa ni nada. Y como somos dos autores vivos hablando de uno que ya no está, a Feiling le atribuimos la inteligencia, el buen humor, la amabilidad, la cortesía y la simpatía’.
‘Bizzio y yo somos como dos animadores. Bizzio es el Bizzio que él cuenta, y Guebel es mi personaje, por lo que yo puedo maltratarlo a gusto. Tal vez sean representaciones exageradas de nosotros mismos’, relata el escritor. “


Esta novela, escrita por esos dos amigos –uno ya leído en Párrafus, el otro por llegar-, no me interesa para nada –tal vez por pura envidia. Me gustaría encontrar “El mal menor” –de la que sólo leí un adelanto aparecido en un suplemento literario cuando se publicó- y “Un poeta nacional”, donde una especie de Leopoldo Lugones es metido en una historia detectivesca en la Patagonia.
Lo que conseguí en una mesa de ofertas una vez es “Amor a Roma”, el libro de poemas de Feiling, que no me canso de desentrañar. A propósito, le dije a Hugo que con un poema de ese libro comenté en este Blog la lectura de “El prisionero de Zenda”, de Anthony Hope; “Ruperto de Maetzu”, dije que era su título. Error garrafal, ciertamente, ya que ese apellido, del detestable ideólogo falangista español, usurpa el lugar del auténtico “Hentzau”. Por otra parte, recuerdo ahora que Anthony Hope, el autor inglés, era una especie de tatarabuelo de Feiling. Y el protagonista de “El agua electrizada” se llama Tony Hope.

Para finalizar, unas palabras sobre la reunión que propuso nuestro conductor para festejar los 600 Párrafus. Como la invitación es para presenciar el programa, entiendo que por razones de espacio sólo se recibirá a 6 oyentes -uno por cada centena de juegos. Y ellos también podrán jugar, ya que esa noche –el próximo miércoles- Hugo leerá a libro forrado.
Hasta el último viernes había tres oyentes anotados para concurrir. Hugo no dijo quiénes son y, faltando aún otros tres, cada uno podría hacer su lista de quienes deberían estar. Lo digo en estos términos porque he recibido de un par de amigo/as oyentes la estimulante opinión de que yo no puedo faltar. También nuestro conductor, en ocasión de mi anteúltima victoria, expresó sus ganas de tenerme allí. A todos –bueno, a estos tres- quiero decirles que agradezco mucho este privilegio que me adjudican, pero que, definitivamente, no voy a poder ir. Si bien se trata de un compromiso de media hora o poco más, la distancia que me separa de la radio, la hora del encuentro, el frío polar que está haciendo y, sobre todo, mis todavía flamantes obligaciones de esposo y padre, me impedirán asistir a esa celebratoria tertulia.
Pero se me ocurrió algo –una de las mías. Para subsanar parcialmente esta defección, y siguiendo con los redondos festejos, me comprometo desde este medio a acercarle a Hugo, con su permiso, un determinado libro para que sea el premio la noche siguiente a mi cercano triunfo número 100. No doy el título que tengo pensado, por si no lo consigo. Adelanto que casi seguramente será un volumen nuevo, de editorial Anagrama y de contenido acorde al asunto que nos une. Y si a la noche siguiente de mi centésima victoria volviera a ganar yo (aunque hace tanto que no gano dos seguidos…)… este premio especial se pasa para el juego siguiente.
¿Qué tal Perenchio?
Y después me dicen que no considero al prójimo…
Digo más: mi prójimo triunfo –el número 94- se lo dedico a todos lo que me escuchan.
Buenas noches.

sábado, 25 de julio de 2009

Longevidad y leucemia, Parrafus e Interruptus

Jueves 23 de julio
Poesía: “Poema de la niña velazqueña” (del libro “El imaginero”)
Autor: Ricardo Molinari (1898-1996)
Ganador: Roberto López Motta

RICARDO E. MOLINARI - Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1898.
Huérfano desde muy pequeño, su educación estuvo al cuidado de sus abuelos quienes le prodigaron una esmerada educación. Muy joven editó su primer libro «El imaginero», cuyo lenguaje poético hizo que los intelectuales de su país lo reconocieran como unos de los grandes poetas de la época.
Junto a Borges y Leopoldo Marechal, integró un importante grupo literario reunido alrededor de la revistas Martín Fierro, Inicial y Cuadernos del plata.
Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1958 y ocupó desde 1968 una silla en la Academia Argentina de Letras.
Entre sus obras se destacan «Panegírico de Nuestra Señora de Luján», «Odas a orillas de un viejo río», «El pez y la manzana», «Mundos de la madrugada» y el «Libro de las soledades del poniente».
Falleció en 1996.

(www.amediavoz.com)


Tres poemas para una soledad

III

Las tardes de los domingos
están hechas para los pericos
y las travesuras
de las urracas.
En esta tarde de domingo tú estarás
yo lo creo, o te veo
desde cualquier ventana,
mirando cómo se enternecen
y se distraen
las agujas
de los relojes…
¡Yo no soy un bailarín!
¡Hoy deseo una soledad,
para que tu mano me hospede!

Ricardo Molinari

(“Los poetas de Florida”, selección de Guillermo Ara, Centro Editor de América Latina, 1968)



Viernes 24 de julio
Novela: “El mal menor”
Autor: Carlos Feiling (5 de junio de1961 - 22 de julio de 1997)
Ganador: Marcelo Perenchio


COMUN REQUIEBRO

Mentulada pastilla no te digo
que aceptes en un cine, ni las faldas
espero que recojas si este amigo
cruzar quiere el Mar Negro a tus espaldas.

No presumo siquiera del Mar Rojo
(que es sencillo vadear cuando las caldas
perfumadas están por el despojo
del Egipcio monarca); no esmeraldas

contemplo en cardenales, o carbúnculos
dejarte con mis golpes que disputen
el antiguo imprimatur del homúnculo
que primero gozó con tu disfrute.

¡Por pedirte que bebas mi calostro,
no soy yo Rasputín ni Cagliostro!

“Este libro es una historia breve del amor a la poesía escrita como ya no se usa: contando las sílabas, eligiendo los metros, afinando las rimas. Es también una historia personal: cada poema remite a una experiencia, no por literaria o libresca menos verdadera. El orden dado a los textos, a su vez, altera inteligentemente la noción del autor.”

(“Amor a Roma”, C. E. Feiling, Editorial Sudamericana, 1995)

miércoles, 22 de julio de 2009

Otro juliano

Miércoles 22 de julio
Novela: “Juliano el apóstata”
Autor: Gore Vidal
Ganador: Eduardo González

“Gore Vidal, como hombre de letras, ocupa la posición de legítimo árbitro en la política y la cultura contemporánea de los Estados Unidos. Con racionalismo e ingenio, ha sido el flagelo de la ignorante cultura popular, así como un crítico alerta de los prejuicios, las concepciones erróneas y la complacencia profesional de sus colegas.
(…)
“Gore Vidal nació en 1925 en la Academia Militar de West point, Nueva Cork, y se crió en Washington, D.C., bajo la influencia de su abuelo materno, el senador Thomas Gore. De él heredó un conocimiento íntimo de la política y la historia norteamericana, así como su formación en la literatura clásica y moderna.
“Se alistó en el ejército en 1943, tras graduarse en la academia Phillips Exeter, y sus experiencias bélicas constituyeron el tema de sus dos primeras novelas, ‘Williwaw’ (1946) y ‘En un bosque amarillo’ (1947), que consolidó su reputación como novelista de posguerra. Su tercera novela, ‘La ciudad y la columna’ (1948), fue un succès de scandale por su descripción de la vida homosexual. Luego siguieron ‘La estación de la comodidad’ (1949), ‘En busca del rey’ (1950), ‘Verde oscuro, rojo brillante’ (1951), ‘El juicio de París’, (1952), y ‘Mesias’ (1954). El fracaso de sus seis siguientes novelas incitó a Gore Vidal a escribir novelas de misterio con el seudónimo de Edgar Box, y a tratar de escribir para la televisión, el cine y el teatro.
(…)
“Con la publicación de ‘Juliano, el apóstata’ en 1964, Gore Vidal regresó triunfalmente a la novela, y continuó con sus pinturas históricas y satíricas de las costumbres contemporáneas en ‘Washington D.C.’ (1967), ‘Myra Breckinridge’ (1968), ‘Dos hermanas’ (1970), ‘Burr’ (1973), ‘Myron’ (1974), ‘1876’ (1976), ‘Kalki’ (1978), ‘Creación’ y ‘Duluth’ (1983).
(…)
“CR: -Sus primeras obras recibieron muchos elogios. ¿Cómo explica usted este conflicto con el medio periodístico?
GV: -‘La ciudad y la columna’… Empezó entonces y fue implacable. Orville Prescott, un reseñador de enorme poder en el New York Times, escribió una maravillosa crítica de ‘Williwaw’. Pero luego leyó ‘La ciudad y la columna’, y dijo a mis editores; ‘No sólo no volveré a reseñar otra novela de este repulsivo escritor, sino que no volveré a leer ninguna’. De modo que el Times no reseñó mis cinco siguientes libros… y tampoco las revistas Time y Newsweek. Quedé excluido, cuando el año anterior Life me había definido como el joven novelista de posguerra.
CR:- ¿Dice usted que se trataba de homofobia?
GV: -Oh, pura saña con los maricas, todo el tiempo. Nunca cejan.
CR: -¿Cómo cree usted que las primeras novelas de Truman Capote se libraron de eso?
GV: -Es obvio. El desempeñó el papel. Era justamente lo que ellos esperaban de una persona así.
CR: -¿El personaje que él creó?
GV: -Exacto. No les molestan los peluqueros. No se sienten amenazados por alguien que es afeminado, extravagante y divertido; es buen material. Yo era un soldado de un metro ochenta con una admirada novela de guerra que de pronto había escrito un libro del tipo que nadie más había hecho en este país, mostrando la normalidad de cierto tipo de relación. Esto resultó insoportable para los medios. Desde entonces hubo problemas. El otro escritor que tuvo el mismo problema fue Norman Mailer. Se ensañaron con él por su política radical (‘Costa bárbara’), por sus declaraciones radicales sobre la vida, el sexo y demás. Pero se puso a trabajar, empecinadamente, para lograr que lo aceptaran, y lo consiguió.
(…)
“GV: -(…) Como estaba en bancarrota, sólo tenía dos opciones: una era escribir con seudónimo, y la otra era renunciar y hacer otra cosa por un tiempo hasta que se resolvieran los problemas. Hice ambas cosas. Me fui a la televisión, y publiqué tres novelas de misterio, todas escritas en un año. Escribí cada cual en ocho días. Cada una tiene siete capítulos de diez mil palabras. Hacía diez mil palabras por día, y el octavo día revisaba. Se publicaron con el seudónimo Edgar Box y recibieron críticas deslumbrantes. Lo hice porque mi editor había dicho: ‘Tenemos a Spillane. Ahora necesitamos a un S. S. Van Dyne actualizado’. Todavía circulan por el mundo, y por cierto se traducen más que la mayoría de mis novelas.
(…)
“GV:- Después de mis diez años de ‘comercialismo’ regresé a la ficción con ‘Juliano’, que, por supuesto, con absoluta ironía, resultó ser más exitosa que cualquiera de mis productos comerciales. Le siguieron ‘Washington D.C.’, ‘Myra Breckinridge’, ‘Dos hermanas’, ‘Burr’ y ‘1876’. Intento diferentes voces, por eso hago tantas narraciones en primera persona. Me gusta representar, meterme en otro personaje. En verdad creo que la mimesis es uno de los aspectos más elevados del arte. Así que el ‘yo’ es mimético. Cuando uno está en primera persona, debe tener cierta conexión con el personaje, aunque vuelvo al misterio de ‘Myta/Myron’, que me parece un caso único. No tego nada en común con Myra Breckinridge, excepto admiración total. Ellaes magnífica, está loca de remate, y sin embargo es una de mis voces. Un día se me ocurrió de golpe. La gente habla del ‘tono adecuado y familiar’ de mi narradora; eso me exaspera. En ‘Juliano’ tengo cuatro voces: Juliano como emperador, tratando de parecerse a marco Aureli; el Juliano privado, que es frenético; Prisco, que es seco, frío y sardónico; Libanio, que es emperifollado y retórico. Estas cuatro voces atraviesan todo el libro, y suministran las variaciones.”

(Charles Ruas entrevista a Gore Vidal en “Conversaciones con escritores norteamericanos”, Sudamericana, 1986)

Información para bibliófilos pobres: En el microcentro, en varios locales sobre Lavalle o Florida donde también se venden pantuflas, gorros, paraguas, peluches, aparecieron hace un tiempo unas mesas de libros con interesantísimos saldos. Puede encontrarse, por ejemplo, “Kalki”, de Gore Vidal, a 5 pesos. Y de la misma colección de Minotauro, “El programa final”, del vanguardista inglés Michael Moorcock. A 10 pesos están algunos de Borges que salían con La Nación (“El libro de arena”, “El informe de Brodie”, “Los conjurados”) y “La aventura de un fotógrafo en La Plata”, de Bioy.
De nada.

martes, 21 de julio de 2009

Garmafuerte y Julio en Julio

Lunes 20 de julio
Poesía: “Décimas”
Autor: Pedro B. Palacios, Almafuerte (1854-1917)
Ganador: Luís Gobea

“Yo voy a cantarte a ti
¡Oh, mi chusmaje querido!
Porque lo vil y caído
Me llena de amor a mí”

“… debemos tener presente que las constituciones no son sagradas, que las leyes no son respetables, sino a condición de que lleven en sí mismas la eficacia bastante, la virtud suficiente para amparar, en todos los casos, los derechos que consagra.”

Martes 21 de julio
Teatro: “La valija”
Autor: Julio Mauricio (1919-1991)
Ganador: Eduardo González

domingo, 19 de julio de 2009

Vindicación del falso buscador

La semana pasada, en un determinado Párrafus (después de un determinado Párrafus), Hugo abrió el programa hablando de los distintos tipos psicológicos que tiene catalogados a partir de las intervenciones de sus oyentes ganadores. Y se detuvo también, como otras veces, en el tema del ‘googleo’: la búsqueda en Internet, en simultáneo con su lectura, del título y el autor de la noche. Al respecto, dijo que también podía sospechar el uso de este método por el tono forzado en la voz o por la falsa resonancia en los comentarios del oyente triunfador.
Deduzco de esta última reflexión que nuestro conductor supone varios y /o reiterados googleos por parte de… nosotros, más de los tres o cuatro que hasta ahora lo hemos reconocido. Tal vez por esta extendida suposición, este viernes se equivocó y, por condensación y desplazamiento, habló de tres googlistas confesos, cuando en realidad somos cuatro.
Con un fin meramente aclaratorio, los repaso, deteniéndome brevemente en las motivaciones invocadas.
1) Jorge Aloy, el imprentero y estudiante de letras de Rafael Calzada, con “El barranco”, de José María Arguedas, utilizó el google “para que no hubiera un segundo ininterruptus”, dijo. El primero, único hasta entonces, había sido el de Humberto Costantini, el 1 de febrero de ese 2007. Y recuerdo que uno de los reproches que le hice en ese momento a Jorge fue que se apurara tanto en recurrir a esa práctica; podría haber esperado hasta el filo de la una, a ver si aparecía otro oyente; pero llamó cuando la lectura llevaba apenas dos minutos y fracción.
3) Hace poco, Lilian Mosconi, la traductora de San Telmo, se valió de Internet porque era la primera noche que escuchaba y no creía incurrir en ninguna violencia intelectual. Por otra parte, como escribí en esa ocasión, creo que esa noche solamente google podía reconocer “El dios de las pequeñas cosas”, la novela de una escritora hindú de apellido Roy.
4) Esta semana, el tema reapareció a través de la oyente Griselda, de Luján, que tenía de visita a su hija Jorgelina, convaleciente de una laringitis. A pesar de esta dolencia, a la joven se la escuchó bien clarito cuando también tomó el teléfono y contó que había utilizado el buscador porque quería el libro que Hugo leyera al principio del programa, una antología de Eduardo Wilde que sería el premio para el ganador. De la obra y la autora de la noche (“Arboles petrificados”, de Amparo Dávila) no pareció tener mucha idea, pero, dicho sea en su favor, antes había reconocido a Wilde, a quien Hugo empezó a leer sin nombrar.
2) Para el final dejé al segundo googlista del ciclo (¿el que Hugo tenía olvidado?), por ser el que mejor conozco y el que, quizá, tenía el mejor de los motivos para “esa triste inconducta”.
En el Párrafus correspondiente al 22 de mayo del 2008, creyendo que quería probar nuestra flamante notebook, me conecté a google y gané con el cuento “Licantropía”, de Enrique Anderson Imbert. Pero más tarde, ese mismo día, sabría que era otro el motivo que me llevó a anhelar especialmente ese triunfo: esa tarde nació Esteban. A la mañana siguiente, tras haberme perdido el Párrafus de la noche del parto, escribí algo al respecto. Lo titulé, como se hace con algunos poemas, con las primeras palabras del texto: “Anteanoche, en la charla con Hugo”. A la tarde, salí un rato del sanatorio, dejando a Cristina y el bebé con los abuelos. Crucé al locutorio de enfrente, sobre la calle Larrea, y mientras copiaba en este Blog lo borroneado esa mañana, me pasó algo que no me había pasado cuando me enteré del embarazo, ni durante la dulce espera, ni durante el alumbramiento, ni cuando la obstetra me puso el bebé en los brazos, ni cuando quedamos con Cristina los tres a solas en la habitación, ni, mucho menos, cuando empezaron a llegar las visitas. (Por aquello de Mailer: “Los hombres duros no bailan”, ¿no?) Y tampoco lo agregué en el texto mientras lo copiaba, pero me pasó entonces, me pasaba al tipear aquello de “Anteanoche, en la charla con Hugo…” (…) “Gané, entonces, una vez más, aunque con esas malas artes” (…) “Pero más tarde todo aquello fue desbaratado” (…) “encontré que había otra razón para que yo la noche anterior quisiera ganar sí o sí, de cualquier manera” (…) “a las seis y dos minutos de esa tarde, de ayer, en géminis, llegó al mundo, vio la luz, vino a nosotros -quiero decir que nació- Esteban Perenchio, que quería encontrarse con un papá ganador – y una mamá tan valiente.”
Qué cosa rara que me pasó. Mientras lo escribía lloré.

Después, además, sabría que el Párrafus que no pude escuchar, el de ese 23 de mayo, había quedado Ininterruptus –“justicia poética”, me dijo Marta Zander. Y mucho después, cuando se insistió con ese autor (William Goyen), sabría aquel título: “La misma sangre”.

viernes, 17 de julio de 2009

Rita la Tigra


Viernes 17 de julio
Novela: "La gata" (1933)
Autora: Colette
Ganadora: Rita Ramos, de Tigre. Estudiante (profesorado en literatura).

Hace poco, creo que al final de abril, destacábamos que la aparición de cuatro ganadores nuevos en un mismo mes no se veía desde los inicios del ciclo nocturno, cuando todos éramos nuevo. Ahora, parejamente, es destacable la aparición de dos nuevas ganadoras consecutivas, cosa que tampoco se veía en el último tiempo.
En una también novedosa serie de tres autoras seguidas, esta semana se anotaron en la lista de triunfos Griselda Vanessche, de Lujan, con un cuento de Amparo Dávila, y Rita Ramos, anoche, con la novela "La gata", de Colette. Y Ann Jellicoe, la primera de la serie, fue reconocida por María Inés Azarri, ahora que me acuerdo, aunque el llamado ganador lo hizo su esposo Naon.
¿Cabe decir: "Arriba las mujeres", o se escandalizará algún otro mojigato?

Por otra parte, debe decirse que la primera y la última lectura de la semana parecieron anticipar, una, y festejar, la otra, el extraordinario logro futbolístico de Estudiantes de La Plata. El lunes la novela fue "La aventura de un fotógrafo en La Plata" (repetición de Bioy Casares -sin comentarios) y el viernes "La gata", que es el apodo de Gastón Fernández, uno de los goleadores pincharatas en la final. (Además, la ganadora en esta última ocasión fue una estudiante.)
Como hincha de equipo chico, me alegra sobremanera este triunfo y felicito de corazón a Estudiantes.
Sigue una breve biografía de Colette, de la que anoche no hubo tiempo de decir mucho.

"COLETTE - Seudónimo de Sidonie Gabrielle Claudine Colette, novelista francesa, cuya obra exploró profundamente la vida de las sensaciones y de las relaciones, especialmente físicas, de los seres humanos. Colette nació el 28 de enero de 1873, en Saint-Sauveur-en-Puisaye (Borgoña). En 1893 se casó con el primero de sus tres maridos, el escritor Henri Gauthier-Villars, y se trasladó con él a París. Aunque ella y su marido colaboraron en las cuatro novelas de la serie de Claudine (1900-1903), utilizando el seudónimo de él (Willy), estos sinceros relatos semiautobiográficos fueron en su mayor parte obra de Colette. Divorciada en 1906, pasó unos años dedicada a satisfacer sus ambiciones teatrales como actriz del music-hall. Esta experiencia le proporcionó el ambiente de La vagabunda (1910). Luego, firmando con el nombre de Colette, llegó a ser reconocida como la principal novelista francesa con la publicación de Querido (1920), la historia agridulce del amor de una mujer mayor con un joven egoísta. El fin de Querido (1926), El otro (1929) y Gigi (1945) son algunas de sus novelas más conocidas. En libros de recuerdos, como Sido (1929), sobre su madre, y Aprendizaje (1936), sobre su primer marido explora su amor por la naturaleza y los animales domésticos. Colette también fue periodista, ejerció la crítica y escribió obras de teatro. Sus obras, con su perfecta caracterización de los personajes y dominio de las situaciones dramáticas, han sido adaptadas frecuentemente al cine y al teatro. En 1945 se convirtió en la primera mujer elegida para la Académie Goncourt. Colette murió en París el 3 de agosto de 1954."

(www.epdlp.com)

jueves, 16 de julio de 2009

Horario Párrafus

.

El “Párrafus Interruptus” está por cumplir 600 emisiones en la trasnoche. Creo que es una cantidad suficiente para repensar el tema del horario.
No deben quedar ya dudas sobre la capacidad de convocatoria de los que lo hacen, ni de la fidelidad y el estoicismo de sus oyentes condenados a una hora de penitentes.

Personalmente preferiría un horario más amigable, entre las 22 y las 24 horas.
No tengo nada contra la querida Liliana Daunes y su Juana Pimienta, ni con Alicia Petti, a quien no conozco, pero después de 600 “partidos en el banco” hemos hecho méritos suficientes.

Por supuesto que el asunto tiene muchos involucrados, empezando por el conductor y la producción del programa, siguiendo por la dirección y programación de la radio y finalmente (pero no por último), por nosotros los oyentes; de los que no conocemos su opinión ni sus posibilidades.

La mía es a título personal y es mi expresión de deseos, pero he escuchado a otros compañeros oyentes opinar de modo parecido cuando salen al aire y en charlas personales con los que compartimos “el vicio”.
De modo que si alguien tiene su propia opinión sobre el punto, en cualquier sentido, bienvenido sea, este es buen lugar para dejarla.
Fernando Terreno

Desamparados

Jueves 16 de julio
Cuentos: “Arboles petrificados”
Autora: Amparo Dávila
Ganadora: Griselda Vannesche, de Lujan. Bibliotecaria.

“Desbarranco” fue el título de la Entrada en la que reseñé el primer googleo confeso del ciclo –Jorge Aloy con “El barranco”, de José María Arguedas, el 9 de agosto de 2007. Ahora, con el mismo método, las oyentes Griselda y Jorgelina (madre e hija) llegaron al título del libro de donde provenía el primer cuento elegido por Hugo –“El patio cuadrado”- para presentarnos a la mexicana Amparo. De ahí el título de hoy.
Pero no desapruebo esa búsqueda –esa facilitadora búsqueda en la Internet- , siempre y cuando sea mencionada abiertamente por el oyente. Eso sí, como hizo la joven Jorgelina (que también se puso al teléfono), es menester disculparse con los demás oyentes, que quizá se vieron privados de ganar con mejores artes.
Pero, la verdad, se me hace que esta vez, si no fuera por esa travesura de estas chicas de Luján… un nuevo Ininterruptus nos precipitaba a todos barranca abajo.



"Es un mito viviente de la narrativa mexicana. Aunque se le considere inaccesible, para dar con Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 1928) sólo hay que recorrer a todo lo largo el segundo piso, tomar rumbo a San Jerónimo y llegar casi a las faldas de los Dínamos. No habita en una mansión encantada, sino en una casa de campo lejos del ruido y del bullicio citadino. La escritora pertenece a varias generaciones literarias: hay quien la relaciona con Juan Rulfo, Francisco Tario y Guadalupe Dueñas; o con Inés Arredondo, Juan García Ponce, José Emilio Pacheco, Juan Vicente Melo y Salvador Elizondo. De sus amigos evoca con especial afecto a Juan José Arreola y a Luis Mario Schneider. En 1977 le fue concedido el premio Xavier Villaurrutia por el volumen de cuentos Árboles petrificados, y a partir de esa fecha no ha vuelto a publicar. No obstante, es considerada como una de las cuentistas mexicanas más antologadas, pues varios de sus relatos aparecen en recopilaciones hechas en alemán, francés, inglés e italiano –figura en más de 50 compendios de esa estirpe–. En cierta forma, a pesar de sus silencios Dávila no ha perdido contacto con el lector. Asegura ahora que tiene ya listo un nuevo conjunto de relatos: Con los ojos abiertos. Lo primero que publicó fueron salmos y poesía mística, en la revista Estilo, de San Luis Potosí, que dirigía el poeta Joaquín Antonio Peñaloza. Luego, atendiendo a una invitación de Emmanuel Carballo, Carlos Valdés y el fotógrafo Ricardo Salazar, entregó textos para la revista Ariel. Cuando ella tenía 20 años, imprimó una plaqueta de poesía, Salmos bajo la luna. Le siguieron títulos como Perfil de soledades, Meditaciones a la orilla del sueño; y los libros de relatos Tiempo destrozado, Muerte en el bosque, Música concreta y Árboles petrificados. Cuenta que cuando Juan José Arreola solía visitarla ella estaba rodeada por más de 25 gatos, de los cuales le quedan siete. Recuerda que Arreola solía bromear diciendo que en realidad los gatos escribían sus cuentos y no ella, pues “siempre tenía uno sentado sobre mis piernas o se acomodaba en la máquina de escribir.” Define su relación con las letras: “No es falta de ganas, dedicación o entusiasmo, sino que a veces se interponen ciertos obstáculos”. Registra: “Con la literatura he sido una amante inconstante, mas no infiel. Yo me hubiera pasado la vida sentada, escribiendo, pero la vida no me deja.” La cuentista y poeta, encaminada a cumplir los 80 años, se muestra entusiasta con su proyecto literario. Reconoce: “Han pasado muchos años y no he podido terminar de corregir un libro de cuentos. Da la casualidad de que siempre que me siento a escribir, ocurre algo. Tengo una hija con graves problemas de salud; y pasa el tiempo, y cuando vuelvo a intentar a avanzar en el libro, surge un nuevo contratiempo. Finalmente, ya terminé de revisar esos cuentos. Han pasado muchos años y no vivo con prisa por publicar; cuando buenamente se puede, bien, y de lo contrario me resigno a mi suerte”. LA AMISTAD CON CORTÁZAR. En cierta ocasión, una amiga argentina de Dávila envió a Julio Cortázar un ejemplar de Tiempo destrozado. Cuando la autora se enteró, se molestó con Emma Susana Esperat, por “haber cometido tal imprudencia”. Pasaron un par de meses y Amparo Dávila recibió en las oficinas del Fondo de Cultura Económica una carta donde se descubrían las iniciales: J.C. La cuentista leyó la misiva: se trataba de un comentario de Cortázar, en donde la felicitaba “por haber escrito un primer libro tan maduro”. Ella agradeció su comentario y desde entonces inició una amistad por correspondencia con Cortázar. “En los siguientes dos años fui a París, y lo conocí. Tenía planeado viajar por varios países de Europa, pero decidí quedarme en París tres meses y gozar de la amistad de Julio y, de su entonces pareja, Aurora Bernárdez.” Las cartas entre ellos están publicadas en los Epistolarios de Cortázar, recopilados por Bernárdez y editados en España. ¿Qué tanta importancia le concede a la crítica literaria? Fíjese que les agradezco mucho a los críticos, me siento honrada y me satisface que les agrade mi narrativa. Pero cuando empiezo a escribir, no me afecta si les gusta o les disgusta, me tiene sin cuidado porque realizo lo que necesito hacer, lo que quiero hacer. Si lo disfrutan, me congratulo. Después de que ganó el premio Xavier Villaurrutia, en 1977, ¿experimentó una especie de compromiso o autoexigencia para su siguiente libro? No, insisto en que hay otras prioridades. Por ejemplo, si quiero sentarme a escribir y se enferma mi hija, entonces es primero mi hija y luego lo demás. Procuro no exigirme ni amargarme al escuchar que no puedo hacer lo que deseo. Fue esposa de Pedro Coronel, ¿cómo era su relación con el pintor? ¿A usted le interesaban las artes plásticas? Sí, nos integrábamos muy bien. Siempre me ha interesado mucho la pintura y vivir con alguien como él fue maravilloso. Y él, en cambio, amaba la literatura, la filosofía y la música. Entonces nos complementábamos muy bien. Si yo escribía un cuento, se lo leía y él opinaba, y luego veía si hacía caso de sus observaciones que por lo general eran muy atinadas. Y viceversa, cuando él pintaba lo criticaba, le enojaba, y luego veía que lo estaba arreglando como le había dicho. En “La señorita Julia” –incluido en MUERTE EN EL BOSQUE (FCE, 1985)–, hay una frase que define al personaje: “Ella se sentía como una casa deshabitada y en ruinas”. ¿Alguna vez se ha experimentado esa sensación? No lo creo. Cuando escribo soy muy sensorial, por ejemplo un color, un sabor, un olor, un atardecer, un árbol o un determinado paisaje, me conmueven. La sensación epidérmica me puede traer a la memoria algo, una vivencia, una situación que he padecido y entonces surge la idea del cuento. LA CAJA DE PANDORA ¿Sus relatos, invariablemente, se inician con una vivencia? Sí, la vivencia es importante para mí como un punto de partida, después el cuento adquiere un camino distinto. ¿Con qué género literario se siente más cómoda? Cuando escribía salmos, me sentía muy bien. Después con el verso libre tuve otra grata experiencia. Luego pasé al cuento y ahí me he quedado porque es inagotable, ofrece muchos retos y misterios como una caja de Pandora. Dice Gabriel García Márquez que los hombres se dividen entre los que saben contar un cuento y los que no. ¿Qué opinión le merece esto? Creo que está muy bien. Contar un cuento es un arte y no todo el mundo está hecho para frecuentarlo. La crítica literaria ubica a su narrativa en el terreno de lo fantástico. ¿Está de acuerdo? Eso es lo que creen, pero en realidad no ocurre así. Lo que hago es manejar la realidad, mas para mí esa realidad tiene dos caras: la externa –que es lo que sucede cotidianamente y tiene una razón de ser, una lógica– y la interna –que suele ser oscura. Esta última cara la manejo mucho y paso de una a la otra, muy cómodamente: de la lógica al absurdo. Muchos creen que es literatura fantástica y no, describo parte de la realidad porque hay situaciones que en verdad ocurren. CAMINO HETERODOXO.- Cristina Rivera-Garza escribió La cresta de ilión, novela en donde se establece un diálogo con la obra de Amparo Dávila. Para la novelista, “Dávila representa una camino heterodoxo en la tradición de la literatura mexicana, maneja tonos muy interesantes, con presencias misteriosas, entidades amenazantes alrededor”. Sin embargo, Rivera-Garza nunca tuvo contacto con la autora, sólo con su trabajo literario."

(www.fondodeculturaeconomica.com)

miércoles, 15 de julio de 2009

Jellicoe, del lector al director


Miércoles 15 de julio
Teatro: “El Knack y cómo lograrlo” (1961)
Autora: Ann Jellicoe
Ganador: Naon Soibelzhon

martes, 14 de julio de 2009

La alegría no es solo luganense


Martes 14 de julio
Poesía: “La alegría”
Autor: Giusseppe Ungaretti (1888-1970)
Ganador: Marcelo Perenchio


ETERNO

Entre una flor recogida y otra regalada,
la inexpresable nada.

lunes, 13 de julio de 2009

La desventura de un fotógrafo en la radio


Lunes 13 de julio
Novela "La aventura de un fotógrafo en La Plata"
Autor: Adolfo Bioy Casares
Ganador: Julian Sánchez

domingo, 12 de julio de 2009

Viaje de vuelta (borrador)

Volviendo a casa, el otro día vi el siguiente anuncio entre la cartelería del subte:

EL JUEGO ES UNA ACTIVIDAD RECREATIVA, DEJA DE SERLO CUANDO SE PIERDE EL LIMITE. JUGAR COMPULSIVAMENTE ARRIESGA TU SALUD. PODEMOS AYUDARTE. O800 666 6006

Este esperanzador convite me excitó, estallando contra mi idea fija, y me anoté el número. Enseguida empecé a pensar en qué forma les hablaría de Párrafus.
En casa, Cristina y el Fulanito no estaban, así que quise sentarme un minuto y tratar de serenarme. Pero llamé inmediatamente y… escuché este mensaje grabado:

USTED SE HA COMUNICADO CON EL SERVICIO DE ORIENTACIÓN EN LUDOPATIA O JUEGO COMPULSIVO DEL INSTITUTO DE JUEGO DE APUESTAS DEL GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES. NUESTRO HORARIO DE ATENCION ES DE LUNES A VIERNES DE 10 A 17 HORAS. GRACIAS.

Colgando de un manotón, miré la hora. Eran las seis de la tarde.
A la mañana siguiente, me levanté con sigilo y marqué a las ocho en punto… pero ya estaba ocupado.

¡La puta madre que los parió!

viernes, 10 de julio de 2009

Nuestro Alezzo


Viernes 10 de julio
Teatro: "Nuestro pueblo"
Autor: Thornton Wilder
Ganador: Agustin Alezzo




"Escritor estadounidense, cuyas obras de teatro y novelas, por lo general basadas en mitos y alegorías, han llegado a un público muy amplio a través de distintas versiones. Nacido el 17 de abril de 1897, en Madison (Wisconsin), estudió arqueología en la Universidad de Yale. Ejerciendo ya como profesor, alcanzó el éxito tanto con sus novelas como con sus obras teatrales. En su interesantísima novela El puente de San Luis Rey (1927), ganadora en 1928 del Premio Pulitzer de Narrativa, entremezcla las vidas de un disparatado grupo de viajeros en el Perú colonial, vidas que sólo tienen un punto en común, el accidente en el que mueren. Entre sus restantes novelas se cuentan Los idus de marzo (1948), una narración en forma epistolar sobre Julio César, y El octavo día (1967), una historia acerca de las circunstancias que rodean un asesinato, por la que obtuvo, en 1968, el Premio Nacional del Libro. Escribió, además, relatos breves, como los que se pueden encontrar en Theophilus North (1973). Su estilo, directo y sencillo, resultó muy apropiado para el teatro. La primera de sus creaciones en este terreno, la alegórica Sonará la trompeta (1926), precedió a una larga serie de obras en un acto y traducciones que se hicieron muy populares. Uno de los que obtuvieron un gran éxito fue Nuestra ciudad (1938), una emocionante visión de la vida en una ciudad pequeña que le valió a su autor el Premio Pulitzer de Teatro en 1938. Para sus tiempos, resultó una obra bastante experimental, pues tenía lugar en un escenario casi vacío, en el que había escaleras de mano para representar las escaleras de una casa y sillas plegadas que indicaban la presencia de un cementerio. La piel de nuestros dientes (1942), una humorística panorámica de la existencia humana a través de las distintas épocas, ganó también el premio Pulitzer de Teatro, en esta ocasión el del 1943. Uno de los trabajos que más éxito le reportaron, El casamentero (1954), se basó en una farsa inglesa del siglo XIX, y fue llevado al cine en 1958 que, adaptada en 1964, dio origen a la comedia musical Hello, Dolly!, que, a su vez, se filmó en 1969. Wilder murió el 7 de diciembre de 1975, en Hamden, Connecticut. "

jueves, 9 de julio de 2009

La construcción o El amor


Jueves 9 de julio
Cuento: “La construcción”
Autor: Franz Kafka
Ganador: Eduardo González




19/9/2006

71) Franz Kafka (CHE), “El proceso”: Laura Falcoff (0´33”)

Sin comentarios.


LOS OTROS PARRAFISTAS (circa 2008)

“Sin Brod, hoy no conoceríamos siquiera el nombre de Kafka. Inmediatamente después de la muerte de su amigo, Brod hizo que se publicaran sus tres novelas. Sin resonancia alguna. Comprendió entonces que para imponer la obra de Kafka tenía que iniciar una verdadera y larga guerra. Imponer una obra quiere decir presentarla, interpretarla. Fue por parte de Brod una verdadera ofensiva de artillero. Los prólogos para “El proceso” (1925), para “El castillo” (1926), para “América” (1927), para “Descripción de un combate” (1936), para el diario y las cartas (1937), para las narraciones cortas (1946); luego, para las “Conversaciones con Janouch” (1952); más tarde, las dramatizaciones de “El castillo” (1953) y de “América” (1957); pero, sobre todo, cuatro importantes libros de interpretación (¡fijensé bien en los títulos!): “Franz Kafka, biografía (1937), “La fé y la enseñanza de Franz Kafka” (1946), “Franz Kafka, el que indica el camino” y “La desesperación y la salvación en la obra de Franz Kafka” (1959).
(...)
“Max Brod creó la imagen de Kafka y la de su obra; creó al mismo tiempo la kafkología. A los kafkólogos les gusta cuestionar ruidosamente a su padre, si bien jamás abandonan el terreno que este severamente les delimitó. Pese a la cantidad astronómica de sus textos, la kafkología desarrolla siempre, en infinitas variantes, el mismo discurso, la misma especulación que, cada vez más independiente de la obra de Kafka, no se nutre sino de sí misma.
(...)
“Brod eliminó de los diarios no solo las alusiones a las putas sino todo lo referente a la sexualidad. La kafkología ha formulado siempre dudas acerca de la virilidad de su autor y se complace discurriendo sobre la tortura de su impotencia. Así, desde hace mucho tiempo, Kafka se ha convertido en el santo patrono de los neuróticos, los deprimidos, los anoréxicos, los enclenques, los retorcidos, las preciosas ridículas y los histéricos (en Orson Welles, K. aúlla histéricamente, cuando las novelas de Kafka son las menos histéricas de toda la historia de la literatura).
Los biógrafos no conocen la íntima vida sexual de sus esposas, pero creen conocer la de Stendhal o la de Faulkner. Sobre la de Kafka me atrevo a decir solo lo siguiente: la vida erótica (no demasiado cómoda) de su época se parecía poco a la nuestra; las muchachas de entonces no hacían el amor antes del matrimonio; a un soltero le quedaban solo dos posibilidades: las mujeres casadas de buena familia o las mujeres fáciles de las clases inferiores: vendedoras, críadas y, naturalmente, prostitutas.
(...)
“La joya erótica de “América” es Brunelda. Fascinó a Federico Fellini. Desde hace mucho tiempo, sueña con hacer de “América” una película y, en “Intervista”, nos hace asistir a la escena del castinh para esa película soñada; se presentan varias candidatas, increibles para el papel de Brunelda, elegidas por Fellini con el exuberante placer que le conocemos. (Pero, insisto: este exuberante placer era también el de Kafka. ¡Pues Kafka no sufrió por nosotros! ¡Se divirtió por nosotros!)”

(“La sombra castradora de san Garta”, artículo de Milan Kundera aparecido en el suplemento Cultura y Nación, del diario Clarín, el 28 de noviembre de 1991)

miércoles, 8 de julio de 2009

Shakespearito


Miércoles 8 de julio
Novela: “Los detectives salvajes” (1998)
Autor: Roberto Bolaño (1953-2003)
Ganadora: Ana García, de Haedo. Vendedora en una librería de Caballito.

A veces, el puro resentimiento me hace hablar mal o despreciar a algunos autores; generalmente, a los contemporáneo; casi siempre, aquellos que me interesaría leer a partir de las críticas o reseñas que aparecen. Llamémoslo ’resentimiento social’, por lo que tiene de puramente socioeconómico. Quiero decir: como no puedo comprarme sus libros (por los precios), sin leerlos los (me los) defenestro. ¿Que de esto, de esta confidencia, pueden inferirse -o confirmarse- otras características de mi personalidad y/o escritura? ¡Salí! ¡A mí no me vengan con psicologismos!
Pero, tratando de recuperarme de esta tara, voy a evitarlo en este caso, con el chileno Roberto Bolaño, leído anoche por Hugo. Además (además de querer leerlo), este hombre me resulta especialmente respetable por haberse muerto joven, como yo –como yo iba a hacerlo… Así que me callo. Voy a desayunar con Cristina, que ya encendió la tele y puso el funeral de Michael Jackson.

Abundando en la entrevista que le hiciera Mónica Maristain para la revista Playboy (que citó Hugo), copio lo siguiente:
“-¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?
-No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.
-¿Cuál es la diferencia entre una escribidora y una escritora?
- Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Los años luz que median entre una y otra.
-¿Qué le produce el hecho de que Arturo Pérez Reverte sea actualmente el escritor más leído en lengua española?
- Pérez Reverte o Isabel Allende. Da lo mismo. Feuillet era el autor más leído de su época.
-¿Y el hecho de que Arturo Pérez Reverte haya ingresado en la Real Academia?
- La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no está Juan Goytisolo, no está Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido García Valdés, no recuerdo si está Álvaro Pombo (probablemente si está se deba a una equivocación), pero está Pérez Reverte. Bueno Paulo Coelho también está en la Academia Brasileña.


Y ahora: Los otros Parrafistas. Bolaño sobre Ernesto Cardenal:

“Y uno no puede, al leerlo, sino recordar ese tiempo, el tiempo en que la lectura de Cardenal, un sacerdote católico, nos fascinaba, a nosotros precisamente que éramos lascivos y pecadores. Y no pensábamos enmendarnos, al contrario, cada día que pasaba éramos más pecadores, y en ese afán nos ayudaba, por no decir alentaba, la poesía de Ernesto Cardenal. Y todo eso junto nos da una vida más bien ganada que perdida, y la imagen última de Cardenal que vive en el limbo, que no es mala manera de vivir, ya muy cerquita del cielo”.

martes, 7 de julio de 2009

¡Hermano Eduardo!


Martes 7 de julio
Poesía: “Semos hermanos" (1928)
Autor: Dante A. Linyera
Ganador: Eduardo González


Hay un detalle que Hugo no alcanzó a decir anoche. Quizá sea adecuado mostrarlo en este medio, gráficamente. El periodista de Boedo Francisco Bautista Rímoli concibió para sus poemas lunfardos el seudónimo de Dante A. Linyera como una especie de chiste. No sé adónde, quizá en Dolina, escuché que era una especie de parodia o autoironía que quería sonar como Dante Aliyieri. O quizá, pienso, fue la manera de decir de Rímoli que se proponía con sus versos dar cuenta no sólo de las cosas celestiales más típicas de la poesía, sino también del averno de “la mala vida” porteña de principios de su siglo.
Es sabido que el lunfardo es “esa jerga canera, empleada originariamente por los ladrones en su ‘oficio’ para mantener oculto de virtuales auditores lo que se dicen entre ellos”. Esto es lo que dice el poeta y profesor Eduardo Romano en la introducción a su “Breviario de poesía lunfarda”, editado por Andrómeda en 1977 –donde aparecen cuatro poemas de Linyera, pero ¡ay! sin mencionar el libro de donde provienen.
No dice lo mismo José Gobello, el ‘lunfardólogo’ por antonomasia (aunque de triste memoria por sus columnas en el noticiero de canal 11 durante el proceso). En la ‘Nota bene’ con que abre su célebre “Diccionario lunfardo” (Peña Lillo editor, 1989), dice: “Por ‘lunfardo’ –lo he dicho ya muchas veces- entiendo el repertorio de voces traídas por la inmigración, imitadas festivamente por el compadrito e incorporadas luego al lenguaje popular de Buenos Aires. Lo delictivo puede ser lunfardo o no serlo, y otro tanto ocurre con el lenguaje de la vida airada, que es el de los rufianes y de sus pupilas”.
Tal vez no haya contradicción entre ambos pareceres: los compadritos, o los malevos, o los malandras, vieron la veta y copiaron e incorporaron en su bajo fondo non sancto aquellas voces extranjeras.
En cuanto al término ‘Linyera’, la definición de Gobello es la siguiente:

“LINYERA. Lunf. Bracero, jornalero que, a fines del siglo pasado y comienzos del presente, llegada de Italia o de España a trabajar en las cosechas y regresaba luego a su país de origen. // Vagabundo que realizaba trabajos ocasionales. // Vagabundo que vive de lo que le dan o de lo que sustrae. // Efectos, bienes muebles de la persona pobre. Del piam. jergal Lìngera: pandilla de vagabundos, y este del piam. linger: pobre. Alterna con linghera y lingiera. Linyerear, lingherear: vagabundear sin rumbo fijo. Vino linyera: vino elaborado con pasas de uva y azucar terciado.”

Y el siguiente es uno de los poemas de Dante A. Linyera seleccionado por Romano, muy ilustrativo de mi estado de ánimo de anoche, después del timbre…

FIACA

Piantame de mi lao todas esas macanas,
ya no quiero más libros, ya m´esgunfian los versos.
no me hablés de percantas, ni de amigos, ni nada…
¡La vida me ha sobao como a un matungo viejo!

Paro el coche. Me planto como un potro en la zanja
y así, mishio y más solo que uno que anda fulero,
desde hoy no cazo viaje ni pa matarme el hambre.
¿Esto es vivir?... Piantame de mi lao esos versos.

Y en el bulín rasposo me pasaré las horas
Mascándome esta yeta que me sigue.
No quiero saber de nada, ¡nada! ¡Pucha digo!
¡Si vieras como estoy de cansao! ¡Como estoy de fulero!

La percanta que engrupe, los amigos que gozan
con los sopapos que uno recibe por mamerto,
la familia que bronca y el bullón que escasea…
¿Esto es vivir? Piantame de mi lao esos versos,

piantame los papeles, los libros, la linyera,
piantá… y dejame solo como un macho fulero…
Paro el coche. Me planto. Tengo una fiaca, ¡hermano!
¡La vida me ha sobado como a un matungo viejo!

domingo, 5 de julio de 2009

Solo somos buenos compañeros oyentes o Piel virtual

I

Por fin divertido con algo mío en este Blog –casi siempre se toma todo muy en serio-, Hugo le mencionaba la otra noche a Verónica Cornejo el título “Perenchio, la leyenda continúa”. Ella sonrió, discretamente.
Verónica se lamentaba de no haber llamado a tiempo la noche anterior, la primera de la semana, cuando se leyera “La leyenda del santo bebedor”, la nouvelle de Joseph Roth. El que había impedido su nueva victoria fui yo, reapareciendo en el podio, tras larga ausencia, justo sobre el filo del mes de junio. Entonces Hugo la consoló diciendo que le había ganado nada menos que Perenchio, el otro cargoso reincidente, y le leyó el título con el que di cuenta de aquel triunfo. Y después agregó lo otro.
Nuestro conductor habló de una discordia entre Verónica y yo. Dijo que, aún sin conocernos, percibía “una rencilla” entre nosotros. Luego –ya en chiste-, dijo que, al menos, esperaba que la cosa se pusiera interesante y la sangre llegara al río… Ella se escandalizó de este pronóstico, sonrió otra vez, pero no dijo ni mu.
Este pormenorizado introito es para cumplir con lo prometido entre semana; promesa que hice en caliente después de los dos triunfos consecutivos de la joven Cornejo; caliente que me hube puesto por no haber alcanzado a deducir que la novela del miércoles era el legendario “Amadís de Gaula”, del finado Anónimo. Anuncié entonces, tras preguntarme quién será en realidad esta chica, que hoy trataría de abundar en las razones de mi antipatía por la Verónica. Bueno, quizá los defraude, pero puedo hacerlo en dos palabras: risa fácil. Puedo ampliar a cuatro: tiene la risa fácil.
Inmediatamente agregaré que “la rencilla” mencionada por Hugo es, en cualquier caso, del todo unilateral. Ella jamás dijo nada malo sobre mí. Recuerdo, sí, su amabilidad en saludarme durante una charla con Hugo en ocasión del nacimiento de Esteban. Y esta semana dijo que había vuelto a escuchar el programa del martes (cuando ganara con la poesía de Alphonse de Lamartine) merced “a la página de Marcelo Perenchio”. Esta inexactitud (porque no es “página” ni es “mía”) no puede tomarse, desde luego, como ninguna afrenta. Y no recuerdo otras menciones de su parte, ni comentario alguno cuando mi nombre vino a cuento. Tampoco se ha sentido interesada en participar del Blog –a no ser que alguna vez haya sido alguno de los Anónimos. Entonces, quede claro que la discordia o rencilla ha sido siempre expresada únicamente por mí. Soy yo quien, desde este Blog, hostiga a Verónica (o la rigorea, como dijo Fernando Terreno), a veces explícita, a veces sutilmente, a veces con humor, otras con maldad. –porque creo que, como en el amor y en la guerra, en el juego todo vale. Y el motivo es, simplemente, que me cae gruesa.
La principal razón de esta antipatía es que tiene la risa fácil. (Otra es que gana demasiado, claro.) Tal vez lo mismo que otrora tuviera al amigo López Motta enamorado de la Cornejo, esa voz, esas maneras, esa risa, a mí, en la mujer, me produce rechazo. Es demasiada “simpatía” para mi gusto. Es demasiado simpática Verónica, y muy risueña. Además, tan amable siempre, tan correcta; tan benevolente y celebratoria con tantas cosas, con casi todo; y tan contenta cuando gana –casi como Fernando. Tan positiva, Verónica –y tan presente, claro-, que me harta. Fuera de esto, de esta cuestión de piel –de piel virtual-, por supuesto que me resulta sumamente admirable como genuina y completísima lectora, y me congratulo, como escribí el otro día, de tenerla como escolta, aunque lejos (91 a 60), en la tabla general de Párrafus.
Pero este martes, sin embargo, cuando ganó con “El lago”, de Lamartine, estaba distinta. Hugo había empezado el programa comentando la sincronía dada entre un texto que Quique Figueroa puso en el Blog (“Sincronías”) y el prólogo de Carl Gustav Jung para el “I Ching”, donde el psicoanalista suizo (apóstata del freudismo) introduce el concepto de ‘sincronía’; y precisamente ese día nuestro conductor había estado sesionando con unos amigos en torno a este viejo oráculo chino. Hugo, entonces, leyó el texto que publicara Quique (de un tal Mario Corradini, creo) y esto emocionó a Verónica, quien luego saldría al aire con un tono diferente. No quiso ser explícita (¿ven?), pero dijo que esas palabras la animaban, que resultaban muy adecuadas para el día que había tenido; un mal día, a juzgar por su tono apagado, o afligido, o somnoliento, o… natural. Y así (natural) me cayó mejor. Entonces concluyo: la risa fácil -tan fácil- me choca porque no es natural.
Pero a la noche siguiente ella ganó otra vez, y ya era la de siempre. Entonces me saqué y garrapateé aquello sobre “La anónima” Verónica Cornejo. A la mañana, sin releerlo, fui al locutorio y lo subí al Blog. Y no me arrepiento. A la noche, tras ese nuevo hostigamiento, tuve mi premio: conseguí también yo mi segunda victoria de la semana, y con el género en que Cornejo sobresale: teatro - con una pieza de Andrés Lizarraga que venía esperando desde hace dos años: “Tres jueces para un largo silencio”. Y también por aquello de las sincronías Quique Figueroa tuvo su merecida reaparición en el aire: ganó el viernes con un cuento (“El amante fantasma”) de la sumamente desconocida Elizabeth Bowen.

II


Cumplido mi anuncio (que sin duda contribuye al aumento de la propia antipatía generalizada que despierto –pero a mucha honra), y habiendo ya esparcido en el texto los cinco títulos y autores de la semana, en esta segunda parte pego lo poco y rápido y mal –foto de Lizarraga- que copié de la Internet.

Primero, un largo texto que correspondería a la perdida sección “Los otros Parrafistas”, donde un autor aparecido en Párrafus escribía sobre otro. En este caso, el Parrafista Nº 264, Guillermo Cabrera Infante, escribe sobre Joseph Roth con su algarabía habitual. Es el artículo de fondo, aunque inicial, y lo recomiendo. Los demás son meramente informativos o misceláneos. Pueden hacer caso omiso. Pero en el final quizá vuelvo.

Joseph Roth
por Guillermo Cabrera Infante

No hay que confundir a Joseph Roth con el novelista Phillip Roth, ni con el escritor Henry Roth (también nacido en Austria-Hungría), ni con la estrella de cine Lillian Roth, que tuvo más de quince minutos de fama (de hecho fue una hora y media) con su biografía fílmica Lloraré mañana, en que Lillian se muestra más alcohólica que Joseph —si esto es posible. Roth tampoco es Grosz, el pintor de caricaturas de la sociedad alemana. Aunque hay una cierta verdad en la analogía negativa: Roth, el novelista, fue con su pluma (o con su máquina de escribir) un caricaturista de genio y una o dos frases le bastaban para revelar —o desvelar, en los dos sentidos de la palabra— a un personaje y no sólo su carácter, sino su entera biografía.
El reino de Francisco José (o para decir su nombre varias veces real, Franz Joseph) se extendió en el tiempo desde 1848 hasta 1916, esa casi eternidad en que fue emperador de Austria y rey de Hungría. Dice el escritor J.M. Coetzee cuando habla de los cincuenta millones de súbditos del emperador: "Menos de un cuarto de ellos hablaba alemán como primera lengua. Aun dentro de Austria misma cada dos personas eran eslavos de una forma o de otra: checos, eslovacos, polacos, eslovenos, serbios, croatas y ucranianos".
La Primera Guerra Mundial se originó, según los austriacos, por culpa de los bosnios y los herzegovinos, cuando el estudiante anarquista Gavrilo Princip, nacido en Serbia, asesinó al archiduque Francisco Fernando y a su consorte durante una visita que hacían, precisamente, a Sarajevo. La fecha, junio 28 de 1914, ha quedado grabada con fuego en la historia —de acuerdo con Borges, no sólo universal sino también infame.
Cuando se firmó el armisticio (que hizo que un oscuro Adolf Hitler cambiara de pintor para escritor y escribiera su atroz Mein Kampf, donde hizo célebre la frase "La historia me absolverá"), en 1918, no sólo Adolfo sino Segismundo (Freud) lamentó la firma del Tratado de Versalles y sus consecuencias: "Austro-Hungría no existe ya más", exclamó Freud, "y no quiero vivir en ninguna otra parte del mundo". Para continuar diciendo: "Seguiré viviendo con el torso y me imaginaré que es el cuerpo completo".
Otros, siguiendo a su cabeza, se escaparon del torso en un salto de la sartén conocida a otro fuego más querido y se mudaron de Viena a Berlín. Unos pocos aunque célebres siguieron viviendo en el torso mutilado cuando el imperio fue desmembrado: entre ellos estuvieron Freud y otro médico notorio, Arthur Schnitzler. Están además los que dieron el salto preferido al cine (Fritz Lang, Fred Zinnemman, Billy Wilder) y a la capital de la decadencia y las orgías perennes entre los tilos. Mientras, Freud acostaba otros torsos, casi siempre femeninos, en su sofá ubicuo para oír mejor los sueños como cuentos (y los cuentos como sueños: ese era su arte de la paciencia como método terapéutico) hasta que llegaron los nazis y lo mandaron prácticamente al otro mundo para un vienés —a Londres. Por otra parte, el poeta Stefan Zweig, convertido en rico biógrafo de las estrellas, fue enviado a la fama mundial y al suicidio —para probar que la nostalgia, como el exilio, mata.
Roth, aunque también se había exiliado a Berlín, podía escribir: "Mi experiencia más inolvidable fue la guerra y el fin de mi patria, la única que tuve: la monarquía Austrohúngara" —que Roth escribía siempre con mayúsculas. Para continuar con su celebración melancólica: "Amaba esta patria mía", escribía en un prólogo a su novela más perfecta, La marcha Radetzky, "que me permitía ser a la vez un patriota y un ciudadano del mundo entre todos los pueblos de Austria y también un alemán". Poco sabía Roth que sería un despatriado en todas partes: un apátrida —y que moriría no en Viena ni en Berlín sino en París. Murió de la muerte natural de un alcohólico: el alcoholismo.
Para dar una idea geográfica de los cambios históricos de esta zona del mundo (la que Roth llamaba "esta patria mía") no hay más que conocer sus diferentes nombres en más de tres idiomas. La antigua Breslavia se ha llamado en distintas épocas Bressau, Vratislavia, Wroctor, Vrestlav, Bresslau, Breßlaw, Vraclav y otros nombres en otras escrituras —entre ellas en hebreo y en ruso. Hoy se llama Wroclaw y forma parte de Polonia y está enclavada en la región de Silesia, también llamada en polaco Slask, en alemán Schlesien y en checo Slezko. No soy un experto (y además todos los expertos mienten) en historia de la Europa central y oriental, pero sí creo en la determinación del nombre de esta región donde han convivido tantos pueblos y tantas razas no siempre en paz, sino en muchas guerras locales, regionales y continentales —algunas llamadas incluso guerras mundiales.
Fue otro novelista austriaco, Hermann Broch, por ser judío, es decir cosmopolita, y vienés, fallecido en su exilio de Nueva Jersey, quien dijo que el arte (refiriéndose a la literatura) "tiene una significación social pero a un nivel metafísico". Esta frase es, por supuesto, un axioma estético. Nacidos ambos en el imperio austrohúngaro, Broch y Roth son diametralmente opuestos. La única metafísica posible en Roth es el humor y la intrusión de la historia contemporánea en su felicidad de expresión. No como productora de incidentes no siempre históricos y sí productos de ese dios contrario a la Historia, considerada como diosa odiosa, que es el Azar.
Moses Joseph Roth nació en 1894 en Brody, ciudad que queda "a unas pocas millas de la frontera rusa en la tierra de Galicia". (Que hay que escribir en español exótico Galitzia para que no confundan a los gallegos y los crean polacos.) "En los años noventa (del siglo XIX) dos tercios de la población eran judíos" y así Joseph Roth fue llamado Moisés. Roth, una vez en Viena, ocultó su Moisés y usó desde entonces su segundo nombre con la idea de que parecía menos judío. Además decía (hasta en sus papeles de identidad) que nació en la impronunciable ciudad de Schwabendorf, aunque Brody era el centro de la Haskala, la unión de la Ilustración judía. Joseph, nacido de nuevo pero sin cambiar de religión, inventó los más variados oficios que ejerció, fraudulentamente, su padre, mientras Roth hijo se consideró toda la vida lo que era: un escritor. Su padre padeció una enfermedad de carácter nervioso en extremo, mientras que su hijo se indujo el delirium tremens, la enfermedad mental que se hace terminal para los alcohólicos. Schwabendorf era una ciudad donde predominaban los alemanes, pero, curiosamente, es Brody la ciudad preferida por Roth para situar sus relatos. Joseph, entonces todavía Moses, fue educado por su madre en la casa de sus abuelos, "prósperos judíos asimilados". (Esta fue la gran culpa de los judíos que se asimilaban en Austria y Alemania y se consideraban alemanes hasta que llegó Hitler y los exterminó a todos como una raza extraña, convertidos, circuncidados o no, hablaran hebreo o yidish, en ungeziefer —es decir, alimañas no alemanas.)
Roth estudió en un Gymnasium donde las clases se impartían todas en alemán. "La mitad de sus alumnos eran judíos: para los jóvenes estudiantes del Este, una educación alemana les abría las puertas del comercio y la cultura dominante." Roth siempre escribió en alemán pero al final de su éxodo en París intentó escribir en francés. Precisamente en el fatal año de 1914 Roth ingresó en la universidad de Viena, ciudad que "entonces tenía la más grande comunidad judía de Europa central: unas 200,000 almas que vivían en lo que podía considerarse un gueto voluntario", escribe Coetzee. Mientras que Roth escribió: "Es ya bastante duro ser un Ostjude", un judío del Este, "pero no hay destino más duro que ser considerado un Ostjude fuera de la sociedad vienesa". Los Ostjuden "tenían que enfrentarse no sólo al antisemitismo sino también a la altanería de los judíos occidentales".
Roth fue un excelente aunque desdeñoso alumno: una suerte de James Joyce en Viena. "Trabajó parte del tiempo como tutor de los hijos de una condesa." Y además "en el proceso copió tales modos y maneras de un dandy que besaba la mano de las señoras, usaba bastón y monóculo". (No tienen más que ver una fotografía contemporánea de Joyce para tener una imagen visual de su dandismo: sólo que Joyce en vez de monóculo usaba unos quevedos que él llamaba, afrancesado, pince-nez.)
La carrera académica a que aspiraba Roth nunca tuvo lugar por el inicio de la guerra. Pacifista, sin embargo se alistó en 1916 —que fue el año en que tiró su Moisés por la borda de su vida asimilada. "Las tensiones étnicas", dice Coetzee, "eran bastantes en el ejército imperial para que lo transfirieran a una unidad en que no se hablara alemán", para parar en Galitzia —en un ejército en que ¡sólo se hablaba polaco! De estas contrariedades estuvo llena la vida del ahora llamado Joseph Roth. Pero después de la guerra se inventó unas historias fantásticas de que había sido oficial y puesto preso en un campo de prisioneros en Rusia. "Todavía años más tarde salpicaba su vocabulario con el dialecto particular de los oficiales del ejército austrohúngaro."
Después de la guerra Roth empezó a escribir para, como dicen ahora los modernos, "los papeles" y se casó. Fue entonces que emigró a Berlín, Viena convertida en el torso sin cabeza que llenaba la vida vivida y las vívidas pesadillas del inventor del lenguaje terapéutico de los sueños. Ahora el imperialista Roth se hizo de izquierdas y firmaba sus artículos como Der rote Joseph —¡Roth el rojo!
(En un reverso típico de Roth, su mujer se volvió loca y tuvo que internarla en un manicomio —de donde la sacaron los médicos nazis por el habitual expediente de la eutanasia, antes de que muriera el "autor cosmopolita", ahora convertido en activista de la vuelta de su patria como un imperio llamado la Gran Austria.)
Fue también por ese entonces que publicó la primera de sus Zeitungromane —las novelas-periódico. Una de ellas, La telaraña, tenía como tema presciente "la amenaza espiritual y moral de la derecha fascista". Apareció tres días antes de lo que se conoce como el "putsch de la cervecería", el fracasado intento de Hitler de tomar el poder por primera vez.
En 1925 Roth fue nombrado corresponsal en París del diario Frankfurter Zeitung y se convirtió "en el periodista mejor pagado de Alemania". Inmediatamente se hizo más francés que los franceses y amante inútil de las mujeres francesas, a las que consideraba sinuosas y suaves como la seda. Fue entonces que jugó no sólo con las francesas sino con la idea de convertirse en francés. Pero la felicidad de París no duró más que un año y, despedido y despechado, se fue a Rusia, aunque ya escribía de las "dudosas consecuencias de la revolución rusa". Sus reportajes rusos fueron un éxito enorme, aunque "continuaba escribiendo ficción para tomar distancia de un mero periodista". "Yo no escribo", escribió, "lo que se llaman comentarios ingeniosos. Yo dibujo las facciones (irregulares) de la época... Soy un periodista, no un reportero, soy un escritor, no un fabricante de editoriales".
Pero el primer gran éxito no le vino a Roth como corresponsal, ni siquiera como editorialista: se lo debió, cosa curiosa, al cine. En 1930 publicó una novela, Job: la historia de un simple, que tiene uno de esos finales felices que tanto gustan en Hollywood. Es el cuento (mejor: la fábula) de un hombre fracasado que continúa su fracaso en un hijo bobo. Un día el Job de Roth se encuentra más fracasado que nunca, pero (siempre hay un pero: hasta para parar el infortunio) el hijo pródigo, para nada un prodigio, tiene un éxito tardío pero arrollador como violinista y rescata al padre que había padecido toda su vida una mala suerte peor que la muerte —exactamente como el Job bíblico. Roth encontró también su suerte como autor dos años más tarde: cuando publicó su obra maestra absoluta, La marcha Radetzky.
La marcha Radetzky, compuesta por Johann Strauss padre en 1848, tiene por nombre el apellido de un mariscal de campo austriaco y la marcha militar era considerada símbolo de la monarquía de los Habsburgo.
Que Roth usara la Radeztkymarsh como título tiene una doble significación: el ascenso y caída de una dinastía conferida por el Emperador, y el esplendor y la miseria (para Roth traída por la derrota del imperio en la Primera Guerra Mundial) y la muerte de Francisco José poco después del armisticio. Roth retrata a los tres personajes principales, ennoblecidos por el mismo Emperador, como falsos héroes y víctimas del incidente que originó su título hereditario (y su mediocridad). El primer Trotta fue hecho señor de la corte después de la famosa batalla de Solferino, librada en Italia en 1859. (Curiosamente solferino ha devenido el nombre de un tinte, color de vino tinto, géneros de calidad: era el color favorito de Fortuny.)
La suerte del Trotta original está echada desde el primer párrafo de la primera parte y el primer párrafo de la novela. "Los hados lo habían elegido para un acontecimiento especial. Pero se aseguraron que tiempo más tarde se perdiera su memoria". (No la suya, por supuesto, sino la de su hazaña.) Ahora aparece el Káiser con dos oficiales de su guardia personal. Pero uno de sus escoltas le presta unos binoculares y el Emperador está a punto de echárselos a la cara, cuando interviene el teniente Trotta que sabía lo que ese gesto podía significar: "cualquiera que usara binoculares en el frente se marcaba como un blanco propicio". Trotta sabía bien lo que significaba esta presa epónima. "Su terror ante lo inconcebible, la inconmensurable catástrofe podría destruir a Trotta, al regimiento" —y al régimen. Sigue Roth con una de sus enumeraciones exhaustivas pero no exhaustas: "al ejército, al Estado, al mundo entero". Un escalofrío recorre el cuerpo de Trotta y el tímido teniente recurre al primer y último expediente y su gesto "estampó su nombre indeleble en la historia de su regimiento. Con sus dos manos alcanzó los hombros del monarca para tirarlo al suelo. Tal vez el teniente apretó demasiado y el Káiser cayó de inmediato".
La bala dirigida al Emperador se incrusta en el cuerpo del teniente Trotta "destrozándole la clavícula izquierda bajo su paleta y le extrajeron el proyectil en presencia del Comandante Supremo". Cuando Trotta se recupera cuatro semanas más tarde "es poseedor del grado de capitán y de la más alta de las condecoraciones —la Orden de María Teresa— y lo ennoblecen. Ahora se llamaba el capitán Joseph Trotta von Sipolje". (Von Trotta había adoptado el nombre de su remota aldea como título nobiliario.) No sólo el Emperador, el regimiento y el ejército alaban su hazaña —nunca calculada—, sino que aparece su nombre y su proeza es recogida en un libro de texto para escolares. "En la batalla de Solferino nuestro Emperador y Rey Francisco José I estaba acosado por un gran peligro" y Trotta mismo aparece —pero totalmente transformado: "El monarca se había aventurado tan lejos en medio de la batalla que se encontró rodeado por una tropa enemiga. En ese momento de ansiedad suprema, un teniente de años mozos galopa a toda velocidad en su corcel bañado en sudor, blandiendo su sable. ¡Oh los mandobles que hizo llover sobre las cabezas y los cuellos de los jinetes enemigos!"
Era, por supuesto, un texto falaz, pero lo que nadie podría suponer es que el antiguo teniente, ahora barón, Von Trotta iba a armar, como se dice, la tremolina. Insistiendo en todas partes que el escrito es un cuento infame en un libro de texto, consigue lo que Roth llama "el martirio del capitán Joseph Trotta von Sipolje, Caballero de la Verdad". (Hubiera sido peor si el parte sin arte hubiera dicho "el teniente Trotta trota". Pero, claro, esa es una interpolación de este traductor.) Trotta, ofendido en su honor, después de escribir al ministerio de Religión, Cultura y Educación (la respuesta le viene a su viejo coronel con una recomendación personal: "Déjelo estar"), pide por medio de los canales oficiales una audiencia con Su Majestad y "una semana más tarde estaba en palacio cara a cara con el Comandante en Jefe Supremo". "Oye, mi querido Trotta", susurra el Káiser, "todo este asunto es bastante raro. Pero ninguno de los dos sale tan mal parado. ¡Déjalo estar!" "Majestad, ¡todo es mentira!" Responde el Káiser desde su enorme majestad —que para Trotta es sabiduría: "Todo el mundo dice mentiras." Al responder el Emperador da por terminada la audiencia.
Mientras tanto, la banda primera del ejército austriaco ensaya como si fuera la primera vez La marcha Radetzky. Mientras, el tercer Trotta piensa que "la mejor manera de morir sería oyendo música marcial y mejor que mejor La marcha Radetzky". Aunque poco después se siente ajeno al ejército: ajeno a todo. Pero la vida del Emperador la salvó un Trotta y "si eres un Trotta salvarías la vida del Emperador una y otra vez". Ahora, mientras el piano reverente irreverente toca La marcha Radetzky en un burdel, el joven Trotta manda a quitar el ubicuo retrato del Emperador de una de las paredes turbias de la casa de lenocinio. Todos, soldados y oficiales, "sentían que se había convocado a la muerte" después de un duelo que era un doble suicidio. "La muerte los sobrevolaba y no estaban familiarizados con tal sentimiento. Habían nacido en tiempos de paz y convertido en oficiales en marchas y maniobras pacíficas. No tenían ni idea de que años más tarde todos y cada uno de ellos, sin excepción, encontrarían la muerte." Y el teniente Trotta sentía, sentado entonces en el balcón de su padre, que "sería de veras una bagatela caer muerto". Pero también en una taberna de mala muerte "la pianola emitía un popurrí de marchas militares, entre las que se podía oír los golpes del tambor de La marcha Radetzky, que aunque distorsionada por roncos zumbidos mecánicos era todavía reconocible durante intervalos específicos". Pero el teniente, mientras muere, oye los disparos antes de que sean escuchados también los golpes de tambor de La marcha Radetzky. Sin embargo "el regimiento estaba estacionado en Moravia y sus tropas no eran checas, como se podía esperar: eran ucranianas y rumanas". Mientras, el anciano Emperador "estaba viejo y confuso y de su nariz pendía una perenne gota". (Evidentemente un moco líquido.) "Era el tiempo en que las bromas separaban a los nativos de los extranjeros."
Escribe Roth: "Entonces, antes de la Gran Guerra, cuando ocurrieron los incidentes reportados en estas páginas, no era aún algo indiferente si una persona vivía o moría." Era cuando "los austriacos alemanes eran conocidos por bailar el vals y por ser borrachos cantores, los rutenios eran rusos traidores disfrazados, los húngaros apestaban, los checos lamían todas las botas, y a los croatas y a los eslovacos se les llamaba corbatas y esclavos, fabricantes de cepillos y asadores de castañas, y los polacos eran todos mujeriegos y fotógrafos de modas". El Emperador estaba por encima de todo y de todos. "También estaba un poco ido" pero permanecía todavía —aunque entre las brumas de la confusión inconfesa era capaz de decirle al segundo barón Trotta de su hijo: "Ese es el joven oficial que vi en las recientes maniobras". Para añadir fusión a la confusión: "Casi me salvó la vida. ¿O fue usted?" No era este Trotta tampoco, sino el teniente de infantería al que había ascendido inmediatamente a capitán y ennoblecido con el título de Von Trotta de Sipolje. Todavía en otra ocasión el Káiser confunde al propio teniente Trotta con el Héroe de Solferino, y corregían ¡al Emperador!, que no sabe aún si este es el hijo o el nieto. Pero no es la historia del Káiser la que cuenta Roth. La novela trata de los Trotta: los tres tristes Trotta.
Los Trotta son el capitán original, epónimo que se hizo anónimo y se perdió en el olvido. El segundo barón era un mediocre que sin embargo consigue morir al mismo tiempo que el Emperador —pero en un espacio perdido. El último de los Trotta, el teniente Carl Joseph, es destinado a la caballería, primero, y luego enviado, mal jinete que es, casi de castigo a la infantería. Mal soldado que será, deserta (como el antihéroe de Adiós a las armas) para regresar enseguida a su ejército. Muere no en una batalla sino en una escaramuza cualquiera —y es un destino inútil. Va en busca de agua, pero encuentra la muerte. Varios soldados del teniente son baleados tratando de alcanzar un pozo y traer agua al regimiento, que no muere por el fuego enemigo sino de sed. Una bala hiere fatalmente al teniente. Así describe Roth la muerte del último de los Trotta: "El fin del nieto del Héroe de Solferino fue un fin mediocre, nada útil a los libros de texto en las escuelas primarias y secundarias de la Imperial y Real Austria. El teniente Trotta murió no con un arma en la mano sino cargando dos baldes de agua." Antes el teniente Trotta había recorrido las guarniciones del imperio y casi toda la novela creando catástrofes con su inocencia perpetua: ¡una versión masculina de la Justine de Sade! Hay, sin embargo, una escena de seducción del teniente Trotta, cuando era un muchacho de quince años, por una mujer mayor ya casada, que es un modelo de narración erótica contenida —aunque tal vez la discreción se deba a la censura.
Ahora han aparecido en todas partes los cuentos de Joseph Roth, completos (aunque hay fragmentos de novelas y novellas, como la absolutamente maestra El jefe de estación Fallmerayer), que han sido recibidos por la crítica inglesa y americana con precioso y apreciado fervor y se le ha comparado con Kafka y con Chéjov. Es hacerle a Roth un mal servicio fúnebre. Kafka no se parece a nadie, ni siquiera un confesado epígono como Borges se parece a Kafka. En cuanto a Chéjov, no hay otro cuentista mayor en su tiempo: ni Maupassant ni Kipling pueden compararse con Chéjov. Sin embargo, Roth es un escritor de una evidente originalidad. No sólo en sus cuentos y en sus novelas sino en sus novellas. Todo está informado y formado por una ironía que no se podría llamar socrática y sí socarrona. La diferencia entre Roth y Malcolm Lowry, los dos grandes ebrios de la literatura del siglo XX, es que Lowry tenía una cultura clásica notable y podía citar a Marlowe y a Shakespeare sin sobresaltar al lector. Roth nunca cita nada y es que no leía más que los periódicos del día, y sí solía citar el axioma de Karl Krauss, otro escritor austriaco, muerto en Viena, que decía: "Un escritor que se pasa el tiempo leyendo (a otros autores) es como un camarero que emplea su tiempo comiendo."
La marcha Radetzky fue publicada en 1932, cuando el autor tenía 38 años muy bien conservados en alcohol etílico. Roth es un original porque no tenía influencias, aunque estaba bajo la influencia del alcohol de 180 grados. Su novela mayor, Radetzkymarsh, puede compararse con otras novelas en que la guerra incide fatalmente en la vida de los personajes. No se puede comparar, por cierto, con Guerra y paz, porque la novela de Tolstoi es incomparable, impar. Pero sí con Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, publicada en el año de desgracia de 1929, escrita en alemán, y con Adiós a las armas, de Ernest Hemingway, publicada también en 1929. Las tres tienen la Primera Guerra Mundial como el tiempo feliz en la desgracia —y las dos últimas fueron grandes bestsellers. Sin novedad fue una novedad absoluta: se vendieron dos millones y medio de ejemplares, traducidos a 25 idiomas en ¡18 meses! Ninguna novela de Roth fue esa clase de bestseller.
La marcha Radetzky es una novela melancólica y a ratos nostálgica —como su autor. La enumeración de las muchas bebidas compite con la alimentación de alimentos terrestres: exquisitos, innúmeros y siempre tan tendidos y dispuestos que convidan. Pero si Roth tenía, como aquel que dice, una cultura sólida, se hacía líquida en toda clase de bebidas. Roth llama al primer barón Von Trotta el Héroe de Solferino, con afectuosa ironía. Así su creador pudo decir: "Von Trotta soy yo", sin imitar la famosa declaración de Flaubert: "Madame Bovary c'est moi!"
Estamos frente a una novela de arte mayor. Todos lo dicen. Yo también. Sin embargo prefiero Las mil y dos noches, publicada ahora en paperback con el más atractivo y adecuado título de El collar de perlas. Pero esa es, por supuesto, otra historia.
-© Guillermo Cabrera Infante, 2002.

Ahora, Lamartine. (¿Cómo puede alguien hoy en día leer –leer sin olvidar- a Alfonso de Lamartine?)

De nombre original Alphonse Marie Louis de Lamartine, nació el 1° de octubre de 1790 en Mâcon, Francia. Su padre, que pertenecía a la pequeña nobleza, fue detenido en la época del Terror y puesto en libertad gracias a la acción termidoriana; el hombre se refugió con su familia en Milly, en una modesta propiedad cerca de Mâcon.
Fue ahí donde Lamartine pasó su infancia en el seno de una familia armoniosa, que dejó huella en la sensibilidad del que llegaría a ser un poeta. Fue en Milly que se originaron y fomentaron las esencias físicas y morales del poeta.
En el colegio religioso de Belley se exaltó ante sus primeras lecturas. A los diecisiete años, terminados sus estudios, regresó a Milly, luego de que no deseara servir al régimen napoleónico.
Hizo un viaje a Nápoles en 1811 y otro a Saboya en 1816, ambos dieron chispa a su imaginación, poco después, tras enamorarse de Madame Charles, joven esposa de un médico fallecida por tuberculosis en 1817, hizo sus primeras composiciones líricas.
Son aquellas, melodías simples e ingenuas que alcanzaron pronta y mucha popularidad en una generación harta de luchas e inclinada a una religiosidad nostálgica. En 1820 aparecen "Le lac" y "Le vallon".
Al año siguiente, en 1821 acepta el cargo de secretario de Embajada en Nápoles, a donde le acompañó su joven esposa Marianne Birch, con quien formó un matrimonio que inició en su vida una etapa feliz y tranquila que se reflejó en "Nouvelles méditations poétiques".
Poco después sería encargado de un puesto similar en Florencia y dividió su tiempo entre actividades diplomáticas y líricas; fue durante aquella época que en 1830 apareció "Armonías poéticas y religiosas", en las que unió notas religiosas a las de carácter político. Se vio obligado a dimitir de su puesto tras la revolución de Julio.
En 1832 partió con su esposa y su pequeña hija Julia a un viaje hacia oriente. Por desgracia para Lamartine, su expedición terminó en Beirut con la muerte de su hija a los diez años, quien tenía una salud mermada. Después, en 1836 apareció "Jocelyn" y en 1838 "La chute d'un ange".
Fue en 1839 que termina el período contemplativo de su vida para dar paso al activo, resultó electo diputado y tomó una actitud personal independiente. Lo ineficiente que consideraba al gobierno le llevó hacia el pueblo y al no poderse separar de la literatura escribió en 1847 la "Historia de los girondinos", en el que exalta la democracia.
La revolución de 1848 le llevó durante algún tiempo a la jefatura del gobierno, y el poeta se desplegó en tribuno que improvisaba discursos y llamamientos a toda Europa. Sin embargo, el contacto con la realidad no era su punto fuerte.
A partir del 2 de diciembre de 1848 se retiró de la política, su vejez fue un combate incesante contra la miseria y los detractores de su obra. En 1857 escribió en poesía "La vigne et la maison".
Murió en París el 28 de febrero de 1869.


Ahora que me acuerdo, sobre el “Amadís” no busqué nada. Pero me traje de lo de mi vieja el “Quijote”, y voy a tomarme el trabajo de tipear de allí el soneto que Cervantes pone en pluma de Amadís, dedicado a Don Quijote.
Tú, que imitaste la llorosa vida
Que tuve ausente y desdeñado sobre
El gran ribazo de la Peña Pobre,
De alegre a penitente reducida,

Tú, a quien los ojos dieron la bebida
De abundante licor, aunque salobre,
Y alzándote la plata, estaño y cobre,
Te dio la tierra en tierra la comida,

Vive seguro de que eternamente,
En tanto, al menos, que en la cuarta esfera
Sus caballos aguije el rubio Apolo,
Tendrás claro renombre de valiente;
Tu patria será en todas la primera;
Tu sabio autor, al mundo único y solo.

Tomado de la introducción de Luis Ordaz al volumen 147 de la Biblioteca argentina fundamental (Centro Editor, 1982), destaco este parangón entre la pieza de Andrés Lizarraga y otro texto Parrafista:
“’Los hombres pueden defender su patria con entusiasmo, pero van a defender sus tierras con desesperación’. Juicio que recuerda, por su esencialidad, lo que dice La voz del Fuego (‘El hombre solo defiende sus raíces’) en ‘Pasión y muerte de Silverio Leguizamón’, de Bernardo Canal Feijoo.”

Y sobre Elizabeth Bowen (menos desconocida ahora), conseguí lo siguiente.
Escritora irlandesa (1899-1973), autora de novelas, ensayos y cuentos. Nació en Dublín y se educó en Inglaterra. Comenzó a escribir cuando tenía 20 años; su primera colección de relatos, Encuentros, se publicó en 1923. Su primera novela, El hotel, se imprimió en 1927. Uno de los temas favoritos de Elizabeth Bowen, aguda observadora de las clases medias altas, fue la angustia de los individuos sensibles que entran en conflicto con su entorno. Entre sus obras posteriores cabe destacar la colección de relatos Un día en tinieblas (1965) y las novelas La muerte del corazón y El calor del día (ambas de 1949), sus libros más conocidos, Las niñas (1963) y Eva Trout (1968). Su estilo y la caracterización de sus personajes especialmente los femeninos denotan la influencia de Henry James. Sus ensayos están reunidos en Una temporada en Roma (1960), Sobre la escritura (1962) e Imágenes y conversaciones (1975), que contiene elementos autobiográficos.

Esta sucinta noticia biográfica trae algo que me recuerda una indagación de Hugo de hace unas semanas. Se preguntaba nuestro conductor si a alguno de nosotros las lecturas de Parrafus nos habrían generado la curiosidad o el interés por la obra de algún autor que no conocíamos o conocíamos poco. Mi respuesta es: Sí, Henry James.

III

Chau.
Buenos días.