No me puedo quejar. Fueron casi trece años de muy buena suerte. De no ser por eso, no hubiera prosperado –es un decir- en esto de la seguridad privada. Me tocaron siempre buenos servicios. El depósito de Disco en el Mercado Central, la planta industrial de Mercedes Benz, los cambiantes objetivos en el Gobierno de la Ciudad, el Citi. Alrededor de tres años en cada uno. Ahora, desde mayo, se dio vuelta la taba.
Ya conté de mi paso del banco a otro edificio del microcentro. No duré casi nada ahí. Desde el 1 de setiembre, nuevo traslado. Esta vez, a un lugar plenamente inadecuado: un sanatorio. Una institución de primer nivel, solvente, tecnológica, suntuosa, -de gestión religiosa, inclusive-, pero un hospital, al fin y al cabo. No es para mí, en este momento, y ya pedí la baja.
Hablando con una compañera la otra noche, conociéndonos,confidenciales en la madrugada,me encontré contándole que nunca me habían gustado los chicos, ni la idea de ser padre. A lo largo de mi vida -desapegada y recoleta, por lo demás-, cero contacto con sobrinos o con hijos de amigos o de novias. (En realidad, mis amigos no tenían hijos, o dejaban de serlo, arrebatados, en cuanto los tenían. Y de mis novias mejor no hablar.) Cuando los veía gritones o desobedientes por la calle, decía incluso que los chicos argentinos son los más zonzos del mundo. Maldad gratuita, ya que nunca estuve en otro país. Mi compañera opinó que ahora seguramente había cambiado mi tesitura, que hoy a mi hijo debo tolerarle con gusto los gritos y el estropicio. Me quedé callado, mirándola con una sonrisa llena de lágrimas. Recién nos conocemos y a ella no quisé contarle. Me encontré pensando que ahora me alegraría de tener uno de esos chicos gritones y ruidosos, que me parecían zonzos.
La neuróloga dijo que el diagnóstico puede llevar hasta un año, y después se verá con un tratamiento, pero hoy parece un hecho que Esteban no será como esos chicos.
Addenda: No desesperen ni haya drama, queridos compañeros oyentes. Si puedo escribir sobre esto (pergeñar este texto) es porque ya el cimbronazo pasó, el estupor quedó atrás, y con Cristina la vamos piloteando, como dicen los pibes. Saludos. Y jueguen a adivinar quién es el autor de la foto, y por qué lo pongo.
2 comentarios:
El de la foto es Juan Jose Hernandez, autor de el inocente.
Correcto, viejo amigo Anónimo. Gracias.
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