miércoles, 18 de abril de 2012

Diario del año del diagnóstico - Adriana y Francis

Nadie respondió ni comentó nada cuando a principio de año pregunté qué se puede escuchar en radio en estos tiempos. Nadie (casi nadie) comenta nada en este cansino Blog, en este y en todos los tiempos. Un poco, sí, cuando Parrafus Interruptus nos convocaba en la radio, pero ahora, hoy por hoy... claro, ¿quién de los viejos compañeros oyentes puede siquiera suponer que esta página sigue viva? A veces, sin embargo, los azares de la Internet fomentan encuentros inesperados, comunicativos reencuentros, como decía el Negro Marthineitz.
Adriana Baldessari, la mujer de voz tabacal que oficiara de coordinadora de producción de Parrafus, dejó un Comentario en estos días. Pueden buscar y leerlo más abajo. Amén de su entrañable mensaje central, la inmediata comunicación restablecida redundó en una respuesta a mi pregunta del principio. Anselmo Marini, el locutor nacional que también es esposo de Adriana, continúa con su programa de radio en La 2 x 4, la FM de Radio de la Ciudad. Va de lunes a viernes, de 12.00 a 15.00.
Hoy lo sintonicé un rato, después de dejar a Esteban en el jardín y terminar algunos trámites. Anselmo estaba dialogando con Francis. Francis es una nueva cantante uruguaya, joven, con buena voz, con desparpajo. Ella hablaba de su afición a las mascotas y se llegó al tema de la cicatriz que lleva en su rostro. Contó que es secuela de la mordida de un perro, allá a sus 14 años. Y contó que, poco después de aquello, como regalo de 15, su madre la llevó a ver a Rodrigo, el músico cuartetero, cuando actuó en Punta del Este. Francis, fanática de El Potro, lo buscó después del show y pudo saludarlo. El tomó su barbilla y preguntó por la herida. Ella se quiso morir; estaba frente a frente con su ídolo y él destacaba aquello; lamentó que la cirugía reparatoria estuviera programada para un mes más tarde. Pero el cantante, después de escucharla, le dijo que le quedaba espectacular. La cicatriz es la que puede verse en la tapa de su disco. La cirugía nunca se llevó a cabo.
Pensé, claro, en la casualidad de que escuchara esta entrevista y esta anécdota la primera vez que sintonizaba este año a Anselmo Marini. Me llevó a pensar en la secuela de mi parálisis facial, y de ahí había un paso al trastorno del Fulanito.
Después me pareció excesivo el elogio que me hizo privadamente Adriana, referido a que mis textos sobre el tratamiento de Esteban (aunque dispersos y esporádicos) pueden ser de utilidad para otros padres. No comparto ese parecer, aunque me gustaría que así fuera. Quiero decir: tal vez lo esporádico y reticente de este Diario esté motivado en que hasta ahora no me animé a escribir lo que realmente pienso acerca de todo esto, que dificilmente sea útil o alentador.
Precisamente esta semana, en la reunión de padres que tenemos los lunes en el CIASI, pedí la palabra casi por primera vez y traté de decir lo mío. Había una familia que concurría por primera vez y todos estaban presentándose y contando su situación. Después de que hablara Cristina (participando de la tesitura y el tono general), empecé a balbucear algo así como que yo tomaba con pinzas esta relativa novedad del TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo), el TEA (Trastorno del Espectro Autista) y la TCC (Terapia Cognitiva-Conductual), estas nomenclaturas tan modernas o de moda. De todos modos, desde el inicio de todo esto me puse en manos y a disposición de los profesionales que fuimos viendo. (Cristina, más aficionada a los médicos de toda la vida, ni hablar; y al Fulanito no le quedó otro remedio.)Ahora, por la calidad humana y el rigor científico de la gente del CIASI, acepto y sigo a rajatabla el tratamiento prescripto, esperando que estén en lo cierto (con su diagnóstico y su terapia), pero sin amargura o desesperación ante un eventual devenir improductivo o ambivalente. Entonces otro papá interrumpió para decirme que yo podía estar más aliviado porque lo de mi hijo es leve en comparación con otros casos: Esteban habla, y se comunica bastante bien. A mi vez, repliqué a Adrián que los monólogos y la ecolalia del Fulanito no eran antes ni son ahora muy tranquilizadores, y que, en un principio, yo había atribuido esas rarezas a una psicosis infantil. Devoto del viejo doctor Freud, hasta ahí podía llegar con mi diagnóstico. Pero, dije, aun con eso en la cabeza no puedo participar del común desasosiego. Esto es lo que quizá haya caído mal en la reunión de padres -y caería mal acá; la tesitura y tono general es de anhelante esperanza, de decaída confianza. Sobrevuela un pesar y una aflicción angustiosa que sinceramente no comparto. ¿Que habrá chicos cuya mejoría escapa a las posibilidades actuales del tratamiento? Bueno, supongamos que en el futuro, pronto, cuando todavía sean niños, se descubrirán nuevos abordajes, tratamientos, medicaciones o cirugías (sé que exagero) que darán cuenta de este nuevo trastorno. Y, si no, enseñémosles -y aprendamos- a vivir con sus limitaciones, como en definitiva hacemos todos, sobreponiéndonos a nuestras mil y una dificultades del vivir. Con nuestras secuelas y traumas, como Francis con la cicatriz, como yo con mi narcisismo dañado... Y recuerdo una frase del viejo Sigmund, descriptiva del primigenio logro del psicoanálisis: "Cambiar el sufrimiento histérico por la miseria ordinaria". Y mejor me callo por hoy, porque en CIASI 'psicoanálisis' es mala palabra. Y me voy.
Chau.
Gracias, Francis. Gracias, Adriana.

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