martes, 27 de diciembre de 2011

Diario del año del diagnóstico - Felizmente documentado

Me acuerdo que una vez con Hugo, no sé bien a cuento de qué, mencioné aquel título poco conocido de García Márquez: "Cuando era feliz e indocumentado". Tal vez mentaba los tiempos viejos en que me complacía en la incivilidad (me jactaba de no ir nunca a votar), la vagancia y el desapego, antes de aquel presente (presente todavía) de seguridad privada, Cristina, Parrafus Interruptus y kirchnerismo. Es notable cómo las vueltas de la vida hicieron que un documento público me afectara tanto.

Finalmente nos llamaron, nos dieron una fecha para la junta médica y a partir de ahí todo se agilizó.
Diré lo siguiente: ni la paulatina aceptación de la pediatra (muy acicateada siempre por Cristina y su hipocondría), que finalmente, en mayo pasado, indicó interconsultas con neuróloga, fonoaudióloga y psicóloga para “descartar TGD”, según escribió en la orden… Ni los ambientes, los profesionales y los pacientes que vislumbramos durante los tanteos para dar con los especialistas indicados… Ni la anestesia que se llevó a Esteban frente a nuestros ojos (tan parecido pero tan distinto al sueño que cada noche acompañamos) la mañana de la resonancia magnética… Ni la visión de su cabeza cubierta por los cables del electroencefalógrafo… Ni el diagnóstico que finalmente conocimos y era nomás TGD (esta vez el temor de la hipocondría “fue pertinente”)… Nada de todo aquello ni otras cosas penosas que venimos viviendo me conmocionó tanto como recibir la noticia hace unos días de que el Certificado de Discapacidad para el Fulanito había sido aprobado. Atendí yo ese llamado, estaba con él, que todavía dormía, miré por el ventanal a lo lejos (nos mudamos en junio y estamos en un quinto piso) y casi me asoma una lágrima.
Cristina diría que ahí recién caí –sin saber lo certera que podría ser.
Sin embargo, agregaré esto: Lo bueno, la triste alegría es que ahora sí, con el certificado otorgado, el tratamiento podrá iniciarse, y falta menos para que toda esta farsa quede atrás.
Feliz 2012.