sábado, 27 de septiembre de 2008

Los libreros creen que estoy loca...

.....porque les voy con cada pregunta...

—Señorita, ¿podría ayudarme? Estoy buscando un libro, una novela esta vez... no, no sé el título... no, claro, el autor tampoco.... sí, señorita, comprendo la dificultad, pero mire, creo que se trata de una novela sobre un tema histórico. El protagonista se llama Jeromín, ¿a usted Jeromín, le suena? ...... y sí, podría ser una novela española... aunque moros y cristianos es la comida cubana ¿la conoce? .... y la única vigüela que conozco es la del Martín Fierro, así que el autor podría ser latinoamericano también..... no, señorita, no es para la escuela, es para un programa de radio..."

Solo para fanáticos

SÁBADO 25 DE AGOSTO DE 2007

PNT

Comentario en “La lista de Perenchio”

Hola, a todos los parrafistas.
¿Todos son Marcelo Perenchio? ¡Nooooo...!
Es la primera vez que accedo al blog, y me ha llenado de asombro, Marcelo Perenchio. Porque yo creí, ingenua de mí, que era un blog dedicado a Parrafus Interruptus y a Hugo... Pero no, está dedicado a Marcelo Perenchio y a su extraordinario Ego.
El problema no es ése sino que resulta un poco aburrido... bah, muy aburrido. No hay diálogo. No se puede dialogar con un niño brillante, encaramado a una nube dorada, allá en el Cielo, muy arriba de cualquiera.
A decir verdad, me da pena. Mucha pena. Me habría gustado participar, intercambiar, bromear, chichonear, conocer a otros oyentes, dialogar, también, con Huguito, a quien sigo desde hace muchos años, tanto en la revista, como en la radio.
Pero, en fin, así están las cosas. Un abrazo a todos, y hasta algún momento.
Ana de Villa Crespo
Ana S. Mazía
4584-6938
www.wordspalabras.blogspot.com

PUBLICADO POR MARCELO PERENCHIO EN 17:47

1 COMENTARIOS:

Cristina de V.Urquiza dijo...
estoy muy de acuerdo con ud. sra ana. si por estas opiniones es que ya no participa en el programa lo siento mucho pues a menudo escucho sus mensajes en radio nacional y sé que ud. es muy inteligente y de buenos sentimientos, pero también, diría que demasiado bien educada, como para tolerar tanta soberbia sin gracia alguna.

27 DE SEPTIEMBRE DE 2008 4:53


Comentarios como los precedentes han sido la nota disonante en nuestro Blog. Fuera de estos (y de otro, reciente, de Gustavo de Palermo), todas las participaciones han sido de módico estímulo o cordial salutación, de espontáneos o sesudos aportes, de despreocupada, desdramatizada polémica. Si no así, la inmensa mayoría de los lectores se expresó con la muda indiferencia, prefiriéndola al estentóreo y desprolijo sarcasmo.
Esto en cuanto a las intervenciones eventuales, aparte de las colaboraciones continuas de los autores que me acompañan (o acompañaban) en esto.
A propósito, cabe mencionar también un inicial comentario muy cuestionador de Marta Zander, quien ahora, desde ayer, además de colaboradora es administradora del Blog. (A ella se debe la inclusión en primer plano de un link a las listas de lecturas.) La invité a ocupar ese alto estatuto ya que en el tiempo transcurrido desde aquella preliminar discordia hemos hecho buenas migas, a pesar –o a causa- de vivir en ciudades alejadas. En esto tuvo mucho que ver el sentido del humor que Marta, a veces a regañadientes, a demostrado. O tal vez me equivoque y sea por amor. (¿Ven?, no se enoja.)
Estas reflexiones vienen a cuento de una discusión que el otro día tuve con Cristina, en la cual ella me reprochaba mi soberbia y suficiencia para desenvolverme en ciertos asuntos domésticos o sociales; y me dijo que me estoy pareciendo cada vez más al personaje que interpreto en torno a Párrafus, en el programa y en el Blog, pero que ella no me va a tolerar los desplantes, o ironías, o chistes que Hugo o los otros oyentes o los lectores me toleran, y que tendría que hacerme ver.
¿Qué desplantes?, atajé yo. Y, ¿cuál es la tolerancia? ¿Por qué suponer que alguien tiene que tolerar? Si alguien se sintiera molesto, lo expresaría; el Blog está abierto para todo el mundo (“puede estar leyéndote el presidente de Sierra Leona”, me alentó Pablo Graciani antes de que la tierra se lo tragara), y el programa, ni hablar.
Después, hoy, llegó ese respaldo a aquella intervención fugaz de Ana Mazía.
Entonces pensé en los mails que le llegan a Hugo. Un par de veces a lo largo de este ciclo nocturno, él mencionó el asombro, el escándalo, el conato de censura que algunos mails rezumaban a propósito de mi excesiva participación en el juego. Siempre lo comentó con amabilidad (hacia los que escribían y hacia mí) y con buen humor. Pero ahora se me ocurrió pensar si no existirán también comunicaciones más duras o agresivas, de índole “disonante”, como decía al principio. Comunicaciones que él, misericordioso o contemporizador, se calla. Y me pregunté cuántas serán, o con qué frecuencia llegarán. Y me dije: ¿cabrá extrapolar a estos asuntos la noción aquella de que un punto de rating significa 75.000 telespectadores? Un comentario como el de Ana, del año pasado, o como el de Cristina de Villa Urquiza, de hoy, ¿a cuántas notas disonantes equivale?
Por fin, me pregunté si estaré tan desubicado yo, al hacerme el lindo (según Cristina y los otros) por ganar en un juego radial, o si será más equivocado lo de quienes se exasperan tanto.
Pero la verdad que me desmoralizó un poco... ¿Moral? Que me deprimió un poco ese comentario de la oyente de Villa Urquiza. Tal vez porque me recordó la ironía maldita con que respondí al de Ana Mazía el año pasado: poniéndolo en primer plano con el título PNT (publicidad no tradicional). Y después invitándola a ser autora en el Blog. Y, después de que aceptara pero sin publicar más nada, retirándole la invitación. Tal vez me puso mal el remordimiento de conciencia por aquello. O tal vez la oyente Cristina de Villa Urquiza me recordó la discusión con la otra Cristina.
Pero ya está, escribiendo se me pasó.

Además (la letra con sangre entra), para evitarme otro remordimiento de acá a un año, titulé la entrada anterior “Antología involuntaria o Retrasadísimo apoyo”. Es más suave, más disimulado –menos maldito- que el título que pensé primero: “Apoyo retrasado”.

Antología involuntaria o Retrasadísimo apoyo

SÁBADO 25 DE AGOSTO DE 2007

Comentario en “La lista de Perenchio”

Hola, a todos los parrafistas.
¿Todos son Marcelo Perenchio? ¡Nooooo...!
Es la primera vez que accedo al blog, y me ha llenado de asombro, Marcelo Perenchio. Porque yo creí, ingenua de mí, que era un blog dedicado a Parrafus Interruptus y a Hugo... Pero no, está dedicado a Marcelo Perenchio y a su extraordinario Ego.
El problema no es ése sino que resulta un poco aburrido... bah, muy aburrido. No hay diálogo. No se puede dialogar con un niño brillante, encaramado a una nube dorada, allá en el Cielo, muy arriba de cualquiera.
A decir verdad, me da pena. Mucha pena. Me habría gustado participar, intercambiar, bromear, chichonear, conocer a otros oyentes, dialogar, también, con Huguito, a quien sigo desde hace muchos años, tanto en la revista, como en la radio.
Pero, en fin, así están las cosas. Un abrazo a todos, y hasta algún momento.
Ana de Villa Crespo
Ana S. Mazía
4584-6938
www.wordspalabras.blogspot.com

1 COMENTARIOS:

Cristina de V.Urquiza dijo...
estoy muy de acuerdo con ud. sra ana. si por estas opiniones es que ya no participa en el programa lo siento mucho pues a menudo escucho sus mensajes en radio nacional y sé que ud. es muy inteligente y de buenos sentimientos, pero también, diría que demasiado bien educada, como para tolerar tanta soberbia sin gracia alguna.

27 DE SEPTIEMBRE DE 2008 4:53

Ultima semana de septiembre

Semana iberoamericana en Párrafus: un argentino, un martinico y... algunos españoles. Wernicke, Césaire, Baroja, Aleixandre y el Ininterruptus –que para mí es español, o española.
Y en cuanto a la parte lúdica del programa, es decir, a la competencia, la semana estuvo repartida entre dos: un viejo ganador que vuelve, el bonaerense Luís Gobea, y uno que nunca se va y encima siempre está volviendo: eu.
Sobre la primera lectura de la semana (en rigor, sobre mi triunfo), ya abundé los otros días. A la noche siguiente, ignorancia total; no sólo sobre la poesía que Hugo nos trajo, sino sobre la correcta escritura del nombre de su autor. En las reiteradas ocasiones en que lo mencionaron, primero en la charla con el ganador, el profe Gobea, y después en la reseña de nuestro conductor, yo apenas atiné a descifrar algo así como Emeth Cezer (así lo anoté en mi borrador). Recién el miércoles, cuando tuve un rato para ir a un ciber y escribí en el buscador el título del libro-poema leído, “Cuaderno de un retorno al país natal”, supe que el poeta es Aimé Césaire. ¡Acabáramos!, pensé. No es que lo conozca, pero alguna vez leí su nombre en alguna parte. Nunca supe, claro, cómo diantres se pronunciaba eso. Ahora, gracias al exquisito francés de Hugo Néstor, lo sé: Emé Ceser. Además, por lo que se leyó (durante más de 12 minutos, justo hasta el final del poema), descubro un poeta potente, abarcador, aluvional…, no sé cómo decirlo; diría también iracundo; bueno, ya se sabe que la poesía no es lo mío. Pero es como para echarle un nuevo vistazo a este negro de la Martinica (¿se dice martinico?), si alguna vez topo con un libro suyo.
A la otra noche se verifica el doblete de Luís: con la ayuda un tanto vergonzante, según dijo (pero, ¿por qué?), de un manual de literatura española, llegó al título de una de las incontables novelas de don Pío Baroja: “El árbol de la ciencia”. La dio alguna vez en su función de profesor de literatura, contó, pero nunca la leyó completa; sin embargo, conoce a Baroja y reconoció su estilo. Brillante retorno de Gobea, entonces, que, según mis registros, no ganaba desde junio del año pasado.
Sobre Pío Baroja tengo para copiar después un par de textos. Ahora sigamos con el resumen semanal.
El jueves, otra vez novela. De entrada se intuye que su asunto es también español. Se nombra a Magdalena, al escudero Galarza, a Jerondín, a Ana de Medina. Más adelante, a Valladolid. Después la cosa se extiende: aparece un Carlos Prevost, se menciona al Emperador... Pensé todo el tiempo que el timbre no tardaría en sonar, pero todo el tiempo fue hasta la una. ¡Que raro! Tanto éxito que tiene en los últimos años ese género denominado “novela histórica”, pensé. Porque los nombres aparecidos en la lectura me sonaron vagamente a acontecimientos históricos de la vieja Europa. Pero, ¿quién novelizó sobre aquello? Y, ¿cuándo? ¿Fue en los últimos años o en los tiempos del autor precedente –Baroja? ¿O antes aún? Ni idea. Y los demás Parrafistas (saludablemente alejados de las modas literarias, quizá) tampoco dieron en la tecla. Yo, después de la tanda llamé para arriesgar un autor, aunque no sé que título hubiera dado si me decían que acerté, porque los que conozco no eran lo que se leía. Pero no, llegó la una y nadie, nada, nunca. Al día siguiente, con esos nombres (y con el asunto de la vihuela) fui a averiguar en Internet de qué se trataba… y no sale nada. Se habla de ellos por todas partes como personajes históricos, pero acerca de quién escribió ficción con aquello, nada. Al menos yo no lo pude o supe encontrar. Si alguien quiere tomar la posta y seguir buscando…que no ponga acá el resultado, porque a Hugo no le gusta.
Y el viernes, otra vez yo. También con ayuda, pero ayuda libresca, como la de Luis. Una muy completa y prolija “Antología esencial” de Vicente Aleixandre, que editó Orbis-Hyspamérica en 1984. Tan prolija que incluye, en orden alfabético, un “Indice de títulos y primeros versos”, antes del índice general donde los poemas se agrupan por libro. Y como le dije a Hugo: sabiendo que Aleixandre no tardaría en aparecer en Parrafus, siempre que anunciaba poesía (siempre que lo escucho en casa) sacaba ese volumen. Es una especie de google de papel y tinta, pero de alcance individual. Cuando Hugo leía el primer verso o el título de su poema, yo abría en aquel índice y buscaba. Claro, no siempre; el comienzo de la lectura de un Héctor Gagliardi o un Catulo, no lo buscaba. Pero muchas veces sí, y esta vez, el viernes, el título leído estaba en el índice: “La selva y el mar”, página 57. Pero, en la excitación del momento, no fui a la página 57, que hubiera sido más rápido, sino que busqué en el índice general a qué libro pertenecía ese poema. Así lo supe, y dije a Leonardo: “La destrucción o el amor”.¡Qué bárbaro!
Pero todo el proceso demandó 41 segundos, así que, faltando dos programas para terminar septiembre, creo que a Verónica Cornejo ya nadie le arrebata el premio extra por ser la más rápida del mes. Ella ganó en 20 segundos con “Escarabajos”, del prohombre de nuestras letras Mario O´Donnell.
“El escarabajo”, precisamente, se llama otro de los poemas de Aleixandre en “La destrucción o el amor”. Lo copio para el público oyente y lector, ya que anteanoche interrumpí tan groseramente (como siempre) la lectura del poeta. Después sigue algo sobre Pío Baroja, y después no vuelvo. Escribo esto el sábado por la mañana, en el banco, y ya se hicieron las doce y tengo trabajo que hacer. Almorzar.
Buenas tardes.


El escarabajo

He aquí que por fin llega al verbo el pequeño escarabajo,
tristísimo minuto,
lento rodar del día miserable,
diminuto captor de lo que nunca puede aspirar al vuelo.

Un día como alguno
se detiene la vida al borde de la arena,
como las hierbecillas sueltas que flotan en un agua no limpia,
donde a merced de la tierra
briznas que no suspiran se abandonan
a ese minuto en que el amor afluye.

El amor como un número
tan pronto es agua que sale de una boca tirada,
como es el secreto de lo verde en el oído que lo oprime,
como es la cuneta pasiva que todo lo contiene,
hasta el oído que afloja para convertirse en el sueño.

Por eso,
cuando en la mitad el camino un triste escarabajo que fue de oro
siente próximo el cielo como una inmensa bola
y, sin embargo, con sus patitas nunca pétalos
arrastra la memoria opaca con amor,
con amor al sollozo sobre lo que fue y ya no es,
arriba entre las flores altas cuyos estambres casi cosquillean el limpio azul
vaga un aroma a anteayer,
a flores derribadas,
a ese polen pisado que tiñe de amarillo constante la planta pasajera,
la caricia involuntaria,
ese pie que fue rosa, que fue espina,
que fue corola o dulce contacto de las flores.

Un viento arriba orea
otras memorias donde circula el viento,
donde estambres emergen tan altos, donde pistilos o cabellos,
donde tallos vacilan
por recibir el sol tan amarillo envío de un amor.

El suave escarabajo,
más negro que el silencio que transcurre después de alguna muerte,
pasa borrando apenas las huellas de los carros,
de los hierros violentos que fueron dientes siempre,
que fueron boca para morder el polvo.

El dulce escarabajo bajo su duro caparazón que imita a veces algún ala,
nunca pretende ser confundido con una mariposa,
pero su sangre gime
(caliente término de la memoria muerta)
encerrada en un pecho con no forma de olvido,
descendiendo a unos brazos que un diminuto mundo oscuro crean.




Pío Baroja (1872-1956)

“El hombre del que se dijo que toda la literatura española late con su ejemplo, sin importar si para seguirlo o para huir de él, era el hijo de un ingeniero que editaba un excéntrico periódico bilingüe en euskera-castellano. Se doctoró y hastió de la medicina casi simultáneamente y se convirtió en panadero en lo de su tía abuela. Mientras horneaba pan y preparaba pasteles, escribía colaboraciones en el periódico ‘El liberal’. Sólo un poco antes de editar ¿Camino de la perfección’, deja de amasar y atender en lo de su pariente. Sin embargo, algo del estilo sencillo de su oficio lo lleva al terreno del pensamiento. Estructura lo que se dio en llamar una ‘filosofía en zapatillas’. Su lema es moverse siempre según la verdad y la independencia, llamar a las cosas por su nombre, vivir al margen del estado y las instituciones, renunciar al sofisma y al subterfugio y el culto al individuo a ultranza. Sin embargo, y pese a afirmar que no tiene la costumbre de mentir, dijo que si lo hizo, fue solo para salir de un mal paso. Si bien su currículo ligado al comercio y al periodismo no lo muestra como un hombre de acción, fue un gran biógrafo de quienes sí lo fueron. La autodescripción de su carácter es memorable: “Soy un pajarraco del individualismo, romántico, bruto, visionario, dionisíaco, turbulento, entusiasta de la acción y del porvenir.”

“Geniales empleados”, Ariel Lerman. Revista “Lea”, Nº 16, agosto de 2001.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Lo mío o Explicación del impasse

Cuando nos dijeron, no lo podía creer. Cristina ya tenía idea, no la sorprendió tanto; además, su teoría socioeconómica indica que el dinero tiene que circular, y cuanto mayor sea el caudal de esa circulación, mejor –lo que sigo viendo con asombro, después de seis años, en su praxis. Yo, en cambio, soy semibudista, me arreglo con poco; y en torno mío, o a partir de mí, el dinero siempre circuló muy poco. Pero claro, ahora está de por medio un tercero (sí, el fulanito) y en pos de satisfacer sus necesidades no hay que fijarse en gastos. Pero 600 pesos un cochecito para bebé (con el descuento por pago al contado incluido), no se puede creer… ¡600 pesos! ¡Casi lo mismo que nos costó la cuna! ¡Y en el mismo lugar!
Lo compramos, de todos modos, y esta semana, cuando lo saqué a pasear por primera vez con el buen tiempo que trajo la primavera, deseché todo el rezongo de este preámbulo y disfruté generosamente del infantil rodado. Y acostado de frente a mí en ese extraño adminículo llamado “huevito”, que se pone y saca del coche, lo vi disfrutar también a él con “ese pasmo esencial que tuviera una criatura si, al nacer, reparase de veras en que nace”, como dice el poema de Pessoa.
En verdad, no tiene precio verlo estirar el cuello hacia la brisa que se arremolina en el cubículo, como si tratara de determinar con el olfato de qué se trata aquello, ya que no puede llevárselo a la boca. Verlo agrandar los ojos (grandes y brillantes como los de la madre, por suerte) y girar la cabeza tratando de abarcarlo todo. Volviendo cada tanto la mirada hacia mí, buscando con vacilación algo familiar en medio de ese universo nuevo, tardando en reconocerme a veces, pero al fin sonriendo con toda la cara. Sonriéndole también, casi siempre, a cualquiera que se asoma al cochecito por el barrio, aceptando sin más ese remedo antropomórfico de sus cuidadores de entrecasa, mamá y papá…
Por fin, tras varias cuadras, el movimiento y el sonido de su vehículo lo duermen. En esta semana ya nos acostumbramos a esa rutina. Los días que estamos solos, después de la mamadera, para dormir, el paseo. Antes, en las esporádicas salidas que el invierno permitió, el sueñito costaba más. Así que, ¡viva el cochecito!
Mamadera, paseo, y se durmió. Entonces vuelvo a casa a toda marcha (tiene buen dormir, el traqueteo ya no lo despierta), lo meto, lo estaciono en un rincón oscuro, incluso le corro la capota para preservar su sueño de los estímulos lumínicos, y me dedico con urgencia a lo otro -¿a lo mío?. Me saco las zapatillas y me tiro en la cama a leer. O agarro el lápiz y escribo.

Para mi Esteban, junto con las cinco victorias de septiembre.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Thelonious Sphere Monk

Comparto fragmento de una película imperdible "Straight no chaser", obra imperdible sobre la vida de Thelonious. Buena música, y detalles de la vida del artista. Recomendable!

Fuente para un triunfo II

Apareció el E.W. que María Suárez, hace un par de meses y enigmáticamente, dijo estar esperando.
Pero Hugo no lo trajo con la novela que nosotros, ella y yo, esperábamos. Ni “La ribera” ni ninguna otra de las obras narrativas de este autor nos acercó nuestro conductor, sino una pieza teatral: “Los aparatos”.
De todos modos, uno de nosotros ganó. Fue así.
Fue el domingo. Después de anunciar el género Teatro (y los géneros de toda la semana), avisó Hugo que leería el título de cada una de las partes que componen la pieza en cuestión. La primera parte fue “El grabador”.
La acción, en la oficina del señor Miranda, un empresario; allí, un encuestador, llamado Harry, munido de uno de aquellos aparatos, somete al empresario a una encuesta. El diálogo, interrumpido por secretarias, auxiliares y un hermano de Miranda, se vuelve estrafalario. A mí me pareció reconocer en sus absurdos (“Ecuador ya es nuestro”, le dice a Miranda su hermano) algo leído hace poco. No puedo precisar qué es. Busco en la memoria, inútilmente. Al cabo, mientras Hugo lee y lee, recurro a tres de los libros que en estos días se apilan en mi mesa de luz –libros con cosas cortas, chiquitas, como para llevarme en el bolsillo al sueño.
El primero que tomé fue “Humores que matan”, una antología de Raul Brasca y Luis Chitarroni para Ediciones Desde la Gente. Voy al surtidísimo índice, a ver si algún nombre me ayuda. Es infructuoso. Lo mismo con el segundo volumen, de la misma editorial: “Dos veces bueno III”. Entonces tomo el tercero, de índice más corto pero con mayor despliegue temporal y geográfico: “Humor y terror”, del Centro Editor de América Latina. Me digo que tampoco ese serviría como ayuda-memoria, porque suponía que el autor era argentino y bastante contemporáneo. Además, estaba seguro de que no era ahí que había leído aquello que la lectura me estaba recordando. Sin embargo, el último título de ese índice me da la clave. Es una pieza teatral: “La picana”, de Enrique Wernicke. Voy a la página inicial y leo la breve presentación que encabeza el texto. Ahí se dice que Wernicke, a quien yo solo conocía como narrador, también escribió teatro. Por ejemplo, “’Los aparatos’, compuesto por diez sainetitos muy cortos”. “Los aparatos” y el título que Hugo leyera (“El grabador”) casaban bien. Y el estilo de lo que se leía y el de “La picana”, concordaban también - aunque no era de “La picana” el resabio que yo tenía en la memoria... Igual, salgo de la cama y voy hacia el teléfono del comedor (Cristina y Esteban dormían ya). Pero para entonces iba al aire la tanda de la una menos cinco. Llamo igual. Me da ocupado. ¿Descuelgan el teléfono para que se acate el pedido de Hugo de no llamar durante esa pausa, o llamó otro oyente desacatado con la respuesta equivocada? Nunca lo sabré, pero me fuerzo a esperar y repito el llamado cuando la tanda termina y se escucha una música. Entonces sí, Lucas atiende. Con alguna vacilación todavía, pregunto si el autor es Enrique Wernicke. Es él, dice Lucas.”Entonces es ‘Los aparatos’”, digo. Y así es.
Dos días después, ayer, martes, recuerdo a qué me sonó aquella lectura. Era una de las obritas de Alberto Moravia que están en un libro que compré y mencioné acá hace poco. Se llama “La entrevista”. Nada que ver con nuestro Enrique Wernicke, pero me puso en la pista.

Epílogo: Los lectores atentos habrán observado que este texto ya aparece desde ayer entre los comentarios a "Fuente para un triunfo". Esto se debe a que desde el domingo, intermitentemente, el sistema me impedía ingresar con mi clave al Blog, por lo que debí incorporarlo de esa manera.

Mas irracionales

Comparto programación de la señal Encuentro. Creola de las pocas compatibles con la parrafada.
Tarde, pero seguro.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Fuente para un triunfo

ENRIQUE WERNICKE

"Argentino. Escribió novela, cuento, teatro y poesía. A los 22 años publicó su primer libro, ‘Palabras a un amigo’, el último lo fue armando desde 1935 hasta los días de su muerte con anotaciones hechas según pasaba el tiempo. Es un frondoso cuaderno de bitácora que aún está inédito. Entre los dos hubo ‘Juan Grillo’, ‘El señor Cisne’, ‘La tierra del bien-te-veo’, ‘Chacareros’ (cuento), ‘La ribera’ (novela) y muchos otros. Uno de estos muchos otros es ‘Los aparatos’, compuesto por diez 'sainetitos muy cortos' –como él mismo los llamó una vez-; de ahí sacamos ‘La picana’, espécimen ejemplar de humor tétrico, con tanto de lóbrego y de 'risueño' como lo requieren las reglas del arte."

“Humor y terror”, Centro Editor de América Latina, 1981. Estudio preliminar, notas y selección: Julio Pérez Millán

Primavera








Siempre elijo el de brazos de madera.
Empujo el molinete y siento
estallar su crujido a mi espalda,
como en aquel poema de Lamborghini.
Tuerzo a la izquierda
y agoto en pocos pasos el corredor,
desierto a esa hora de la mañana.
En el recodo nace la escalera.
Miro hacia arriba y lo veo:
hoy, después de muchas semanas,
un cielo claro me espera
a la salida de esa boca del subte,
la de la recova del cabildo de estación Bolivar.
Son las seis y veinticinco del último sábado del invierno;
a mí, esa claridad me indica
que hoy es el primer día de la primavera.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Leonor Benedetto


¿Leonor Benedetto en Parrafus Interruptus?
¿Por qué no?
Hay conductores que durante sus vacaciones u otras ausencias dejan a algún colega al frente de sus espacios radiales o televisivos. Hugo estudió y escribió teatro, la Benedetto ofició de conductora televisiva; podría decirse que son colegas… Pero esto se me acaba de ocurrir, iba a otra cosa.
Digamos: ¿Leonor Benedetto en el Blog? ¿Por qué no?
Con motivo del último programa de la semana (último también del invierno) y de su lectura, las “Elegías de Duino”, de Rainer María Rilke, pensé dos cosas.
Uno: transcribir alguna de las célebres “Cartas a un joven poeta” –que fueron el asunto del recuperado concurso sucursal del programa.
Dos: Escribir hoy lo menos posible acerca de mis menudas cuestiones personales –porque tal vez se refería a eso Hugo cuando me dijo la otra noche (ya que con Rilke gané yo) “vos ya sabés lo que tenés que corregir”.
Sin embargo, debo decir que mi primera intención parecía frustrarse cuando reparé en que no tengo conmigo, en mi nuevo domicilio, el libro con las “Cartas...”. Y hasta el martes no voy por lo de mi vieja.
Entonces recordé a la Benedetto. Fui a la biblioteca de Cristina y de allí tomé un delgado volumen de formato cuadrado, tamaño sobre de viejo disco simple, que yo le regalara años atrás. (A propósito, permítaseme, señor Hugo, destacar que en el día de hoy, 19 de septiembre, se cumplen seis años de que nos conocemos con la hoy joven mamá.) El libro es de Editorial Sudamericana, del año 2000, y se llama “Querida Leonor”. La tapa agrega que se trata de 100 cartas seleccionadas y recopiladas por Leonor Benedetto.
La voluptuosa actriz, en 1999, tuvo un programa en canal (á) donde invitaba a actores y actrices de nuestro medio que leían cartas enviadas o recibidas por personajes célebres de las letras, las artes o la historia en general. Yo no lo recuerdo, no tenía tv a cable por entonces. Pero parece que así fue, y que, al año siguiente, esas cartas fueron recopiladas en un libro.
En el índice se informa remitente y destinatario. Por ejemplo: un jefe indio al presidente de los EE.UU. Kafka a Milena Jesenska. Oscar Wilde a Lord Alfred Douglas. Simone de Beauvoir a Jean Paul Sartre. Miguel Hernández a Josefina, su esposa. Federico García Lorca a los críticos. Macedonio Fernández a Jorge Luís Borges.
Y de la página 73 transcribo lo siguiente:

“Rainer María Rilke escribió las “Cartas a un joven poeta” entre 1903 y 1908. El joven poeta destinatario de esas cartas fue Franz Xavier Kappus. El las publicó veinte años después de la muerte del maestro con una breve presentación.

“Era el final del año de 1902, y yo estaba sentado en el parque de la Academia Militar de Wiener, bajo unos castaños. Mi lectura me absorbía hasta el punto de que apenas noté que Horacek, capellán de la Academia, buen erudito y buena persona, venía hacia mí. Me quitó de las manos el libro, observó la portada y levantó la cabeza. ‘¡Poesías de Rainer María Rilke!’, dijo pensativo, “así que el alumno René Rilke ha llegado a ser poeta’. Y me habló de él. Sus padres lo habían hecho entrar en la Academia Militar para prepararle para la carrera de oficial. Horacek se acoprdaba muy bien de su alumno de antaño. Era un muchacho débil y pálido, silencioso, serio, muy dotado, le gustaba mantenerse apartado y soportaba con paciencia el yugo del internado, del que pronto sus padres lo retiraron para llevarlo con ellos a Praga a continuar sus estudios, y el capellán no supo más de él. Poco después de esa conversación decidí enviar a Rainer María Rilke mis intentos poéticos pidiéndole que los juzgara. Yo tenía veinte años y me encontraba, igual que él, en una institución militar en contra de mi voluntad. Pensé que si alguien podía comprenderme, era él. Acompañé mis poesías con una carta en la que me sinceraba más de lo que había hecho nunca, y más de lo que nunca volvería a hacer. Pasaron largas semanas hasta recibir la respuesta. Esta llegó en un sobre azul que procedía de París y que pesaba mucho en la mano. La letra del sobre, clara, bella, segura, volvía a hallarse en las hojas de la carta, desde la primera a la última línea. Mi correspondencia con Rilke, que nació así, duró hasta 1908. Luego, la vida me empujó por caminos que no eran precisamente los que él me aconsejaba. Pero eso no es lo importante. Lo importante son estas cartas. Valen para el conocimiento de ese universo que creó y en el que vivió Rainer María Rilke. Valen para los que ahora crecen y se forman, para los que mañana se formarán. Pero cuando un príncipe va a hablar, hay que hacer silencio...”

Franz Kappus


Y en el libro de cartas de la Benedetto hay también un fragmento de una de las diez cartas de Rilke; pero, por lo que recuerdo, no es de las mejores, así que no lo copio. Además, me cansé de tipear.
Precisamente, cuántas son las cartas de Rilke al joven poeta era la pregunta del concurso sucursal de esa noche. La primera respuesta correcta que se atendió fue la de María Suárez, la Dama de... Coghlan, que así, en cierto modo, retorna a las lides, por lo cuál desde aquí le damos también la bienvenida.
Y esto es todo por hoy.

Apéndice: Por reconocer al exquisito poeta alemán me gané un libro con las sátiras y epístolas de mi tocayo Horacio, quien, cuando apareció en Párrafus, fuera reconocido por Quique Figueroa, en la última de sus victorias (si no recuerdo mal) antes de esta seguidilla de triunfos que, casi de taquito, nos propinó (sic) esta semana.

Apéndice II: Al coequiper Quique, por este medio, públicamente, le pedimos que, de serle posible, con palabras sencillas nos asesore acerca de la inclusión de videos en este Blog (como los que nos regaló en estos días) y, sobre todo, de un modo de poner un link, o como se llame, que nos remita rápidamente a la Lista de Lecturas, de acuerdo a lo reclamado por Hugo la otra noche.

Apéndice III: La elegía de Rilke con que se inició la lectura del último programa es la que Alberto Lagunas, el profesor de letras de Rosario, utilizó como epígrafe en su volumen de cuentos “El refugio de los ángeles”. La misma fue citada, sin nombrar al autor, en mi saludo a este compañero oyente, que llamé “Tercer encuentro santafesino de Parrafistas”, allá por el mes de febrero.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Mis poemas favoritos

Los chayules, de Ernesto Cardenal

De tarde sobre el lago vienen nubes tenues grises
que no son nubes
            son nubes de chayules
tan chiquitos que entran por el cedazo
y no nos dejan leer
             en muchas páginas de nuestros libros están pegados
             transparentes y verdecitos del tamaño de una letra
y a veces debemos apagar la luz. Al otro día
en la terraza son cerros de chayules muertos
que hay que barrer. Viven sólo veinticuatro horas
y no comen ni una vez
                  ni siquiera tienen aparato digestivo.
Dicen que vienen de rincones sombríos del Río San Juan
donde están las larvas a dos metros de profundidad. A veces
amanece el lago, calmo, por Las Balsillas, cubierto
de una capa de chayules muertos, como una pulgada de espesor
grandes pescados por todos lados saltan a comerlos
y el bote va dejando detrás como un canal...
                  Son muy parecidos a los zancudos, pero no pican
                     —qué tal si picaran—.
Querrás saber cómo viven sin comer, cómo crecen.
                  No crecen: nacen ya como son.
Pero antes tuvieron una existencia diferente
en la que fueron unos gusanitos negros nadando en el agua
                  y entonces sólo comieron.
¿Sabés qué son los chayules? Son sexo con alas.
                  Pensamos que sólo sirven para jodernos
pero esos animalitos minúsculos de carne de aire
son como una alegoría de algo, allí en el aire:
De una existencia distinta que puede tener el hombre
                  en otro elemento y con otras funciones
un poco como chayules transparentes, en cierta forma
                     —sólo vuelo y amor.

Celebrando el retorno

El mensaje del podiasta inspirome como pa' hacer hablar un grande.
Traigo al maestro de Chacabuco, un tipo de sentimiento con vocación a la pluma, al cine, al teatro, al latín y al Delta del Tigre.
Uno de los escritores que conmoviera a mi Viejo, luego de darle a leer Mascaró, uno de los últimos veranos que anduviera mi padre por estos lares.
Un homenaje por partida doble. Por gente como ellos, uno reafirma el amor a la lectura, y su difusión.

¡Grande, Quique! o Me anoto en todas

Como me pasó a mí, cuando aquella vez sentí que Hugo me tocaba el culo con su primera mención de este Blog, que fue crítica de su preliminar pobreza y me inspiró el magnífico “Mi Párrafus Interruptus”, ahora, aparentemente, pareciera que el compañero oyente Quique Figueroa necesitaba una tocadita similar para salir de su letargo.
La semana pasada, para abonar una de mis peregrinas teorías, citaba yo palabras del hombre de Trelew que me habían hecho suponer una escucha intermitente de su parte en el último tiempo. Sea esto así o no, el hecho es que el coequiper Quique reapareció esta semana, en el final del invierno, con todo el ímpetu de antaño. Ganó el juego de lunes, martes y jueves; tres de cuatro, hasta hoy, racha sólo interrumpida por Verónica cornejo, que, con teatro, ganó el miércoles.
El raid victorioso fue así: el domingo, cuento: “Juan Fariña”, del chileno Baldomero Lillo. Ellunes, novela: “Zugumi”, de la japonesa Banana Yosimoto. Y anoche, hoy, jueves, otra novela: “El día de la lechuza”, de Leonardo Sciascia. Sólo le faltó a Quique la obra teatral que reconoció Verónica: “Chau, Misterix”, de Mauricio Kartun.
Pero falta el programa de esta noche, donde Quique podría establecer un nuevo record para el formato extendido de Párrafus…
Como la semana pasada, lo azuzamos al compañero para que no se duerma en los laureles y participe también esta noche, a pesar de que el género anunciado por Hugo sea la Poesía, que no es su fuerte, como siempre dice.
Felicitaciones, Quique, y bienvenido otra vez.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Qué poco que sé de Chile (o Por qué me gusta Parrafus...)

El cuento: Juan Fariña, del autor chileno Baldomero Lillo, o Baldomero Lillo Figueroa, como después nos enteramos; un autor que resultó ser, entonces, tocayo de Quique Figueroa, el ganador de la noche.


Baldomero Lillo, cuentista chileno, nacido el día de reyes de 1867. Dice la wikipedia que de joven trabajó en " las pulperías mineras. Este trabajo le dio tiempo para la lectura, afición influenciada por su padre y además para conocer la realidad de los mineros del carbón de su Lota natal, que plasmaría en sus obras". Según parece, Juan Fariña fue su primer cuento.


A este autor sólo lo conocía de nombre, pero qué buena oportunidad para leer algo de él. Por noches como ésta, es que me gusta Parrafus. Porque en estas noches, el programa es como una muestra gratis de una lectura nueva. Por razones puramente egoístas, cuando no reconozco la lectura, me gusta que el llamado tarde en llegar (aunque también me muero de los nervios, pensando en si llamará alguien). Veinte segundos pueden estar muy bien para el ganador, pero es poco, poquísimo, para el que está escuchando y disfrutando de la lectura. Para mí, Parrafus funciona como una excelente publicidad de los libros. Hoy tempranito, por ejemplo, terminé de leer el cuento que Hugo empezó anoche. Tenía razón Hugo, cuando dijo había mucho material de Baldomero Lillo en internet. Aquí pueden ver algunas cosas, Juan Fariña incluído:


http://es.wikisource.org/wiki/Baldomero_Lillo


Que lo disfruten!

domingo, 14 de septiembre de 2008

Septiembre negro

Justamente en septiembre, cuando el servicio que prestamos cumple un año en este simpático banco del microcentro porteño, se producen finalmente las novedades laborales que varias veces temí, que siempre se temen, se presagian y se producen en esta triste actividad que me ocupa.
Lo percutaron –valga la jerga- a Marcelo.
No a mí, no teman. Al otro Marcelo.
Aquel al que mencioné una vez (la noche que gané con “El silencio de los inocentes”, de Thomas Harris) en relación a su enaltecedora afición a la lectura. Aquel compañero en quién, por primera vez en diez años de trayectoria vigiladoril, encontré una cierta afinidad a partir de esa común delectación libresca. El que me cargaba por mis lecturas, que a su juicio son un tanto más elevadas, o difíciles, o pretenciosas que las suyas. El aficionado a la historieta, las novelas bélicas o de espionaje y los libros o revistas sobre armas y guerras. El cuarentón de gafas (anacrónico nerd) que me bajó de Internet a un CD canciones desconocidas de Paco Ibáñez... Ese Marcelo, ese compañero con quien compartíamos las lánguidas guardias de sábados y domingos, ya no estará con nosotros. Precisamente, porque a veces compartíamos demasiado... Pero, para no revelar detalles del servicio (de índole ultrasecreta e hiperclasificada), digamos que en una de las reestructuraciones de diagramas y personal que son habituales en este rubro, ahora, acá, en el banco, lo perdemos a Marce.
Aclaro que esto no significa un despido; él no se queda sin trabajo. Sigue empleado por la empresa, pero es trasladado a un nuevo “objetivo”, como decimos nosotros. Algo para lo que hay que estar siempre preparado; algo que a mí generalmente me lleva a ser frío y distante, y me impide, casi siempre, encariñarme con los lugares y los compañeros; para sufrir menos después, cuando el servicio se termina, se achica o se dispersa.
Del finado Marcelo, entonces, hoy, primer domingo que pasamos sin él (domingo negro), quería contar que no voy a recordarlo tanto por el intercambio o la disputa en torno a la literatura, sino por su música.
Cuando le nombré a Paco Ibáñez, encargándole que me buscara algo con su banda ancha hogareña, no sabía de quién le hablaba; me preguntó si no me confundía con Paco de Lucía, a quien sí, vagamente, conoce. Porque lo suyo, aunque ecléctico, es lo clásico; clásico en el sentido de reconocido, o comercial, o popular; lo que más se difunde por la radio, en una palabra. De acá y del mundo. De ahora y de antes.
Y de antes, justamente, de su adolescencia y primera juventud, Marcelo conservaba hasta hace poco los cassettes que se compraba: Neil Diamond, George Benson, Paul Williams, Tom Jones, Dionne Warwick, Suéter, Zas. Y decenas de TDK donde grababa música de las FM de los 80...
Con los TDK empezó todo. No recuerdo si yo le hablé de Parrafus y mencioné que grababa el programa. Creo que no, porque eso fue a la vuelta de mis últimas vacaciones, y él ya me había traído cassettes antes. No sé, no recuerdo entonces a cuento de qué, pero el tipo había ofrecido regalarme sus viejos TDK. Acepté y me trajo unos cuantos, que después, efectivamente, empecé a usar para grabar Párrafus, porque el par de cassettes que yo venía utilizando y reutilizando ya estaban muy maltrechos.
Antes de borrarlos, como música de fondo mientras escribía, algunas veces escuché las grabaciones de Marcelo. Lo dicho: música en inglés de FM de los 80; con algunas perlas, sí, como Steely Dan o Daryl Hall y John Oates, pero igual después usé esos cassettes sin contemplaciones.
Me causaba cierta melancolía escuchar aquello. Recordaba cuando yo también pasaba largas tardes y noches solitarias escuchando la radio (otras radios), grabando a veces algo “para volver a escuchar cuando sea viejo”, y pensaba en las tardes y noches solitarias de ese otro solterón que es el compañero Marcelo (solterón como era yo... que ahora pasé a ser un padre soltero), y la conciencia de esos perdidos años de soledad me deprimía. Por eso también borré todo.
Y después, hace poco, vino lo inexplicable. Marcelo me ofreció también sus otros cassettes. Y yo otra vez acepté, y me los trajo.
El otro día los miraba en casa de mi vieja, adónde debí llevarlos por razones de espacio (y porque Cristina no soporta semejante cosa vetusta y llena de polvo), y leyendo los lomos de esas altas pilas (¡Barry Manilow en castellano!) me preguntaba: ¿Qué hago yo, cultor de Paco Ibáñez, de Amancio Prada, de Joaquín Diaz, con “esto”? Por supuesto, no escuché ni el cinco por ciento de lo que me llevé; sólamente Carpenters, Rubén Blades, algo de Zas. Y después pensaba: ¿para qué los traje? Marcelo me dijo que, si no me interesaba el material, podía usarlos también como cassette virgen, para regrabar. Pero con los TDK tengo para rato –hace mucho que yo no tengo tiempo para grabar música (mi música) de la radio. Y, además, yo le había dicho que no podría borrar eso.
“Esta es música que te gustó, que te gusta todavía en muchos casos”, le dije; “ya sé que ahora podés bajar y tener todo de nuevo en el MP3 o en el celular. Pero estos son cassettes que te compraste, que te costaron tus mangos. ¿No te acordás cuando los llevabas nuevos a tu casa y los ponías por primera vez? ¿No los compartiste después, los prestaste o se los hiciste escuchar a alguien? ¿No te traen recuerdos? ¿No te acordás? Yo no entiendo cómo podés deshacerte así de esto. Cómo no te conmovés ¿Y querés, encima, que yo los borre?”
Me los llevé. A lo de mi vieja. Los apilé por ahora en un estante de la biblioteca, delante de una fila de libros; antes les saqué el polvo, reparé alguno al que le faltaba la esponjita o un tornillo o tenía la cinta cortada. Leí las láminas y encontré algunas sorpresas. Por ejemplo, Andrew Lloyd Webber y T. S. Eliot como autores de un tema de Barry Manilow: “Recuerdo”. Tom Jones cantando el tema de “La pantera rosa ataca de nuevo”. Neil Diamond haciendo una canción de Leonard Cohen. No escuché casi ninguno, pero ahí se quedan, conmigo, con los míos, para cuando sea viejo.
Y de Neil Diamond, justamente, la otra mañana, estando de franco, cuando otro compañero me llamó avisándome lo de Marcelo, busqué y puse aquel tema tan pedorro, “Mañana de septiembre”, para empezar a recordar con su música al compañero perdido.

Buena suerte, Marce.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Ultimos comentarios y respuestas

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Semana mutilada":

Eh, cabulero!! Interruptus de rechupete para el Hugo: recibiendo ganadores nuevos, memoriosos y "rapidines" (Borat dixit). Destacable, el golpe de efecto del reconocimiento de la novela de Varela, ipso pucho y de taquito.

Y el día de fray Luis, el Lector se dió el gusto de reiterar la popular anécdota, pero para mi gusto le faltó leer algun cantar de los Cantares ...siempre entonan!

A propósito, me pregunto si este caso ha sido el primer ejemplo documentado de autocensura?

¡claro, con la Inquisición pateando los talones, cualquier guapo
se borra!

Publicado por Anónimo para Los Parrafistas a las 11 de septiembre de 2008 21:43


Respuesta:

Este Anónimo, si es siempre el mismo, está cada vez más oscuro... ¿Fray Luís tiene algo llamado “Cantar de los cantares, o el Anónimo ironiza sobre la Biblia? Y la “autocensura”, ¿cuál fue? ¿Y “la inquisición”?
De todos modos, gracias por seguir leyendo y comentando. Y gracias por lo de “cabulero”: ahí diste en la tecla.



Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Leído por ahí...":

...alguien juega al 400?

Publicado por Anónimo para Los Parrafistas a las 11 de septiembre de 2008 18:56


Respuesta:

Yo no. No participo en juegos de azar. Soy fiel a Párrafus.





Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Leído por ahí...":

Marta, los correctores ortográficos automáticos que utilizan estos "descuidados" imperdonables ( o descuidistas, si estás sintiendo que así te roban), no tienen la culpa: se arreglan con un algoritmo nuevo en el procesador de texto, y son herramientas válidas cuando falla la memoria.

Lo que molesta es lo poco que le importamos a muchos de los negociantes de la cultura.

Pero más dañinos son los innumerables lectores "automatizados", que gambetean el esfuerzo de tratar de entender lo que leen, pero que no pierden ocasión de apalearnos con eslóganes o interpretaciones cocinadas por terceros interesados.

Leer, releer, reflexionar, comparar, sacar conclusiones propias… ¿será cierto que nunca más?

Publicado por Anónimo para Los Parrafistas a las 11 de septiembre de 2008 18:49

Respuesta:

Por mi parte, encuentro muy atinado su comentario, y espero que ese Nunca más no se concrete. Pero no sé qué dirá Marta.


Sandra ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Leído por ahí...":

EL RIO OSCURO de Alfredo Varela. Un libro impresionante como la realidad que describe. Ojala actualmente esa realidad sea menos cruel ya que, lamentablemente, sigue siendo igual de explotadora. Lo leí hace unos cuantos años pero obviamente no identifique el comienzo. A lo mejor si la lectura hubiese avanzado un poco más .... lo habría descubierto finalmente?

Publicado por Sandra para Los Parrafistas a las 11 de septiembre de 2008 15:29

Respuesta:

Sandra, el otro día reparé en que hay dos Sandras que publican sus comentarios; yo, días antes, había respondido a una algo en relación a sus mellizos; ¿acerté, o respondí a la otra? ¿Por qué no envían ambas su dirección de mail y quedan incorporadas como Autoras del Blog, para mayor prolijidad de sus intervenciones? Digo, si quieren.


Marta ha dejado un nuevo comentario en su entrada "LISTA DE LECTURAS 2008":

Hola.
Yo lo leí en la biblioteca. Tengo otros libros del autor, pero no ése. Así que tenía la idea del título, pero no las palabras exactas.
Esta fue la primera vez que llamé sin estar totalmente segura de la respuesta. Me gustó mucho La ..., la novela más conocida de este autor. La verdad es que pensé que ya lo habrían leído. Igual, no ganó nadie.
Más suerte para la próxima.
Me encantó que ganaras con Mailer.
Chau

Publicado por Marta para Los Parrafistas a las 8 de septiembre de 2008 16:49

Respuesta:

Marta se refiere al último Ininterruptus, aquel cuento terriblemente extraño... Que es lo único que yo leí de ese autor (muy de la predilección de don Jorge Luís), en una de las antologías de editorial Cántaro que gané en Párrafus. Pero, evidentemente, no lo memoricé. Gracias, Marta, a mí también me encantó ganar con Mailer –como con los otros 71, excepto, quizá, con “Rabia”. ¡Detesto a Sergio Bizzio!




Todas las veces que puedo escucho Párrafus interruptus porque considero que es el mejor programa de radio.
Te admiro por tu memoria, pero me pregunto como pudiste adivinar que era Niebla de Don Miguel de Unamuno, con solo leer Hugo dos renglones, yo la leí tres veces y no recordaba el nombre del protagonista,
La otra noche lloré de emoción cuando leyó a Emilia Pardo Bazán, como ella soy gallega y su lectura y música me emocionó.
Verdad que el programa es una joyita !!
Saludos
Emilia

Respuesta:

Hola, Emilia. Bienvenida. Primera vez que escribís por acá, ¿no? Que se repita.
Gracias en nombre de mi memoria. Y sí, el nombre Augusto ayudó; también la relectura reciente de esa introducción apócrifa que don Miguel le pone a la novela, “escrita” por otro personaje, ¿cómo se llama? ¿Guidi? En cuanto a Pardo Bazán, fue chino para mí. Pero fijate lo que encontré accidentalmente en Internet unos días después de esa lectura:

La víspera y el día / Dirma Pardo de Carugati

Presentación

Parece más alta de lo que es, por su porte erguido, por la honesta
gallardía de su andar sosegado y señoril. Su elegancia espiritual armoniza
con la de su atuendo siempre a la moda de mejor gusto.
Este talante de gran dama serena y circunspecta encubre, para quien
no la conoce, una insólita, infatigable energía. Energía, cabe insistir,
insospechable en tan reposado continente y en esa apacible actitud que la
caracteriza. Las apariencias, como se sabe, engañan. Más abajo seremos más
explícitos acerca de esta virtud tan suya.
Los antepasados de Dirma Pardo son de Galicia. Un bisabuelo de Dirma
Pardo, don Manuel Pardo y Louza, [8] era hermano del conde de Pardo Bazán.
Doña Emilia, la novelista, hija de este conde, heredó el título condal.
Pero si no hubiera heredado el título lo hubiera ilustrado de todos modos.
En tiempos de Alfonso XIII confirieron a D.ª Emilia Pardo un condado
honorífico, una especie de Premio Nacional de Literatura con dignidad
nobiliaria. Así fue como la autora de Los pazos de Ulloa, fue dos veces
condesa.
Hace años que Dirma realiza una labor que en otros sería agobiadora y
que en ella no deja rastros de fatiga. Apenas hay actividad cultural y
social en Asunción en que Dirma no desempeñe papel destacado. Profesora de
inglés en el Colegio Internacional durante tres décadas, activa
organizadora y presidenta del Club del Libro Nº 1 que ya ha celebrado
veinticuatro años de vida, Dirma ha asegurado la existencia y persistencia
del Taller Cuento Breve ya próximo a cumplir un segundo lustro; fundadora
con colegas del nombrado taller de la Sociedad de Amigos de la Academia
Paraguaya de la Lengua Española, Dirma debería estar más que satisfecha
con la actividad, y sobre todo en el éxito de la actividad aludida. ¿Debe
agregarse que es Secretaria de la Asociación de la Mujer Española,
Secretaria del Instituto Sanmartiniano del Paraguay, miembro de la Agencia
Paraguay Turismo y que año tras año dirige excursiones turísticas a los
Estados Unidos; que en 1991 ha viajado dos veces a ese país como guía de
un tour de quince azacanados días, amén de haber conducido otro tour, éste
a la ex Unión Soviética, poco después del golpe?
Periodista desde su juventud, esposa del decano de los periodistas
nacionales, el profesor doctor Víctor Carugati, Dirma, madre de dos hijos
y más de una vez abuela asume en su hogar una jerarquía matriarcal y en
ella se desempeña con ejemplar dedicación.

Creo que es una interesante curiosidad acerca de la descendencia de tu tocaya, ¿no?
No sabía cómo incluirlo en el Blog, pero ahora ya está. Es un regalo para vos, Emilia.
Chau. Hasta la próxima.

viernes, 12 de septiembre de 2008

"Como decíamos ayer..."

Esa anécdota yo la había escuchado atribuida a Miguel de Unamuno. No sé si el autor de la reciente “Niebla” Parrafista sufrió cárcel, pero, en todo caso, después de un exilio o de una expulsión de la universidad, cuando pudo volver a su cátedra, tras largo tiempo, empezó la primera clase diciendo aquello de: “Como decíamos ayer…”. Como haciendo abstracción o restándole importancia a sus padecimientos personales, o a los vaivenes de la historia toda (o como ridiculizando el ostracismo decretado por el enemigo), y poniendo el énfasis en la enseñanza de su filosofía.
No sé adónde lo escuché o leí, pero seguramente estaba equivocado o yo recuerdo mal al protagonista, porque la otra noche Hugo refirió esta historia en relación a Fray Luís de León, y no dudo que él la conoce mejor y está seguro de su fuente, porque dijo que esperaba con ansias la noche del poeta y místico español para contar aquello. Realmente, una fervorosa anécdota.

Y como yo decía ayer (pero ayer mismo), terminábamos anoche una semana mutilada. Con un primer y un cuarto programa faltante, llegábamos al Párrafus 400 (llegaba, me sentía yo) un poco como descuartizados. ¡Y de un crimen, con descuartizamiento incluido, nos habló el comienzo de la lectura de anoche!
¡Qué fuerte! Debe ser el comienzo de novela más violento de toda la literatura argentina. (Aunque habría que ver lo del tan mentado Osvaldo Lamborghini.) ¡Qué bárbaro, Luís Gusmán! Y con veintipocos años, como dijeron en la charla con Hugo que tuve oportunidad de compartir. Porque el ganador, ¡qué hijoputa!, otra vez fui yo. Y, una vez más, sin haber leído el libro.
Solamente conocía la fama de “El frasquito”, nunca lo pude conseguir, pero creí que el escándalo que provocó con su aparición, en 1973, se debía a un condimento erótico un tanto excesivo o novedoso. Me parece recordar que también estuvo prohibida por alguna de las censuras de aquella década, junto a “La boca de la ballena” y una de Manuel Puig. Creo que leí la crítica en una revista Panorama de las que me regaló mi viejo amigo Pablo en ocasión de una de sus mudanzas. Pero ahora, después de lo que escuché anoche, me explico mejor su impacto en aquel entonces.
No sólo de erotismo o sexualidad brutal se trata, parece, sino de brutalidad policíaca, de crimen con descuartizamiento, de esoterismo macabro, violencia verbal, vocabulario soez, gritos, golpes y otras lindezas de esas.
¡Y qué lectura, Hugo! A veces se posesiona el tipo, ¿eh? Cuando lee poesía también, pero eso no me llega tanto porque, excepto contados casos, ese género, escuchado o leído, “me hace ruidito”, como se dice ahora. Pero anoche, ¡la puta! ¡Qué fuerza, Hugo, en esa bruta primera persona! Cuando lee: “’¡Maldito coyote!’, gritan los policías, y se abalanzan sobre mí para pegarme”. O cuando dice: “La madrecita grita: ‘¡Hay que matarlo! Lo mató porque quería las dos tetas para él, por angurria. ¿Ahora qué va querer matarme el paraguayito?” ¿Y las primeras palabras? “Decime, nena ¿cuántas veces te dije, vas a quedar? ¿A vos te parece que por un minuto de placer te iba a dejar con un hijo?” Esto es un comienzo potente, sugestivo y atrapante. No como esos ganchos estudiadamente transgresores con que se inician algunas novelas de ahora; como esa “Rabia” que me gané la vez pasada, con esa pareja que en el telo debate acerca de la entrega y/o la obtención de “la cola”; algo que después, encima, queda en la nada.
La introducción a otro de los libros que gané en Párrafus, una antología con textos acerca de Venecia, es lo único que leí de Luís Gusmán. Una vez hojeé en una librería de Lomas “La música de Frankie”, pero, a pesar de la oferta, no lo compré. También escribe críticas, o escribía, en Página 12, y tengo algunas. También es psicoanalista, ¿no?, o escribe sobre eso. Como Pacho O´Donnell. Pero Gusmán, a pesar de conocerlo poco, siempre me cayó bien y me resulta sumamente respetable. Además, anoche, ese tono tanguero o amodorrado me sonó querible. Voy a ver si en algún momento, próximamente, cuando cobre el nacimiento de Esteban, por ejemplo, me permito un gasto extraordinario y me consigo alguna de sus novelas –que sólo se ven nuevas y carísimas. Por ahora, vamos a explorar ese libro con sus cuentos que me gané anoche. Espero que ese cambio en su estilo que mencionó anoche (“Aquellas cosas solo pueden escribirse a los veintitantos”, dijo) no le haya restado potencia. O, lo que es lo mismo, que no se haya vuelto excesivamente lacaniano.
Y bueno, se fue el Párrafus 400. Y la martingala-mántrica con que terminaba mi texto de ayer me dio resultado. Después seguí hasta la medianoche fijándome en la lista de lecturas; qué fueron los 25, y los 75, y todos lo 0, y después recité la lista completa, y después de atrás para adelante, y por ahí me iluminé y me dije: “Bueno, es simple: el que ganó 71 veces tiene más chances de ganar otra vez que todos los demás.”
¿O no es así? ¿No? Bueno, esta vez, sí.
Y ahora son 72 de 400. Exactamente, hoy por hoy, el 18 %. Y si no que lo diga la profe Zander.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Semana mutilada


Amaneció sorpresivamente lluvioso este jueves en Buenos Aires. Ayer tuve un día agitado (del trabajo a Laferrere, allá al médico con madre, después a la farmacia y al Superchino, después de Laferrere a Escalada, todo luchando con un principio de gripe); casi no escuché ni vi las noticias, pero creo que no se pronosticaba desmejoramiento del clima. Así que esta mañana, al levantar la persiana y comprobar que el sonido chasqueante de los autos en la calle se debía a la llovizna que empapaba el asfalto, me alegré doblemente: me alegró lo lluvioso, como siempre, y me alegró lo sorpresivo.
Ayer, en lo de mi vieja, tuve tiempo de buscar un fascículo de la colección “Capítulo”, del Centro Editor de América Latina. Lo que no le encuentro es fecha, por ninguna parte; yo lo compré de segunda mano en alguna librería de viejo, allá en los 90; debía tener, por entonces, unos 10 años de antigüedad. En la contratapa hay un dato que en otro país, con una economía más firme y fiable, sería de ayuda: “Precio del fascículo más el libro $150”. El libro que acompañaba al fascículo era “Los gauchos Judíos”, de Alberto Gerchunoff. El tema de tapa: “Modernismo y naturalismo: Horacio Quiroga”.
Me acordé y busqué este material a raíz de la última lectura de Párrafus, el martes por la noche. Hugo nos contó bastante sobre las alternativas de la filmación de aquella novela, “El río oscuro”, de Alfredo Varela, que Hugo del Carril transformó en “Las aguas bajan turbias”. Yo pensé en transcribir parte de un recuadro de aquel fascículo: “Horacio Quiroga y el cine”.

“ (…) Quiroga escribió también especialmente para el cine. Se trata de un guión titulado ‘La jangada florida’, el cual funde materiales de sus cuentos ‘Una bofetada’ (1916) y ‘Los mensú’ (1917). Un ingeniero, Julio Orgaz, para cumplir la misión que le confía el Departamento de Trabajo, se incorpora al grupo de mensús que se embarcan con destino al obraje de Tomás Elsy. La hija de este, Beatriz, bella y arrogante, sospecha la condición del intelectual enmascarado, pues ‘la inteligencia de la mirada lo vende a pesar suyo”. Con motivo de una injusticia, Orgaz ilustra a sus compañeros sobre el valor de la persona y es despedido. Las escenas pintorescas, auxilios inesperados e ingenuos equívocos continúan hasta el final, por demás convencional: el amor del ingeniero y Beatriz triunfa sobre un ‘fondo de alegría en el obraje’. Sin duda no eran la cuestión laboral ni los problemas sociales en sí un tema apropiado para Quiroga, quien, limitado además por el tipo de argumentos que entonces se filmaban en nuestro medio, disuelve todas las tensiones del planteo en una historia meliflua dentro de la cual Orgaz, defensor en un principio de los mensús ante el patrón, se convierte en su sucesor y confirma el orden establecido cuando le dice al incendiario y vengativo Cayé ‘es necesario que pagues tu culpa’.
(…)
“Como dato final, diremos que con varios de sus cuentos se elaboró el argumento de ‘Los prisioneros de la tierra’ (1938), realizada por Mario Soffici, una de las películas que honran a nuestro cine nacional”

Más hincapié en los social y laboral, en un ambiente parecido, se hizo en “El río oscuro”, aunque, de acuerdo a lo que Hugo nos contara, la película de del Carril también resultó un tanto lavada.
Ganó el juego, en la noche de Alfredo Varela, un oyente nuevo; el segundo, ya, de septiembre: Héctor Bonifacio, periodista y abogado, residente del barrio porteño de Mataderos.
Esta aparición de ganadores debutantes, más frecuente en los últimos meses, junto a unas palabras recientes de Quique Figueroa, el oyente de Trelew, y a la prolongada ausencia en este Blog de Fernando Terreno, me hicieron reflexionar.
Quique, en una de sus últimas participaciones escritas, decía, si no entendí mal, que cinco programas por semana se le hacían un poco demasiado; “El tema es que tanto párrafus, hace que el vicio litero-radial sea menos anhelable”, fueron sus palabras. Sumo a esto la neutralidad Parrafista de Fernando, tras sus encomiables coplas del semestre pasado; el hombre de Chacarita se dedica ahora con exclusividad a su propio blog (lapulpera.blogspot.com), y ya no aporta por acá.
A partir de estos dos ejemplos (endebles, lo reconozco), se me ocurrió preguntarme si en torno al programa no se estará dando poco a poco una rotación de la audiencia. O, al menos, una relajación en el ahínco triunfalista de algunos de los ganadores reincidentes. En tal caso, se entendería que en las últimas semanas los oyentes más nuevos, o los siempre frustrados en la participación, tuvieran su oportunidad de aparecer. Como sea, las voces nuevas que nos traen nuevas historias acerca de la escucha de Párrafus, son siempre bienvenidas y “anhelables” –sobre todo para Hugo, por razones obvias, y para mí, porque así los reincidentes no me alcanzan en la tabla.

También los Párrafus faltantes me aportarían ese mismo beneficio, pero eso no lo valoro en la misma forma. Me refiero al programa del domingo (que fue una repetición, por ausencia con aviso de Hugo) y al de anoche (que cedió su espacio para la transmisión del partido de la basilante selección argentina de fútbol). A mí, que no me calman el vicio ni los cinco programas, me deja un gusto amargo esta semana así mutilada. Pero bueno, “es lo que hay”, como decía Lanata. (Genial, Ricardo Horvath en “Café, bar, billares”: los otros días, al gordo lo llamó “Lalata”.)
Digamos, para terminar, que en el primer programa de esta semana, el lunes a la noche, ganó Roberto López Motta, el poeta de Sarandí, con la “Oda a la vida retirada”, de Fray Luís de León. Y distinto es el caso de Roberto, ¿ven? El hombre lamentó el largo período que llevaba sin ganar, pero aseguró que está siempre ahí, en la escucha y al acecho. Casi como yo mismo –y como el cuento de Blaistein.
Y esta noche el Párrafus número 400.
Al respecto, ofrezco la siguiente recopilación.
El Párrafus 100 fue el 23 de noviembre de 2006 y, como hace poco recordábamos, lo ganó el compañero Gustavo Glanzman; se trató de “Santo oficio de la memoria”, novela de Mempo Giardinelli.
El 200, en 8 de agosto de 2007, fue de Hamlet Lima Quintana, con su “La breve palabra”, y de Olga Beatriz Díaz.
Y en el 300, el 14 de abril de este año, se trató de “El fin de la historia”, la novela de Liliana Heker que descifró Marta Zander, la profe de matemáticas de Bahía Blanca.
Novela nacional, poesía nacional y otra novela nacional. ¿Habrá alguna pista para esta noche en esto? Veamos los 50.
Párrafus 50: Teatro. De Eugene Ionesco, “La cantante calva”. Ganó Gladys Marín.
Párrafus 150: Cuento. Segundo intento con el primer Ininterruptus del ciclo: Humberto Costantini y, esta vez, “Un hombre alto, rubio, de bigotes”. Gané yo.
Parráfus 250: Poesía. Roberto Juarroz con su “Poesía vertical”. También gané yo.
Párrafus 350: Sergio Bizzio. Su novela “Rabia”. Ganador: Perenchio… Acá parecería haber algún patrón.
Bueno, obviemos el chiste fácil.
Vayamos a los 25... a los 75... a todos los terminados en cero...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Leído por ahí...

...en la solapa de cierto libro de una editorial muy conocida. Bajo el título Otras obras publicadas en esta colección, decía, palabras textuales:

"La Calle del Agujero en la Media/
Todos bailan
Raúl González Muñón".

Creo que definitivamente los correctores ortográficos automáticos se están apoderando del mundo.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Caido del cielo

“Desde el comienzo de la literatura hemos tenido autores que parecen existir tan sólo para ser parodiados. Una antología victoriana contiene 60 parodias distintas de «El cuervo» de Poe, todas ellas espantosas. Todos los poetas paródicos que han existido desde mediados del siglo pasado han probado suerte con Swinburne, y cada gacetillero del Punch cae irremisiblemente alguna que otra vez en la gastada rutina de parodiar a Hemingway (normalmente cuando no consiguen escribir nada humorístico). En la ciencia-ficción y la fantasía, la tentación irresistible es el parloteo repleto de adjetivos de nuestro viejo y querido H. P. Lovecraft...

“Descendieron mil húmedos peldaños bajo el tembloroso subsótano de la extraña mansión cuyo techo abuhardillado se alzaba meditabundo dominando el más viejo de todos los barrios de Arkham, maldecida por el tiempo. La melancólica luz de la gibosa luna no mandaba rayo alguno hacia aquel abismo repleto de fungosidades en el que piedras ennegrecidas y desfiguradas eran torturadas en horribles y ciclópeas geometrías que parecían haber sido concebidas por alguna raza primigenia de abominaciones innombrables que se revolcaron en el barro de los comienzos durante los horrorosos y blasfemos eones que precedieron al nacimiento de la humanidad.
—Estas escaleras no han sido hechas para pies humanos —murmuró Marcus Whateley.
—¿Qué ves? —dijo su compañero, alzando la linterna.
La blasfema y ruinosa bóveda estaba repleta de malignos volúmenes cubiertos de moho, volúmenes cuyas simples tapas ya eran una amenaza para la cordura. La innombrable pestilencia del osario saturaba aquella atmósfera nauseabunda que parecía provenir de una repugnante exhalación de algún abominable lavabo de los mismísimos Grandes Antiguos.
Whateley, tembloroso, se detuvo para echarle una mirada a los terribles textos.
—Santo Dios —graznó, con voz paralizada por el espanto—. Aquí hay ejemplares del siniestro Liber Ivonis, del infame Cultes des Ghoules del Comte d’Erlette, del infernal Unaussprechlichen Kulten de von Juntz, y todos los De Vermis Mysteriis que saldó la editorial. Los prohibidísimos Manuscritos Pnakóticos, el ilegible Libro de Dzyan..., y allí, ¡mira! ¡Encuadernado en piel humana, allí está nada menos que el aborrecible Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred!
A esto siguió un silencio cargado de terror, y un instante después la horrorosa réplica llegó a los oídos de Whateley, que ya habían enloquecido por el miedo...
—Todos esos ya los tenemos; ¿no ves ningún ejemplar del Astounding de abril del 43?"

David Langford, The Dragonshiker’s Guide to Battlefield Covenant at Dune’s Edge: Odyssey Two.

“No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas.”

Howard Philip Lovecraft, “La llamada de Cthulhu”

jueves, 4 de septiembre de 2008

Los estables y los nuevos

Agosto empezó y terminó con oyentes que ganaron por primera vez: Eduardo González, de Témperley, y Leopoldo Argañaraz, de Villa Crespo. Y ambos con autores nacionales: Juan José Saer y Juan Carlos Ghiano. Ahora, en la primera semana de septiembre, ya se suma también Ariadna Quaini, oyente de Saavedra, que ganó anoche con la arriesgada novela de Eugenio Cambaceres (otro argentino) “En la sangre”.
Lo dijo Hugo: que nos acercaba esta obra con alguna prevención. Tenía miedito de que el juego “no saliera”, parece. Hacía tiempo que nuestro conductor no expresaba una preocupación semejante; hace tiempo, también, que no tenemos un Ininterruptus. (A propósito: ¿para cuándo las segundas –o terceras- chances con los autores pendientes de elucidación?)
Alguna chance hubiera tenido yo anoche si Hugo elegía “Sin rumbo”, la otra novela conocida del decimonónico Cambaceres. Salió hace un montón de años en una colección que venía con la revista “Siete días”; creo que la compraba mi hermana, o mi cuñado, pero “Sin rumbo” la tengo yo. La hojeé varias veces en aquellos años de la pubertad, cuando descubrí que contenía ciertos pasajes rijosos, pero nunca la leí completa. Ahora, hace un rato, vi en Internet que trata de “un asunto de patología sexual”. ¡Con razón!
Otras dos novelas de Cambaceres son “Potpourri” y “Silbidos de un vago”. Este título me gustó, aunque la reseña que leí dice que estas dos son obras más primitivas y deshilvanadas. El autor Parrafista de ayer murió en París a los 45 años.

Y anteayer, desde el trabajo, gané con Norman Mailer, a quien por fin nos regaló el Huguito. Al fanfarrón y pendenciero norteamericano (que tenía con qué) lo visitamos a través de su primera novela, “Los desnudos y los muertos”, de 1948. Y como es otro de los pocos autores que aparecen en ese libro de entrevistas que mencioné hace poco (a propósito de Toni Morrison), los dejo con él. Yo voy al baño y después vuelvo.

“En 1959 Norman Mailer hizo un resumen de sí mismo en cuanto escritor en ‘Advertisements for Myself’ (‘Anuncios para mí mismo’): ‘La amarga verdad es que soy prisionero de una percepción que no se conforma con menos que con hacer una revolución en la conciencia de nuestro tiempo’.
“(…)
“Atrae la atención de los medios, aunque tiene una actitud ambigua y hostil hacia los medios de comunicación masiva. Aún en ‘Pieces and Pontifications’ (‘Fragmentos y pontificaciones’), 1982, comenta con desconcierto que la televisión lo distorsiona y alega que la fría y reductiva escala de la pantalla de tv no comunica su apasionado punto de vista, mientras que el ronroneo lacónico y el ingenio irónico de un Truman Capote llegan vívidamente al público.
“(…)
“CR: -Me sorprendió descubrir que el título ‘Executioner´s Song’ (‘La canción del verdugo’) venía de un poema que usted había escrito mucho antes que el libro. Este tema le interesó durante mucho tiempo, pues, y en cierto sentido ‘La canción del verdugo’ es un título que busca una obra que lo encarne.
NM: -Adoro el título, sin duda. En un momento pensé en poner el poema titulado ‘Executioner´s Song’ al principio de la novela y usarlo como epígrafe, pero en verdad no congeniaba con la novela y pensé que causaba más confusión de la necesaria. Ahora pienso que podría haberlo usado. Podría ser la voz de Gary Gilmore hablando de sí mismo. Pero quería que el libro fuera muy sencillo, porque pensaba que estábamos tratando con tales complejidades que lo ideal era mantener la mayor sencillez posible durante el mayor tiempo posible. El título se me quedó en la mente, y muy pronto lo vi como título para el libro. No me importó no usar el poema; pensé: Eso es legítimo, hice esto antes. ‘The Naked and the Dead’ (‘Los desnudos y los muertos’) era el título de una obra sobre una clínica mental; la escribí mientras estaba en la universidad. La obra nunca salió, pero el título quedó. Me ocurrió dos o tres veces en mi vida que un buen título quedara colgando. Recientemente respondí a un cuestionario que preguntaba si tenía algún título que aun no hubiera usado y que quisiera usar. Tengo uno, ‘El santo y el psicópata’, y sólo estoy esperando el libro adecuado.
“(…)
“NM: -(…) El hecho de que un hombre sea violento no significa que esté del todo fuera de la valla. Puede estar fuera de la valla para la mayoría de la gente y la mayor parte del tiempo, pero suponer que un asesino no debe considerarse dentro de la misma escala humana que nosotros es, a mi juicio, una de las raíces de todo mal. Por cierto, es el cimiento de esa clase de complacencia que crea estancamiento social. Creo que cuando alguien tiene talento, representa algo especial en el cosmos; es decir, es una victoria contra la entropía, si usted quiere.
“CR: -Usted cree que los marginados sociales tienen un cúmulo especial de conocimientos que es inaccesible para nosotros y falta en nuestra cultura. Usted siempre quiso introducir esa clase de talento en bruto y aculturarlo mediante la escritura.
“NM: -Bien, tome otro ejemplo. Mire lo que hizo Genet por la cultura francesa. Obviamente no se puede comparar a abbott con Genet en la misma frase. Genet es un gran escritor; es un genio, y Abbott era un joven talentoso que podría haber evolucionado o no hasta ese extremo. Pero nadie mencionó jamás las cosas maravillosas que hizo Genet, no sólo por la mentalidad intelectual francesa sino por la idea de los franceses acerca de sí mismos. El extraño orgullo que cobraron por Genet. He aquí a uno de los peores que termina siendo uno de los mejores, y todo porque es francés. Sólo en Francia puede haber sucedido esto… y quizá tengan mucha razón”.

Este Abbott que se menciona, cuyo caso ocupa gran parte de la entrevista, es uno que asesinó a un tal Richard Adan, “joven actor y dramaturgo”. Parece que el tipo, desde prisión, empezó a escribirle a Mailer, quien después lo ayudó a recopilar esas cartas en un libro que se llamó “En el vientre de la bestia”. Y parece que cuando el fulano salió en libertad y volvió a mandarse alguna macana, toda la opinión pública le saltó al cuello a Norman.
El libro de donde extraigo esto, lo repito, es “Entrevistas con escritores norteamericanos”, de Charles Ruas, traducido en 1986 por Carlos Gardini para editorial Sudamericana. Y ahora son cuatro los autores de ese índice que pasaron por Párrafus.

Y también dirigió cine Mailer. Yo tengo una película suya; está basada en su propia novela “Los hombres duros no bailan”, pero la editora de video argentina le puso “Los hombres duros no tiemblan”. Es una historia medio densa sobre crimen y droga, con una extraña relación padre-hijo en el medio; trabajan Ryan O´Neal y la Isabella Rosselini.
Y a propósito de mis viejos videos, el otro día quedé debiendo un dato sobre la adaptación de “El tunel”, de Sábato, aquella película con Peter Weller, Jane Seymour y Fernando Rey. Me fijé en casa de mi vieja y ahora puedo precisar que el director español se llama Antonio Drove, quien también escribió el guión junto a Agustín Mahieu (que, si no me equivoco, es argentino) y un tal Carlos Cornejo... Y a propósito de Cornejo, pido disculpas al público oyente que esté harto de mí, pero esta semana, ante las victorias de Mario Tsolakián y de Verónica de Lugano, me esmeré para ganar también yo, no sea cosa, todavía, que estos dos se me acerquen demasiado a la punta del certamen 2008, ¿no?

Volviendo a agosto, quiero hacer mención de una protesta que, al igual que la reseña completa de la semana pasada, me fue impedida por una circunstancia de fuerza mayor. Ahora ya pasó, y que quede así, pero elevo mi queja a la producción del programa con el fin de solicitar mayor prolijidad para los meses venideros.
Resulta que el señor Paredero otorgó el libro extra por ser el más rápido del mes al profesor Alberto Lagunas, de Rosario, quien respondió en 31 segundos que la lectura era “Primero sueño”, de Sor Juana. Pero primero fui yo, según los 25 segundos que se me computaron en ocasión de mi victoria con “Niebla”, la novela de Unamuno. Obra en mi poder la grabación del programa, donde Hugo así me lo comunica. Para verificarlo (por si había oído mal), tomé el tiempo yo mismo mientras me escuchaba de nuevo (esta vez sin tocarme), y el cálculo es exacto: desde que la lectura se inicia hasta que suena el timbre, pasan 25 segundos; hasta que Hugo saluda, ponele, 26; hasta que yo respondo, 27 o 28, o ponele 30, pero nunca 31. ¿Entonces? ¿Por qué gana el profe de Rosario?
Bueno, está bien. Ya dije: dejémoslo así. Alberto, por su autentica sapiencia y su amorosa relación con los libros, se merece un premio especial. Pero, yo pensaba, ya que sobró un libro por declararse desierto el certamen de agosto…

Camba

Para el "gallina" Hugo y la "marrón" Ariadna:

Así que oligarcón de ideología retrógrada...?
Así que miraba desde arriba...?
Desde arriba de la tribuna vamos a estar mirando a ver si una tarde visitan el Monumental de Ensenada!

B.B.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Divina conchita esteril

Ayer Hugo comentaba graciosamente la petición de Pacho O´Donnell de anteanoche. “Llamame otra vez, otro día…”, se había despedido O´Donnell.
La charla, en verdad, había sido simpática y sustanciosa. Hugo lo sacó al aire en ocasión de leerse su pieza teatral “Escarabajos”, y en la amenidad del diálogo se notó que en algún momento compartieron la redacción o, al menos, las páginas de la revista “Humor”. Pero anoche le aclaró, a través del programa, que por ahora no se repiten autores, así que ese nuevo llamado quedará para un futuro asaz lejano, o para una plática en privado. O (me acota Cristina) para cuando alguna noche O´Donnell participe como ganador del juego.
Pero antes, en la charla (en la que también, al principio, intervino la ganadora, Verónica Cornejo), Pacho lo mató al Huguito. Queriendo elogiarlo, sin duda, pero con alguna inexactitud, lo destacó como uno de los precursores de la hoy tan vigente moda autoreferencial de la televisión, con un programa que Paredero desarrollara junto a Horacio del Prado en la vieja ATC.
Yo recuerdo vagamente aquel ciclo, pero creo que poco tenía que ver con la actual sucesión de refritos y glosas en la que consisten tantos programas. En todo caso, es de creer que la calidad de Hugo y de del Prado conseguiría en aquellos tiempos muy distintos resultados, aún con un formato parecido al de los ciclos de hoy en día, puramente publicitarios y escandalosos.
De todos modos, he de decir que quizá, en mi apreciación del malentendido suscitado por las palabras de O´Donnell, influya la antipatía que éste siempre me generó. Recuerdo su paso como secretario de cultura de la municipalidad de Buenos Aires, en los inicios del gobierno democrático de 1983; recuerdo un título de un reportaje de aquel entonces (creo que en “El porteño”): “La verdadera cultura es siempre opositora”. Entonces, ¿aquel oficialismo era o hacía cultura falsa? Pero, más allá de esto, que constituye un brete en el que no debiera meterme, y más acá del casi nulo conocimiento de su obra, lo que nunca me gustó de don Pacho (a quien entonces algunos llamaban “Facho” O´Donnell) es su tono de voz, que siempre me sonó entre “señora gorda” y empastillado. Pero eso es todo, uno más de mis prejuicios. No me hagan caso.
De su obra sólo leí “La seducción de la hija del portero”, un libro de cuentos de 1975 (mismo año de “Escarabajos”, si no escuché mal), que hace un tiempo compré en oferta. El cuento que da título al volumen empieza así:

“Al principio era salada y al final tenía gusto a vainilla. Una mezcla de vainilla y romero. Divina la conchita. Lampiña, apenas una suave pelusa. ¿Alguna vez tocaron terciopelo? Muy parecida al terciopelo. Lo que más me impresionaba era, no sé cómo decirlo, siempre me impresionaron las cosas flamantes y la conchita de María era una de las cosas más flamantes que he conocido en mi vida.”

Prometedor comienzo, buena sorpresa en las dos últimas palabras del relato (de esas sorpresas que obligan a leer nuevamente todo el texto), pero, evaluándolo en conjunto con los demás cuentos, me pregunto si hoy en día a un joven literato se le aceptaría para la publicación un libro como ese. Flojo, muy flojo para mi gusto, pero, en cualquier caso, inicio de una carrera ininterrumpida y prolífica, que en los últimos años derivó insensiblemente hacia lo histórico, mediante obras teatrales o ensayos. Pero, para lo histórico, prefiero a Felipe Pigna.
En algún momento se lo presentaba también como psicoanalista, ¿o me equivoco? ¿En qué habrá quedado aquello? Tengo presente un programa de entrevistas que hace unos años llevó adelante en canal 7; recuerdo especialmente una conversación con Fernando Arrabal. En ese programa sí me interesó el tipo, pero, en líneas generales, la antipatía persiste.
¿A alguien le importará?
Como sea, se trata de un autor importante del panorama literario nacional y merecía hacer su paso por Párrafus. Ya está.
Chau, Pacho. Hasta…¿la próxima?

lunes, 1 de septiembre de 2008

Danza horizontal

El domingo pasado, Alicia Steimberg con su “Músicos y relojeros”. Este domingo, el griego Nikos Kazantzakis y “Zorba, el griego”, la novela triunfalmente convertida en película allá en los 60.
De la película, lo que uno primero recuerda es la música (que Hugo anoche revisitó) y la escena del baile. Ayer, en el trabajo, leí dos cuentos de un libro que tengo desde hace un par de años y que hasta ahora sólo había hojeado. Es de Lorrie Moore, una nueva (en los 90) escritora estadounidense. El libro se llama “Es más de lo que puedo decir de cierta gente”. Uno de los cuentos que leí trata sobre un nene de 9 años con una enfermedad incurable. La narradora es una ex bailarina y profesora de danza. Termina así:

“Pienso en el desprecio magnífico y ostentoso del cuerpo que baila. Así es cómo nos ofrecemos, cómo entramos en el paraíso y al lenguaje: decimos con el movimiento, en el espacio: Esto es lo que ha hecho la vida aquí abajo hasta el momento. Esto es todo y así se maneja: este cuerpo, estos cuerpos, ese cuerpo… ¿Qué te parece, Cielo? ¿Qué carajo te parece?”

El cuento se llama “La danza en Norteamérica”. El libro lo editó Emecé en 1999 y la traducción es de Alicia Steimberg.

Anoche, con “Zorba, el griego” (o “Alexis Zorba, como dijo él), ganó Mario Tsolakián, en 43 segundos. Brillante performance del hombre de Palermo-Lector, que con este nuevo triunfo se despega de sus perseguidoras en la pelea por el segundo puesto del certamen 2008 de Párrafus Interruptus. Mario suma ahora 12 victorias, y lo siguen Verónica Cornejo y María Suárez con 10. Más atrás, López Motta con 9 y Marta Zander con 8.

Palabras de Nikos Kazantzakis:
“Que extraña máquina es el hombre: usted le mete pan, vino, pescado y rábanos, y salen suspiros, risas y sueños”.
“Las puertas del cielo y del infierno son adyacentes, e idénticas”
“Hay una sola mujer en el mundo, con muchos rostros”
“Las personas necesitan un poco de locura, de otro modo nunca se atreven a cortar la soga y liberarse”

Y su epitafio:
“No espero nada, no temo nada: soy libre”

(En estos días me preguntaba a cuento de qué insertar en el Blog un video donde Esteban parece que baila en la cama; es el primero que tomó Cristina con nuestra nueva camarita fotográfica. Anoche, o esta mañana, pensé que ya había encontrado un justificativo. Pero, por más que lo intento, no consigo subirlo. Esa es la explicación del título.)