miércoles, 28 de mayo de 2008

Andalucía



Andalucía

Cádiz, salada claridad. Granada,
agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga, cantaora.
Almería, dorada.
Plateado Jaén. Huelva, la orilla,
de las tres carabelas.
Y Sevilla...

Manuel Machado

domingo, 25 de mayo de 2008

Tìtulos VIII



Vaghe stelle dell’orsa (1965), película de Luchino Visconti lleva ese título como homenaje a un poema de Giacomo Leopardi (1798-1837), “otro parrafista”. El poema es el Canto XXII, perteneciente al libro Cantos, que leyó Hugo Paredero en el programa y hace referencia a las estrellas del cielo que veía en su infancia (trad.: Hermosas estrellas de la Osa Mayor).
La película se dio en España con el título: Sandra, nombre del personaje que interpretaba Claudia Cardinale. La copia para la Argentina fue titulada por algún cazador de incautos como Atavismo impúdico. Entre otros, entre los desilusionados que fue con la esperanza de ver algo más que las dotes actorales de la Cardinale, estuve yo. No pude verle ni la pantorrilla y encima no entendí ni jota.

ANTOLOGIA - Adiós al Tobar

ADIOS AL TOBAR (I, II y final)

I

Vi una vez... Me acuerdo de una película francesa que vi una vez, creo que un sábado a la tarde, en canal 13. Una película de Louis Malle, de los años ’80; una tardía pero muy particular evocación del gran director galo acerca de la ocupación nazi de Francia y la persecución a los judios. (Miren de qué tiempos les hablo, cine francés de calidad en canal 13...) La película se llamaba “Adiós a los niños”. Creo que ahora la dan cada tanto en cable, pero nunca la volví a ver.
No importa. Aunque no me acuerdo de los detalles de la trama (solo retengo una sensación de tristeza final), hoy me encontré pensando que vivo, en estos días, algo parecido a lo que alude aquel título.
Advierto a los lectores del Blog que voy a contar algo más sobre mi actividad laboral. A los que esta melancólica temática les aburra, invito que cambien ahora mismo de página web. Pero quédense, por favor quédense, si quieren acompañarme en el relato de la honda emoción que hoy me socava.
Algunos lectores del Blog, algunos oyentes de Párrafus, saben que trabajo en seguridad privada. Hugo, incluso, suele destacar que, en el juego que nos propone con su programa, el mayor ganador no es un profesor de letras, ni un estudiante, ni un profesional de cualquier rubro, ni un intelectual, ni un artista, sino un simple empleado de seguridad, al que desde chico le gusta leer.
Mencioné algunas veces, acá o en el programa, que desde hace casi un año estoy destinado por la empresa que me emplea en un hospital. Nunca dije cuál. La anteúltima vez que gané, en medio de un apagón, Hugo volvió a preguntarme cuál era, ofreciéndome la radio para que Edesur se enterara del desperfecto eléctrico. Le agradecí, pero seguía pensando que podía perjudicarme laboralmente si nombraba el “objetivo” (como decimos en la jerga), así que una vez más lo callé.
Ahora, porque la empresa me trasladó de ahí, puedo decirlo.
El proceso va a llevar unos días de papeleos y capacitación, no es seguro todavía cuál será mi próximo destino, pero es un hecho que ya no vuelvo al hospital. A no ser que me anime, que me atreva al riesgo de estragarme el alma si vuelvo por allá, hoy o mañana, a despedirme de los pibes internados en el hospital de Constitución.
Esto, el barrio, lo mencioné varias veces. Una vez pensé en decir también (o escribir) que se trataba de un hospital de niños; podría ser uno de los tres que hay en la capital; no era decir (o escribir) mucho. Pero los hospitales para niños de capital, como los tres mosqueteros, no son tres (Elizalde, Gutierrez, Garraham), sino cuatro: mi hospital fue el Tobar García, el neuropsiquiátrico infanto-juvenil.
De las connotaciones que este hospital y los otros dos psiquiátricos vecinos tienen para mí, no digo nada. Digo que, cuando en octubre del año pasado me mandaron ahí, y el compañero que me recibió me llevó al quinto piso y me dejó en el area de internación, pensé: “Esto no es para mí, yo no puedo trabajar acá”.
En esos días, a raiz de un principio de incendio provocado por las chicas del cuarto piso, las autoridades del hospital habían solicitado que un vigilador estuviera permanentemente en el piso de varones, el quinto, en prevención de que los chicos, por imitación, intentaran lo mismo.
En definitiva, eso nunca sucedió. No fue tan dramática la historia. Pero me acuerdo que, después de unos días, me dije que una cosa es ver “Atrapado sin salida”, que muestra el infierno de un manicomio de adultos (y norteamericano), o ver “Crónica de un niño solo”, el drama de un orfanato, o ver en la calle (o por la tele) chicos inhalando pegamento..., pero ver cara a cara pibes locos, convivir con ellos, interactuar con ellos y con los enfermeros, cuidarlos, cuidarse, hablar con sus familiares..., y todo en un pasillo de treinta metros de largo al que se abren las nueve habitaciones sin puertas y el comedor de quince metros cuadrados, que es todo el area de internación del Tobar García ..., eso... me gustó.
Yo debo estar un poco loco también –como Hugo me dijo, inadvertidamente, un par de veces.
La cosa es que después de unas semanas (al principio iba domingos, lunes y martes), me adapté a esa dinámica, ese ambiente, esas carencias, esos pibes locos, y me quedé. También debo decir que hasta ese momento, desde el mes de marzo, casi en coincidencia con el comienzo de Párrafus Interruptus, trabajaba por la tarde, solamente ocho horas, pero en un hospital muy alejado, y con un solo franco por semana, los viernes. Lo bueno de ese régimen era que, saliendo del hospital a las 22.00, llegaba a cualquiera de mis dos domicilios -la perenne casa materna, en Laferrere, o el acogedor departamento de Cristina, en Remedios de Escalada- con tiempo suficiente para ducharme, cenar y concentrarme para el programa. Pero el nuevo diagrama, de doce horas, por la noche, me permitía comprimir la semana laboral en cuatro días, y después tener tres días libres. Por eso también acepté. Pero, sobre todo, porque me hice amigo de esos pibes.
La población de pacientes va cambiando. No son muchos, el hospital es chico. Las camas de la internación son 27 (tres por habitación), pero a veces se agregan otras. Entran unos, salen otros. Algunos permanecen meses y meses. Actualmente hay uno que estaba cuando yo entre, pero tuvo una externación en el medio; volvió hace un par de meses. Eso también suele darse, chicos que van y vuelven. Un cincuenta por ciento llegan a la internación por asuntos de drogas. El consumo desde muy corta edad les quemó la cabeza a los 15 o 16 años, y entonces los padres, que recién reaccionan, los llevan al hospital.
Pero estoy simplificando irrespetuosamente. Cada caso, cada sujeto es único, irrepetible, y tiene particularidades que yo, desde mi simple puesto de observador, no puedo discernir. El tema de la droga, empezando por lo que las sustancias le hacen al cerebro, terminando en la conducta o actitud de los padres del pibe que consume, es un misterio del que a veces, en la televisión o en las revistas, se habla muy a la ligera. No quisiera caer en lo mismo.
Otros pibes están por auténtica enfermedad mental... Pero vean qué difícil es escribir sobre esto, cómo cuesta encontrar las palabras: “auténtica” enfermedad mental; qué diría el finado Foucault si leyera esto... Bueno, diría que escribe alguien que, al menos, porque no domina el tema, se cuestiona y trata de hacerlo responsablemente.
Con la mayoría de los pibes -adictos, retrasados, psicóticos- se puede hablar. Que algunos no puedan seguir mucho tiempo el hilo de una conversación, o del propio discurso, a veces es una alegría (por los hallazgos que depara) frente a tanta cháchara bien estructurada que emitimos los normales. Y también, sobre todo, con los chicos se puede jugar.
Desde fin del año pasado, por la remodelación del hospital, se cerró el gimnasio de que disponían, así que no se juega más a la pelota; el mínimo patio que quedó (también a consecuencia de las obras) no sirve para eso. Entonces, en el piso, jugábamos al metegol, a las cartas, al tutti fruti; algunos sabían jugar al ajedrez; yo siempre les ganaba; uno solo, una vez, me hizo tablas.
Esto tal vez resume mi actitud en esa convivencia con los pibes locos del Tobar. Nunca me dejé ganar al ajedrez. Les jugaba de igual a igual, a cara de perro. Con mucha paciencia para los que apenas sabían mover las piezas; corrigiendo movidas incorrectas; permitiendo, a veces, una nueva movida cuando perdían tontamente la dama; incitando a continuar a los que muy pronto querían rendirse; recalcando una y otra vez que estaban aprendiendo, que el juego se mejora sobre todo con la práctica (a uno también le regalé un libro sobre ajedrez), les jugaba para ganar, seriamente, con rigor, respetando, creo, su integridad.
Lo mismo en el metegol, pero ahí jugábamos en pareja, y a veces, con mis eventuales compañeros, perdíamos (ahí intervenían también algunos padres, hermanos y otros acompañantes); igual, muchos querían jugar siempre conmigo.
Y estaba el fanático del tutti fruti. Me gustaría nombrarlo (sería una forma de recuperar lo perdido), pero eso tal vez no estaría bien. Además, no estoy seguro de su apellido. (Yo llamaba a los chicos por el nombre, a diferencia de los enfermeros, que utilizan el apellido.) Este chico, de 14 años, cada tarde, cuando yo ingresaba al piso, si estaba circulando por el pasillo y me veía, o después, cuando yo iba al comedor y a las habitaciones a saludar a los pibes, venía corriendo a mi encuentro, me abrazaba, pedía un beso, y enseguida proponía jugar al tutti fruti. Había venido con ese berretín de las casa. Creo que me dijo que lo jugaba de más chico con una hermana. En el hospital, a los otros pibes les parecía cosa de mariquitas, y nadie quería jugarle. Al principio, entonces, jugábamos los dos solos; era un poco aburrido (también ganaba siempre yo, por el doble de puntos, o más); íbamos rotando el item de cada columna: Nombres, Paises, Colores, Frutas y Verduras, Clubes de Futbol, Jugadores, Ciudades, Meses... El no quería que faltese “Meses”; era inútil explicarle que se trataba de la categoría más pobre, que eran solo doce y algunos tenían la misma letra inicial, que casi siempre los dos pondríamos el mismo. El quería que estuviera “Meses”. Así, rotando las categorías (excepto Meses), y por la incorporación paulatina de otros participantes, que revieron su prejuicio al verme jugar a mí, las mesas de tutti fruti se hicieron más divertidas.
A eso de las ocho de la noche bajábamos al comedor del subsuelo, para la cena; algunos, por mala conducta durante el día o por permanente riesgo de fuga, no tenían permiso para bajar y comían en el piso. A estos les subían la comida un rato antes; yo trataba de acompañar tanto a un grupo como al otro (aunque cenaba una sola vez); abajo, me sentaba con los pibes solos; en otra mesa cenaban los que estaban con acompañantes; en otra, los enfermeros. Después de comer volvíamos al piso, jugábamos un rato más, mirábamos tele, charlábamos. Al rato, poco a poco, se iban a la cama: la medicación que se administra alrededor de las siete de la tarde, hace su efecto. A las diez se apaga la tele y los enfermeros conducen hacia sus habitaciones a los rezagados. Después se apagan las luces, excepto en el pasillo, en el baño y en el oficce de enfermería. Entonces yo bajaba a buscar mi morral, charlaba dos o tres boludeces con mi compañero de la entrada, a veces me asomaba un rato a la vereda. De nuevo arriba, me llevaba dos sillas del comedor hacia el extremo del pasillo donde está el metegol, ahora vacío. Sobre el metegol colocaba el equipo de mate, la radio, lo que me hubiera llevado para leer. En una silla me sentaba, en la otra apoyaba los piés. A veces, de alguna de las habitaciones cercanas se escabullía un chico y me pedía una silla; se sentaba conmigo y conversábamos..., hasta que desde enfermería se escuchaba su voz y uno de los enfermeros venía a devolverlo a su cama. Entonces sí, yo me decía: “Comienza la noche”, y abría el libro, o prendía la radio (con auriculares), o miraba por el ventanal de acrílicos que da oblicuamente a la calle Carrillo.
A las doce de la noche se relevan los enfermeros. A esa hora entra Pablo, ya mencionado en este Blog, único amigo que hice en el hospital –sacando a los chicos-, de quien volveré a escribir en algún momento. A las doce y veinte, y veinticinco, le avisaba a él, o a alguno de sus compañeros, que bajaba por un rato. Abajo, le avisaba a mi compañero que salía al patio a escuchar la radio; le explicaba que arriba, o ahí en el hall, no podía sintonizar un programa que no quería perderme. Le avisaba por si venía el supervisor y no me encontraba en el quinto piso, para que no inventara ninguna mentira extraña. Lo que nunca conté, ni a él ni a los enfermeros (excepto a Pablo, más adelante), fue mi participación en Párrafus Interruptus. Acerca de la cual (ahora me acuerdo), una vez, en un mail, no recuerdo si a Hugo o a María Suarez, dije que su carácter obsesivo tal vez tuviera que ver con el lugar donde trabajaba.
En abril de este año trasladaron al compañero que tenía su puesto en la entrada. Entonces me bajaron a mí y vino otro vigilador para el quinto piso. Pero yo propuse que nos rotáramos de a ratos, y él aceptó; este compañero ya había estado tiempo atrás en el hospital y conocía el trabajo de la entrada. Y a mí me gustaba estar con los pibes. Después, por reducción del servicio, se eliminó el puesto del quinto piso durante la noche. Ahora yo quedaba solo, abajo, a partir de las 22.00. Pero siempre algún policía servicial me relevaba un rato a las 00.30, para que yo pudiera bajar al patio, o al comedor si hacía frío, a escuchar el programa.
Ahora me trasladan a mí. Es algo muy habitual en esta posmoderna actividad que me ocupa. Algo que no siempre, casi nunca, se escoge voluntariamente o se da a favor, mas bien al contrario. Cualquiera puede observar, en un banco, en un supermercado, en cualquier edificio publico, cómo, periódicamente, cambian las caras del personal de vigilancia, junto con el entero individuo que las porta. Es que son normales la rotación y el traslado de un objetivo a otro. Algunas veces, esto responde a políticas de la empresa; otras, a solicitud de los clientes; las menos, a necesidades del vigilador. No se trata, entonces, en este caso, de ningún tipo de sanción. Al contrario: podría, para algunos, ser una mejora laboral. Pero yo todavía no sé bien hacia dónde es el traslado (ni qué tipo de lugar, ni en que zona), ni cuál turno me tocará, así que quizá para mí sea un perjuicio. Digo, si es que no pudiera seguir escuchando obsesivamente (o con el fanatismo de aquel chico por el tutti fruti) nuestro Párrafus Interruptus.

Denominé Primera Parte (I) a esta Entrada porque siento, desde antes de empezar, que queda mucho por contar. (En alguna parte, de alguna forma, deberé decir que yo no tengo hijos, que nunca quise tenerlos, y que siempre expresé esto muy brutalmente, diciendo que no me gustan los chicos...) Pero tampoco sé cuándo podré hacerlo.

II

Mi nuevo destino es un banco en el microcentro. El diagrama, el peor: sábados y domingos, de día, de 07.00 a 19.00; lunes y martes, de 19.00 a 07.00, toda la noche y algo más.
Laboralmente, es un diagrama envidiable: me evita todo el trajín de la actividad bancaria. El trajín de los demás, de los empleados y el público, porque nuestro trabajo consiste en observar y poco más que eso. Pero el stress, aunque ajeno, igualmente se absorbe, creo, y el cansancio de las piernas, por estar cinco o seis horas parados, se siente. Durante el fin de semana, y por la noche, la cosa es más aliviada.
En cuanto a la ubicación del objetivo, era bastante previsible. La mayor parte de los clientes de la empresa están en capital. Así que, desde mi domicilio eventual en lo de Cristina, sigo llegando a Constitución en el tren. Y desde el tren, poco antes de llegar a esa cabecera del sur, justo antes de pasar bajo el puente de hierro, por detrás de la sonriente planta cerealera, durante un breve tramo se alcanzan a ver los últimos pisos del edificio del Tobar.
Cada tarde, cuando me dirigía hacia allá, al pasar con el tren miraba las ventanas del quinto piso. Por detrás de la malla de alambre que recubre los acrílicos, entre las toallas y otras prendas de los pibes puestas a airearse, alguna cabecita alcanzaba a entrever. A veces, cuando llegaba y subía al piso, iba hacia esa habitación y encontraba al chico todavía en la ventana, mirando la calle, las vías, los trenes que pasan.
Los que persisten en esa conducta, siempre a la misma hora (la hora de las visitas, de 17.00 a 19.00), son unos pocos, pero desde el tren, tan a lo lejos, nunca podía reconocer a ninguno. Mejor así. Asì, ahora, cuando estoy llegando a Constitución y miro hacia allá, puedo atribuirle a esas cabecitas la identidad de cualquiera de ellos, incluso la de quienes no tienen esa manía, y puedo saludarlos...
...Hola, Javier... Hola, Diego... Cómo va, Mario... ¿Un tutti fruti, Lionel? Hola, Lucas, Què hacès, Elías, hola, Martín...
Chau. Chau, chicos, hasta mañana... Chau, chau...
Hasta pronto.

(28/09/2007)

Gracias, compañeros oyentes

LIBERTAD PAJARONA

Desde mi puesto miro a los pájaros vivir.
En la zona semirural donde se encuentra la fábrica se ve gran variedad de aves: de gorriones a garzas, de calandrias a lechuzas, de día y de noche.
Sin embargo, se me ocurre que los que veo cada vez que me toca este puesto (rodeado de árboles, a la vera de un arroyo artificial) son los mismos. Son unos horneros, algunas calandrias, otros de pecho amarillo y cabecita negra cuyo nombre no conozco, pero me parece que son los mismos; quiero decir, los mismos pájaros siempre, los mismos individuos. Bajan de los árboles desde la mañana en busca de las migas que se encuentran alrededor del puesto, restos de las comidas de los vigiladores; recogen ramitas e hilos para sus nidos; picotean el suelo; se bañan en el polvo. En el arroyo, a su vez, pasean y pescan dos parejas de garzas; en este caso, especialmente, no me caben dudas de que son las mismas cada día, tan fáciles de identificar.
Y pienso esto, me pregunto: por qué estas aves no van más lejos. Tienen la posibilidad de volar, envidiada desde siempre por los hombres. Por qué, entonces, se limitan al terreno circundante, cercano a los nidos o a sus refugios nocturnos. Con esa facilidad para los desplazamientos, con esa libertad, ¿por qué no se alejan y cambian día a día el escenario de sus vidas?
Pensando en los pájaros me veo vivir.
De ahí a pensar en la manera pajarona en que yo mismo uso mi libertad ... hay un paso. Un paso, ya que no puedo volar.

Planta Industrial Mercedes Benz, 2003

viernes, 23 de mayo de 2008

Anteanoche, en la charla con Hugo


Anteanoche, en la charla con Hugo, dije que estaba estrenando mi máquina nueva y había querido probar aquello de ganar con el Google. Horas después, el mismo día, encontraría una nueva justificación para esa triste inconducta.
En realidad, la máquina la tenemos desde hace casi un mes. Tal vez fue una inconciencia de nuestra parte ponernos en semejante gasto en el año del nacimiento de nuestro hijo, pero así somos nosotros, a veces: si la vamos a hacer, hagámoslá bien.
Nuestra conexión a Internet sigue siendo la misma, un provedor gratuito a través del mismo cable que le sacamos al teléfono, que ahora funciona un poco más rápido que con la vetusta y exasperante PC anterior. Y ya en los primeros días de uso, a principios de mayo, había pensado en hacer esa jugarreta con el buscador. Pero, primero, me dije que no podía caer en esa bajeza. Después pensé: ¿por qué no? Y este domingo, cuando se leyó a D.H.Lawrence, me había decidido. Pero Cristina se durmió temprano y no quise molestarla con el revoltijo de cables -telefónico, del cargador, del estabilizador- que la máquina demanda. De todos modos, no me hizo falta para identificar "Mujeres enamoradas" (los nombres de Ursula y Gudrun ayudan a cualquiera), pero López Motta llamó primero.
Finalmente, anteanoche lo hice. Mientras Hugo concluía su preámbulo, me conecté a Google. Cuando empezó la lectura, dejé pasar unos minutos. ¿Para que otro oyente pudiera ganar con armas más dignas o porque no sabía cómo continuar?
A los tres minutos recordé mejor el caso de Jorge Aloy, quien inaugurara este método en agosto pasado -o, al menos, quien lo confesara. El había contado que escribió en el buscador una frase de palabras desusadas que aparecieron en el cuento que Hugo leía, algo así como "las mulas de don Garayal", y le saltó que se trataba de "El barranco", de José María Arguedas. Yo, que no había pensado mucho en los detalles del procedimiento, esperé una frase así (y en el interín desaproveché un nombre propio, que seguramente hubiera funcionado), hasta que al final escribí cualquiera, "el viaje vertical en el ascensor". Y funcionó.
Gané, entonces, una vez más, aunque con esas malas artes. Por supuesto, lo confesé. Por supuesto, no conocía el cuento "Licantropía", de Enrique Anderson Imbert. Pero conozco al autor, leí algunas cosas suyas; por ejemplo, el reportaje que mencioné de la revista "Puro cuento".
Y después, pensando en qué escribir para el Blog, reparé en que Anderson Imbert menciona en ese reportaje a "Gog", de Giovanni Papini. Y reparé en que este libro, junto a los cinco o seis numeros que tengo de la añeja revista de Mempo Giardinelli, son una de las pocas cosas que traje a casa de Cristina en la mudanza del papel impreso. Y reparé en que la última victoria del legendario Gustavo Glanzman fue con una novela de Giardinelli -y recordar esto me asustó. Y reparé en el parecido entre Gog y Google... Todo esto, mientras mentalmente tomaba apuntes para mi Entrada de ayer.
Pero más tarde, esa misma tarde, reparé en que había otra razón para que yo la noche anterior quisiera ganar sí o sí, de cualquier manera, y esa razón es que en esa tarde de este jueves, ayer, de pronto, inopinadamente, sorprendiendo incluso a la obstetra, que en el control semanal de rutina le encontró a Cristina una dilatación propia de cuatro horas de trabajo de parto y la mandó corriendo al sanatorio, a las seis y dos minutos de esa tarde, ayer, 22 de mayo del 2008, en géminis, nació Esteban Perenchio, que quería encontrarse con un papá ganador -y una mamá tan valiente.

(Por obvias razones, no pude escuchar el programa del jueves -aunque, como todo anduvo bien en el sanatorio, pensé varias maneras, que desheché-, así que si alguien quisiera contarme de que se trató la lectura...)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Amortajados

Miércoles 21 de mayo

Hace unas semanas, mediante un comentario, una señora o señorita oyente del programa y lectora de este Blog pedía que en Losparrafistas se incluyera la poesía de Roberto López Motta, el habitual y muy sapiente ganador del juego.
Anoche, ante la consulta de Hugo, el locutor y poeta de Sarandí accedió a decir al aire su última composición, que a continuación transcribo:

Nada más extraño
que mirar calle abajo
una noche de llovizna.

Escando gráficamente los versos de modo tentativo, de acuerdo a cómo me sonaron (con algo de haiku), y espero que Roberto, si se enterara de esta publicación, no se moleste.
Esta charla con Hugo tuvo lugar tras el nuevo triunfo de López Motta (segundo de la semana), esta vez con “El estudiante de Salamanca”, poesía del romántico español José de Espronceda. Antes del final del programa, Hugo empezó a leer otro poema de este autor, que me empezó a gustar, y aquí copio.

LA DESESPERACIÓN
(fragmento)

Me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar,
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
e inmóvil en el suelo,
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agita
y rayos mil vomita
y muertos por doquier.

Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer,
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.

La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
y oír como chirrea
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despojada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y sólo se vislumbre
la muerte en derredor.

martes, 20 de mayo de 2008

Bajo la sotana


Martes 20 de mayo, nuevo triunfo de Marta Zander (¿no era que se dormía si la lectura era de teatro o poesía?). En 18 segundos reconoció la:

ORACIÓN POR MARILYN MONROE

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...

Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!




Ernesto Cardenal

A calzón quitado

Lunes 19 de mayo

“Mujeres enamoradas”, de David Herbert Lawrence
Ganador: Roberto López Motta

“Como la de Proust y la de Joyce, la obra de Lawrence es básicamente autobiográfica; procura por encima de todo que el lector comprenda su alma y su religión. Y su religión, como explicó en una carta escrita en 1913, “es una creencia en la sangre, en la carne, como dotadas de mayor sabiduría que el intelecto. Podemos cometer errores en nuestra mente. Pero lo que nuestra sangre siente, cree y dice es siempre cierto”. A Lawrence le parecía que su propio lance amoroso con Frieda, esposa de su profesor, había supuesto una maravillosa liberación de todos los problemas de su adolescencia y primera juventud. Y en todas las novelas que escribió a continuación, empezando por ‘El arco iris’, idealiza la esencia mágica de la relación entre un hombre y una mujer desnudos. Lo que le confunde es que las relaciones entre hombres y mujeres estén plagadas de conflictos. Al envejecer, adoptó la creencia crecientemente ‘machista’ de que la solución estriba en que la mujer reconozca la supremacía del hombre. Pero a su vez el hombre debe reconocer que ‘la sangre’ es más importante que el intelecto. Además, a su odio por el intelecto se unía la sensación de que la civilización moderna condena a la gente al aburrimiento y a la futilidad. La pregunta que Lawrence se formulaba era la siguiente: “¿Cómo puede el hombre escapar de este aburrimiento y de esta futilidad?” La respuesta que ofrece en novelas como “El arco iris”, “Mujeres enamoradas” y “La serpiente emplumada”, es su ‘religión de sangre’. Esto significa que todas sus novelas tratan de las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, tema que para muchos lectores puede llegar a ser claustrofóbico. Pero a Lawrence le resultaba evidentemente agobiante no poder hablar claramente de la esencia de las relaciones sexuales: qué ocurre cuando un hombre y una mujer se desnudan. En “El amante de lady Chatterley” decidió hablar sin tapujos y resignarse a que le prohibieran el libro.
(…)
“En el capítulo 23 de “Mujeres enamoradas” aparece otro fragmento curioso, en el que parece hablar del mismo tema. Ursula se arrodilla frente a Birkin , en la alfombra situada delante de la chimenea, echa los brazos alrededor de sus gluteos y coloca el rostro junto a sus muslos. A continuación figura una descripción, demasiado larga para citarla, en la que ‘acaricia la porte posterior de sus muslos’ con la ‘sensible punta de los dedos’ y allí descubre un ‘misterioso flujo de vida’. ‘Aquí fue donde descubrió en él a uno de los hijos de Dios como lo fueron al principio del mundo, no un hombre, algo distinto, algo más’. ‘Ella cerró las manos sobre el macizo y redondeado cuerpo de sus glúteos, al tiempo que él se inclinaba sobre ella y parecía estar tocando la esencia del misterio de la oscuridad que era corporalmente él…’. Y ambos experimentaron simultáneamente ‘la plenitud maravillosa de la gratificación inmediata, sobrecogedora, emanando de la fuente de vida más profunda, la fuente de vida más extraña, honda y oscura del cuerpo humano, en la parte posterior e inferior de los glúteos’. Por fin aclara que lo que describe es que Ursula le chupa el pene, mientras le inserta un dedo en el ano. Asimismo, en el poema “Manifiesto” escribe:

‘Quiero que ella por fin me toque, ¡ah!,
La base y esencia de mi oscuridad…’

Colin Wilson, “Los inadaptados”, Planeta, 1989

domingo, 18 de mayo de 2008

Con permiso, Kovadloff

"No teniendo nada grande que decir, me aficioné a lo pequeño y en el trato con lo que carece de relieve, y aun con lo diminuto, he aprendido a encontrar placer y consuelo.
Al igual que la célebre zorra que Esopo ideó, he convertido en virtud mi impotencia y hoy llamo literatura a cuanto procrea mi desacierto para realizarla tal como el consenso la concibe.
Relacionándose cuanto digo solamente con mi persona, es más que fundado presumir que poco o ningún provecho ha de encontrar en su lectura quien aspire a reconocerse. Aunque es cierto también que la curiosidad por lo irrelevante cunde hoy lo suficiente como para alentar la expectativa de que incluso las páginas que siguen logren más de un adepto.
Lo mismo podría suceder a raíz del interés y la infinita paciencia con que los hombres reflexivos y estudiosos suelen examinar el empeño de quienes cultivamos la exhibición de nuestra miopía, adivinando en ella los indicios de una patología más que interesante.
Ahora bien, si de modo imprevisto esta crónica tercamente autobiográfica contuviera, para quien la abordase, algo más que referencias a una vida solo ajena, y ese alguien entonces pudiera de algún modo verse reflejado, no creo que correspondiese atribuir el mérito de esa lograda cercanía al valor objetivo de lo que narro y medito, sino a una misma vitalidad amortiguada y a una misma ineptitud para la imaginación, salomónicamente compartidas por quien escribe y quien lee."

Santiago Kovadloff, "Una biografía de la lluvia", Emece, 2004

viernes, 16 de mayo de 2008

Atención al consumidor

Los señores de la compañía de teléfonos me amenazan, me sugieren, me suplican que abandone mi teléfono movil antes de que lo callen por completo.
Insisten en que la vieja tecnología que usa se ha quedado obsoleta y me tientan con equipos nuevos a precios ridículamente bajos para convencerme de que cambie mi aparato, éste que tantos buenos servicios me ha prestado.
Les digo que en esta casa no adherimos a las leyes del consumismo y que cómo voy a deshacerme de él, si todavía funciona perfectamente. No les importa: igual van a sacar la antena.
Les digo que no pueden dejarme sin teléfono justo ahora que estoy en una racha de suerte y todavía falta develar cuatro ininterruptus. No lo entienden. Dicen que quién es ese señor Paredero y qué quiere decir programa irracional.
Entonces parece que en las próximas semanitas nomás quedaré incomunicada. De todos modos, aunque no pueda llamar, seguiré ahí, como siempre, firme en la escucha

Una tarde en el locutorio (Ciber-Reseña II)

Lunes 12 de mayo
"Cántico espiritual", de San Juan de la Cruz

Su verdadero nombre era Juan de Yepes y nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, pequeño pueblo abulense perteneciente a Castilla y León, una comunidad autónoma de España.
Murió su padre cuando Juan tenía seis años; a los nueve años, se trasladó con su madre al abulense pueblo de Medina del Campo, en donde a los 17 años, ingresa en un colegio de jesuitas para estudiar humanidades.
El año 1563 toma los hábitos de la orden religiosa Carmelita, adoptando el nuevo nombre de fray Juan de san Matías; al año siguiente se traslada a Salamanca para cursar estudios de teología en su célebre universidad. En el año 1567 es ordenado sacerdote, y adopta el nuevo y definitivo nombre de Juan de la Cruz. Su ilustre paisana de Ávila, Teresa de Jesús, trabó gran amistad con él y le integró en el movimiento de la reforma carmelita que ella había iniciado.
En 1568 Juan de la Cruz fundó el primer convento de Carmelitas Descalzos, los cuales practicaban a ultranza la contemplación y la austeridad. Unos años después, 1577, sus intentos reformistas de las órdenes monásticas, le llevaron a sufrir 9 meses de dura prisión en un convento de Toledo, acusado de apóstata. De su cautiverio en aquella cárcel-convento de Toledo, nace la composición de su obra cumbre: "Cántico espiritual". En otras poesías se puede llegar a entrever en lenguaje subliminal, el relato que hace de su astuta y sorprendente huida en la madrugada del 15 de agosto de 1578, estando la fortaleza sobre un peligroso acantilado sobre el Tajo profundo que ciñe a Toledo.
Para huir de la prisión conventual toledana, contó con las influencias que ejerció su paisana Teresa de Jesús, ante la duquesa de Alba. Con su huida dio en refugiarse en un convento de Jaén y continuó con la reforma carmelitana, fundando varios conventos por Andalucía. En esta región llegó a ser nombrado Vicario Provincial de la orden de Carmelitas Descalzos; pero el buen Juan siguió con su obstinación de la reforma, lo que le llevó a enfrentamientos con la jerarquía religiosa y a sufrir nueva prisión en el convento de la Peñuela, en plena Sierra Morena, en donde culminó la escritura de sus principales obras literarias.
Cuando por fin es excarcelado y se dispone a cumplir con el traslado que se le impone a América, el 14 de diciembre de 1591, muere a la edad de 49 años.
135 años después, es elevado a la categoría de santo, por la iglesia católica.

CÁNTICO ESPIRITUAL

Esposa
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero

www.los-poetas.com


Martes 13 de mayo
"La regenta", de Leopoldo Alas

La Regenta es un fresco de la España de la Restauración. Clarín crea en su novela un microcosmos, Vetusta, por el que desfilan nada menos que ciento cincuenta personajes a los aplica el bisturí con mano certera, dejándonos ver sus entrañas. No estamos ante una novela histórica aunque el ambiente de la Restauración sea el marco preciso en el que se desarrolla la historia de Ana Ozores. Las referencias a los sucesos políticos de esos tres años en los que se desenvuelve la trama brillan por su ausencia. No era esa la intención del autor: el marco histórico y social se da por sobreentendido. Leopoldo Alas adopta una técnica de distanciamiento que va mejor con sus propósitos; por eso, la acción se desarrolla en Vetusta y no en Oviedo, aunque el lector que conoce Oviedo no deje de reconocer cada uno de los rincones de la descripción de Vetusta como una réplica de esta ciudad. La Regenta es sobre todo una novela psicológica cuyos personajes, tanto principales como secundarios, desnudan su alma no sólo ante el lector sino ante sí mismos. El marco histórico y social está presente porque en otras circunstancias, en otra sociedad, hubieran sido distintos de como son. Pero las especificaciones no son necesarias porque los lectores a los que va dirigida la obra son demasiado parecidos a los personajes de la misma.
El autor se esconde detrás de los personajes y les deja hacer. Es suficiente. Rara vez encontramos la voz del narrador dirigiéndose a nosotros. No estamos, pues, tampoco, ante una novela de tesis. El autor no trata de ilustrar a través del relato ninguna opinión particular. Es una novela total, un mosaico en el que los personajes muestran cada uno su particular ideología sin que en ningún momento aparezca la ideología del autor.

www.cervantesvirtual.com


Miércoles 14 de mayo
"El nadador", de John Cheever

Finalmente, la semana pasada me animé a leer la novela de Benjamín Cheever, "El plagiario", en la que su célebre padre aparece como personaje bajo el ridículo nombre de Icarus. La novela es entretenida, no necesariamente mala, y al final uno siente ternura por el escritor alcohólico (es decir, John Cheever) padre del protagonista del libro, un periodista de la moralistona y conservadora revista American Reader (Reader´s Digest en realidad) que paga altos sueldos a sus redactores y es una olla de grillos, de la que el hijo del escritor famoso logra salir airoso gracias a que se convierte en un soplón y traidor. No me sorprendió la afición de su hijo de llamar alcohólico a su padre (un borracho conocido, además, así que no hay chisme) pero sí la canallada final, cuando insinúa con muy poca sutileza la probable bisexualidad de Cheever (un tema de estudio cada vez más frecuente en sus obras). Si lo hubiera dicho explícitamente, y fuera parte de la trama, no me hubiera molestado. Pero la escena final (que no puedo contar porque delato el argumento) es infame.
En el prólogo a los Diarios de su padre, Benjamín sí fue explícito e incluso agudo: "Un espíritu simple dirá que la esencia de su problema era la bisexualidad, pero no es así. Tampoco lo era el alcoholismo. Asumió su bisexualidad. Dejó la bebida. Pero la vida seguía siendo un problema".

www.notasmoleskine.blogspot.com

Jueves 15 de mayo
"Gog", de Giovanni Papini

Giovanni Papini entendía la vida como un gran libro, y llegó a decir aquello de que "Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiera narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que jamás se haya escrito." Giovanni Papini (1881-1956) fue un escritor y filósofo italiano; escribió ensayos, poemas y novelas. Iconoclasta, ateo declarado y crítico en sus años de juventud, en 1921 sufrió una crisis psicológica que lo alejó de su escepticismo y su obra pasó a tener un tono casi místico, de alto fervor religioso mezclado con crítica social y literaria.
Como siempre, el paso del tiempo destruye vidas, pero no destruye las obras que la vida genera. Y de Papini quedan varios libros interesantes, entre ellos: "Historia de Cristo" (1921) una de sus obras más populares centrada en la descripción espiritual más que biográfica de Jesús; "El diablo" (1953) y "Gog" (1931), quizá su mejor libro, en donde un millonario excéntrico relata sus experiencias al viajar por el mundo. Un libro satírico, verdadero catálogo de curiosidades.
Giovanni Papini dejó, en sus libros y en sus frases pequeñas grandes observaciones de su propia existencia y de la realidad, observaciones cómplices de sus obras, de su propia vida. Algunas de sus frases:

Todo hombre no vive más que por lo que espera.
Cuando era joven leía casi siempre para aprender. Hoy, algunas veces, leo para olvidar.

El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad.

Temo a un solo enemigo que tiene mi mismo nombre.

Nuestro enemigo es también nuestro salvador. Debemos ser reconocidos con los enemigos. Solo ellos ven claro y dicen sin fingimiento lo que hay de feo e innoble en nosotros. Nos recuerdan nuestro verdadero ser; despiertan la conciencia de nuestra pobreza moral.

Todo hombre paga su grandeza con muchas pequeñeces, su victoria con muchas derrotas, su riqueza con múltiples quiebras

www.passamonte.blogspot.com

Viernes 16 de mayo
"Historia de tu ausencia", de Armando Tejada Gómez

Diario La Voz
Buenos Aires, Domingo 20 de marzo de 1983. Páginas 12 y 13

Armando Tejada Gómez, poeta militante que el Proceso militar pretendió condenar al silencios

"Aquí estoy de vuelta con mi voz, aunque nunca me fui..."

-Yo nací en Mendoza, nací en la confluencia del zanjón Frías y el Guaymallén. Ahí alquilábamos una casa. En ese lugar murió mi padre, al que prácticamente no lo conocí, era muy pequeño. El recuerdo que tengo de él fue cuando me alzaron a verlo, estaba en el féretro y lo recuerdo dormido, con un rostro tranquilo y grandes bigotes, ese es el único y real recuerdo que tengo de mi padre. Después, con los años, sus antiguos amigos, los lugareños me lo fueron contando. Mi padre era tropero y tenía una larga leyenda de sus andares por los caminos, él llevaba tropas de carros. Algo así como el famoso capataz de tropa del libro de Sarmiento, el Facundo. Tenía carros propios y además le encargaban carros otros productores para que integrara la caravana de los mismos. Ese fue el oficio fundamental de mi padre, el gaucho don Lucas Tejada.

www.tejadagomez.com.ar

Galería - Tejada Gómez


Viernes 16 de mayo

"Historia de tu ausencia", poesía de Armando Tejada Gómez
Ganador: Fernando Terreno, de Chacarita -y para qué rememoro dobletes yo, y para qué destaco y pongo apodos a las develadoras de Ininterruptus, y para qué corrijo apellidos... Bueno, qué querés? ganar vos solo, Perenchio?

jueves, 15 de mayo de 2008

Palabras claras para la parrafada (para la Baldesari)

Instrucciones para Parrafear

El modo más prolijo: Mediante el envío de una dirección de e-mail a mi casilla (elloyyo@yahoo.com.ar), el oyente será convidado a incorporarse como “Autor Invitado” en el Blog. Si acepta, a través de unos sencillos pasos que la misma invitación explicita, verá su nombre y apellido (o seudónimo) en letras azules a la derecha de la pantalla, junto al de Quique Figueroa, Fernando Terreno, Pablo Graciani, Marta Zander y al mío propio. Una vez allí, podrá escribir y sumar “Entradas” (tal el nombre técnico de cada texto) cada vez que quiera.

El modo más rápido: Haciendo click en la palabra “Comentario” (generalmente, “0 comentario”) que figura al pié de cada “Entrada”, se abre una minipantalla con un campo para escribir; en su base, hay una etiqueta que dice “Publicar comentario”; luego de redactar el texto, se hace click allí para que el comentario quede incorporado. La desventaja de este modo de publicar es que los textos no aparecen a la vista cuando se abre el Blog, como el resto de las “Entradas”; para leerlos, hay que abrirlos especialmente clickeando en la palabra “Comentario” (para entonces, “1 comentario”, o 2, o 3,o 4...).
Muchas gracias y ¡adelante!

Galería - Papini


Jueves 15 de Mayo

"Gog", (¿novela?) de Giovanni Papini
Ganador: (¿"Gog y Magog"?) Fernando Terreno, felizmente retornado al podio tras aquel doblete (si no recuerdo mal) con que clausuró enero.
Borges: "Si alguien en este siglo es equiparable al egipcio Proteo, ese alguien es Giovanni Papini, que alguna vez firmara Gian Falco, historiador de la literatura y poeta, pragmatista y romántico, ateo y después teólogo"

Los otros Parrafistas XIV

Londres, 15 de octubre

El viejo G.B. Shaw me ha recibido pésimamente.
_Usted me cree un clown como todos los imbéciles –me dijo- y espera, probablemente, vencer su aburrimiento con mis bromas.
“Quiero desilusionarle. Lo ingleses y en general los ociosos que leen y van al teatro me toman por un bufón. Soy, sin embargo, por nacimiento y por vocación, el hombre más serio del Reino Unido. Comencé, como sabe, por ser fabiano e ibseniano. Estas dos simpatías son la prueba de un espíritu por excelencia anticómico. Ni en el fabianismo ni en el ibsenismo hay el más pequeño rastro de humour. El primero se propone transformar los obreros en dos o tres siglos en pequeños burgueses, el segundo tiende a hacer reinar la sinceridad en las relaciones humanas, es decir, hácelas imposibles. El fabianismo es un socialismo de homeópatas, el ibsenismo una moral de anarquistas. Ni el uno ni el otro son nada alegres: son dos bestialidades de buena fe, por lo tanto nada agradables.
“Usted puede ver con esto que mi fama de bufón es tan falsa como la de Byron como poeta y la de Shakespeare como dramaturgo. El primero es un polemista diletante y el otro un lírico filosofante. No digo eso para compararme a esos dos: admitirá que soy demasiado superior a uno y a otro para que sea posible un paralelo razonable. Compadezco a los hombres, porque ninguno de ellos tiene la fortuna de ser un Bernard Shaw.”

Tomado del volumen Nº 16 de la “Biblioteca de autores extranjeros contemporáneos” de la Editorial El Ombú, Buenos Aires, 1933: “Gog”, de Giovanni Papini (Parrafista 323, 15 de mayo de 2008), capítulo “Visita a G.B. Shaw” (Parrafista 96, 15 de noviembre de 2006)

Huellas y rastros II

En Gog de Giovanni Papini, que Hugo leyó hoy y tuve la suerte de acertar, también están escondidos y homenajeados otros escritores (aunque aparentemente denostados).
“Un loco hético y un loco gordo que van por el mundo en busca de palizas” alusión indudable al Quijote de Don M. De Cervantes (1547-1616).
“Un diablo cojo que levanta los tejados de todas las casas...” alude a El diablo cojuelo de Luis Vélez de Guevara (1579-1644), deliciosa muestra de la picaresca, género visitado por muchos colegas desde el Arcipreste, pasando por Quevedo, Moliere, etc.
“Las aventuras de un hombre de mediana estatura que hace el gigante entre los pigmeos...” que refiere a Viajes de Gulliver de Johnathan Swift.
“La aburrida historia de una adúltera provinciana que se fastidia...”
“Huestes de hombres, llamados héroes, que se despanzurraban durante diez años seguidos bajo las murallas de una pequeña ciudad, por culpa de una vieja seducida...”
Para encontrar a quiénes y a qué obras hace referencia en estas dos últimas citas, solicito la ayuda que puedan arrimar. Gracias desde ya.Fernando Terreno

miércoles, 14 de mayo de 2008

Galería - Cheever


Miércoles 14 de mayo

"El nadador", de John Cheever
Ganadora: Marta Zander

En diciembre en Mar del Plata
En enero en Cataratas
Sarli nadando Roa Bastos
Nadador de Cheever: Lancaster
Y Zander en mayo en Bahia Blanca
Y Zander en Cutral-Co en la infancia

¿Y el marido rural?

martes, 13 de mayo de 2008

Galería - Chejov


El joven Anton Chejov, de quien se leyó, el 5 de abril de 2006, su pieza teatral "La gaviota". Fue la ganadora, en este segundo programa del ciclo, la oyente Verónica Cornejo, de Lugano.

Galería - Leopoldo Alas


Martes 13 de mayo

"La regenta", de Leopoldo Alas, "Clarín"
Ganador: Marcelo Perenchio, quien se quedó pensando en la apropiadísimia elección de Hugo para leer en estos días, cuando escuchamos hablar tanto y estirar y enredar esa novela acerca de la Regenta y de Clarín...

lunes, 12 de mayo de 2008

Galería - Cortázar


Julio Cortázar, primer autor del ciclo nocturno, 4 de abril de 2006. Se leyó su novela "Los premios". Ganó Laura Falcoff, de Palermo

Galería - San Juan


Lunes 12 de mayo

"Cántico espiritual", de San Juan de la Cruz (1542-1591), que originalmente se llamaba Juan de Yepes.
Ganador: Mario Tsolakian, que erroneamente llamábamos Solaquián, o Solakián.

domingo, 11 de mayo de 2008

ANTOLOGIA - Mi Párrafus Interruptus

Hugo había contado una noche que su colaboradora Adriana Baldessari, como trabajo práctico para el taller literario al que concurría, estaba escribiendo una novela cuyo tema, o contexto, o inspiración (eso no me quedó claro), era un programa como Párrafus Interruptus –o era el mismo Párrafus Interruptus, ya que no hay otro igual.
En mi siguiente salida al aire de aquel insuperable diciembre de 2006, le pregunté algo más al respecto y quedé en que tal vez le enviaría a la Baldessari algunas cosas alusivas que se me estaban ocurriendo.
Eso era mentira. Hacía mucho que yo no escribía. Exactamente, cuatro años, desde mis preliminares cartas de amor a Cristina -preliminares al amor, diría Marta Zander-, y Párrafus, las lecturas de Párrafus, el renovado acercamiento a los libros propiciado por Párrafus, la módica reflexión sobre mi condición de lector a partir de las charlas con Hugo, apenas si me hacían sentir otra vez, de a ratos, un cosquilleo en las yemas de los dedos, como cuando me gustaba escribir, y me inspiraban, por añadidura, alguna mentira como aquella de las colaboraciones para la Baldessari. Pero escribir, ni una palabra. Y no se me ocurría ni estaba preparando nada.
Sin embargo, simultáneamente (aunque la memoria quizá tergiversa las fechas), llega al programa aquel mail de Quique Figueroa con palabras elogiosas sobre mí, y a partir de eso, y de la visita a su página, se me ocurre crear un Blog para los oyentes de Párrafus; para los lectoyentes, como nos llamé una vez con deplorable neologismo –que después eliminé.
En enero le comento a Hugo la idea de un Blog y le parece bien. Pero mi habitual desidia, falta de iniciativa y pesimismo me impiden desarrollarlo –aunque también recuerdo un par de pruebas infructuosas en el locutorio de la calle Beltrán. Después pasan dos meses de vacas flacas (febrero y marzo de 2007 sin victorias en el juego) y eso tal vez me decide. Hago un nuevo intento y esta vez el Blog queda establecido. Pero solo consiste en una carátula, muy elemental, y un breve texto introductorio: el “A quien leyere” que escribió Borges como prólogo a “Fervor de Buenos Aires”. Creo que después le agrego un fragmento del libro de Ivonne Bordelois que una oyente me había regalado a través del programa. Y una noche, tras un nuevo triunfo, le anuncio a Hugo la creación de Losparrafistas.
Pero poco después, en otra charla, él dijo, palabras más, palabras menos, que le parecía un poco escaso, carente, pobre. Yo me defendí diciendo que el Blog era para todos los oyentes, para que todos (todos los que quisieran) pudieran expresarse, y que ya se iría nutriendo a medida que se enteraran y animaran. Pero me quedé pensando: “¿Ah, sí? ¿Pobre? ¿Con poco contenido?”
Días después, creo que en ocasión de mi triunfo con “El llamado de la selva”, cuando le anticipé la publicación del texto que hoy da inicio a esta antología, le dije a Hugo que con aquella crítica inicial había sentido que me tocaba el culo. Y ese es el origen de “Mi Párrafus Interruptus”.

21 de abril de 2007

MI PARRAFUS INTERRUPTUS

Leí... en alguna parte, una vez, siendo adolescente, leí acerca del casto romance entre un hombre de letras y su musa.
No recuerdo bien si lo que se contaba era sobre Anton Chejov, el dramaturgo y cuentista ruso, o si el hecho pertenece a una de sus obras. Como sea, resulta que el tipo y su dama se acostaban, parece, a leerse poemas. No lo hacían en una glorieta rodeada de abedules, ni caminando por el bosque, ni en un sillón de cuerpo amplio frente a la chimenea chispeante. No. Se desvestían módicamente y se metían en cama, como amantes cabales, pero para leerse poemas. Era, indiscutidamente, un romance del siglo XIX. Y algo susceptible de impresionar duraderamente la innata aunque extemporánea sensibilidad de este adolescente suburbano de los años ochenta.
Eso es lo que recuerdo. No sé si la anécdota daba una precisión acerca de si se leían o decían de memoria los poemas. Yo me los imaginaba leyendo. Sentados contra el respaldo de la cama, bajo gruesos edredones, apoyados en mullidas almohadas de plumas, cada uno con una pila de libros a su lado, pasaban las páginas buscando silenciosamente las palabras propicias, y se leían.
Me fasciné con esa imagen, que además entreví - o entreoí- susurrante. Y ese, más allá o más acá de los inevitables fervores hormonales, ese, a raíz de una madurez prematura o un ardor retardado, ese, calmado y susurrante, se convirtió en mi romance ideal a los quince años.
Ideal y, como tal, infructuoso. Para mí, resultó siempre inútil el intento de inculcar esa práctica, o, en líneas generales, el duradero placer de la lectura, a las favorecidas con el bello sexo... quienes quizá, como atestiguó el antiguo Tiresias, pueden darse por muy satisfechas (mucho, hasta nueve veces más que el hombre) con los placeres más característicos del lecho. Y entonces no. Entonces nadie. Nada. Nunca.
Entonces, tal vez, con un compañero varón... puntualizando la condición de casto para el romance... un varón también harto de bregar tanto por los efímeros placeres de la concupiscencia... un recio, o lánguido, varón argentino, o cosmopolita... a mi lado bajo el edredón... juntas nuestras cabezas en la plumífera almohada... paladeando amorosamente cada texto, leyéndome, dejándose leer...
Así, melancólicamente, meditaba yo a menudo en la propicia temporada otoñal del año pasado (propicia para la melancolía), cuando una noche del mes de abril, girando el sintonizador en busca de una voz que acompañe desde la radio (otra preferencia anacrónica que tengo), me encontré con el querible decir, la juguetona entonación, la también varonil voz del viejo amigo Hugo Paredero.
Viejo conocido de la legendaria revista Humor y de la estatal radio Belgrano (también de la antigua ATC), lo había perdido de vista, o de oído, desde hacia mucho. Supe alguna vez de un programa que tuvo en una FM capitalina, que en mi alejado suburbio no se alcanzaba a escuchar. Después había pasado a radio Nacional, pero a un horario en que no podía seguirlo. Ahora lo reencuentro a la noche, aquella noche, hace un año, y resulta que el tipo está historiando las características de su nuevo programa.
Parece ser que el espacio, que ahora se independizó, era un segmento que antes iba una vez por semana en “Por Amor al Arte”, su programa diario. En ese segmento, denominado “Párrafus Interruptus”, al comienzo nomás de los días jueves, el tipo proponía un juego a los oyentes: empezaba a leer un libro y ganaba el primero que llamaba a la radio para decir título y autor de lo que se leía. Eso era todo. Sin ayuda de ninguna clase, sin pistas, anunciando nada más que la característica más general de la obra, si era novela, cuento o teatro, se ponía a leer, siempre desde el principio, y que le larguen los perros...
Porque parece imposible. ¿Quién puede adivinar -o mucho menos recordar- un libro presentado de esa manera?
Lo hizo, parece, durante 128 programas, 128 jueves, una semana tras otra, primero en la FM y después en Nacional, y siempre hubo un ganador. A veces en 15 segundos, a veces a los cinco o seis minutos de lectura, pero siempre alguien se comunicaba y ganaba.
Parece un milagro. Parece, más probablemente, algo preparado, guionado, como es tan habitual en los medios audiovisuales. Pero no. El Parrafus Interruptus, la interrupción de la lectura, se ejerce auténticamente.
Al que llama lo atiende primero un productor, este verifica que el título de la obra y el nombre del autor sean correctos, y entonces el oyente recibe el primer regalo: lo ponen en comunicación, al aire, con el mismísimo, querible, juguetón, varonil, Hugo Paredero.
Porque falta algo: el oyente, para dar entidad al nombre del programa, tiene que interrumpir a Paredero. El tipo, concentrado en la lectura (realmente lee muy bien), ignora lo que ocurre más allá del micrófono. Se abstrae y no sabe si afuera del estudio el teléfono suena o no, si se reciben respuestas equivocadas, si nadie llama... Hasta que, de pronto, cuando el operador pasa el oyente ganador al aire y hace sonar al mismo tiempo un timbre, la lectura se corta abruptamente. Una vez más se da lo imposible, el milagro, la magia.
Entonces Hugo saluda, pide al oyente que se presente, pide la respuesta correcta, y sigue una breve charla entre el conductor y el ganador. Se indaga en la historia de esa lectura, las razones de esa rememoración, se dan más datos sobre la obra y el autor, también sobre el oyente (edad, barrio, ocupación), y después se anuncia el verdadero premio: un libro. Algunas veces, el mismo libro que se leyó: otras, algún otro título. Un libro, siempre, para premiar una lectura –a veces una vieja lectura-, para premiar la memoria –siempre una inesperada memoria-, y para premiar, también, la velocidad del dedito sobre el teclado telefónico, porque gana uno solo por noche, el primero que llama.
Y ahora, escucho aquella noche de hace un año, Párrafus Interruptus, ya independizado, va tres veces por semana, media hora después de la medianoche; digamos: martes, miércoles y jueves, recién iniciado el día, a las 00.30.
En la escasa media hora que dura, Hugo hace un brevísimo comentario inicial, en general sobre asuntos librescos, después refiere las sencillas reglas del juego para los oyentes nuevos o distraídos, anuncia el género que eligió para esa noche (que ahora son cuatro, porque incorporó, a pedido del público, la poesía), y comienza la lectura.

“Gana el primero que llama y me interrumpe para decir cómo se llama y quién escribió este cuento, que comienza así...”

Así que hoy, de manera figurada -o más bien desfigurada, bastante retorcida, por cierto-, puedo decir que tengo alguien que me lee a la noche. Si bien no se trata de una casta dama rusa, ni yacemos juntos, él y yo, en una cama - ni yo lo escucho en mi cama porque trabajo de noche-, puedo decir, o decirme, que Hugo me lee... Para mí, noche a noche, trayéndome la orfebrería del cuento, el aliento de la novela, la suntuosidad del teatro, el vuelo de la poesía, Hugo me lee... Y yo le leo también, las veces que gano y hablo con él, semana a semana, de modo subrepticio, casi espontáneo, le leo melancólicamente mi autobiografía oral paulatina.

viernes, 9 de mayo de 2008

Perros y gatos

Apenas horitas pasado el Día del animal, tuvimos esta semana en Parrafus perros y gatos.

El martes fue El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, que cuenta con mis más calurosas recomendaciones. Ya saben: descubrí este libro porque Luis Pescetti leyó en su (ex)-programa Vampiro Negro, el capítulo 3. El curioso incidente es un libro a veces triste, muchas veces para leer con el corazón hecho un bollito. Y termina bien. Eso también está bueno.

Es la novela que el joven Christopher escribe sobre el asesinato del perro de su vecina, la señora Shears. Cuando le dicen a Christopher que la gente prefiere las historias policiales donde las víctimas son personas, él retruca que en El sabueso de los Baskerville hay no uno, sino dos perros asesinados. Así que, a la manera de Sherlock Holmes, él mismo sigue con la investigación y nos la cuenta.

Entre las linduras del libro están los dibujos, lo que ya es una sorpresa en una novela. Tal vez el libro esté pensado para un público juvenil; no puedo dar fe: tenía treinta y largos cuando lo leí. Otra sorpresa es que El curioso incidente es, a su modo, también un libro de divulgación, porque Christopher tiene gran habilidad para las matemáticas, y va intercalando con su aventura, capítulos donde cuenta sus intereses matemáticos y científicos. El problema del Monty Hall está explicado de una manera muy clara, con todo el chisme y un diagramita, que ni Paenza.

Y, no cuento más por si a alguien le dan ganas de leerlo. No sé si este libro se conseguirá fácilmente ahora. Cuando yo lo compré, tuve que gastar varias suelas caminando por librerías. No quieran saber la cara con que me miraban en las librerías cuando me preguntaban: "Cómo me dijiste? El accidente del perro cuánto?"

El miércoles apareció el gato en una historia muy tierna de la mano de Rudyard Kipling. No, no, no era el gato escaldado. ni ese gato blanco que se mira en el espejo de don Jorge Luis. Este era un gato que caminaba solo y no le importaba estar aquí o allá. Me hizo acordar un poco al gato de Alicia aquel que decía "si no sabes adónde vas, no importa qué camino elijas". Parece que los gatos son unos filósofos de la gran flauta.

Los que se quedaron con las ganas saber cómo sigue el cuento pueden terminar de leerlo haciendo click aquí:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/kipling/gato.htm


PD: Este es también es un cuento recomendado para los que quieren saber cómo una cueva se transforma en un hogar cuando llega una mujer y qué cosas les gustan a los bebés. Así que nadie tiene excusa para no leerlo.

Ciber-reseña

FARSA DEL CAJERO QUE FUE HASTA LA ESQUINA

"Aurelio Ferretti escribió esta farsa sobre la justicia en el año 1958. Nos cuenta el caso de Cátulo Pérez , un cajero que por motivos de necesidad, robó en la empresa en la que trabajaba. Cátulo hasta allí un hombre de conducta irreprochable, se ve obligado a recorrer el espinoso mundo de las leyes. Conocerá al Dr. Folio, un hábil abogado, manipulador de las trampas de la ley. Se presentarán otros personajes. Renata le traerá la redención del amor ; y otros no tan nobles buscando ampararse en aquellos ventajosos pliegues en que la ley 'no es justa'."

www.alternativateatral.com



EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE

"El libro favorito de Christopher Boone es El perro de los Baskerville, de Sir Arthur Conan Doyle, porque su detective favorito es Sherlock Holmes. Y le gusta sobre todo porque Holmes tenía el poder de abstraer su mente a voluntad, como lo hace Christopher. "Si una cosa me interesa de verdad, como hacer ejercicios de matemáticas o leer un libro sobre las misiones de Apolo, o los tiburones blancos, no me doy cuenta de nada más, y Padre puede estar llamándome para que vaya a cenar y no lo oigo." Christopher tiene quince años y sufre del síndrome de Asperger, un trastorno relacionado con el autismo, y es el narrador de El curioso incidente del perro a medianoche, la primera y extraordinaria novela del británico Mark Haddon. Es, además, un personaje comparable a Holden Caulfield o Ignatius Reilly (La conjura de los necios), una voz única destinada a convertirse en un héroe literario gracias al don de la empatía del autor; está tan cerca de Christopher que logra el ideal de invisibilidad"

Pagina 12, Radar-Libros, 9 de enero de 2005


EL CIELO PROTECTOR

El cielo protector (The Sheltering Sky) es una novela escrita en 1949 por Paul Bowles.

La historia gira alrededor de Port y Kit Moresby, una pareja neoyorquina que viaja al desierto norteafricano acompañada por su amigo Tunner. El viaje, planeado inicialmente para resolver las dificultades conyugales de Port y Kit, se convierte rápidamente en una situación peligrosa debido a la ignorancia de los viajeros sobre las circunstancias que los rodean.


Adaptaciones: La novela fue llevada al cine por Bernardo Bertolucci en 1990, con Debra Winger y John Malkovich.

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/


EL GATO QUE CAMINABA SOLO


Rudyard Kipling publicó en 1902 “El gato que caminaba solo”, como parte de un libro titulado, a su vez, "Precisamente así".

Este cuento fresco y cautivador narra cómo el gato es el único animal que rechaza dejarse amaestrar por el hombre, como hacen el resto de los animales, y conservar su independencia.

La historia tiene lugar cuando los animales (el perro, la vaca, la gallina, el conejo) viven todavía sin domesticar (“el Perro era salvaje, como lo eran también el Caballo, la Vaca, la Oveja y el Cerdo, tan salvajes como pueda imaginarse, y vagaban por la húmeda y salvaje espesura en compañía de sus salvajes parientes”). Incluso el hombre, se cuenta, era aún salvaje, hasta que conoció a la mujer y ésta le hizo cambiar su forma de vida. El más independiente y salvaje, de todas las maneras, era el gato. Mediante una estrategia, el felino doméstico consiguió que la mujer le dejase entrar en la cueva y sentarse junto a ella, cerca del fuego, ante un generoso cuenco de leche. A cambio de estas comodidades, prometió des dócil y bueno, incluso con los niños pequeños, siempre y cuando éstos no le tirasen demasiado fuerte del rabo.

Pese a ello, y apreciando el confort que se le ofrece, sin embargo al llegar la noche el gato se va a caminar solo, andando sin más compañía que su salvaje soledad... como siempre lo ha hecho.

Joseph Rudyard Kipling nació en Bombay (India) en 1865, y muy joven fue enviado a estudiar a Inglaterra, donde tuvo una juventud desgraciada

Permaneció cinco años en un hogar social de Southsea, experiencia que describe en su relato La oveja negra. En el año 1882 regresó a su país, momento en que comenzó a trabajar para la Civil and Military Gazette de Lahore hasta 1889, en calidad de editor y escritor de relatos. Regresó a Inglaterra por segunda vez para contraer nupcias nuevamente, y partió para instalarse en Vermont, Estados Unidos, país donde escribiría gran parte de sus libros. En 1907 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura, siendo el primer inglés en recibir este galardón.

Entre sus novelas o relatos más populares figuran La luz que se apaga (1891), El Libro de la Selva (1894), El Segundo Libro de la Selva (1895), Capitanes intrépidos (1897), El Gato que caminaba solo (1902) y Las cinco naciones (1903).

Falleció en Londres el 18 de enero de 1936.


MUERTE ACCIDENTAL DE UN ANARQUISTA

Un loco que se hace pasar por juez, policía, psiquiatra y obispo; una periodista fanática y una bomba a punto de explotar en una comisaría hacen parte de Muerte accidental de un anarquista, la nueva obra que estará por un mes en La Casa del Teatro Nacional y que es protagonizada por Ricardo Vélez, Adriana Arango y Julio Escallón, entre otros.
En Muerte accidental de un anarquista el Premio Nobel de Literatura 1997, Darío Fo, pretende mostrar ante todo una divertida crítica al poder y la corrupción política. Esta puesta en escena ha sido presentada con mucho éxito en todo el mundo y en Colombia es dirigida por Pedro Salazar y narrada en clave de farsa con algunos elementos de ‘clown’, mascarada y juego policiaco.

La historia comienza cuando un loco con histriomanía (el mal de asumir personajes) llega detenido a la comisaría de la policía de Milán por siquiatra impostor. Mientras lo interroga el inspector Bertozzo, se roba los expedientes del incidente de un anarquista que se ha lanzado desde una ventana. Luego se arma un caos en la comisaría y este hombre aprovecha para hacerse pasar por juez y de esta manera lograr que los no muy atinados comisarios revelen poco a poco su responsabilidad en la muerte del anarquista. Una situación que se enreda con la llegada de una periodista fanática y una amenaza de bomba dentro de la estación.

El autor de la obra, Darío Fo, dramaturgo y actor italiano, se considera un anarquista intelectual, pues es especialista en teatro callejero y bufo, más cercano al juglar medieval que al teatro de la cámara. Siempre rodeado por la polémica ha sido considerado el mejor dramaturgo de su país después de Pirandello. En 1997, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por la coherencia de su discurso.

www.alafija.com

jueves, 8 de mayo de 2008

Llamado a la solidaridad

A todas las señoritas con cara de llamarse Paula o Valeria, puede ser Patricia también, pero menos, que el día martes de esta semana estuvieron en el Jardín Botánico tiradas panza abajo en el césped, leyendo un libro más o menos gordito, con muchos puntos y aparte y a las que un señor muy simpático que elongaba pudo haber interrogado acerca del libro que leían y que, al ser informado de la respuesta, se alejó haciendo un gesto de aprobación con la mano, se les solicita presentarse en la Administración de este blog a la mayor brevedad posible.

Cualquier información de utilidad será recompensada. Con un libro, por supuesto.

Extra, extra

Las cámaras de Crónica TV captaron un parrafista in fraganti. Habría sucedido en el marco de la 34º feria del libro, y el exabrupto de exorcismo se habría producido por la seguidilla de ininterruptus del pasado mes de abril.
Nuestro cronista interpeló al sujeto, acerca de los motivos que lo llevaban a tal "desactivación".

- Para sacar el peligro de estos libros. Sino, no podremos seguir haciendo nuestro programa. O pasaría a ser PI - Párrafus Ininterruptus. Nosotros no queremos eso!

Títulos VII


Esta semana Hugo eligió para el "Párrafus" tres autores angloparlantes al hilo.
En la más que bicentenaria localidad de Ensenada* están de festejos por un nuevo aniversario de su fundación, también en esta semana.
El delicado umbral de la tempestad, de Jorge Castelli, es una novela histórica, cuyo protagonista es el Gral. John Whitelocke.
El amante de rojo, de Alejo Brignole, está situada en la época de la primera ocupación británica, en 1806.
Las invenciones inglesas, de Gloria Pampillo, relata la travesía de una viajera inglesa, allá por 1824.

*La actual Ensenada, es la antigua Ensenada de Barragán.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Otro Paredero


EL PINTOR OLVIDADO
Hojeando libros al voleo, encontré uno sobre la vida y la obra del pintor argentino Demetrio Urruchúa.
La sorpresa vino al leer el nombre del autor: José Enrique Paredero.
Como Urruchúa era del sur de la Pcia. de Buenos Aires, de pagos cercanos a los que nombra Hugo Paredero cada tanto, pensé que el autor podría ser de la misma rama.
"El pintor olvidado"
José Enrique Paredero
Edición del autor 2004

martes, 6 de mayo de 2008

Otro programa irracional


Dió comienzo la emisión de un nuevo programa que propone el querido canal Encuentro: Alterados por pi.
En la conducción estará Adrián Paenza.
Este ciclo nos acercará historias que tienen a la Matemática como protagonista.
Alterados por Pi ofrece un panorama distinto sobre esta disciplina: más humano, divertido y cercano a la vida cotidiana.

Celebramos el inicio y haremos lo [im]posible por seguirlo!

Emisiones:
Lunes: 06.00 / 10.00 / 14.00 / 18.00 y 22.00
Sábado: 00.00
Domingo: 18.30

PS : Probablemente convoquen al archicofrade Huguito Paredero para secundar al matemadista [matemático + periodista] Adrián Paenza, cuando este no pueda grabar.
No será la sapiencia matemática aquello que los una, sino el caracter de: e, π, u otros.
Los benditos irracionales ..

Poeta adolescente


Alguien sabrá aquí de que se trata... es solo reescribir.. Solo eso...

Y reescribo...

Del Breviario del poeta adolescente (La Noche)

por un poeta que siempre sera adolescente.

"Noche de verano con luna llena; noche lluviosa de otoño; noche fría y desierta de invierno. La noche es nuestra madre y nuestro padre. En ella, por ella y de ella surge lo mejor y lo peor de nosotros. La respetamos, la amamos y la odiamos.
Somos un desprendimiento de la noche. Un trozo de sombra desgajado de la inmensidad cósmica, que solo cobra forma y se halla a sus anchas cuando lo rodean aquellas otras sombras producidas por la luz tenue de una vela en nuestra habitación. (durante el día andamos por las calles y cruzamos entre las gentes sin ser advertidos, casi invisibles, tenebrosos: una sombra.)
Como para el Lobo Estepario de Hesse, la mañana es para nosotros una mala parte del día, que nos asusta y nunca nos trajo nada agradable. Nunca estuvimos verdaderamente contentos en una mañana cualquiera de nuestra vida, nunca tenemos buenas ocurrencias ni podemos proporcionarnos, a nosotros mismos o a los demás, alegrías a esas horas. "Solo en el transcurso de la tarde se iba entonando y animando, y únicamente hacia la noche se mostraba, en sus buenos tiempos, fecundo, activo y a veces fogoso y alegre", aquel ángel-demonio Harry Haller. Y como el, nosotros.
Hay un motivo. Fue durante la noche, una oscura noche, dulce noche, que se nos revelo el don que llevamos en nosotros,y decidimos dedicar la vida, esta vida, amarga vid, a nuestro arte. Fuimos como un ciego de nacimiento que recobrara la vista de repente en medio de una noche estrellada y en una calle desierta: quisimos (rogamos) que esa fuera la luz y esos los colores, mas enseguida descubrimos que la maravillosa noche retrocede poco a poco y que el sol nos priva de su cobijo conforme se eleva en el cielo. Pero no. luego, también el sol retrocede y cae, y la noche nuevamente es con nosotros. Vivimos otra vez. La luz y los colores vuelven a ser aquellos - siempre vuelven.
La noche nos ayuda. Estando en nuestro cuarto, escribiendo, dibujando o reflexionando, si en cualquier momento una duda mínima o un dolor pequeño nos sale al paso, podemos abrir la ventana o salir al patio y respirar a pleno pulmón e imbuìrnos de las tinieblas, que siempre estarán allí, aguardandonos, apacibles y comprensivas. Al instante, se despeja nuestro espíritu -que siente ahí afuera la presencia del todo de que es una parte- y estamos limpios otra vez.
La noche es nuestra, y somos de la noche. Podemos recorrerla y conocerla (saliendo o no del cuarto). Vivirla. En la noche siempre se encuentran cosas nuevas; cosas insospechadas, irreales, descabelladas: inexistentes. hasta que salís a verlas. Si.
(Y claro)
Buenas Noches."

sábado, 3 de mayo de 2008

Canto del que viejo muere


La compañera oyente Verónica Cornejo no apareció por Párrafus durante el ahora largo mes de abril. Espero que esto no se deba al chiste que hice en torno a ella después de su último triunfo –el 31 de marzo, con César Fernández Moreno-, que tal vez alguien le haya contado. No creo, pero, como sea, por supuesto que me alivia esta defección de la Dama de Lugano, que este año se perfilaba como mi mayor competidora pero ahora quedó abajó 7 a 12.
Utilizo la palabra defección porque acabo de escucharla en ese programa de cultura que va los sábados a la mañana en AM 740 –cuyo nombre y conductor no quiero volver a mencionar en este Blog. Ahí, mediante un mensaje grabado, Verónica pregunta si se va a estrenar algún día, o si salió en DVD con otro título, la versión cinematográfica de “Seda”, la novela de Alessandro Baricco. Le respondieron que se estrena el próximo jueves, 8 de mayo, con el título “Retrato de un amor”.
Al escucharla, no pude menos que recordar que esa novela se leyó en el programa del 30 de abril del año pasado, después del Párrafus con público que se hizo a la tarde en la Feria del Libro. En ese encuentro (ya reseñado en el Blog) yo había ganado los dos juegos que Hugo propuso, y los otros oyentes que asistieron pudieron verificar mi prescindencia de conexiones a Internet, libros a la mano o sabios auxiliares –solo me acompañaba Cristina, la savia de mi vida. Y estuve cerca de ganar también el Párrafus de esa noche (el Señor lo sabe, y también Cristina), con lo cual hubiera coronado extraordinariamente una jornada de por sí triunfal, pero se me adelantó…, ¿quién? Sí, Verónica Cornejo, que respondió con su mejor tono a lo Bredice (para regocijo de López Motta): “Estás leyendo ‘Seda’, de Alessandro Baricco”.
Me quedó, entonces, un sabor amargo; una asignatura pendiente, como dicen por ahí. Y de ahí que me alegrara especialmente este último 30 de abril, cuando, aun sin poder asistir (por las razones que son de público conocimiento: el efecto de mi savia en la vida de Cristina), gané, con “El gran Meaulnes”, el Párrafus que esta vez se emitió en vivo desde el predio ferial de Palermo.
Asignatura cumplida, entonces, y ahora no me importa si la Cornejo, o el Mario Tsolakian, otro bien perfilado, aprovechando mi obligado retiro temporario de las próximas semanas, siguen ganando y me dan alcance en el score.

(A propósito, si alguien quiere tomar la posta y seguir con las reseñas del programa, no me ofendo; al contrario, desde ya lo agradezco.)

Volveré y seré docenas –además de padre.

Lectores vivos

“Hay múltiples tipo de lector, desde aquel que cuando lee se relaciona con lo escrito como el ideal concebido por Proust –es decir con una caja de herramientas- hasta el anestesiado cafishio, mirón que pretende incorporar un texto antes de abrirlo. Entre ambos extremos, podemos reconocer al lector obediente que sigue los pasos de los personajes; empieza por el prólogo y concluye acomodando el ejemplar en la biblioteca; como es precavido pocas veces se deja sorprender, mantiene su propia homeostasis, encuentra lo que busca y busca lo que encuentra. El lector travieso juega con las páginas, espía, coquetea, experimenta efectos de beatitud similares a los producidos por vinos espumantes, no podría contar muy bien el argumento pero le gusta leer párrafos en voz alta y regalar los libros que ha descubierto. El lector díscolo es reactivo, suele padecer de alergia, apenas asoma, hace zapping, saltea páginas, intenta apresar un hilo, es tan tenso en su ansia de facilismo y necesidad especulativa de acumular información que no se entrega en aras de sacar provecho sin costo. Los lectores comprometidos con la escritura, por el contrario, son rumiantes, se adhieren al texto, lo releen, subrayan, traducen, memorizan, roban, transforman, reescriben.”

Liliana Heer , “La correspondencia: una voz en suspenso”, prólogo a “Cartas en la realidad y la ficción”, antología de ediciones Desde la gente, 1995.

viernes, 2 de mayo de 2008

La sociedad de los lectores vivos

Lo dicho: en una semana en la que la debacle pareció precipitarse sobre Párrafus (dos Ininterruptus en cuatro juegos), los participantes “estrella” del programa sacaron las papas del fuego.
El lunes, María Suárez. El miércoles, el inclaudicable Perenchio Coronel. Y anoche, jueves, ganó Quique Figueroa, el más frecuente colaborador de este Blog (aunque perdido últimamente), y entonces la semana terminó 3 a 2.
Y ¡qué casualidad! ¡Que sincronismo! ¡Que magia, otra vez!
Quique ganó con la “Epístola a los Pisones” del poeta latino Horacio, de quien, en su momento, nuestro compañero oyente de Trelew tomara su célebre recomendación, “Carpe diem” (popularizada en aquella película de Peter Weir), para poner nombre a su blog -que fuera modelo de este. Y esto sucede en la semana en que otro compañero oyente (y no menos “estrella”, aunque el domingo no lo dejaron ganar), Fernando Terreno, me hizo unas consultas respecto a la creación de blogs, ya que estaba preparando el suyo.
Parece mentira, pero el hombre de Chacarita puede dar fe de esta coincidencia.

Como pude, recordándole que yo mismo elaboré este a los ponchazos, inspirado en el de Quique, asesoré módicamente a Fernando y hoy veo que su espacio ya está en la red. Se llama “La Pulpera” (es decir, www.lapulpera.blogspot.com), ya que el sistema no le autorizó el nombre originalmente planeado, Ramos Generales, y en él tendrá cabida “todo”, me recalcó el amigo Terreno, y de veras que todo vendrá bien tras la abarcadora y simpática definición de cultura que Fernando escribió como primera Entrada.
Desde ya, invito a todos los amables lectores de Los Parrafistas a que visiten también La Pulpera. Si supiera cómo, establecería un link acá mismo, para que hagan más rápido. Pero no sé.

En cuanto a mi tocayo Horacio (Quinto Horacio Flaco, nacido, como yo, en el 65, pero él A. de C., y yo D. de 1900), parece que fue amigo de Virgilio, quien le presentó a Mecenas, el generoso protector de artistas de aquel siglo, que diera nombre a los protectores posteriores, aunque estos fueron cada vez menos generosos y más interesados, hasta encarnar (o desencarnar) en la actual fundación Rockefeller y otras similares. Pero gracias a esa mano que le dieron, el Flaco pudo despegar de su origen humilde (su padre era esclavo *) y estudió filosofía y escribió. Aprovechó sus días, en síntesis –no como otros.

Felicitaciones, Quique, y te esperamos por acá cuando puedas. Se extraña tu aporte. Chau.

* ”Mi padre fue un esclavo / que se avergüence el amo” Nicolás Guillen

jueves, 1 de mayo de 2008

Ultimos Comentarios y respuestas

JULIÄN ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Recomendación para Julián Sánchez":

Gracias Marcelo por el dato sobre 'Mi planta...'. Recién ahora contéstote porque no había podido crear un blog aun. Ahora sí. Me interesaría saber tus preferencias en literatura argentina, tu ránquin criollo digamos, con diez nombres.
Saludos

Publicado por JULIÄN para Los Parrafistas a las 29 de abril de 2008 1:04


Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Ramones y Sofanores":

Porque no se dedica a ayudar a la futura madre ...en vez digavar sobre nombres .. pero bueno son intelectuales o se creen intelectuales...

Publicado por Anónimo para Los Parrafistas a las 29 de abril de 2008 21:44


NOEMI ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Poesía y Psiquiatría":

" DISIENTE " ES LO CORRECTO

Publicado por NOEMI para Los Parrafistas a las 29 de abril de 2008 22:51



CAROLINA MAZZER ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Introspecciòn del Innominado":

POR QUE NO PUBLICAN EN ESTE BLOG ALGUNA POESIA DE ROBERTO LOPEZ MOTTA ?

Publicado por CAROLINA MAZZER para Los Parrafistas a las 29 de abril de 2008 22:54


CAROLINA MAZZER ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Humor intelectual":

AY MARIA ! LA SALVADORA! , MARIA DE BUENOS AIRES, COMO ABANDONASTE A HUGO, JUSTO, JUSTO CON EL AUTOR EN LINEA, MARIA, MARIA DE BUENOS AIRES!!!!!!!!

Publicado por CAROLINA MAZZER para Los Parrafistas a las 29 de abril de 2008 23:36


Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Crónica de una derrota":

al dia siguiente de no develarse el parrafus, todos saben quien era, que inteligentes son, y lo hablan por telefono privadamente, como secreto de estado !!!

Publicado por Anónimo para Los Parrafistas a las 30 de abril de 2008 23:12



Respuesta para Julián Sánchez: De nada, Julián. Pero no me decís si pudiste hacerte de aquella continuación de “Mi planta…”. ¿No solés ir para capital? ¿Ya no estaba el libro? ¿No tenías los $ 5? Bueno, no importa, son cosas tuyas. Yo cumplí –con mi conciencia- en informarte. A propósito, ahora me acuerdo de que todavía no tuve oportunidad de contar que aquella librería de avenida de Mayo retrotrajo sus precios al mes de enero; yo me había quejado acá de que las mesas de ofertas pasaron de 3 y 5 a 5 y 10 pesos. Ahora, desde hace un par de semanas, dieron marcha atrás con esos aumentos. Además, día por medio cuelgan a la entrada un cartel de tela que anuncia descuentos de 20 o 30 % en ciertos libros. ¿Leerá el Blog de Párrafus esta gente?
Y Julián me pide una lista de mis preferencias en literatura argentina; para mi pasión celta por las estadísticas, esa solicitud es música en mis oídos. Te contesto rapidito –con alguna probabilidad de olvido o error.
1) Jorge Borges
2) Bioy Casares
3) Dolina
4) Cortázar
5) Jorge Asís
6) César Fernández Moreno
7) Juan José Sebrelli
8) Ricardo Piglia
9) María Moreno
10) José María Borguello

Ninguna sorpresa, quizá, ¿no es cierto? En el final de la lista menciono a un mendocino poco conocido (incluso para mí) por la influencia que tuvo, a mis 12 años, su novela “Que los niños huyan de mí”. También me gustó la otra que leí, “Plaza de los lirios”, y sus cuentos de “Las razones del lobo”. Con Sebrelli hago la salvedad de que no comparto todas sus ideas, pero me gusta su independencia, su inteligencia y su escritura. María Moreno es periodista (aunque publicó una novela allá en los 90) y escribe dificilísimo (es muy rápida), pero me gusta. Y me refiero al Asís novelista, claro, aunque como persona también me cae bastante simpático, a pesar de su menemismo a ultranza, que, después de todo, es parecido a su asisismo anterior.
Un abrazo, Julián.

Respuesta para Anónimo: Y, ¿qué le hace pensar que no ayudo a la futura madre? Y, ¿la elección del nombre no es también una mutua ayuda? Y, en definitiva, sí, es eso, somos o nos creemos intelectuales, ¿usted no?

Respuesta para Noemí: Gracias, Noemí, por su corrección. A veces tengo fiaca de usar el asistente de ortografía y gramática de la pc. Gracias por leer el Blog. Suerte.

Respuesta a Carolina: ¡Buenísima moción, Carolina! ¿Sabés donde encontrar algo de la obra del poeta de Sarandi? Me encantaría que participara acá, aunque sea por interpósita persona. Acercame algún dato, si sabés. Gracias.

Segunda respuesta a Carolina: No soy el más indicado para responder en nombre de María Suárez, mi encarnizada rival, pero entendí que aquella noche ella no escuchó el programa, y el dato acerca del Ininterruptus se lo pasó al día siguiente otro oyente - que no soy (no puedo ser) yo.

Respuesta al último anónimo: “La sintaxis es un estado del alma”, dijo Julio Cortázar en un reportaje de Mona Moncalvillo para la revista Humor. ¿Será tan grave que, para develar el secreto del estado de alma en que se escribió tal o cual obra, los oyentes se comuniquen privadamente? Tal vez sí, por la contradicción manifiesta entre los ámbitos privados y del estado… Pero no, no se me ocurre nada –ni siquiera ingenioso- para contestar este comentario tan avieso. Yo me comuniqué el lunes con Fernando Terreno y me encontré con que él había reconocido al autor, a quien tiene bien leído, pero los cancerberos del teléfono no le aceptaron el título de la antología que nombró. Yo, esa mañana, buscando en Internet, había averiguado de quién se trataba, y cuando le dije a Fernando cuál era el libro que había leído Hugo, él confesó que no lo conocía. De tal modo, con esa comunicación, ambos supimos un poco más de… perdón, casi se me escapa. Así que, ¿qué tiene de malo averiguar (al día siguiente, y no para ganar) de qué se trató la lectura incógnita y comentarlo con los compañeros oyentes? Vamos, avieso Anónimo, hágase amigo!

Y tras la respuesta a esta avalancha de Comentarios recientes, aprovecho para una breve síntesis de la semana.
El Lunes, lo dicho, nuevo Ininterruptus de Poesía. El autor, tal vez, era accesible (aunque no para mí), pero el libro elegido por Hugo no aparece entre los mencionados como más importantes por las dos o tres páginas de Internet que consulté. Y la omisión de una palabra clave durante la lectura de uno de los poemas, es de identificación -casi- imposible.
El Martes, una vetusta novela inglesa, “Lady Susan”, que María Suárez, aprovechando los ocho minutos de lectura, pudo detectar entre los títulos de la solapa de otro libro de su autora: Jane Austen (1775-1817).
El miércoles, lo que permaneció incógnito fue Teatro. Pensé que podría tratarse del tercer intento con el doble Ininterruptus del año pasado, pero creo que no. Eso sí, para mí que es europeo (¿suizo?). Y, aunque una de las palabras reiteradamente omitidas parecería fácil de deducir, nunca se sabe…
Y anoche, “El gran Meaulnes”, la única novela del francés Alain Fournier, que yo primero confundí con otra (que filmó audazmente Marco Bellochio en los años 80, con un recordado protagónico de la boca de Marutscha Demers –o algo así), pero enseguida pude reconocer.
En síntesis, si no fuera por los dos principales –aunque alejados- ganadores del ciclo, esta semana hubiera sido el acabose en Párrafus.
Aunque, como ya dije una vez (y hoy repetí en un mail privado), “una verdadera pena, en principio, la proliferación de Ininterruptus. Pero también es un estímulo para investigar en torno a la lectura incógnita, que, a veces, depara otros descubrimientos interesantes; el año pasado, buscando qué pudo ser el primer Ininterruptus, me encontré con la obra de Ricardo Piglia, que sabía importante pero, por una cosa o por otra, nunca había leído”.
La cuestión es que, en esta semana, estamos dos a dos. Veremos esta noche, en el último programa, hacia donde se inclina la balanza.
Buena suerte.