jueves, 30 de agosto de 2007

De interferencias o pseudo interruptus


Quizá el involuntario Interruptus del martes pasado, se relacione con el misterio de la hamaca que se mece sola en Firmat.
Puede que una extensión del mismo fenómeno haya interferido la emisión Nacional.
Habrá que preguntarle a los compañeros de la Planta Transmisora de LRA [Néstor Chiquiti, o el Gallego Veiga].
..
Aunque, pensandolo bien, las frituras en el éter bien podrían haber sido provocadas por los fantasmas de los coroneles Charlone y Roseti, combatiente en la Triple Alianza y el otro muerto en el combate de Curupaytí.
Dice la leyenda chacaritense que algunas noches, sendos fantasmas andan a los tiros por las adyacencias del vecindario.
Esto tiene epicentro en la manzana que los vincula, aquella delimitada por Jorge Newbery, Coronel Juan Bautista Charlone, Albertito Santos Dumont y Coronel Manuel Roseti, en particular en las noches con eclipse de luna.
Y suele interferir señales del espectro radioeléctrico en general, que suele expandirse en varios kilómetros a la redonda.

Algunos mas arriesgados, ven allí el germen del enfrentamiento entre el ejercito y los precursores de la aviación.
En realidad, son los coroneles, quienes ofuscados por el futuro éxito de los aviones, se ocupan de perseguir a Dumont y Newbery, y logran ganarles tan solo las noches sin luna [las de eclipse].
El resto del año, los aviadores permanecen tranquilos y ofrecen sus servicios a los radionautas para trasladarlos ande sea, la única condición es dejarse llevar para viajar.
Para esto necesitan de programas de radio que inviten a hacer volar la imaginación. Párrafus es uno de ellos.
De allí el encono de Charlone y Roseti.
Pas de problem! En breve se tornarán oyentes consuetudinarios de Paredero.
Y hasta alguna vez, quizá accedan al podio ..

lunes, 27 de agosto de 2007

Rutas Argentinas


Por esas cosas de la vida, hoy me tocó hacer un viaje inesperado de Trelew a Puerto Madryn para trasladar un equipo médico.
La jornada no era propicia para transitar por la ruta 3, ya que desde el mediodía un viento arrachado del norte se hacía sentir, complicando la circulación en todos los sentidos.
Sin embargo, partí.


Una vez en camino, todos eramos iguales: camiones, autos último modelo, o los infaltables cachirulitos.

Las ráfagas, uniformaban la velocidad.
Había dos opciones, tomar el viaje como un sacrificio cruento, o intentar disfrutarlo mandandose pegadito a algún acoplado que ofreciera refugio al mejor vecino. Opté por esto último, y una vez superada la loma María, el viento comenzó a sentirse al mermar la protección de las bardas.
Volaban tierra, arena y juncos, poniendo en riesgo la visión.

Al llegar al Cerro Blanco, promediando el trayecto, todo se nubló, y el sol pareció convertirse en una luna llena brillante. A tal punto que tuve que verificar, si lo que estaba en el horizonte era un astro u otro.
Esa luminosidad repentina, vino a presagiar el sentido del viaje, y dibujó una sonrisa en mi ser.

Una vez entregado el equipo al destinatario, tuve oportunidad de correrme hasta una de las librerías de Madryn.
En ese sentido, la ciudad costera cuenta con mejor surtido que su par valletana, Trelew.
Me dirigí directamente al local bibliofilo para preguntar por el autor, que barruntaba como protagonista del 207, ese colectivo sin paradas en el trayecto parrafero, de la misma empresa que el 128 y el 203 [El Puente SAT].


Al requerir el libro en el mostrador, cercioraron su stock, consultando con el inefable sistema.
- No tenemos ese título, pero podemos ofrecerle otras obras de ese/a autor/a.
- Busco ese puntualmente - retruqué parcamente.
- Entonces dejenos verificar si la otra sucursal tiene el ejemplar que figura por sistema.
- Dele nomás, esperaré por aquí.
Me dispuse a perder el tiempo, pendiente de la respuesta redentora del intercomunicador de sucursales. Rogaba por la inmediatez de los mensajes: la pregunta y su respuesta.

Se acercó la vendedora, y aclaró:

- Lo tienen en la otra librería. Está a dos cuadras de esta, ya se lo separaron.
- Mire que es para hojearlo - acoté.
- No hay problema. Lo está esperando.

Salí como un adolescente, disparado para devorar las dos cuadras que separaban mi ser de esas misteriosas páginas, agrupadas en el libro.

Al entrar y saludar, aclaré:
- Busco [título del libro].
- Sirvase, Se lo retiramos de la vidriera.

Abrí [como pude], el ejemplar, con algún rastro de sol sobre su tapa.
Nada grave.
Lo mejor vino, cuando dí con la página inicial, y aclarose el misterio, y el pálpito. Supe entonces porque el sol había hecho ese pseudo eclipse a mitad de camino, había sido un "guiño natural".


Sin preguntar el precio, me llevé el último ejemplar austral correspondiente al 207.

La vendedora barruntaba algo tras tanto misterio, y celeridad para con una obra no muy de moda.
Aproveché para ensayar una explicación somera, muy pobre de esta pasión parrafera. Pese a todo, captó cabalmente el por-qué de la busqueda, y confesó que desde que ella trabajaba en la librería, estaba el libro, y le llamaba la atención, aún sin saber de que se trataba.

Comentele someramente el tema que rondaba la novela, pero mas se enganchó cuando narré sobre la existencia de un espacio radial, donde un "ser extragaláctico" lee, y desde "platos literario/voladores" arriesgan/detectan/bucean/navegan obra y autor.
Tomó prolija nota de las páginas de internet para sintonizar Nacional, o su extensión bitacorera, a fin de escuchar Parrafus.


Volví a casa con mucho viento, tras otro acoplado que me acobijó, y permitió ir disfrutando de esta escucha de las intuiciones.

Eso es Parrafus, un espacio intuitivo, que encierra emociones en cada obra, detras de cada puerta.
Solo hay que querer abrirla ..

domingo, 26 de agosto de 2007

Parracrucigramistas

Uno de los defectos parraferos, es el de dejarnos ávidos de palabras.
Que los encuentros vayan de martes a jueves, nos da cierta orfandad para el resto de la semana.

Un buen paliativo es darle a las palabras cruzadas, como una forma de encontrar la dinámica del lenguaje, y descubrir vocablos ignorados.
Algo similar a la rutina gimnástico-literaria del Hugo Laureado Paredero.

Entonces, comparto aquí una de las sorpresas mas bellas de internet: el acceso a la versión digital [suena mal decir webera] del criptograma literario.
Allí Stanko Jerebic nos espera con Entretenimientos Mayúsculos, donde hay que transpirar la camiseta y la neurona para llegar a buen puerto.
Mejor aún, cuando uno se desayuna que el hombre es de origen esloveno, y acudió a los crucigramas como una forma de aprender el idioma, a la par que leía Selecciones del Reader´s Digest, hacia 1949.
Simplemente:
grandioso, y divertido.¿Por-qué no incluir este caracter lúdico como forma válida de enseñanza?

Quizá en esto haya un parentesco entre el hombre de Carlos Tejedor HNP, increíble ciudad, en cuya plaza ondean tres banderas tres [¿cuáles?], y el crucigramista eslavo. De allí este soliloquio.
Curiosos lecto-jugadores, podréis ahondar presionando aquí.

El tema es que la versión digital [del criptograma], nos permite chequear in situ, si estamos resolviendo correctamente cada referencia. Es mucho mas cómodo a la hora de transcribir las letras de la grilla al cuadro inferior. Solo faltaría poder guardar el crucigrama a mitad de camino, aunque uno siempre dispone de la redentora/mal aprovechada opción de impresión.
El agradecimiento para el ingeniero oriundo de Firmat provincia de Santa Fe, Don Fernando Terreno, quien actualiza silenciosa y cuidadosamente la lista de títulos de cada Párrafus.
Con grata sorpresa descubrimos se agregó otra persona en calidad de autora: bienvenida Ana Silvia Mazía Ghitman, parrafista traductora.

Sursum corda!

PS: La imagen alude a los ardides necesarios para intentar parrafear aún fuera de temporada [viernes a lunes, o jueves a domingo]



sábado, 25 de agosto de 2007

PNT

Comentario en “La lista de Perenchio”


Hola, a todos los parrafistas.
¿Todos son Marcelo Perenchio? ¡Nooooo...!
Es la primera vez que accedo al blog, y me ha llenado de asombro, Marcelo Perenchio. Porque yo creí, ingenua de mí, que era un blog dedicado a Parrafus Interruptus y a Hugo... Pero no, está dedicado a Marcelo Perenchio y a su extraordinario Ego.
El problema no es ése sino que resulta un poco aburrido... bah, muy aburrido. No hay diálogo. No se puede dialogar con un niño brillante, encaramado a una nube dorada, allá en el Cielo, muy arriba de cualquiera.
A decir verdad, me da pena. Mucha pena. Me habría gustado participar, intercambiar, bromear, chichonear, conocer a otros oyentes, dialogar, también, con Huguito, a quien sigo desde hace muchos años, tanto en la revista, como en la radio.
Pero, en fin, así están las cosas. Un abrazo a todos, y hasta algún momento.
Ana de Villa Crespo
Ana S. Mazía
4584-6938
www.wordspalabras.blogspot.com

viernes, 24 de agosto de 2007

207

Un ininterruptus cada cien no está nada mal, pero la proximidad entre 203 y 207 fué de escasos 8 días.
Y el texto pintaba interesante, al menos ameno.
Visto así a la distancia, me quedé con ganas de parrafear, y pensé que anoche había reunión de cofradía, pero la noche de los jueves es esa que nos deja "huérfanos de emociones", parafraseando al laureado animador HNP.
Arriesgo a decir que Huguito satisfizo un autor que Laurita Falcoff mencionó en el Párrafus de la Feria del libro, aquel de novelas cortas. Una obra cuyo título está vinculado al género lepus.
Una pena, no acertar en tiempo y forma entre la cofradía de oyentes, porque el estilo de escritura del autor [asumiendo estar en lo cierto], es ameno, contrariamente a los anteriores ininterruptus.

Seguiremos batallando

Contento como Orteguita ante Orion

Justamente el otro día, ya no sé a cuento de qué, mencioné mi padecimiento por el asunto de los dos domicilios.
¿La “casa grande” y la “casa chica”, como dicen los mejicanos? ¿El domicilio conyugal y el nidito para la amante? Nada de eso.
Hugo una vez me llamó “Lengualarga”. Fue una noche en que habíamos discutido con Cristina, un miércoles, y casi no escucho el programa; enfurruñado, no pensaba moverme de la cama. Al final, para hacer las paces, ella apagó la tele y puso la radio; sintonizó Nacional y escuchamos en silencio, acostados los dos, vestidos.
La lectura fue “El sueño eterno”, de Chandler; yo mascullé entre dientes título y autor, y Cristina llamó; ella habló con Lucas, quien le dijo que estaba acertada y la pasó al aire. Pero a la joven contadora no le gusta la exposición pública, así que me dejó el tubo sobre la almohada y me instó a que hable. Lo hice, gané una vez más, y por las cosas que dije, entre las que estuvo alguna mención de mi circunstancia más inmediata (también me acuerdo que dije alguna barbaridad sobre una ex compañera de Paredero en radio Belgrano, hoy en el suplemente Countrys de Clarín), Hugo me dijo que era un estómago resfriado, un lengualarga.
También a este Blog, tal vez por la parte que me implica, algunos -Hugo entre ellos- le encuentran “vida”; quizá esto se deba a que no me fijo, no mido, tampoco especulo, y quedan diseminados por acá y por allá –como aquella vez- algunos detalles de mi cotideaneidad. Pero de ninguna manera contaría por este medio algo como lo de los machotes mejicanos. En realidad, debo decir, de ninguna manera haría algo como aquello.
Hago algo parecido, pero es algo que debo mantener por la natural fuerza de las circunstancias, por la simple fluencia de la vida: vivo en parte con mi vieja, en su casa de Laferrere, y en parte con Cristina, en su departamento de Remedios de Escalada. No tengo, ni quiero tener, casa propia; no quiero pagarle impuestos (ese alquiler perpetuo de la tierra) a Felipe Solá –o al venidero ingeniero Macri. Aunque, en definitiva, contribuyo monetariamente para distintas cosas con las dos dueñas de casa, y es seguro que, de modo indirecto, aporto a las arcas municipales de Quindimil y Espinosa.
Es a veces un engorro este amoroso desplazamiento de un punto a otro de nuestro extenso conurbano. Pero lo hago con gusto. Resumiendo, diré que viajo diciéndome que mi vieja, de 86 años, y a pesar de la vecindad de mi hermana, me necesita en la casa; y que a Cristina la necesito yo –en la vida.
Lo problemático, en un principio, estuvo dado por el tema de la ropa, ir y venir cargando siempre un bolso con algunas prendas indispensables. Pero, andando el tiempo, resolví eso dividiendo mi módico vestuario entre las dos casas, y como no tengo otras posesiones –soy medio budista-, la virtual mudanza quedó asì concretada, y el asunto de la doble vida se tornó más llevadero. Lo de los libros –vicisitud más bien espiritual, por lo que no la cuento entre mis propiedades- es otra historia.
La biblioteca está en casa de mi vieja, al igual que mi cama de una plaza, un placard, el equipo de música, un televisor, todo mi viejo cuarto en perfecto estado de conservación. De allá me traigo a lo de Cristina distintos libros que, por temporadas, quiero tener cerca. Cuando extrañó o necesito otros, los anteriores tienen que viajar de vuelta a Laferrere, porque el departamento es chico, Cristina tiene su propia biblioteca muy llena, y así mis libros tienen que ser literalmente de cabecera, abarrotando pronto la mesa de luz. Los títulos, entonces, van rotando. Pero el grueso de mi biblioteca (que el otro llamaría mi universo) está en Laferrere.
El otro día, digamos al comienzo del miércoles 15, Hugo leyó en Párrafus algo que nadie supo reconocer. Ya escribí sobre ese episodio. Hoy, todo lo anterior es para contar el asombroso modo en que descubrí de qué obra se trataba.
Aquel miércoles, por la mañana, cuando salí del trabajo fui a lo de mi vieja. Pensé un poco durante el largo trayecto en la lectura de la noche anterior –ya después del programa, a la madrugada, vía telefónica, le había pedido a Cristina que a la tarde siguiente, cuando saliera de la oficina, se fijara en alguna libreria cómo empezaba un determinado libro-, pero en cuanto llegué, después de ducharme y tomar unos mates, me metí en la cama y me dormí. A la hora de la siesta me levanté, le hice algunas compras a mi vieja, volvì, comì algo y salì de vuelta hacia el trabajo; esa era mi última guardia de la semana.
Al día siguiente, jueves, sí, me dediqué a rastrear yo mismo la lectura incógnita. Lo dije en lo que escribí aquella tarde: fui a Lomas y empecé la búsqueda en El Atril. No quiero nombrar a ninguno de los autores en los que pensé porque todos, quizá, están pendientes de ser leídos; el hecho es que fui de un sector a otro, de anaquel en anaquel, y la busqueda fue infructuosa. Me sirvió, sin embargo, para descartar algunos títulos y para pensar en otros autores. Al otro día iría al centro y continuaría la indagación.
Así fue. El viernes, después de un rápido repaso por las mesas de saldos de mis lugares de siempre, visité la librería Losada de la avenida Corrientes y de allí pasé a El Ateneo, de Florida. (¿Podría pedir a estos comercios una donación de libros para los niños analfabetos de Laferrere, ya que los estoy nombrando gratuitamente en nuestro exitosísimo Blog? Ya lo estoy pensando...)
No suelo entrar a estos locales de libros flamantes y luminosos –y caros-, pero en esta búsqueda debí dejar de lado todos mis prejuicios y resistencias –y mis resentimientos. La prolija disposición de los volúmenes por género o por autor parecía hacer propicio el descubrimiento que allí buscaba. Fui a Poesía, donde tal vez estuviera un volumen de entrelazados relatos de un exquisito poeta alemán en el que había pensado; fui a la escasa estantería de Ciencia-ficción (en El Ateneo) en busca de los libros de una autora norteaméricana, pero solo estaba su saga de fantasía heróica; fui a la multiple obra de un italiano muy popular en los sesenta y setenta, pero, previsiblemente, estaban nada más que sus libros más populares; busqué la trilogía que le había encargado consultar a Cristina, que se hizo película hace poco: estaba envuelta en plástico y no la pude hojear; fui a la G de un escritor francés, que resultó encontrarse en la R de su primer apellido... Fue ahí que entreví la verdad.
Hojeando los títulos de ese autor, pensé primero en sus compatriotas del noveau roman, en la escuela de la mirada, los objetivistas, creo que les dicen. Entrecerré lo ojos y rememoré la lectura misteriosa del último Párrafus (el 203), el énfasis puesto en lo que los protagonistas de ese primer relato (o capítulo) veían, lo puntilloso de las descripciones.
“Mientras subía, había mirado ya hacia la ventana de doble cristal y había visto algo aquí dentro; había visto algo que estaba sentado; había visto a alguien en camisón ante el fuego; me había visto sentado aquí dentro, sentado en la cama, ante el fuego.”
De aquellos franceses (en los que abrevó el Cortazar de “62 Modelo para armar”, dicen) recordé que tengo dos títulos. Los nombro sin decir los autores: “La modificación” es uno, “La hierba”, el otro. Y recordé otro delgado volumen que alguna vez compré y nunca leí completo, de un estilo parecido al de aquellos vanguardistas de los sesenta, pero de un autor de otra nacionalidad, primo, digamos, de los galos. Y seguía rememorando la lectura de Hugo:
“Al principio me tomó por otro. Con la mirada buscó rápidamente el lecho donde él había dormido con el segundo hermano, pero estaba vacío. Largo rato miró la cama vacía. En la almohada, dijo, le pareció ver la marca dejada por una cabeza...”
Ese librito estaba, por supuesto, en casa de mi vieja. Jamás lo traje a lo de Cristina. Es más, hacía años que no lo veía. Estuvo, desde que lo compré y lo hojeé, en la más escondida de mis improvisadas bibliotecas, en un rincón del cuarto. Esto lo recordaba bien. Aunque no los haya leído (quizá especialmente cuando no los he leído), sé perfectamente la ubicación de cada uno de mis libros.
Busqué un rato más en El Ateneo, mientras la paciencia de Cristina, con quien me había encontrado allí, lo permitió, y después abandoné. Subimos a tomar algo al barcito que este shopping de libros tiene en el primer piso, con vista a la peatonal, y después volvimos a su casa. Pero me quedé pensando en aquel título y aquel autor.
En algún momento me dije que no podía ser que Hugo hubiera elegido semejante obra. Es demasiado difícil. Si bien el autor tuvo más adelante su momento de auge, se filmaron un par de sus libros, escribió también teatro, aquella en la que yo pensaba es su primera novela, de 1966, y no sé si se habrá vuelto a editar en castellano. El volumen que yo tengo es del Centro Editor de América Latina, copyrigh 1980, traducción de Francisco Zanutigh Nuñez. Pertenece a una colección (La Nueva Biblioteca) que quizá algunos recuerden por sus tapas, que, amén del título y el nombre del autor, incluyen una pequeña ilustración en colores, rodeada de un texto en letras grandes con un breve resumen del contenido; además, este diseño de la tapa se reproduce tal cual en la contraportada. En el volumen del cual hablo, ese resumen reza: DE UNO DE LOS MAS BRILLANTES ESCRITORES JOVENES DE (...), UN RELATO INTRIGANTE, DONDE LOS HECHOS SE RECOMPONEN EN LA HISTORIA COTIDIANA DE UNA FAMILIA DE ALDEA, DE UN HERMANO AHOGADO, DE LA SOLEDAD DE UN NARRADOR CIEGO.
Sí, es claro, estos datos los estoy tomando del libro que tenía en Laferrere, donde se encuentra el relato (para mí capítulo) que Hugo leyó.
Después de pasar el fin de semana largo con Cristina (y trabajando, porque mi semana laboral inicia el domingo por la tarde), volví a lo de mi vieja recién este martes, día 21, y lo primero que hice fue ir al armario del rincón a buscar aquel delgado volumen de lomo blanco. Ahora bien: a pesar de los elogios que en el último tiempo me prodigan por doquier a raiz de estos monótonos escritos míos, creo que me va a resultar del todo imposible describir la emoción que se me echó encima desde esos estantes polvorientos cuando saqué el libro, lo abrí y leí su comienzo:
“Entonces, dijo mi hermano, yo estaba sentado frente a la estufa, con la mirada fija en el fuego."
Era ese. Después de tanta búsqueda en librerías de barrio, cuevas de libros viejos, mercantiles antros fluorescentes de libros multicolores, el misterio del Párrafus 203 se develó en mi lóbrega habitación de anacrónico adolescente, en la casa de mi pobre madre, en Laferrere.
Eran las siete y veinticinco de la mañana. Cristina, que tiene horario laboral de jefa, suele dormir hasta las nueve. Borracho de contento, sintièndome flotar entre las estrellas, no me importó nada. Tenía que compartir con alguien, inmediatamente, mi alegría. Si no, explotaba. Tomé el celular y escribí:
“Los m- mmm- mm- mmm, de mm mmm mmm mmm. Lo tengo!!!”
Es el mensaje que esa noche Cristina le mostró a Hugo en la presentación del libro. El puso cara de poker, me cuenta la más bella niña, le firmó muy afectuosamente nuestro ejemplar, pero no dijo ni que sí ni que no.
No importa. Yo sé que ya sé de qué lectura se trató la segunda incógnita del ciclo –por desgracia, o por suerte, cuando escribo esto ya tenemos una nueva incógnita. Y ahora también lo saben ustedes (o podrán saberlo, con las pistas que ya desde el tìtulo brindé), todos los amables lectores de este Blog.
Felicitaciones.

jueves, 23 de agosto de 2007

Fusiones sin confusiones

A modo de disgresión, comentamos que si bien los "autores" que publicamos en este espacio [bitácora/blog/pagineta web] donde se expanden los Párrafus, y seguimos formandonos con las selectas lecturas Parederas, somos personas distintas.

Vale decir, conviene fijarse al pie de cada opúsculo [vulgo escrito/post], para descubrir al autor. En el costado inferior izquierdo figura la leyenda "publicado por XX". No aludimos al caracter pornográfico del escrito, sino a la incógnita del caso.

Hasta el momento somos tres los autores registrados/desacataus: el impertérrito laureado Perenchio, el ingeniero de Chacarita [que compite en team con su media naranja], Don Fernando Terreno, y quien teclea australmente, el Quique Figueroa.

Creo, nos une también otra característica curiosa, como tener sendas Cristinas en nuestras vidas.
Mas, difícilmente eso nos brinde un estilo de escritura confundible, tal como Honorio Bustos Domecq, Benito Súarez Lynch, o Nicolás Bourbaki. Pero, bien podríamos llegar a plantearnos una obra colectiva, tal como hicieron Rudy y Luis María Pescetti en "La vida y otros síntomas" o neuróticos on line, que es el producto de intercambio epistolar digital [vulgo mail]. En nuestro caso, podría ser el fruto de esta mísma y jugosísima bitácora/blog.

De allí la convocatoria que Huguito, el laureado, nos lanza a diario, buscando sumar nuevas personas dispuestas a tornar en teclas sus palabras, y ampliar así el espectro de esta iniciativa.

Intuimos habrá nuevas voces a sumar,
solo hay que dejarlas asomar ..

Domingo Faustino Paredero

Si bien el 11 de sePtiembre se celebra el día Panamericano del maestro, conmemorando la partida de Sarmiento, acaecida en Asunción del Paraguay 119 años ha.
Parece que muchos seres biblio-radiales, habremos de batir pitos, cornetas y aplausos [nuevamente] para festejar el lauro obtenido en la categoría "micro-programa" del Párrafus, otorgado por Argentores, que habrá de entregarse este año.

¿Será justicia? No lo sé.
Todo llega, afortunadamente.

Los reconocimientos hablan, máxime cuando provienen de entidades con un dejo de credibilidad.
Tal el caso de Argentores, organización que contó con prestigiosos integrantes entre sus jurados: Jorge Marrale y Pablo Sirven [TV], Griselda Gambaro [teatro], Alicia Petti y Rómulo Berruti [radio].

Las categorías radiales son:
• Guión para radionovela unitaria y/o adaptación
• Guión para radionovela en capítulos
• Guión para microprogramas y/o sketch
• Documental


El archicófrade [HP], opina que Párrafus fué catalogado como un microprograma, pero a falta de categorías tales como picaresca-literaria, o sainete-funambulesco, Argentores decidió rotularlo como sketch. Que en definitiva es eso: una pieza breve de carácter humorístico/sarcástico, que forma parte de una obra [el libro en cuestión].

El premio es una estatuilla y un diploma, mas un acto en el puntaje del socio.
Huguito será reconocido como un maestro [une autre fois].

Clap, clap, clap

miércoles, 22 de agosto de 2007

La noche de los "Hugos"

Efectivamente, si en el país del norte tienen sus Oscars, en el hemisferio austral, hemos instituido los Hugos. Estos son premios con mas contenido que alaraca. Y en lugar de hacerlo en Holywood, preferimos un perfil mas bajo, y optamos por el edificio Art Decó de Maipú 555, radio buena y de escucha barata, rememorando al oleo de Forest 444.
No solo el auditorio estuvo a pleno, lleno de gente, los protagonistas de los 150 relatos, sino que primó la emoción. Y esto fué rescatado por ntro.archicofrade en su versión parrafera, al declarar
- "Estamos huérfanos de emociones."
E'vero. Quizá ese sea uno de los ganchos del Parrafus. Probablemente.
El encuentro fué rico, extenso, cómodo. Dicen que duró hasta bien entradas las 21 horas.
Hubo gente que vino exclusivamente para el evento: uno de los Bolaños, que vive en Cuyo, y el Paredero's brother, que hizo 500 kmts. para la ocasión. Y tantos otros que aún sin desplazarnos estuvimos con la intención allí en el auditorio.
Espero que Paredero [H.N.], siga los consejos de la Oriental Zorrilla y patente el método de escritura del libro, donde los autores fueron los por aquel entonces niños.
Que decir del método de dar con los editores Kulesz, a través de una escucha en vivo. Nada es casual. Como tampoco lo fué la seguidilla de la oyente de Lugano, la Verónica Cornejo [tiembla el podio Perenchiano], dos noches seguidas, ganando cual sílfide inspirada por dioses imprenteros.

Que se repita, y que en el futuro mediato, seamos los oyentes quienes armemos un libro, narrando las peripecias de permanecer fieles en el dial, pese a los avatares del espectro radio-eléctrico, o a deliberados cambios de programación [hoy menos frecuentes].

Todos celebramos la institución de este nuevo premio vernáculo [el Hugo en sus diversas categorías], y el hallazgo de editores jugados. Que no es poco ..

sábado, 18 de agosto de 2007

Secciòn Recomendaciones

Acontecimiento en Radio Nacional

Arribado ha el día.
En la tarde del próximo martes 21, a eso de las siete, se presenta formalmente en sociedad (si bien ya circula entre la gente) el libro “¿Cómo es un recuerdo?”, de nuestro conductor –de Párrafus-, Hugo Néstor Paredero.
El acontecimiento podrá ser presenciado por todos aquellos que tengan a bien acercarse a la radio, ya que se desarrollará en el auditorio de Nacional; la dirección es Maipu 555, capital federal; la entrada será expedita, libre y gratuita –hasta que el enorme salón se haya colmado.
Acompañarán a Hugo en este alumbramiento (de este hijo que nace ya adulto, como el dios o diosa aquel que salió ya grandecito de la cabeza de su padre griego): Mona Moncalvillo, directora de la radio; Mercedes Morán, actriz y protagonista entre bambalinas de un episodio del libro; Felipe Pigna, el joven historiador de éxito; y creo que se anunció a alguien más, que ahora no me acuerdo; quizá uno de los editores de Libros del Zorzal, la editorial que finalmente hizo posible esta aparición.
En fin, quería solamente que también por este medio se difundiera la realización de este acto, al que, desgraciadamente, por razones laborales, no podré concurrir.
Asimismo, para los que no hubiesen visto el libro todavía (porque no leen, porque no visitan librerías, porque no tienen librerías cerca), para los que escuchan el programa por simple entretenimiento y tal vez se preguntan de donde pudo nacer una idea radial tan extravagante, copio lo siguiente de la solapa:

Hugo Paredero nación en Carlos Tejedor (Bs. As) en 1948. Tras una carrera universitaria muy incompleta en abogacía, y después de algunos picoteos actorales, comenzó a trabajar como crítico de espectáculos en la revista Humor, donde se hizo pasar por especializado durante veinte años. También colaboró en Página 12, Imagina, Playboy, Espectador, Caras y caretas y fue director de Cinemanía en su primera etapa.
En radio participó en los programas Nuevos Aires, El árbol y el bosque, Edición ’90, Tiempo de sumar. Condujo Por amor al arte (por el que obtuvo varios premios), Mambo argentino, Contar hasta mil. Actualmente conduce Párrafus Interruptus en Radio Nacional, y La musa está servida en Radio La Porteña.
Junto a Horacio del Prado le tocó conducir (no sin terror y orgullo) el primer programa de televisión argentino dedicado a criticar a la TV (Nos estamos viendo, ATC, 1985). Hoy sueña con la rareza de conducir un programa de televisión donde no se hable de la tele. Escribió guiones para los ciclos televisivos Sobrevivir con humor, Como la vida misma, Cuenteros, Hagamos el humor.
Tuvo (y espera tener más) picoteos como autor teatral con Siemprediva, que protagonizó Graciela Dufau, y sketches para los espectáculos La Maga, De frente March, Señoras de su casa, Acerca de las mujeres, A lo mejor no es neurosis, El huevo a cuerda, Cuentos para la hora del té, etc...
Es autor de los libros Héctor Alterio, una biografía del actor; Zappingmanía – No desearas el canal de tu prójimo, y el manual de antiayuda Solos & Mal Acompañados.

Felicitamos a Hugo y le deseamos éxito para la presentación, y para el recorrido posterior del libro, y para lo que vendrá.

Club de Admiradoras

Marta dijo:

Perenchio, no seas tan duro. No te enojes por todo, caramba. Si me permitís molestarte un minuto, quisiera comentarte algunas cositas.
Hace un tiempito, cuando Hugo mencionó tu blog vine a ver qué se trataba. Conocía tu voz, te había escuchado ganar muchas veces, pero quería decirte que tal vez me sorprendí un poco con algunas de las cosas que escribís aquí.
Me gusta el programa, me gusta el juego. Pero luego de leer tu blog creo que me voy a sentir un poco inhibida de participar, ya que siento que te has puesto en un lugar de evaluador bastante estricto de los ganadores. En ningún lado está escrito que se deben leer ni conocer al detalle las obras objeto del concurso, ni mucho menos poder tener una charla inteligente o didáctica con Hugo.
Yo misma soy una lectora bastante dispersa, desordenada, pero curiosa también. No conozco ni la mitad de los títulos que lee Hugo, pero igual lo escucho con frecuencia. Y me sé el número de teléfono del Parrafus y todo. ¿Y si algún día gano yo? ¿Y si Hugo me pregunta cómo conozco el libro y le tengo que decir que me lo regaló un novio que tenía y leí la primera página para darle el gusto? ¿Te vas a sentir indignado? ¿Vas a dejar de participar? ¿Qué me van a embargar? Hay gente que conoce el libro porque lo leyó en la secundaria hace 35 años y de algún modo lo recordó, escuché algún ganador de esta clase. Es un motivo algo extraño. Pero legítimo, creo, y también creo que es legítimo que alguien busque el libro en Internet. ¿Por qué no lo sería? Los libros, el Parrafus Interruptus son para todos. Para los que leen, para los que leen, para los que adivinan, para los que se desvelaron, para todos. El premio es un libro, vamos. Un libro es una buena influencia, siempre. Dale, dejá que todos participemos libremente y nos divirtamos, incluso los ignorantillos, como quien te escribe, incluso los que googlean. Esto no es la escuela, donde todos tenemos que hacer la misma tarea utilizando los mismos métodos y al mismo tiempo. Por lo menos de 12:30 a 1, estamos jugando.
Espero que no te molesten mi comentario. Me gusta el blog pero me sentía algo molesta por estas cosas y quería decírtelo. Supongo que es posible estar amablemente en desacuerdo. Espero que tus cosas estén bien y te sigo leyendo.

Marta

Respuesta para Marta:

Gracias por tu comentario, Marta. No me molesta. Por el contrario (como decía el compañero Ubaldini), me agrada, como todos los demas; como me agradaría poder realmente compartir la “autoría” de este Blog, cosa que vengo tratando de promover desde su creación.
¿Te respondo?
Veamos. En orden inverso: Por supuesto que dejo que todos participen libremente y se diviertan; ¿cómo impedirlo? Esto es Internet, estamos en un Blog libre y abierto. Ya ofrecí (lo reitero ahora) incorporar como “autor invitado” a todo aquel que quiera serlo y, con ese fin, me envíe una dirección de e-mail. Aunque es casi lo mismo participar mediante Comentarios, como vos hiciste, que no necesariamente deben responder o referirse a un texto precedente; podés improvisar una Entrada original (por así decir) desde el campo de los Comentarios, y allí escribir acerca de lo que quieras.
Asimismo (esto ni debería aclararlo), no me sentiría indignado ni censuraría a nadie por ningún tipo de triunfo; ni porque ganara con una obra leída hace 35 años (como ha sucedido), ni porque lo hiciera con algo jamás leído (yo lo hice así la mitad de las veces), ni si ganara porque quiso dejar satisfecho al novio con unas paginitas.
En el caso de Jorge Aloy, acepto que quizá equivoqué la palabra; en lugar de ‘indignación’ debí hablar de ‘decepción’. Es lo que se deduce del conjunto de aquel texto, en definitiva: el tipo (al que no conozco, ni me conoce, ni le debo, ni me debe nada) me había generado una agradable expectativa, primero, y esto se me frustró después. Pero no me indignaría ninguna clase de victoria tuya, por ejemplo (ni la de ningún otro que ganara con ayuda informática), ni se me ocurriría dejar de participar por tu aparición; y acerca del embargo de equipos o cableado, yo sólo cité palabras de Hugo, que se hizo eco de llamados de otros oyentes. Además, aquella entrada, “Desbarranco” (excepto en el punto de la “reconsideración”, que debí eliminar) quiso tener un tono zumbón, que quizá no logré del todo; por otro lado, a lo mejor todo fue escrito para aquella frase final...
Acerca del punto anterior de tu comentario, en principio te doy toda la razón: En ninguna parte está escrito que deban conocerse “al dedillo” las obras leídas, ni que deba ser “inteligente y didáctica” la charla con el conductor. Pero, Marta, ¿vos cumplís – siempre- todo lo escrito? Y ¿te basta con cumplir al dedillo solamente las consignas escritas, ya sea las del código civil, las de un contrato laboral, los reglamentos de un club, la constitución nacional? ¿Nunca trasgredís las normas instituidas -incluída la instituida libertad- y “cumplís” de otra manera? No me vas a decir que no es más agradable una charla inteligente con Hugo, o su función didáctica, que la ya mencionada cháchara autoreferencial de mis participaciones, por ejemplo, o el sorteo de un libro entre quienes adivinan cuantas bolitas hay en la piñata de otros programas.
Por último, para responder al primer punto de tus observaciones, tengo que explicitar algo ya expuesto en el Blog y repetido en el comienzo de esta respuesta. Ante la carencia de más efectivas colaboraciones, fueron quedando a mi cargo estas crónicas acerca del programa. Y la razón de ser de estas crónicas la encontré en las amables palabras de un oyente (hoy autor), Fernando Terreno, quien dijo que le gusta visitar el Blog porque es como escuchar otra vez el Párrafus, o que incluso es necesario si alguien, alguna vez, se lo pierde. Y, por cierto, no creo ser un “evaluador estricto de los ganadores”. En mis Entradas (a esta altura, después de algunos vaivenes, simples resúmenes semanales) mezclo lo que Hugo dijo de cada libro o autor -pero no al dedillo- con lo que yo recuerdo al respecto, si es que los conocía. (En contadas ocasiones, a causa de cierta alternancia de domicilios que padezco, recurrí a mi material de archivo, que es bastante rudimentario, por otra parte.) Después, es claro, cuando me posesiono, me disparo para cualquier parte..., pero sobre eso no puedo decir mucho más –ya digo bastante.
Y sobre los ganadores, sacando el reciente caso de Jorge Aloy (y sacando al admirable Gustavo Glanzman), creo que siempre fueron solo flores lo que dije de ellos.
Entonces, Marta, no te inhibás más. Hacete amiga. No te apartes, no te resistas, atribuyéndome enojo (¿”por todo”?) o dureza. (“Los hombres duros no bailan”; ¿para cuando Norman Mailer, Huguito?) Si no llegás a ganar, si no te dejamos entrar los insaciables reincidentes, volvé a participar por acá. Hacé -hagamos, por favor- realidad el plural de este Blog.
Gracias.
Chau.

Post Scriptum: Para que con seguridad tengamos al menos una concordancia, en el final-final respondo tu última observación. Pero más bien pregunto: ¿Así es la escuela? “La misma tarea, utilizando los mismos métodos, al mismo tiempo...” En verdad, no lo recuerdo bien. Escasamente terminé la primaria, hace 30 años, y después no quise saber más nada con los estudios. Así me fue, claro. Entre otras cosas, esta carencia educativa me hizo (o me dejó permanecer) bastante antisocial; quiero decir, brusco y –en principio- terminante. Y al que no le guste... ¡Pero, a la final! ¡Me caigo y me levanto!, como decía mi viejo. Y no me jodan más, caramba, si no, ahora que me hacés acordar, Marta, abandono para siempre Párrafus y me voy a competir a “¿Sabés más que un chico de 5° grado?”, por canal 9.
Chau otra vez.


Respuesta atrasada para Amélie:

Sí, Amélie. Temo que solo soy yo. Lo de campeòn dejèmoslo para el Ciclòn o el Pincharrata -por desgracia tampoco le cabe al Funebrero. ¿Y usted? Porque Amélie... ¿Me escribirá Audrey Tattou, tal vez? Bueno, gracias por tu curiosidad. Un saludo.

Nueva respuesta para Eleonora:

La autora del primer Comentario del Blog se merecía de mi parte esta especie de homenaje: me dispongo, en estos días, a leer la novela “El lector”, de Bernhard Schlink, por la que me preguntabas aquella vez, Eleonora. Claro que, para ser fiel a la verdad, debo decirte, amiga, y también a usted, Amélie, y también a vos, Marta, que el libro me lo regaló esta tarde Cristina, mi novia, mujer de mi vida, futura esposa, gran amor, último romance adolescente, y no sé cuántas cosas más que ella quiere que diga por este medio sin más dilación.
-Bueno, ya está. Ahora bajá el arma, querida.
-Todavìa no. Ahora deciles que me compadezcan.
(Telòn)

jueves, 16 de agosto de 2007

Ruta 3 y Misterio

Lunes 13 de Agosto

El programa de hoy me resultó didáctico y revelador. Se leyó teatro. Una obra nacional, del siglo XIX, exactamente de 1841 -pero, ¿había Nación, entonces? La lectura fue “El Gigante Amapolas”, de Juan Bautista Alberdi.
La había escuchado nombrar. Recuerdo vagamente los afiches de la puesta que se hizo en 1984 en el teatro San Martín. Hugo mencionó esa puesta, recordando que su director fue Lorenzo Quinteros. Leyó unas palabras de este donde se dejaba en claro que aquella no era la obra de un procer que buscaba socavar la tiranía de otro. Alberdi por entonces era un poeta romántico y, como tal, esta vez desde la dramaturgia, se comprometía con la realidad de su tiempo. Entonces me entero que el Gigante Amapolas es una mención disfrazada de Juan Manuel de Rosas.
Al rato, mientras me preguntaba qué podría escribir sobre la lectura o el autor de hoy, reparo en la poética catastral que hoy en día hace que la avenida Juan Bautista Alberdi, cuando cruza bajo la general Paz, del lado provincia pasa a llamarse Juan Manuel de Rosas.
De ahí, como es habitual, me posesiono y paso a pensar que la misma avenida, muchas cuadras más adelante, pasando Lomas del Mirador y San Justo, a la altura de Isidro Casanova es conocida todavía por su vieja denominación, Provincias Unidas, y que más allá, a la altura de Laferrere, es simplemente “ruta 3”, y en el kilómetro 26 pasa a diez cuadras de mi casa, y después, ya en zona semirural, en el kilómetro 40,500, tiene a su vera una vetusta Shell a la antigua usanza, sin minishopping ni barcito, “la primera estación de servicio de la Patagonia”, decía yo, que trabajé ahí dos años cuando era más joven... Pero todo esto no viene al caso.
Me desposesiono, entonces, y menciono para finalizar que el ganador de hoy fue otro joven suburbano, de Martín Coronado, llamado Martín López, que participa en el programa por primera vez y manifiesta no dedicarse a nada, otro rasgo por el que, estando en mi trabajo, me siento identificado con él –eso y su timidez en el teléfono.
Y a propósito de ganadores nuevos. Hugo aclaró hoy que fue un chiste aquello que se barajó hace un par de semanas en charla con López Motta, lo de las suspensiones temporarias de oyentes reincidentes. Tengo que decir que yo me lo había creído, que me pareció razonable (igual que al locutor-poeta) y por eso alenté la idea. Es más: del e-mail en que le hablaba del tema a Hugo, hice una copia que envié a la compañera oyente María Suárez, de Coghlan, quien estuvo de acuerdo con lo de la lista, se autosuspendio y, según me consta (a mí y a Lucas Gatti), se privó de ganar la noche de Lima Quintana. También, después, puse en el Blog el mismo e-mail (La Lista de Perenchio) y es dable pensar que, a raiz de esto, otros reincidentes hayan restringido su participación. Tal vez se posibilitó así la aparición en esta noche del joven López.
Sin embargo -digo finalmente a todos-, no olvidemos que a partir de la innoble triquiñuela del oyente Aloy, yo mismo desestimé aquella idea -que hoy desestima del todo Hugo-, así que no les sorprenda verme aparecer otra vez en el aire (con mi timidez habitual) en las noches venideras.

Martes 14 de Agosto

El programa 203, el de hoy, me remonta al 128, cuando se hizo la una y nadie supo lo que se estaba leyendo. Tampoco esta noche hubo ganador.
No considero que esta obra incógnita, este autor esquivo, signifiquen un fracaso del programa. Por el contrario: también esta vez, la intriga me estimula a buscar y rebuscar, primero entre mis libros, después en librerías, la lectura ininterrupta.
En esa búqueda, la vez pasada (cuando se había leído a Humberto Costantini), me encontré con la literatura de Ricardo Piglia; desde entonces, vengo gustando cada vez más de cada obra suya que puedo conseguir. Y es este un descubrimiento que, para mí, por causas diversas, no suelen hacer propicios otros programas donde se devela enteramente título y autor; ni siquiera cuando yo mismo acerté con una obra que no había leido y que recibí de regalo: “Los 120 días de Sodoma”, por ejemplo.
Aquella vez, no llegué a descubrir que el cuento de la 128° noche había sido de Constantini (“En la noche”), pero el destino premió mi búsqueda permitiendo que ganara cuando Hugo volvió a visitar a este autor, en el Párrafus 150, a través de “Un señor alto, rubio, de bigotes”.
Además, que un programa de cada cien, o, exactamente, que 2 programas de 203 queden sin ganador, sin interrupción, sin develamiento, no está nada mal, ni siquiera desde el punto de vista estadístico. Después de todo, una vez escribí que la consecución de este juego nuestro parece un milagro, parece imposible. Bueno, digamos que ahora, con ya dos ininterruptus, el reiterado milagro es más creible –y lo imposible, menos.

Apéndice: Desde el mes de octubre, por si alguna noche en el trabajo no pudiera sintonizar o escuchar Párrafus, Cristina, la mujer de mi vida, tomó la costumbre de grabármelo. Después, aunque lo hubiera escuchado bien, con vistas a estas crónicas suelo recurrir a esa grabación. Ahora, para contribuir al rastreo de la lectura perdida, copio de allí las líneas iniciales.

“Entonces –dijo mi hermano- yo estaba sentado frente a la estufa con la mirada fija en el fuego. Era antes de romper el día, y llovía. El venía de la colina y llegó por la parte de atrás. Había subido el campo, sin reparar en el alambrado, y este le había rasguñado la cara. Había continuado el descenso cruzando los sembrados. Para esa época, el campo ya había sido arado; el barro y las ya casi putrefactas hojas, caídas de los árboles, se le habían adherido a las suelas durante la travesía. Paso a paso, había llegado a casa cruzando el campo.”

Y, más adelante, esta otra frase, que de algún modo me resuena:

“Porque me conocía, me reconoció”

Que después se repite, invertida:

“Porque lo conocía, lo reconocí”

Yo conozco eso. ¿Qué es?
(Por cierto, la otra noche llamé tres veces a Lucas y arriesgué, en total, cuatro autores y una nacionalidad, que me reservo.)

¡¿Qué diantres leiste, Huguito?!
No me aguanto más. Es jueves a las cinco de la tarde. Voy a copiar esto en un diskette y me voy a Lomas, donde desde algún locutorio lo subo al Blog, para después correr a la libreria El Atril y buscar en sus bien nutridos anaqueles esa lectura misteriosa.
Que me disculpe Juanele (y sus lectores, y la ganadora), pero hoy dejo trunca la semana y no hablo del Párrafus de anoche...
...Excepto con una frase que se me ocurrió a la madrugada:
“Semana pletórica en Párrafus: un ganador nuevo; ningún ganador; y María Suárez, la mayor ganadora”
Frase con la que me adelanto a celebrar a María, que, lo reitero, se viene vertiginosa y muy pronto va a dejarme atrás, escolta, postergado, sumergido en el lodo del segundo escalón de nuestro figurado podio.
Felicitaciones.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Plaza Italia - Valentín Alsina, El Puente SAT

Nuevamente hizo gala de aparición el colectivo 128, ese que golpeara a las puertas parraferas meses ha, y dejara profunda desazón y huellas indelebles.
Anoche, luego de una áspera discusión bitacorera suscitada por diversos métodos de acceso a los títulos de las obras, la cofradía quedó tan confundida que obligó al archicofrade a una lectura de corrido. Otro Parrafus Ininterruptus.
¡Que lo parió Mendieta!
¿O será que estamos gastando muchas energías en discusiones inconducentes?

Qui lo sa ..

sábado, 11 de agosto de 2007

Secciòn Recomendaciones: MUJERES RADIANTES

Mujeres Radiantes

Pequeñas alegrías de vivir al revés. Me refiero, en este caso, a trabajar de noche. Yo madrugo de tarde.
Mi despertador sonaba a las 15.00, pero desde hace poco lo adelanté una hora, porque es desde las 14.00 que comienza en la radio una competencia femenina por la excelencia comunicacional que bien merece la pena de perder una hora de sueño.
Entonces me despierto contento a pesar de la campanilla y, mientras remoloneo un rato bajo las cobijas, me acompaño, cual Casanova auditivo, alternando de una a otra de estas tres amigables voces de mujer –y también, durante cierto lapso, con una de varón, de ley, tanguera.
A las 14.00 comienza en La Porteña (ex Radio de la Ciudad, ex Municipal), AM 1110, “La Rosa Blindada”, de Liliana Daunes. Música, palabras y la música de las palabras, como dice Tom Lupo –Otro, el lacaniano... También, mucho acento en lo social, También, la colaboración de nuestro compañero oyente, el locutor-poeta Roberto López Motta. Se le recortó el horario desde hace unos meses a Liliana (antes iba hasta las 16.00) y quién sabe que va a ser de “La Rosa” después del 10 de diciembre, pero por ahora ahí está, para disfrutarla.
A la misma hora, en Cooperativa, AM 740, “Siempre Betty”, con Betty Elizalde; quien, desde que a mediados de los noventa tiró la chancleta, estimula las neuronas con sus entrevistas, sus lecturas, sus canciones, y no solamente los ratones, como parece que hacía con su sola voz allá en las noches de los ’70. “La vieja dama indigna”, como se llama a sí misma, ejerce “la profesión más antigua del mundo: la comunicación” con énfasis y mesuras bastante bien equilibrados. Betty está hasta las 16.00.
Y, a todo esto, desde las 15.00 se suma Blanca Rébori con “Raíces”. (Blanca viene después de “Café, bar, billares”, el espacio tanguero de Ricardo Horvath.) “Raíces” es el mismo “Raíces Latinoamericanas” que, hasta donde yo sé, empezó en el ’84 en la radio Belgrano que conducía Daniel Divinski –de donde también es oriundo Paredero. El programa, a lo largo de los años, vio apocopado su nombre, pero continúa siendo el mismo referente, amplio y arbóreo, para los interesados en lo que, con una palabra, llamaré el Folklore de nuestras regiones. “Raíces” va hasta las 17.00, en AM 530, “La Voz de las Madres”.
Pero yo tengo que abandonar a Blanca, y a Liliana, y a Betty, a las 16.00, porque a esa hora salgo para el trabajo (de lunes a miércoles), pero me voy contento de trabajar de noche, de vivir al revés, de no tener que madrugar de mañana, cuando me encontraría en la radio con esa gente que lee los titulares de los diarios y entrevista a los suplentes de los políticos (los titulares están en otra parte), con Luis Majul, con Nelson Castro, con Magdalena...

Abulia y Verdad

Me retrotaigo de un envión a la semana pasada, cuando no escribí casi nada acerca de las lecturas de entonces.
Entonces, se me había ocurrido vagamente que las siguientes palabras serían adecuadas para citar en una de esas sesudas, multireferentes y asociativas críticas de libros que suelo leer en algunos suplementos culturales de los diarios de Buenos Aires. Una crítica o resención acerca del libro de nuestro conductor, “¿Cómo es un recuerdo?”, recientemente publicado.
Esta sería la cita:

“Cuando intentamos recordar lo que en nuestra primera infancia nos sucedió, nos exponemos muchas veces a confundir lo que otras personas nos han dicho con lo que debemos realmente a nuestra experiencia y a nuestras observaciones personales”

Parecen adecuadas, podrían aplicarse (por ejemplo, pienso ahora, en una crítica de sesgo derechoso, que no le va a faltar), pero después correspondería desarrollar una lectura propia, rastrearnos resonancias, ajustar la previa visión acerca del tema, generar interés por la visión del autor; algo que, es claro, está lejos de mis posibilidades, sobre todo porque todavía no leí el libro de Paredero.
En realidad, se trata, en ausencia de una efectiva lectura de Goethe, de lo primero que recordé acerca del poeta alemán cuando el lunes 30 se leyó en Párrafus su novela “Las cuitas del joven Werther”. Es el comienzo de un artículo del doctor Freud, pero son palabras de Goethe, de su autobiografía “Poesía y Verdad”. El artículo se titula “Un recuerdo infantil de Goethe en ‘Poesía y Verdad’”.
Mucho más no puedo decir respecto de don Johann Wolfgang. Soy conciente de que es uno de los clásicos universales que me falta leer. “Fausto” y “Werther” son lecturas insustituibles, sin duda, pero yo las mantengo, hace mucho, en mi larga cola de libros postergados; e incluso permito, más de una vez, que otros autores y obras se cuelen y adelanten, como por ejemplo, sin ir más lejos, el venidero “¿Cómo es un recuerdo?”, de don Hugo Néstor.

Siguiendo con la semana pasada, ante todo debo aclarar algo que, según supuse, no necesitaría aclaración. Pero el conductor de Párrafus, en el inicio de esta semana, al mencionar con su generosidad habitual este Blog, le atribuyó “un cierto desdén” a la escueta crónica semanal que titulé “¿Ultima magia?”. Especuló que quizá no me interesaron las lecturas de la semana (Goethe, Gabriela Mistral, Bernárdez), o que podría estar molesto por no haber ganado. Dijo que se me notó “falto de brío”.
¿Habría necesitado Hugo que mi situación personal (interpersonal, sentimental, para decirlo de una vez) apareciera comentada en La Pavada del diario Crónica? Aclaré en el texto que me sentía desanimado por un cierto conflicto. En el mail que simultaneamente le envié a raiz de la idea de las suspensiones, le explicité (con nombre propio) cuál era ese conflicto. Creí que eso aclararía mi sucinta participación. Pero el señor Paredero me reprocha, todavía, “falta de brío”.
Desde ya, Hugo, que me faltaba brío. Brío, Spazio, Vivace (sobre todo vivace), y toda la más moderna línea de Fiat me faltaron, y las líneas de cualquier otra escudería automotriz, y ni ganas de caminar tenía, por eso mis líneas de entonces fueron tan escuetas, por eso la melancolía doliniana, pero ya arranqué, ya estoy bien de nuevo, Cristina me perdonó una vez más, me volvieron las ganas de escribir (que había recuperado hace poco, gracias a Párrafus), y acá vamos, hacia la felicidad.


Hablando seriamente, quiero pedir disculpas sobre todo a los oyentes ganadores de la semana pasada: Mario Solakian, Verónica Cornejo, Roberto López Motta. Quise, aunque de manera exangue, rendir homenaje a esos triunfos; me limité a incluir sus nombres, junto a la obra leida y a su autor, en el colofón de “¿Ultima Magia?”. Llamé a ese final “Respetuoso apéndice”, pero entiendo que pudo sonar como todo lo contrario, e incluso sonar desdeñoso, como dijo Hugo, no solo para los ganadores, sino para el programa en general. Con la explicación precedente me disculpo, entonces, y trataré de que no se repita.

Desbarranco

Lunes 6 de Agosto


Lo que sé de Boris Vian

Creo que cuando el programa se interrumpió Hugo estaba por hablar de Vernon Sullivan. Pero no había quedado tiempo para nada. La obra teatral elegida demandó más de once minutos de lectura, hasta que apareció la oyente María Salvadora Suárez, de Coghlan, para decir que se trataba de “Los constructores de imperios”, del novelista, poeta, dramaturgo, músico, patafísico, francés... de Boris Vian.
El multifacético escritor recurrió también al seudónimo. Como Vernon Sullivan firmó una novela policial que llamó “Escupiré sobre vuestras tumbas”. Inventó también una biografía para este autor: lo hizo norteamericano, de raza negra y cultor del género policial más duro y desnudo, al que agregó un tinte semipornográfico que resultó escandaloso para las letras francesas de los años ’50. Pero el verdadero escándalo llegó más tarde.
Vian no había revelado a nadie, creo que ni a su editor, que Sullivan no existía. La novela fue recibida triunfalmente por la Crítica, el Público demandó otras obras del americano (se publicaron dos libros más) y, cuando se supo la verdad, estas dos entidades ideales denostaron a Vian y los medios de ese entonces lo condenaron (pero yo creo que a él no le importó) a una especie de ostracismo. Sin embargo, el verdadero castigo –pensarán algunos- llegaría después, en 1959, cuando, durante una función privada de la película que se hizo con “Escupiré sobre vuestras tumbas”, Boris Vian sufrió un ataque cardíaco que lo mató.
Esto, además de otras cosas, se cuenta en un artículo de la revista El Péndulo, de comienzos de la década del ’80, que ahora no tengo a mano, Cito el episodio de memoria. También puedo recordar que, más recientemente, otra revista, más “literaria” ésta, de la que solo leí un número, rindió homenaje al escritor desde su nombre: “V de Vian”.
Y, volviendo al programa, ¿qué más decir de la multilectora María de Coghlan? Bueno, que con esta alcanza su victoria número 30 (en el ciclo nocturno de Párrafus) y se acerca vertiginosamente al podio de mis 34.
¡Maldita sea mi estampa!




Martes 7 de Agosto

Acerca de ¿Lima Quintana?

Hoy sucediò una reapariciòn que es como un ganador nuevo -de los que tanto anhelamos. Ganadora, en verdad.
La oyente Olga Diaz, de Villa Urquiza, apareciò por segunda vez en Pàrrafus, despuès de aquel 31 de julio de 2006, como ella recordò, cuando ganara con la obra teatral "La Fiaca", de Ricardo Talesnik.
Hoy,lo que se leyò fue poesìa, y Olga supo muy bien responder que se trataba de poemas de "La breve palabra", de Hamlet Lima Quintana. Felicitaciones, y que se repita.

De Hamlet Lima Quintana me acuerdo todos los días, por una cosa o por otra. Pero todo a partir de un solo verso, no sé de qué poema o canción suya, que una vez escuché en la radio. Aparte de eso, solo conozco de su obra un poema llamado “Teoría de la pajarita de papel”, que está en una antología de poetas de los ’50, y seguramente algunas canciones que en verdad no sabría precisar. Es más, el verso que recuerdo a diario tal vez no sea suyo: me parece que lo escuché en “Raices”, hace mucho, y es posible que en realidad pertenezca a Armando Tejada Gómez, otro poeta que Blanca Rébori suele recordar. Pido disculpas a los buenos lectores de poesía por esta duda o confusión.
El verso dice: “Todo es un inmenso reloj”.
Lo interpreto de acuerdo a lo que mis diarios desplazamientos por la ciudad me sugieren. Lo aplico (me lo repito mentalmente) cuando veo las repeticiones de lugares y personas a mi alrededor, a medida que viajo desde mi casa al trabajo. Pero no me refiero a la determinada llegada del tren a la estación de Laferrere, por ejemplo (que ojalá llegara realmente todos los días a las 16.29), sino a cosas más azarosas pero reiterativas que se ven por todas partes, tal vez sin exactitud cronométrica pero sí difusamente rutinarias.
Sombra de árboles (cuando hay sol) sobre una casa vieja de Barracas, cuando ya bajé del tren en estación Buenos Aires y camino hacia el hospital. Un perro que me mira pasar si su dueña lo sacó a la plaza ese día. Chicos de la villa que vuelven de la escuela por la avenida Velez Sarsfield. Otros trabajadores con los que me cruzo.
“Todo es un inmenso reloj”, pienso entonces, y pienso que no necesito llevar uno en la muñeca, y que entonces no tiene que afectarme mi resistencia a todo tipo de colgantes y aprisionamientos, cadenitas, anillos, pulseras, esposas...





Miércoles 8 de Agosto

Desbarranco

Un viejo y perdido amigo de mi entera confianza me enseñó esto: No se puede creer en nadie.
Hace poco, desde una reciente Entrada en este Blog, saludé sinceramente al oyente que se me adelantó en la llamada y quedó con la victoria cuando se leyó “Viaje al fin de la noche”, la novela de Celine. Me había gustado que el ganador fuera un buen lector del libro y pudiera hablar sobre él con sentimiento y sapiencia, mejor, tal vez, de lo que yo hubiera podido hacer.
Hoy, esta noche, este señor reaparece (y es apenas su 4° victoria) para responder que la lectura fue “El Barranco”, de José María Arguedas. Cuenta que no leyó el relato, pero esto no sería nada –y no soy yo, precisamente, quien pueda reprochar a alguien por eso. Pero el tipo, muy campante y sin temor al anacoluto, agrega que averiguó de qué obra se trataba a través de un buscador de Internet.
Dijo que le daba vergüenza confesarlo, es cierto. Lo confesó, es cierto –quizá hubo otros que hicieron lo mismo y nunca lo sabremos. Dijo que le parecía lícito recurrir a este método “después de dos minutos de lectura”. “Para que no se repita lo del programa 128”, tal su propósito, muy loable, es cierto. Pero yo creo que esto es el final de muchas cosas. Creo que, a partir de esta maniobra tecnológica, nuestro juego ha sido desnaturalizado.
Paredero, ante la queja telefónica de otros oyentes, preguntó retóricamente si acaso se le debía embargar la computadora a este señor de Rafael Calzada. A propósito, recuerdo que Hugo, hace unos meses, mencionó la sospecha de algún oyente acerca de que yo recurría a Internet para ganar con tanta frecuencia. No me hacía falta aclarar nada al respecto, Hugo conoce mi situación, pero en charla con él conté una vez más que no tengo computadora ni Internet (publico esto desde un locutorio) y que escucho el programa en mi lugar de trabajo, sin siquiera mis libros al alcance. Por eso, esto de hoy me indigna especialmente. Y digo, en principio, que voy a reconsiderar muy detenidamente mi futura participación en el programa –reconsideración ya iniciada, de lo cual puede dar fe la compañera oyente María Suárez, de Coghlan, a quien, vía e-mail, le adelanté hace un mes mi decisión de no volver a ganar con libros que no haya leído.
Todavía me acuerdo que en aquella Entrada le deseé suerte a este oyente (que hoy no merece ni que lo nombre); que ojalá estuviera acertado, le dije, con su presunción de que en lo venidero comenzarían a leerse en Párrafus los títulos de su biblioteca. Hoy supongo que por entonces, hace más o menos un mes, el tipo había hecho la solicitud del Speedy a Telefónica, que ahora ya se lo instalaron, allá en su alejado suburbio, y que, sin hesitar, dio inicio esta noche a su pérfida artimaña informática para seguir ganando el juego.
¡Y yo además le deseé velocidad dactilográfica en el teléfono!
¡Qué iluso soy!
No aprendo más yo, tampoco, ni en el juego, ni en el amor.

jueves, 9 de agosto de 2007

La Lista de Perenchio

Viernes 3 de Agosto

Estimado Hugo:

Tal vez porque me agarrás en un mal momento (peleamos con Alguien), acepto sin más tu idea de suspender algunas participaciones en el programa, según lo charlado con Lopez Motta en el último Párrafus.
Hablaste de una suspensión de tres meses. ¿Te parece, tanto? Yo había pensado en algo semejante, pero partiendo de un colectivo pacto (o determinación tuya) de “no agresión”. Es decir, tendríamos que ponernos de acuerdo los ganadores reincidentes -los más reincidentes- en no participar durante un cierto lapso (yo pensé en un mes) y, si no hubiera acuerdo, que nuestros llamados sean desestimados por ustedes del modo más liso y llano –cortándoles la comunicación.
Esto se me ocurrió a partir de tu escondido llamamiento a la discreción de los otros días, cuando quedaban un par de programas de julio y todavía no habían entrado oyentes nuevos. También me había impresionado el dato que tiraste hace poco: somos sólo 39 oyentes los que hemos ganado en - ahora- 198 programas.
Realmente, a estas alturas, es imprescindible y del todo legítimo habilitar de cualquier manera la aparición en el aire de la innumerable cantidad de oyentes que ven impedidas sus victorias por los ya muy celebrados reincidentes.
Entonces, si los oyentes de la siguiente lista (que es tentativa) están de acuerdo en abstenerse de ganar, yo me comprometo desde ya a no intervenir en las próximas X semanas.

Marcelo Perenchio
María Suárez
Roberto Lopez Motta
Julián Sánchez
Fernando Terreno
Verónica Cornejo
Quique Figueroa
Y...
¡Gustavo Glanzman! (No sea cosa que aproveche ahora para retornar del ostracismo)

Salvedad: De paso, cañazo. Si estos oyentes inhibidos (y otros -¿Luis Gobea? ¿Laura Falcoff?- que quieran agregarse) quisieran dar curso a su afán participativo, ahí tienen el Blog para hacer su crónica, comentario o crítica de cada programa.

Sin màs, te dejo un abrazo.

Marcelo

Deploro haber concebido (o ampliado) el proyecto que en el precedente e-mail se expone. Tras el episodio de anoche, cuando el oyente Aloy, de Rafael Calzada, utilizò tan malas artes para ganar el juego, reniego pùblicamente de aquella tentativa de inhibiciòn que propuse a Paredero. Me alegra que el conductor de Pàrrafus haya ignorado mi e-mail (por no haberlo recibido, por haberlo desestimado plenamente) y le solicito ahora por este medio que aquellas proyectadas suspensiones sean dejadas sin efecto (valga la jerga de seguridad, ya que, tambièn anoche -noche negra- Hugo ironizò sobre la aficiòn de los vigiladores de la radio, mis colegas, a la "abrochadora fàcil").
Acerca de este señor de Rafael Calzada, preparo otra Entrada que espero publicar a la brevedad.
Hasta pronto.

sábado, 4 de agosto de 2007

¿Ùltima Magia?

La magia (sincronismo, dirían Jung o Chopra), la casualidad o causalidad (sutilizarían las revistas new age), el hecho (pero sólo yo lo sé) se produjo una vez más.
Por una cuestión personal de cuyo nombre no quiero acordarme, cuestión que me trae desanimado desde el sábado, había desistido de tomar notas después de los Párrafus de esta semana y preparar ulteriormente algo para el Blog. No cumpliría esta vez con mi habitual entrada semanal.
Pero hoy, miércoles, Hugo acompaña la lectura de la noche y la charla subsiguiente con una canción de Alejandro Dolina.
Esta tarde, cuando venía para el trabajo, me bajé mal del colectivo (no sé en qué estaría pensando) y después, durante la larga caminata bajo la llovizna, me acordé de algo que contó Dolina, hace muchos años, en una entrevista que le hizo Jorge Lanata en su proselitista espacio radial fm de los años ’90, llamado “Hora 25”. Lo tengo en un cassette; mañana en casa voy a buscarlo para escucharlo de nuevo.

Como era habitual en las charlas periodísticas con Dolina, se habla de la nostalgia. Lanata dice que el tema siempre presente en Dolina sería “lo que se perdió”. Dolina, con altura, deplora que se lo suela calificar de “nostálgico profesional”. Están de acuerdo, después, en que cualquier actitud profesional es antiartística. “Nadie puede estar seguro de ser inteligente o sensitivo a intervalos regulares. ¿Cómo escribir un soneto todos los viernes?” Después, Dolina mismo se retruca diciendo que él tiene un programa todas las noches de 00.00 a 02.00. Pero, dice, su programa es el ejercicio de una larga paciencia, compartida por los oyentes y el conductor: esperan todos que una noche entre las noches suceda algo interesante. Mientras tanto, se estimulan; glosando la realidad, o la fantasía, tocando el piano, leyendo mensajes, haciendo chistes, de pronto puede aparecer algo que merezca el mote de artístico. El arte y la misma inteligencia, concluye, se contraponen a la idea de profesionalidad. “Ser profesional es resignarse a una mediocgre eficacia”.
Lanata aporta una idea: Si tuviera un empresario que se lo banque, dice, le gustaría llevar a cabo una vieja ocurrencia: sacar un diario (así dice), pero no todos los días. Terminar con esta farsa de la información permanente y siempre importante, ser más honesto, dice, y sacar una edición cuando realmente haya algo trascendental para contarle a la gente.
Entonces Dolina se acuerda de algo que vio hace muchos años en España, que es lo que quiero contar.
Había un lugar donde se cantaba flamenco. Una especie de café-concert o cosa por el estilo. Allí, actuaba un popular cantaor. “El Marqués de no sé qué”, Dolina no recuerda el nombre. Este lugar tenía un cartel en la entrada. El cartel decía (cuenta Dolina): “Hoy: La Contrahecha – El Niño de las Palmas – Fulanito de Tal – Y, a lo mejor, El Marqués de no sé qué”. El cantaor cantaba a veces. Si estaba para cantar, cantaba. Si no, no. El tipo iba y estaba ahí, iba todos los días, pero no siempre cantaba. Y el cartel, dice Dolina, lo anunciaba así: “A lo mejor, el Marqués de tal por cuál”.
Dolina se maravilla de esta conducta del artista.
Lanata dice: “Hacía de no cantar una actitud positiva: iba, pero iba a no cantar”.


Yo, hoy, después de “La Ciudad sin Laura” y de “Lo que me costó el amor de Laura”, pensé para el Blog algo así, algo así como escribir que no voy a escribir.
Buenas noches.


Respetuoso apéndice:

Lunes 30: “Werther”, novela de J. W. Goethe. Ganador: Mario Solakián
Martes 31: “Tala”, poesía de Gabriela Mistral. Ganadora: Verónica Cornejo
Miércoles 01: “La Ciudad sin Laura”, poesía de Francisco Luis Bernárdez. Ganador: Roberto López Motta