lunes, 27 de agosto de 2007

Rutas Argentinas


Por esas cosas de la vida, hoy me tocó hacer un viaje inesperado de Trelew a Puerto Madryn para trasladar un equipo médico.
La jornada no era propicia para transitar por la ruta 3, ya que desde el mediodía un viento arrachado del norte se hacía sentir, complicando la circulación en todos los sentidos.
Sin embargo, partí.


Una vez en camino, todos eramos iguales: camiones, autos último modelo, o los infaltables cachirulitos.

Las ráfagas, uniformaban la velocidad.
Había dos opciones, tomar el viaje como un sacrificio cruento, o intentar disfrutarlo mandandose pegadito a algún acoplado que ofreciera refugio al mejor vecino. Opté por esto último, y una vez superada la loma María, el viento comenzó a sentirse al mermar la protección de las bardas.
Volaban tierra, arena y juncos, poniendo en riesgo la visión.

Al llegar al Cerro Blanco, promediando el trayecto, todo se nubló, y el sol pareció convertirse en una luna llena brillante. A tal punto que tuve que verificar, si lo que estaba en el horizonte era un astro u otro.
Esa luminosidad repentina, vino a presagiar el sentido del viaje, y dibujó una sonrisa en mi ser.

Una vez entregado el equipo al destinatario, tuve oportunidad de correrme hasta una de las librerías de Madryn.
En ese sentido, la ciudad costera cuenta con mejor surtido que su par valletana, Trelew.
Me dirigí directamente al local bibliofilo para preguntar por el autor, que barruntaba como protagonista del 207, ese colectivo sin paradas en el trayecto parrafero, de la misma empresa que el 128 y el 203 [El Puente SAT].


Al requerir el libro en el mostrador, cercioraron su stock, consultando con el inefable sistema.
- No tenemos ese título, pero podemos ofrecerle otras obras de ese/a autor/a.
- Busco ese puntualmente - retruqué parcamente.
- Entonces dejenos verificar si la otra sucursal tiene el ejemplar que figura por sistema.
- Dele nomás, esperaré por aquí.
Me dispuse a perder el tiempo, pendiente de la respuesta redentora del intercomunicador de sucursales. Rogaba por la inmediatez de los mensajes: la pregunta y su respuesta.

Se acercó la vendedora, y aclaró:

- Lo tienen en la otra librería. Está a dos cuadras de esta, ya se lo separaron.
- Mire que es para hojearlo - acoté.
- No hay problema. Lo está esperando.

Salí como un adolescente, disparado para devorar las dos cuadras que separaban mi ser de esas misteriosas páginas, agrupadas en el libro.

Al entrar y saludar, aclaré:
- Busco [título del libro].
- Sirvase, Se lo retiramos de la vidriera.

Abrí [como pude], el ejemplar, con algún rastro de sol sobre su tapa.
Nada grave.
Lo mejor vino, cuando dí con la página inicial, y aclarose el misterio, y el pálpito. Supe entonces porque el sol había hecho ese pseudo eclipse a mitad de camino, había sido un "guiño natural".


Sin preguntar el precio, me llevé el último ejemplar austral correspondiente al 207.

La vendedora barruntaba algo tras tanto misterio, y celeridad para con una obra no muy de moda.
Aproveché para ensayar una explicación somera, muy pobre de esta pasión parrafera. Pese a todo, captó cabalmente el por-qué de la busqueda, y confesó que desde que ella trabajaba en la librería, estaba el libro, y le llamaba la atención, aún sin saber de que se trataba.

Comentele someramente el tema que rondaba la novela, pero mas se enganchó cuando narré sobre la existencia de un espacio radial, donde un "ser extragaláctico" lee, y desde "platos literario/voladores" arriesgan/detectan/bucean/navegan obra y autor.
Tomó prolija nota de las páginas de internet para sintonizar Nacional, o su extensión bitacorera, a fin de escuchar Parrafus.


Volví a casa con mucho viento, tras otro acoplado que me acobijó, y permitió ir disfrutando de esta escucha de las intuiciones.

Eso es Parrafus, un espacio intuitivo, que encierra emociones en cada obra, detras de cada puerta.
Solo hay que querer abrirla ..

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Felicitaciones Quique!
Por el de anoche, que vale doble.
Y qué grande que está Madryn que las librerías ya tienen sucursales. Yo supe andar por esos pagos hace ya unos años y la única librería - de libros- era PEÑIMEL y la memoria no me deja en este momento recordar el nombre del Quijote que era su dueño. (Como tengo la memoria del perro, sí recuerdo las paellas que hacía, compitiendo son la de los hermanos que tenían un taller, ya me van a venir...) (Los 12 de Octubre, Madryn era una fiesta...)
Una cosa más, para hacer justicia: el bienaventurado que actualiza semanalmente el listado de ganadores del Párrafus es Marcelo Perenchio, así que traslado a él su agradecimiento.
Una vez más felicitaciones.
Fernando Terreno

Un comentario por si le pasó a alguien más: acá por Chacarita, se inerrumpió (fuerte ruido) la transmisión de Nacional al rato de empezar la lectura y cuando volvió ya estaban finalizando la charla con Hugo.