viernes, 27 de abril de 2007

Teorìa sobre Gustavo Glanzman

Anoche, después de leer “La Cartuja de Parma”, Hugo me preguntó cuántas veces gané.
-En este mes, cinco –respondí con modestia.
-¿Y en total? .repreguntó él, agudamente.
-Veintiocho –no tuve más remedio que admitir.
-Y, ¿hasta cuánto pensás llegar? –remató el punzante periodista.
Y yo respondí:
-Hasta treinta. Creo que voy a retirarme de la competencia después de las treinta victorias.
En ese momento me pasó por la cabeza Gustavo Glansman, nuestro compañero oyente, el profesor de literatura de Barrio Norte. No llegué a mencionarlo porque no tenía buena señal en el celular; llamaba desde mi trabajo y no alcanzaba a escuchar bien. Había pensado en hacer una participación más sucinta de lo habitual. Además, mi hipótesis sobre la desaparición del profesor no estaba del todo clara; como suele sucederme, hasta que las palabras no llegan al papel, mis ideas no cristalizan. Por eso ahora la expongo acá.
Gustavo Glansman, recordado por sus verdaderas disertaciones durante las charlas con Hugo (un verdadero erudito, sin ironía, en asuntos librescos), ganó por última vez la noche del 23 de noviembre. Aquel era el Párrafus Interruptus número 100. En ese momento, diré, bajando abruptamente el nivel de la consideración, peleaba cabeza a cabeza la condición de mayor ganador del programa con María Suarez. No recuerdo bien si aquella noche alcanzaba a la dama de Coghlan con 15 victorias, o si la superaba al llegar a ese número. (Yo venía de atrás, a la sazón con 13 triunfos.) Creo que el caso era este último. Conviene a mi teoría que así fuera. El tipo, entonces, pasó al frente acertando con “Sagrado Oficio de la memoria”. El verbo es pertinente porque el profesor Glansman contó esa noche que, por primera vez, ganaba sin haber leído el libro.
Todos recordamos sus sesudas referencias acerca de “La Montaña Mágica”, “Ivanhoe”, “Naná”, “La Vida es Sueño”. Yo, particularmente, recuerdo con asombro su descubrimiento de “El Hombrecito del Azulejo”, cuento para mí desconocido dentro de la poco conocida obra de Mujica Lainez. Ahora, acerca de la novela de Mempo Giardinelli, sólo pudo confesar que la había ojeado alguna vez en una librería, o en casa de alguien, y le había quedado en la memoria ese comienzo con pompas fúnebres y apellidos italianos.
Entonces, yo digo, los elementos son los siguientes: el tipo pasó al frente de las posiciones con ese triunfo. (También conviene a mi teoría que Glansman llevara, como yo, estas cuentas.) El texto leído lleva un título indudablemente alusivo al espíritu del programa. Era el programa número 100.
A mí no me cabe duda, pero postulo esto apenas como una teoría: el profesor, magnánimo, quiso retirarse en la cresta de la ola. Clausuró la competencia al alcanzarse ese número redondo de Párrafus, aludió con ese título a su propia memoria triunfal y, además, pudorosamente, se preservó de volver a incurrir en la deleznable práctica de ganar sin haber leído los libros, o mediante un lance, como otros hacemos. Nos dejó el camino expedito para que otros sigamos sumando triunfos de cualquier manera.
Entonces, como me dijo Paredero, creo que yo, impúdico como soy, realmente no voy a abandonar después de las treinta victorias. Ni después de cantar las cuarenta. Ni en pedo. No. Ni ebrio ni mamado. No. Nunca.
Hasta la pròxima.

jueves, 26 de abril de 2007

Màs sobre el Siglo de Oro

Agrego que a travès de Paco Ibañez, el trovador gallego, musicalizador de obras de Quevedo, Gongora, Leon Felipe, Rafael Alberti y muchos otros, es posible acceder (como yo mismo hice) a lo mejor de la poesìa española de ayer y hoy. Y agreguemos tambièn que, el martes, Marìa de Coghlan se me anticipò por un poquitito asì... Un saludo para ella. Y ¡adelante! Esperamos tus contribuciones a este blog.

miércoles, 25 de abril de 2007

Siglo de oro español


En la trasnoche del martes [apenas arrancado el miércoles], Huguito nos deleitó con uno de los géneros mas difíciles: la poesía.
La lectura e interpretación es compleja, quizá no tanto identificar al autor. En este caso, tratabase de Francisco de Quevedo con su letrilla: "Poderoso caballero es don dinero".
Ganó María de Coghlan, y se produjo una apostilla sobre esta bitácora, para luego pasar a hablar de las letras, que son la pasión que urden esta densa trama.
Escuchar el humor profundo de Quevedo, trasunta el siglo movido que fué el XVII en general.

Se puede escribir en esta bitácora? Seguro. Los comentarios están a disposición, más si uno deseara vertir letra propia, contáctese con el archicofrade Perenchio, Marcelo tiene las llaves de esta digi-biblioteca.

No soy lector de poesía, pero me encanta escucharla. Además de relajarse, uno sigue aprendiendo ..

sábado, 21 de abril de 2007

Mi Párrafus Interruptus

Leí...
En alguna parte, una vez, siendo adolescente, leí acerca del casto romance entre un hombre de letras y su musa.
No recuerdo bien si lo que se contaba era sobre Anton Chejov, el dramaturgo y cuentista ruso, o si el hecho pertenece a una de sus obras. Como sea, resulta que el tipo y su dama se acostaban, parece, a leerse poemas. No lo hacían en una glorieta rodeada de abedules, ni caminando por el bosque, ni en un sillón de cuerpo amplio frente a la chimenea chispeante. No. Se desvestían módicamente y se metían en cama, como amantes cabales, pero para leerse poemas. Era, indiscutidamente, un romance del siglo XIX. Y algo susceptible de impresionar duraderamente la innata aunque extemporánea sensibilidad de este adolescente suburbano de los años ochenta.
Eso es lo que recuerdo. No sé si la anécdota daba una precisión acerca de si se leían o decían de memoria los poemas. Yo me los imaginaba leyendo. Sentados contra el respaldo de la cama, bajo gruesos edredones, apoyados en mullidas almohadas de plumas, cada uno con una pila de libros a su lado, pasaban las páginas buscando silenciosamente las palabras propicias, y se leían.
Me fasciné con esa imagen, que además entreví - o entreoí- susurrante. Y ese, más allá o más acá de los inevitables fervores hormonales, ese, a raíz de una madurez prematura o un ardor retardado, ese, calmado y susurrante, se convirtió en mi romance ideal a los quince años.
Ideal y, como tal, infructuoso. Para mí, resultó siempre inútil el intento de inculcar esa práctica, o, en líneas generales, el duradero placer de la lectura, a las favorecidas con el bello sexo... quienes quizá, como atestiguó el antiguo Tiresias, pueden darse por muy satisfechas (mucho, hasta nueve veces más que el hombre) con los placeres más característicos del lecho. Y entonces no. Entonces nadie. Nada. Nunca.
Entonces, tal vez, con un compañero varón... puntualizando la condición de casto para el romance... un varón también harto de bregar tanto por los efímeros placeres de la concupiscencia... un recio, o lánguido, varón argentino, o cosmopolita... a mi lado bajo el edredón... juntas nuestras cabezas en la plumífera almohada... paladeando amorosamente cada texto, leyéndome, dejándose leer...
Así, melancólicamente, meditaba yo a menudo en la propicia temporada otoñal del año pasado (propicia para la melancolía), cuando una noche del mes de abril, girando el sintonizador en busca de una voz que acompañe desde la radio (otra preferencia anacrónica que tengo), me encontré con el querible decir, la juguetona entonación, la también varonil voz del viejo amigo Hugo Paredero.
Viejo conocido de la legendaria revista Humor y de la estatal radio Belgrano (también de la antigua ATC), lo había perdido de vista, o de oído, desde hacia mucho. Supe alguna vez de un programa que tuvo en una FM capitalina, que en mi alejado suburbio no se alcanzaba a escuchar. Después había pasado a radio Nacional, pero a un horario en que no podía seguirlo. Ahora lo reencuentro a la noche, aquella noche, hace un año, y resulta que el tipo está historiando las características de su nuevo programa.
Parece ser que el espacio, que ahora se independizó, era un segmento que antes iba una vez por semana en “Por Amor al Arte”, su programa diario. En ese segmento, denominado “Párrafus Interruptus”, al comienzo nomás de los días jueves, el tipo proponía un juego a los oyentes: empezaba a leer un libro y ganaba el primero que llamaba a la radio para decir título y autor. Eso era todo. Sin ayuda de ninguna clase, sin pistas, anunciando nada más que la característica más general de la obra, si era novela, cuento o teatro, se ponía a leer, siempre desde el principio, y que le larguen los perros...
Porque parece imposible. ¿Quién puede adivinar -o mucho menos recordar- un libro presentado de esa manera?
Lo hizo, parece, durante 128 programas, 128 jueves, una semana tras otra, primero en la FM y después en Nacional, y siempre hubo un ganador. A veces en 15 segundos, a veces a los cinco o seis minutos de lectura, pero siempre alguien se comunicaba y ganaba.
Parece un milagro. Parece, más probablemente, algo preparado, guionado, como es tan habitual en los medios audiovisuales. Pero no. El Parrafus Interruptus, la interrupción de la lectura, se ejerce auténticamente.
Al que llama lo atiende primero un productor, este verifica que el título de la obra y el nombre del autor sean correctos, y entonces el oyente recibe el primer regalo: lo ponen en comunicación, al aire, con el mismísimo, querible, juguetón, varonil, Hugo Paredero.
Porque falta algo: el oyente, para dar entidad al nombre del programa, tiene que interrumpir a Paredero. El tipo, concentrado en la lectura (realmente lee muy bien), ignora lo que ocurre más allá del micrófono. Se abstrae y no sabe si afuera del estudio el teléfono suena o no, si se reciben respuestas equivocadas, si nadie llama... Hasta que, de pronto, cuando el operador pasa el oyente ganador al aire y hace sonar al mismo tiempo un timbre, la lectura se corta abruptamente. Una vez más se da lo imposible, el milagro, la magia.
Entonces Hugo saluda, pide al oyente que se presente, pide la respuesta correcta, y sigue una breve charla entre el conductor y el ganador. Se indaga en la historia de esa lectura, las razones de esa rememoración, se dan más datos sobre la obra y el autor, también sobre el oyente (edad, barrio, ocupación), y después se anuncia el verdadero premio: un libro. Algunas veces, el mismo libro que se leyó: otras, algún otro título. Un libro, siempre, para premiar una lectura –a veces una vieja lectura-, para premiar la memoria –siempre una inesperada memoria-, y para premiar, también, la velocidad del dedito sobre el teclado telefónico, porque gana uno solo por noche, el primero que llama.
Y ahora (escucho aquella noche de hace un año) Párrafus Interruptus, ya independizado, va tres veces por semana, media hora después de la medianoche; digamos: martes, miércoles y jueves, recién iniciado el día, a las 00.30.
En la escasa media hora que dura, Hugo hace un brevísimo comentario inicial, en general sobre asuntos librescos, después refiere las sencillas reglas del juego para los oyentes nuevos o distraídos, anuncia el género que eligió para esa noche (que ahora son cuatro, porque incorporó, a pedido del público, la poesía), y comienza la lectura.

“Gana el primero que llama y me interrumpe para decir cómo se llama y quién escribió este cuento, que comienza así...”

Así que hoy, de manera figurada -o más bien desfigurada, bastante retorcida, por cierto-, puedo decir que tengo alguien que me lee a la noche. Si bien no se trata de una casta dama rusa, ni yacemos juntos, él y yo, en una cama - ni yo lo escucho en mi cama porque trabajo de noche-, puedo decir, o decirme, que Hugo me lee... Para mí, noche a noche, trayéndome la orfebrería del cuento, el aliento de la novela, la suntuosidad del teatro, el vuelo de la poesía, Hugo me lee... Y yo, después, le leo también, las veces que gano y hablo con él, semana a semana, de modo subrepticio, casi espontáneo, le leo melancólicamente mi autobiografía oral paulatina.

martes, 17 de abril de 2007

Los pichiciegos



Va nota alusiva, donde Fogwill habla de su novela "Los pichiciegos", que fuese leída el martes 17 de abril en Párrafus.
Interesante y polémica visión sobre la disparatada guerra de Malvinas.

En 1984 se publicó por primera vez esta novela ambientada en la guerra de Malvinas; escrita durante 1982, antes de que salieran a la luz los detalles más ominosos de esa trama político-militar, el manuscrito circuló entre intelectuales y escritores. Fogwill no sólo ha dado así uno de los relatos más potentes sobre la última dictadura militar argentina, sino que ha mostrado, una vez más, la lucidez casi predictiva de la ficción y la literatura.

Esta quinta edición de Los Pichiciegos es fiel a los borradores que, mimeografiados en el Hospital Albert Einstein de São Paulo, circularon entre críticos y editores antes de la rendición argentina de junio de 1982. La primera publicación se distribuyó después de la asunción del gobierno civil y fue elogiada por su “realismo y pacifismo” pese a que el autor hizo imprimir la advertencia de que se trataba de un experimento de ficción, compuesto antes de los primeros testimonios de los combatientes y que no era una novela contra la guerra y la literatura. La obra debió esperar doce años para que la crítica reconociera su propuesta: en el curso de su ensayo sobre verdad e historia en el cine, publicado en 1994, la profesora Beatriz Sarlo anuncia su relectura de Los Pichiciegos observando que la novela no quiere demostrar nada y sus personajes no están en condiciones ideológicas ni discursivas para reflexionar. Los pichis carecen absolutamente de futuro, caminan hacia la muerte, y en consecuencia, sólo pueden razonar en términos de estrategias de supervivencia" y concluye su extenso análisis afirmando que "la novela de Fogwill produce esta verdad de la guerra en Malvinas". "Pero, al escribirla, estaba lejos del autor cualquier preocupación sobre el acontecimiento. Como decía por entonces –digo–estaba escribiendo sólo acerca de mí, de la revolución, la contrarrevolución, el amor, el comercio, la democracia que sobrevendría". Fogwill

Feria del Libro

El lunes 30 de abril a las 15 horas en el marco de la trigésima tercera edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el hipercófrade Huguito Paredero estará haciendo un Parrafus in situ.
Será un motivo adicional para visitar el predio de ferial de Bs.As. [la rural], el lema de este año será "Libros sin fronteras".
Horario de 14 a 22. Viernes y sábados hasta las 23 hs.
Valor de la entrada: de lunes a jueves $5, viernes a domingo y feriados $7,50.-

Accesos:

sábado, 14 de abril de 2007

Magias

Cuando en estos días retomé el libro para paladearlo mejor que en la enfervorizada lectura inicial, me pareció justo y necesario que mi primera entrada original para el Blog provenga de su prólogo.
Me refiero al libro de Ivonne Bordelois, El País que nos Habla, que llevó a la radio como especial regalo para mí la oyente María del Carmen, de Belgrano, después de escucharme manifestar mi admiración por esta autora en una de mis primeras charlas con Hugo... Episodio, este, que constituye una de las magias que nuestro “Parrafus” propicia.
Sigue la cita:


Lo que está en juego es la subsistencia de la mera palabra, la que todos los días debe levantarse y lavarse la cara ante las innumerables toneladas de basura que le arroja la televisión chatarra, la prensa cipaya, la radio obscena, la música ensordecedora, la propaganda letal. Los medios son los artífices ciegos y eficaces de un mundo en que un lenguaje sordo y pertrechado de frases hechas y mentiras nos quiere obligar a ser esclavos del trabajo a destajo, autómatas de la información planificada y consumidores incondiconales de bienes superfluos.
Resulta interesante preguntarnos, de hecho, qué es lo que encierra la abreviatura que hace que los medios de información y de comunicación pasen a ser llamados, simplemente, “medios”. Acaso en la conciencia colectiva, subterraneamente, se advierte que los medios no están al servicio de la información o la comunicación, como se los concibió en un principio, sino sencillamente al servicio de la sumisión y la ceguera que exigen los poderes comerciales y políticos que nos avasallan. Es en este sentido que Geroge Steiner a podido hablar de nuestros derechos amenazados por la devaluación narcótica de una cultura de lo secundario. El aparato mediático distribuye diariamente las toneladas de opio que son necesarias para el enceguecimiento creciente que percibimos en los avatares de la economía y de la guerra dominantes en el espacio internacional.

Y una cita dentro de la cita, también de Steiner, referida a la lectura:

“Sabemos ya, por Pascal y por Montaigne, que el objetivo de toda educación consiste en no tener miedo de permanecer sentado en una habitación silenciosa”
Y esto es todo, por el momento...