miércoles, 26 de diciembre de 2007

Cómputos finales 2007

Puestos de privilegio, digamos doble podio

Marcelo Perenchio: 25
María Suárez: 19
Roberto López Motta: 16

Verónica Cornejo: 15
Quique Figueroa: 12
Fernando Terreno: 10


Detalle de las victorias
(entre paréntesis, autor y género)

PERENCHIO: Los árboles mueren de pie (Alejandro Casona, teatro) – La loba (Alfonsina Storni, poesía) – La muerta enamorada (Theophile Gautier, cuento) – Satiricón (Petronio, novela) – Un señor alto, rubio, de bigotes (Humberto Costantini, cuento) – La piel (Curzio Malaparte, novela) – Tiburón (Peter Benchley, novela) – El llamado de la selva (Jack London, Novela) – La cartuja de Parma (Stendhal, novela) – Viejo muere el cisne (Aldous Huxley, novela) – Respiración artificial (Ricardo Piglia, novela) – Los 120 días de Sodoma (Sade, novela) – En la masmédula (Oliverio Girondo, poesía) – Las viudad de los jueves (Claudia Piñeiro, novela) – Libro del desasogiego (Fernando Pessoa, poesía) – El testamento (Francois Villon, poesía) - ¿Acaso no matan a los caballos? (Horace McCoy, novela) – En el camino (Jack Kerouac, novela) – El sombrero de tres picos (Pedro de Alarcon, novela) – Poemas saturnianos (Paul Verlaine, poesía) – El solicitante descolocado (Leónidas Lamborghini, poesía) – La crencha engrasada (Carlos de la Púa, poesía) – El paraido perdido (John Milton, poesía) – La romana (Alberto Moravia, novela) – Poesía vertical (RobertoJuarroz, poesía)

MARIA SUAREZ: Yo canto al cuerpo eléctrico (Walt Whitman, poesía) – Veinticuiatro horas de la vida de una mujer (Stefan Zweig, novela) – La madre (Máximo Gorki, novela) – El ombligo de los limbos (Antonin Artaud, poesía) – Poderoso caballero es don dinero (Francisco de Quevedo, poesía) – Memorial de Isla Negra (Pablo Neruda, poesía) – La Fanfarlo (Charles Baudelaire, novela) – Poesías y exclamaciones (Santa Teresa de Jesús, poesía) – Espacio (Juan Ramón Jiménez, poesía) – Martha Riquelme (Ezequiel Martínez Estrada, novela) – Los constructores de imperios (Boris Vian, teatro) – Deja las letras (Juan L. Ortiz, poesía) – Los espejos transparentes (Gabriel Celaya, poesía) – ¡La fortaleza digital! (Dan Brown, novela) – Los papeles salvajes (Marosa di Giorgio, poesía) – La luna del bajo fondo (Enrique Cadícamo, poesía) – El maestro de go (Yasunari Kawabata, novela) – Amarillo (Carlos Somigliana, teatro) – El corsario (Lord Byron, poesía)

LOPEZ MOTTA: La educación sentimental (Gustave Flaubert, novela) – El herrero y el diablo (Juan Carlos Gené, teatro) – Don Gil de las calzas verdes (Tirso de Molina, teatro) – La malasangre (Griselda Gambaro, teatro) – Poemas (Emily Dickinson, poesía) – Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós, novela) – El deseo bajo los olmos (Eugene O’Neill, teatro) – Manón Lescaut (Abate Prevost, novela) – La ciudad sin Laura (Francisco Luis Bernárdez, poesía) – El collar (Guy de Maupassant, cuento) – La Eneida (Virgilio, poesía) – Beckett (Jean Anouilh, teatro) – Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (Cesare Pavese, poesía) – Cantos (Giacommo Leopardi, poesía) – La casa inundada (Felisberto Hernández, cuento) – El rosal de las ruinas (Belisario Roldán, teatro) –

CORNEJO: El revés de la trama (Graham Greene, novela) – La dama de las camelias (Alejandro Dumas, novela) – Seda (Alessandro Baricco, novela) – El mandarín (Eca de Queirós, novela) - ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (Edward Albee, teatro) – Una viuda difícil (Conrado Nalé Roxlo, teatro) – Tala (Gabriela Mistral, poesía) – Marinero en tierra (Rafael Alberti, poesía) – Nuestra señora de París (Victor Hugo, novela) – Santos Vega (Hilario Ascasubi, poesía) – Las brujas de Eastwick (John Updike, novela) – El cartero llama dos veces (James M. Cain, novela) – María Estuardo (Friedrich Schiller, teatro) – Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand, teatro) – Ivonne, princesa de Borgoña (Witold Gombrowicz, teatro)

FIGUEROA: Los monederos falsos (André Gide, novela) – Rubaiyat (Omar Khayam, poesía) – Amor (Clarice Lispector, cuento) – Los pichiciegos (Rodolfo Fogwill, novela) – Hans el tonto (Jakob y Wilhelm Grimm, cuento) – Memorias póstumas de Blas Cubas (Machado de Assis, novela) – Canciones de inocencia (William Blake, poesía) – Yo era una chica moderna (César Aira, novela) – El prisionero de Zenda (Anthony Hope, novela) – Arsénico y encaje antiguo (¡Joseph Kesselring!, teatro) – Quien habla no está muerto (Alberto Girri, poesía) – Alpiste para las codornices (Saki, cuento) –

TERRENO: Antígona (Sófocles, teatro) – Fuego en Casabindo (Héctor Tizón, novela) – Viñas de ira (John Steinbeck, novela) – La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes, novela) – El capote (Nicolas Gogol, cuento) – El anatomista (Federico Andahazi, novela) – Ardiente paciencia (Antonio Skármeta, novela) – El rescate (Daniel Moyano, cuento) – El caballero inexistente (Italo Calvino, novela) – Las nubes (Aristófanes, teatro)

Shoppings repletos y pasajes agotados

Shoppings repletos y pasajes agotados, dicen los diarios. Justo el fin de semana en que me reincorporo al trabajo y, desde mi puesto en la madrugada, observo unas noticias tan distintas.
La iluminación de la calle Florida es una penumbra. Lo percibo así, lo contemplo a lo largo de toda la noche, después de que en cada gruta comercial excavada en la base de las moles edilicias se apagan las luces de las vidrieras y se bajan las persianas. Entonces, el paulatino retiro de esos brillos descubre la pobreza imperceptible de las lámparas municipales. Pero esta iluminación es suficiente para los hermanos cartoneros –digo con de la Púa- que, desde el otro lado del grueso blindex, me muestran, sin fines de semana, sin pasajes, sin shopping, su traqueteante trajinar.
Esto, al menos, en el tramo de la peatonal que alcanzo a ver desde el banco, Florida al sur.
Volviendo a lo nuestro, me pregunto si la venta de libros en esos modernos comercios, si el transporte de libros a los lugares veraniegos, será también importante. Y yendo a lo específico nuestro, sigue el resumen de la última semana del año.

El lunes 17, nuevo Párrafus vacante. Como en el mes de agosto, dos semanas consecutivas con lectura ininterrupta. A la obra teatral del martes 11, se agrega el cuento de este lunes.
Al día siguiente, la brava Amparo, desde Lloret del Mar, en España, elucida en este Blog, como hiciera la semana anterior, esa lectura incógnita. No puedo menos que mencionar esta participación de la oyente, pero, adhiriendo esta vez a la tesitura de nuestro conductor, omito mayor explicitación.

El martes 18, otra elección arriesgada de Hugo. Creo que de este tenor (riesgosas en cuanto al feliz desenlace del juego) van a ser muchas de las lecturas del año entrante. Los clásicos, o populares, o reconocidos reconocibles quedan atrás semana a semana y se multiplican las apariciones de títulos y autores que no están “en las cuarenta del mazo”.
El riesgo del martes, creo, estuvo más en el título que en el autor. Hugo eligió una obra teatral, una de las pocas, de Witold Gombrowicz -Vitoldo para los amigos-: “Ivonne, princesa de Borgoña”.
El exiliado polaco, que recalara primero en Buenos Aires para instalarse después en el sorprendente Tandil de los años cuarenta, me resulta más conocido como novelista. Recuerdo que Cortázar, en uno de los ‘Capítulos prescindibles’ de “Rayuela”, incluye una cita de “Ferdidurke”. Recuerdo también una película muy graciosa de Alberto Fisherman (el de “Las puertitas del señor López” y “La clínica del doctor Cureta”), llamada “Gombrowicz o la seducción”, donde los amigos argentinos del escritor dan testimonio de su paso por el sur bonaerense. Al final de esta reseña transcribo una pulla de este iconoclasta.
La ganadora de la noche, al percibir la omisión de ‘princesa’ y pensar luego en obras con esa palabra, fue Verónica Cornejo. Con este nuevo triunfo, y si acordamos en considerar a María Suárez como la Reina de las participantes femeninas del programa, Verónica se consagra como la primera princesa del ciclo anual, la Princesa de Lugano, al llegar a las 15 lecturas reconocidas. En tanto, es claro, yo sigo siendo el Rey.

Miércoles 19, último programa. Hugo anunció, si no escuché mal desde Mar del Plata, que se toma vacaciones en la semana de Navidad. Y la última lectura del año fue la de una exitosa novela reciente, de autor nacional: “Crímenes imperceptibles”, de Guillermo Martínez. Escritor, este, muy predilecto de la recién mencionada María Suárez, quien me recomendara su lectura hace unos meses, en ocasión de nuestra forzosamente fugaz comunicación personal –vía telefónica. Sin embargo, el ganador fue Jorge “google” Aloy, el oyente de Rafael Calzada. Yo –aunque aún no leí a Martínez- adiviné de qué se trataba cuando Hugo leyó la palabra Oxford, pero en ese momento sonó el timbre. Jorge, recurriendo esta vez, indudablemente, a su propia memoria, respondió en 30 segundos; así, ganó también el libro extra por ser el más rápido de diciembre. No hubo ganador del mes, en cambio, ya que no hubo reiteración de ganadores... Y ya que es incomprobable que un mismo oyente perverso –como sugirió el conductor-, o tímido, o magnánimo, haya sabido título y autor de los dos ininterruptus, pero no llamó.
¿Y si el premio de diciembre se lo otorgamos, simbólicamente, a Amparo?
Se aceptan adhesiones.

Es todo. Deseándoles un feliz 2007 (sic) me despido hasta el año que viene.
Siguen dos regalitos, uno de parte de Jorge Aloy.


“No cabe duda de que la tesis de esta nota: que los versos no gustan a casi nadie y que el mundo de la poesía versificada es un mundo ficticio y falsificado, parecerá desesperadamente infantil; y, sin embargo, confieso que los versos no me gustan y hasta me aburren un poco. (...) Cuando la poesía aparece mezclada con otros elementos, más crudos y prosaicos, como en los dramas de Shakespeare, en las obras de Dostoievski, en Pascal, o, sencillamente, en el crepúsculo cotidiano, tiemblo como cualquier mortal. Lo que difícilmente aguante mi naturaleza es el extracto farmacéutico y depurado de “la poesía pura” y sobre todo cuando aparece versificada. (...) Creía al principio que esto se debía a una particular deficiencia de mi “sensibilidad poética”, pero cada vez tomo menos en serio los slogans que abusan de nuestra credulidad. No hay cosa más instructiva que la experiencia, y por eso empecé a realizar algunas muy curiosas: leía cualquier poema alterando intencionalmente su orden de tal suerte que se convertía en un absurdo, y ninguno de mis oyentes (finos y cultos, por cierto, y fervientes admiradores de aquel poeta) advertía la treta; o, analizando en forma detallada el texto de un poema más extenso, comprobaba con asombro que los “admiradores” ni siquiera lo habían leído completo. ¿Cómo puede ser esto? ¿Admirarlo tanto y no leerlo? ¿Gozar tanto de la “precisión matemática” de las palabras y no percibir una fundamental alteración en el orden de la expresión?”

(Contra los poetas, Vitoldo Gombrowicz)

“Enoch, de Rumania, soñó una noche que la muerte le daba alcance en un bosque de alerces nevados y ríos de escarcha. Al despertar, su mente simple concibió un plan simple. Con las primeras lluvias del otoño emigró al hemisferio sur y, seis meses después, volvió a escapar del invierno retornando a su patria. Desde entonces sigue eternamente a las golondrinas en cautelosos barcos. Es entre los inmortales el más bronceado.”

(“El hombre migratorio”, Guillermo Martínez)

martes, 18 de diciembre de 2007

Sobre el cuento del martes 18.12.07 - Emisión PI 256 - IN Interruptus 5


Hay un cuento mío titulado ......... que culmina con algo así como diecisiete imágenes, incluyendo a un perro con un sombrero en su boca, creo, y un tren, y una estrella, y un gato con un vestido, y un hombre y una mujer, y más.

Todo eso al mismo tiempo, y es un efecto maravilloso.

Es una de las cosas más excitantes que le puede suceder a uno, pienso.

Recuerdo haberlo escrito y salir corriendo de la habitación gritando ¡Miren! ¡Miren!

El Autor

Amparo dice:

Amparo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Sobre la desertificación":

¿Así que vosotros conocíais también las obras?
Qué gracioso.
Acá también todos conocen el número premiado, después del sorteo.
Mira que sois insufribles de presuntuosos, queridos-vilipendiados argentinos.
Lo que no me parece bueno a mi, es que:
para parecer más cultos
los mantengais ocultos
(en octasílabos, para M y MP)

Amparo

Si realmente sabeis los números que saldrán premiados, avisadme, para compartir con Uds. unas décimas.



Publicado por Amparo para Los Parrafistas a las 17 de diciembre de 2007 18:02

AMPARO ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Vida con swing":

La de hoy martes ha sido:
El marido rural
de El ladrón de Shady Hill
de JOHN CHEEVER

Amparo

¿La sabías también?
Os felicito entomces



Publicado por AMPARO para Los Parrafistas a las 18 de diciembre de 2007 9:47

lunes, 17 de diciembre de 2007

Vida con swing

Ayer tuve oportunidad de ver el film en cuestión que es un documental sobre la vida del genial guitarrista chaqueño.
Su vida da mucho mas que para películas. En la trama está la propia vida del chaqueño, que uno dudaría en distinguir ficción de realidad.
Tal como cuando uno lo ve ejecutando el instrumento. Eso puede llegar a ser la definición perfecta del swing o el tempo, ver la magia/polenta con que el menudo moreno arrancaba notas. Sobre la guitarra, sobre el cavalquinho, o simplemente con sus pies.
 
No se por-qué,  imagino a Oscarzinho como un ícono para la parrafada. Un tipo que supo esperar y laburar en la vida, para cambiar lo negativo en positivo. Invito a sintonizar este documental de Hernan Gafett, pero por sobre todas las cosas a bucear buscando material de Oscarzinho. Hay un disquito que vende FM Urquiza [ info@fmurquiza.com], con un seleccionado de sus obras.
 
Pero su vida golpea. A cada paso, uno se encuentra con la trama de un guión invisible, decididamente fuerte. Y la música no le va en zaga.
Dirá la parrafada ..

Sobre la desertificación

Esta semana soplará sobre la parrafada el fantasma de un nuevo ininterruptus, el de la semana pasada.
Evidentemente hay autores, que son mas ignotos para esta PBTada, o que provienen de una cultura, no muy difundida.
Esos vientos favorecen la desertificación de los concursos. Refiérome a ciertos autores teuto-contemporáneos.

En esto [la difusión] tienen que ver y mucho las editoriales.
Seis meses ha, entereme sobre la existencia de una interesante carrera universitaria justamente para formar editores. Si mal no recuerdo, dictabase en Filosofía y Letras [UBA].

En el ispa se desarrollaron como una prolongación/refugio de los viejos editores hispánicos, que en época del franquismo buscaron nuevos aires. Antes fué Argentina, hoy están mas volcados a México y también a Chile.

Pero la cosa es que el podiasta decimonónico MP, declaró tomaríase vacaciones.
Por ende, ¿será este un buen momento para tener [alguna] mayor probabilidad de ganar?

Habrá chicharras, habrá Perenchius, habremus Papa  ..?

De algo estoy seguro: lectura habrá.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Nuevo Comentario de Marta (¡Brillante!)

marta ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Marta dijo (Comentarios en "Literocantopus recuper...":

A por el morro, no sé lo que querrá decir. Pero no me parece nada bueno.
¿Qué te digo, Amparo, que yo ya sabía los dos títulos, Los mmmm (203) y El mmm quiere m mm (254)?
Y sí, ya los sabía, y creo que no era la única. Pero me parecía que parte del juego era no revelarlos. Al comentar aquí sólo quise dejar una señal de que, bueno, de que yo había estado ahí pero no me pareció bien decir el título, así todos podíamos seguir jugando.
Descubrí el 203 gracias a las pistas (ah, pero qué pistas sutiles) que dio Marcelo Perenchio en el blog. Y debo decir que me llevó mi buena semanita de búsqueda encontrarlo. Aunque esta ciudad donde vivo es muy modesta, oh, sorpresa, sí tienen un ejemplar de Los mmmm en una biblioteca universitaria. No sé si tiene precio el momento de abrir el libro y descubrir que sí, ahí están, esas son las palabras, ése es el libro.
Consecuencia: hice todos los deberes, leí todo lo que encontré de Pmm Hmm y cuando fue el 254 no me agarró desprevenida. Porque lo conocía lo reconocí; sin embargo se me escapaba el título. No tenía ni idea.
Al día siguiente busqué de nuevo la lista de libros de mm mm y sí, ahí estaba, obra de teatro sin palabras, el mmm, el mm.
Ahora que ya todos lo saben, se los digo: el pupilo era Carlos Moreno; el tutor, Lito Cruz. Y ahí tienen una foto:
http://www.alternativateatral.com/ficha_obra.asp

Huelga de sinapsis

Barrunto el período estival empieza por relajar nuestra tensión sobre ciertos afectos especiales [AE], que "la parrafada" suele tener a la hora de escuchar el programa.

En mi caso, la escucha se realiza desde mi puesto de combate: sentado en una sillita donde corrijo parciales o engroso las páginas del epistolario.
Desde ese mismo lugar suelo mirar TV, o escuchar algún programa de radio irredento.


Pero, terminadas las clases, luego de aplicarse la propiedad transitiva, el letargo sobre el uso de las neuronas, trasladase al resto de los mortales. Por ende, aquello que otrora se resolvía fácilmente, ahora cuesta.


El Interruptus 128 [Transporte "El Puente SRL"], diose en pleno verano.
Y por allí hubo luego algún atisbo de Ininterruptus muy cercanos entre sí, entre el 203 y el 207, para luego ir con el 254 [habremus de quinielarlo]. Curioso fué lo de los anteriores, en una época donde los oyentes solemos estar en sintonía. Pero esta cercanía con
los festejos navideños, de cambio de dígito y demás motivos, dejan la lectura a un lado para entronarnos en la mástica e ingesta de bebidas varias. Quizá por eso actividades como las elegidas por el archipestre de LRA tengan una posibilidad de éxito aún menores, en términos de cálculo diferencial, podríamos referirnos al milagro del timbre redentor, como una curva cuyos valores funcionales para este intervalo del dominio [diciembre a enero], son [sin lugar a dudas] son una asíntota al eje de abcisas, vulgo: tienden a cero. Entendido el cero como no ocurrencia de un suceso.

Mais, siempre hubo excepciones, uno de ellos el joven de Martín Coronado, otro la diva de Coghlan, etc.

Estamos vivos y vivimos. Leerte es nuestro destino.

Al gran pueblo argentino Libros - Enriquito Primate Villegas.

Aprovecho a saludar por las fiestas navideñas, y alzar la copa y los brolis por muchos interruptus mas.
Que renazca el ser lector de nos.

Ipse Dixit, QF


Amparo, no me escupa el asado

¿Conocés, Amparo, esta expresión criolla? Escupir el asado equivale, en cierto modo, a “patear el tablero”.
Vine al ciber a publicar –aunque el verbo es excesivo- la Entrada que llamé “Evangelio”, y me encontré con tu Comentario.
Agradable sorpresa, como siempre –como en los pocas ocasiones en que sucede-, y más agradable por provenir de una oyente-lectora de allende los mares. (¿Así que seguís Párrafus por la Internet? Ya te estoy preguntando cuál es el origen de esta escucha. ¿Anduviste por acá y te gustó el programa? ¿Te lo recomendaron? ¿Se te rompió el buscador en la dirección de Nacional?)
Pero, eso no se hace, Amparo. No sé cómo le va a caer a Hugo. Nuestro conductor, el miércoles, dijo que ahora iba a dejar en remojo un tiempo a este autor incógnito, pero que iba a insistir con él. “No me van a ver tirado, ni me van ver vencido”, dijo desde el tango. Y vos, con entero desparpajo, sin temor al oxímoron, desafiantemente, nos enrostrás tu descubrimiento.
Bueno, no es nada. Ya está. El Blog es libre y quiere ser para todos.
Lo que sí te aclaro es que no a todos nos “ha desvelado con anterioridad” este autor. Mejor dicho: sí, a mí me desveló una noche (o un día, porque vivo al revés), pero, aquella vez de “Los avispones”, lo descubrí. Esa historia puede leerse en “Contento como Orteguita ante Orión”. Y esta vez, con la obra teatral, lo sospeché, como ya dije en “Evangelio”.
En realidad, Amparo, tu comentario me molestó un poquitín, en un primer momento, porque me arruinaste una Entrada brevísima que ya estaba elucubrando y quizá pondría en el Blog a fin de año. Algo así:

Título: Vacaciones
Texto: Para el año próximo, oyentes, estudiar a Peter Handke.

Pero no pudo ser.
Qué casualidad, también. Yo estoy por salir hacia el mar, y desde Lloret del Mar llega esta agradable comunicación. ¿Por dónde cae eso, Amparo? Contanos. Seguí escribiendo.
Un beso.

Evangelio

Lunes 10 de diciembre

Adelantándose dos lunes a la Nochebuena, el bueno de Hugo comienza la semana con la lectura de una novela que nos trae ciertas reminiscencias bíblicas y/o evangélicas.
Se trató de “Ben Hur”, de Lewis Wallace, cuya acción está enmarcada con los hechos del nacimiento y la muerte del Salvador.
Resumo el resumen de la primera versión cinematográfica de la novela, que aparece en el volumen N° 1 de “Historia Universal del Cine”, de editorial Planeta, España, 1982.
“Prólogo: La llegada de María y José a Belén y el nacimiento de Cristo en el pesebre (secuencia en Technicolor).
Año 26 de nuestra era: Messala llega a Jerusalem para ponerse al frente de la guarnición militar romana, y se encuentra con su antiguo amigo Ben Hur.
(...)
En Tierra Santa, María Magdalena se encuentra entre los seguidores de Cristo. Ben Hur se integra también a ellos, y se encuentra nuevamente con Esther, su auténtico amor, así como con su madre y su hermana, que han contraido la lepra mientras estaban en la cárcel. En uno de sus últimos actos antes de ser crucificado, Jesucristo las cura.”
Más allá del reiterado anacronismo presente también en esta frase final –yo creo recordar que en catecismo me enseñaron que el fulano adquiere la condición de Cristo después de la cruz-, esta es la sinopsis del film que, según la enciclopedia mencionada, dirigiera Fred Niblo en 1925, con Ramón Novarro como protagonista.
Ignoro si la remake de 1959, con Charlton Heston, incluyó también estas devotas cuestiones. En cuanto a la novela –que no leí-, supongo que esto se encuentra en un prólogo que, según las reglas del juego, Hugo no leyó.
A mí, ese comienzo con un jinete solitario por el desierto me hizo pensar en “Sinhué el egipcio” y en “¿Quo vadis?” ; me faltaba un pelito para llegar a la intuición de “Ben Hur”, pero en eso se hizo presente en el aire el extraño joven Martín López, oyente de Martín Coronado, para ganar el juego por segunda vez.

Cuando Hugo le dio a elegir entre dos títulos como premio, Martín, con su tono cansino o distante, dijo que prefería el reciente volumen con cuentos de piratas de Arthur Conan Doyle.


Martes 11 de diciembre

Esta noche, casualmente, Hugo empezó el programa con un comentario que nos retrotrajo a su labor de crítico en la revista Humor. Se refirió a una película rumana que en estos días puede verse en Buenos Aires. Su título es “Cuatro meses, tres semanas y dos días”, precisión numérica que remite al tiempo del embarazo que una de las protagonistas se dispone a interrumpir... Casualmente esta noche, cuando nadie interrumpió la lectura.
Fue el primer Ininterruptus de Teatro, y el cuarto en la totalidad del ciclo –todos este año. Si bien –reitero- no soy aficionado al género, la dilatada lectura de esta noche me sugirió un par de posibilidades. Las escribiría después, en un mail privado para el coequiper Quique Figueroa, y él puede dar fé de que pensé en... Pero primero hagamos historia.
El primer Ininterruptus fue el miércoles 31 de enero –el célebre programa 128-, cuando nadie reconoció el cuento “En la noche”, de Humberto Constantini. Sobre este autor se volvió en el Párrafus 150, el 3 de abril, con otro cuento, “Un hombre alto, rubio, de bigotes”, y entonces, cuando tuve la felicidad de interrumpir la lectura, Hugo develó la incógnita del 128.
El siguiente fue con una novela, la noche del martes 15 de agosto, en el programa N° 203. Este autor, a la fecha, todavía permanece incógnito –excepto para los que hayan leído el derrotero narrado en “Contento como Orteguita ante Orión”.
A la semana siguiente, el miércoles 23 de agosto, tercer juego vacante, pero esta vez Hugo acomete la audacia de repetir el autor en el programa siguiente, y ese lunes Quique Figueroa reconoce a César Aira. También se repitió el género: el miércoles la novela había sido “La liebre” , el lunes fue “Yo era una chica moderna”.
Esta vez, la cuarta, en la 49° lectura de teatro, ¿en qué te –y nos- metiste, Hugo?

Miércoles 12 de diciembre

Hoy Hugo inicia el programa “yendo al grano”. Tomó el toro por las astas y habló sin tapujos del Ininterruptus próximo pasado. Por supuesto, estamos de acuerdo con él: qué son cuatro juegos vacantes en un total de 254. Qué le hace un grano más a nuestro púber Párrafus... En lo particular, como ya escribí una vez, la incógnita es un estímulo más para tratar de aprender, rastreando la lectura desconocida –estímulo que a veces no me generan los juegos develados.
También mencionó Hugo una llamativa curiosidad en torno a este Párrafus 254. En primer lugar, reveló que el autor no reconocido es el mismo de aquella novela ininterrupta del 15 de agosto –tal como yo había sugerido en el mail a Quique, y también en la respuesta a la oyente Marta en el Blog. Reiteración fallida, esta vez. Y señaló que, sugestivamente, también en esa oportunidad el ganador del programa anterior al Ininterruptus había sido el oyente Martín López, de Martin Coronodo. Aquella vez, con “El gigante Amapolas”, de Juan Bautista Alberdi; ahora, con “Ben Hur”, de Lewis Wallace. Ya decía yo que notaba algo extraño en este jovencito..., que además, al elegir los cuentos de piratas como premio por su triunfo de este lunes, presagió la obra a leerse este miércoles, que fue “El corsario”, de Lord Byron.

La poesía del bardo inglés, como tantas otras, fue reconocida por María Suárez. (A propósito, cabe decir que la vez pasada, después del autor Ininterruptus que se repitió este martes, también había ganado María.) La Dama de Coghlan reapareció esta noche después de sus tres triunfos consecutivos de noviembre. Con esta nueva victoria, la ex imbatible de Párrafus Interruptus estira la ventaja sobre Roberto López Motta y parece encaminarse a la obtención del siempre honroso segundo puesto en el certamen anual, próximo a cerrarse.
Y a propósito de esta definición de las posiciones, tengo para los queridos compañeros reincidentes una buena nueva –de ahí el título de esta Entrada. La semana próxima no voy a poder escuchar el programa. Cristina consiguió en su trabajo un adelanto parcial de sus vacaciones, para que coincidan en parte con las mías, y vamos a pasar unos días en la costa.
Nunca fui muy amigo del turismo, y menos cuando la cuestión económica solo permite un corto y breve desplazamiento; tampoco me es indispensable el típico “desenchufe” veraniego; siempre digo que yo tengo vacaciones todas las semanas: trabajo cuatro días (o noches) y tengo tres francos. Pero, como en tantas cosas, debo acoplarme a los gustos o necesidades de mi compañera, así que allá iremos, este viernes a la noche, hacia “la Feliz”. Y, esta vez, no es un sinsabor menor el hecho de que vaya a perderme Párrafus.
Aunque... Le muestro a Cristina el párrafo precedente -no sea que después se enoje cuando lo lea en el trabajo- y ella me dice que en Mar del Plata seguramente se escucha Nacional. Que me acuerde de los Párrafus escuchados en Federación, en marzo. Que puedo llevar mi batalladora portatil. Y que, si no, puedo ir a un ciber y escuchar el programa por Internet. Y que con el celular podría llegar a comunicarme. Entonces...
Retiro lo dicho. Aunque el primer puesto ya lo tengo asegurado hace rato, sigo compitiendo.
(A propósito, ¿vieron cómo siempre, en el futbol, los jugadores del equipo que va puntero, con ventaja considerable, a pocas fechas del final, se cuidan tanto de cantar victoria, y declaman que todavía falta, que matemáticamente los pueden alcanzar, que “paso a paso”...? A mí eso, cada vez que lo escucho, me da verguenza ajena... por eso, hace como un mes, faltando unos cuantos juegos para terminar el año, festejé sin empacho mi bicampeonato en Párrafus, y que me larguen los perros.)
En todo caso, a la vuelta, la otra semana, después de Nochebuena, quedan los últimos programas del 2007, y a lo mejor entonces tengo la chance de cerrar el año, como la otra vez.
Hasta entonces.
Felicidades.

METALECTURA:

Dos curiosidades en torno al lord George Gordon Byron, este inadaptado psicosexual (a mitad de camino entre Sade y Drácula), que, de taquito, inventó el romanticismo en la literatura europea.
Hay un filme de Ken Russell, de los años ’80, donde el poeta es personificado por Gabriel Byrne. La película se llamó “Gothic”. Allí se muestra la célebre velada en aquel castillo a orillas del lago de Ginebra, en 1816, cuando Byron, su amigo Shelley –Julian Sands- , la esposa de este –Natasha Richardson- y el médico, secretario y sojuzgado John Polidori –que no me acuerdo quién lo hizo- juegan a contarse la más espeluznante historia de horror que puedan imaginar. Parece que la única que cumplió al pie de la letra el desafío fue la mujer, que escribió la historia y la dio a la imprenta, dando nacimiento así al monstruo más famoso de la literatura de terror..., que cualquier noche de estas se aparece en Párrafus. (Polidori, a su vez, reescribió el esbozó que Byron había borroneado, lo publicó con el título de “El vampiro”, atribuyéndolo al lord, y dio inicio así a la saga que Bram Stoker culminaría espléndidamente sobre el fin de siglo.)
La otra rareza es más entrañable y, para mí, misteriosa. Lo supe a través del programa de Dolina, hace años. Existe un poema de Byron, traducido al castellano, musicalizado por el oriental Mario Pardo, que cantó Carlos Gardel. El tema se llama “Hay una virgen”, tiene una melodía dulcísima, y Gardel lo grabó dos veces: la versión acústica es de 1920, y el acompañante allí fue el guitarrista José Ricardo. La grabación fonoeléctrica se hizo en 1930; entonces, el Morocho lo cantó acompañado con trio de guitarras: Barbieri, Riverol y Aguilar. No es un tango; según los libros, el género es Canción. Lo que no cuenta ninguno de los libros que tengo es el origen de esa rara adaptación. Una vez más, dejo la curiosidad a ver si algún amigo del Blog puede informar al respecto.
Termino con unos versos de una de las obras más conocidas de Byron (que Hugo, por supuesto, no eligió): “La peregrinación de Childe Harold”. Salvo por la localización sugerida en el primer verso, creo que puede atribuirse sin desmedro a... ¿a quién?

“Tiempo ha en la rubia Albión vivía un joven
a quien no deleitaban los caminos de la virtud
y se daba, al contrario, a los más desaforados excesos,
vejando con júbilo el somnoliento oído de la noche...”

¿Les suena?

jueves, 13 de diciembre de 2007

Marta dijo (Comentarios en "Literocantopus recuperaderum")

marta dijo...
Hola.
¿Nadie escribe hoy?
Me muero de curiosidad por saber qué pasó finalmente en el programa de anoche (254). Porque lo último que alcancé a escuchar es la consabida chicharra. ¿Era sólo el fin del programa o significaba que a ultimísimo momento apareció algún ganador que no alcanzó a salir al aire?
¿Otra vez, será posible, los troncos apoyados sobre ventanas y una gata y un señor con dos pantalones y la atmósfera sórdida y polvorienta?
¿Dónde, dónde es que ví la foto de Carlos Moreno comiendo manzanas, como si nadie lo estuviera mirando?

12 de diciembre de 2007 17:42


Marcelo Perenchio dijo...
Hola, Marta.
No, no siempre escribimos de inmediato. Yo, en particular, dejo pasar los tres programas y después veo qué se me ocurre -más allá de un resumen semanal.
Estás en lo cierto: el juego del martes quedó vacante. Interesante pista nos brindás: Carlos Moreno comiendo manzanas. Yo pensé en alguno de esos autores del nuevo teatro argentino (Daulte, Bizzio, Spregelburd, etc), pero no sé si sus obras publicadas ya circularon tanto como para que Hugo las incluya en Párrafus. También pensé si no se trataría de la repetición de aquel autor que está pendiente. Pero bueno, nadié ganó.
Un beso.

12 de diciembre de 2007 19:33

viernes, 7 de diciembre de 2007

Literocantopus Recuperaderum


Alzo el guante dejado en la vía pública por el decimonónico Perenchio, al subir al podium por enésima vez.
Esta vuelta, amén de la cuestion autoreferencial, saca a la luz esa columna fraterna del PI[nterruptus]: la del recuperadero de libros.
Cuestión armada con una artística bella, ingeniosa y un espíritu entre fraterno y lunático, que fuera comentada en otra bitácora [Carpe Diem], prima hermana de Los Parrafistas.


Respecto del planteo de Eleonora, os remito a "El tiempo, gran escultor", obra de la Yourcenar, que data de 1983 y reune una serie de ensayos.
Podréis visitar una sinopsis [
aquí], o recurrir a fragmentos de cartas de Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni .

Otra obra que aborda el este tópico es la de Adrián Melo:
El amor de los muchachos, y Miguel Angel es uno de los muchachos.

Casos, cosas y querubines.

Autoreferencial (cuándo no!)

Comenzó diciembre y, después de mucho tiempo, se dio en Párrafus una semana netamente masculina. Digo, en cuanto a los ganadores –porque lo de los autores es permanente y casi inevitable. Y ya, en esta primera semana del último mes de año, incorporamos un nuevo ganador al programa.
Enrique Tozzini se llama el hombre, es jubilado bancario, es de Castelar –poco presente el Oeste en la división domiciliaria del podio, ¿no?- y se dedica al teatro, al canto coral y a la escritura, amén de la lectura, claro. Ganó con el cuento de Mark Twain “Historia del niño malo”, que Hugo llegó a leer completo. Enrique pudo comunicarse cuando ya se iniciaba la lectura de un segundo cuento, mecánica habitual de las noches de Poesía que el ágil Paredero adaptó sin hesitar.
Pero en torno a las lecturas, autores y ganadores de la semana, ahí están las siempre nutridas Entradas de Quique Figueroa. Yo, hoy, solamente quería puntualizar algunas cosas respecto de mi última Entrada –y mi último triunfo.
En aquel texto, recordando aquella victoria con el poema de Francois Villón, mencioné que en ese momento hacía casi dos meses que no ganaba. La vez anterior también había sido con Poesía, en ocasión de leerse a Fernando Pessoa. Y en total, durante todo el invierno, gané solo cuatro veces. Pero lo llamativo es algo que dije como al pasar: que en una Entrada del Blog había presagiado que se venía una época de vacas flacas. Quiero citar, ahora, parte de aquel texto:

Miércoles 13 de Junio

Otro miércoles, el mismo Fernando.
Esta vez fue Fernando de Chacarita quien tuvo el privilegio de ocuparme la línea a los pocos segundos de iniciarse la lectura. Además, ganó el juego de hoy.
En los seis primeros programas del mes, cuatro veces llamé (con la respuesta correcta) y me dio ocupado, una vez gané y otra no tuve ni idea. Esto, estos aciertos infructuosos, le indican a mi pensamiento eventualmente mágico que se vienen noches de vacas flacas para mí en el próximo invierno de Párrafus Interruptus
¡Pero felicitemos alborozados a Fernando Terreno, nuestro querido compañero oyente!

Otra cosa que mencioné el otro día fue la segunda llamada del lunes, después de haber participado al reconocer la lectura de Roberto Juarroz. En la charla con Hugo, yo había deslizado que Juarroz es uno de los pocos poetas que me gustan, a mí, que no gusto tanto de la Poesía. Después, Hugo pidió alguna aclaración al respecto. Llamé de nuevo y le di una breve respuesta a Lucas, pero se ve que no hubo tiempo, y el tema no se volvió a tocar. Lo que traté de resumir en ese mensaje infructuoso fue algo que también ya había escrito en el Blog.

De la poesía no puedo decir que no la haya frecuentado por razones económicas, como en el caso del teatro. Se encuentran libros de poesía de todos los tiempos y todas las regiones en todas las mesas de ofertas de todas las librerías. Pero algo, quién sabe qué, me hizo postergar siempre este género.
Pero no, no siempre. Hay algunos poetas que he frecuentado. Podría decir esto: no me gusta tanto la poesía, pero me gustan los poetas. (Esto me recuerda algo que repetía hace mucho en relación a mis conquistas amorosas: No te quiero liberada, pero quiero liberarte, les decía.) Algunos datos biográficos, alguna semblanza leída por ahí, me llevaron a interesarme por la obra poética de ciertos autores, pero no exploré nunca el género detenidamente. Mis preferencias son desprolijas, entonces, y van de Pessoa a Luis Franco, de Carriego a Michaux, de Discépolo y García Jiménez a Alejandra Pizarnik.

Me sigue gustando la frase: No me gusta la poesía, me gustan los poetas. Pero no es fácil de explicar –como pasa con las paradojas.
Por último, otra cosa para aclarar –que me señaló Cristina- es algo que también dije en la charla con Hugo y puede dar lugar a ciertas suspicacias. Le dije que no recordaba bien “si en el Blog o en un mail privado para vos”, nombré a Juarroz como uno de los autores con los que muy especialmente me gustaría ganar. (La confusión la produjo el hecho de que aquello lo escribí en un mail que después, levemente modificado, se incorporó al Blog con el título “La lista de Perenchio”.) Lo que al respecto debe aclararse son dos cosas. 1) que allí también nombraba a otros autores, ahora ya leídos, y con los que no gané. Y 2) que ese mail estaba dirigido a la dirección electrónica de Párrafus, pública y notoria, ya que no existe ninguna otra forma de comunicación más directa, y mucho menos personal, entre el conductor de nuestro lúdico programa y el líder indiscutido, por segundo año consecutivo, de la tabla de ganadores –que no se mancha.
He dicho.

Vuelvo brevemente a los programas de la semana, ya que no quiero omitir la mención del ganador de la noche del martes: Mario Solaquián, el vecino de Palermo, que reconoció el comienzo de la novela “La plaza del diamante”, de Mercé Rodoreda.
Al respecto, hay que decir que, indudablemente –y ¿por qué no?-, cunde y prolifera aquella práctica que el coequiper Quique me atribuyera hace un tiempo –acertando, tal vez, ¿por qué no?- y que yo hiciera extensiva a los otros oyentes competitivos de Párrafus. Me refiero a la sana costumbre –universal y eterna, creo, es decir, anterior a Párrafus- de pispear comienzos de libros, que este martes don Solaquián mencionó como origen de su triunfo: en una librería de la calle Corrientes, buscando algo para comprar en las mesas de ofertas, el hombre de Palermo levantó la novela de la catalana y echó un vistazo a sus primeras líneas –y también a las últimas, dijo, práctica en la que yo no lo seguiría. Con ese comienzo en mente (a pesar de que no lo atrapó como para comprarse el libro), pudo ganar el juego una vez más. Felicito sinceramente a Mario por su triunfo, y también, si así fue, por suponer que esta obra de la Rodoreda (omito cualquier adjetivo) pudiera ser leída en el programa, algo para mí inimaginable.

Para terminar, quiero hacer extensiva también a quienes amablemente visitan esta página, una consulta que recibí vía mail de Eleonora, la compañera oyente que fue autora del primer comentario en el Blog. Ella está buscando un fragmento de Marguerite Yourcenar que leyó hace mucho en la revista Sur: se trata de una carta –fraguada, supongo- de Miguel Angel, el artista del Renacimiento, a uno de sus amantes. Eleonora no sabe si pertenece a alguna novela de la Yourcenar, o a un cuento, o a qué clase de escrito. Mi búsqueda por ahora fue infructuosa –yo de la francesa leí solamente dos cuentos en revistas-, así que, si alguien, más versado, sabe algo, acá esperamos su comentario.
Y podríamos aprovechar para adaptar a este medio aquel servicio de Párrafus que Hugo llevó adelante durante un tiempo: el “Recuperadero de libros”. Podemos, ya mismo, invitar a aquellos oyentes con dudas o búsquedas bibliográficas a que dejen acá su consulta. No para que la responda yo, precisamente –no sé qué habrá llevado a Eleonora a preguntarme justamente a mí-, sino algún otro oyente que tenga el dato.
Invitados están, entonces, y muchas gracias.
Hasta la próxima.

Posdata: “Prólogo para el lector de comienzos”

El género, el más numeroso, sincero y real, de los “lectores de comienzos” ha comprobado que dos “Novelas que no debieron seguir” integran el 98 por ciento de las que salieron y siguieron.
Espero recibir de esa franca familia no solo muchas felicitaciones sino otros tantos ruegos para que no trueque mi obra con seguirla, no me despeñe estirando más allá del por sí suficiente buen comienzo.
Muy santo consejo.

El Autor

Macedonio Fernández, “Una novela que comienza”

jueves, 6 de diciembre de 2007

Historia de oyentes sordos


Que vai facere?
El archicofrade, salió con una estrategia de esas que con las que uno gana 7 a 0, o bien le dejan el arco hecho un colador.
Digamos, un planteo irracional.
Pero .., eso no es ninguna novedad.

La lectura del cuento seleccionado por Huguito, desbordaba mordacidad, algo realmente hilarante.
Una especie de predecesor de los hermanos Marx, ya que sonaba anterior al siglo XX.

El autor no fué descubierto durante la lectura de la obra.
A tal punto fué jugada la estrategia, que el locutor quedose sin texto, al agotar el cuento en menos de quince minutos.
Sonó el gong y en vez de un ganador, había llegado el maldito punto final.

Pero el archipestre de LRA hizo una gambeta [de novela], y sacó la pelota al corner, anunciando seguiría con el autor, pero cambiando de obra, siguiendo el género.

Ahicito nomás llegó otro gong redentor, el de un oyente avezado [un defensor al contrataque]: Enrique Tozzini, quien había agarrado el final de "Historia de un niñito malo".
¿De quién?, de Mark Twain!

Bravo por recuperar un ganador de "Por Amor al arte" [el predecesor de Parrafus que iba los jueves de 14 a 15], y tomarse la licencia para decretar interruptus una obra leida completa.

En buena ley, con buena letra, y con oyentes que alteran sus horarios para engrosar las huestes de las multitudes solitario-bibliófilas.


Twain [al igual que Saki], es un fino maestro del humor, de la ironía.
Un estilo anglosajón, donde se apuntan los dardos hacia un mismo objetivo: la literatura para niños moralizante, aburrida y ridícula de los libritos de la escuela dominical "que secaron el cerebro" a varios niñitos.
Estos dardos apunta a desenmascarar ese discurso adulto hipócrita destinado a los niños.
En ambos relatos [Historia de un niñito bueno e Historia de un niñito malo, el libro de la imagen], el final es "trágico" (desde la ironía y el humor negro, por supuesto) para los niños buenos.

Autores precursores del ridículo, del humor desopilante. Leidos con dos semanas de diferencia.
Otra elección para nada azarosa, sino como eje de la construcción de conocimiento que consciente y deliberadamente trama el equipo productor del PI[nterruptus].

Mark laburó en imprentas y luego en periódicos.
Autor de frases como «Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda».
Sus editores empezaron a mentirle sobre las ventas de sus obras.
En 1867 viajó a Europa y Tierra Santa, aprovechando para escribir su libro de viajes Los inocentes en el extranjero (1869), donde explota humorísticamente y de forma epistolar -son cartas publicadas primeramente en periódicos norteamericanos- por un lado, la decadencia, pretenciosidad y el aristocratismo antidemocrático europeos, y, por otro, el provincianismo paleto y la irreverencia de los estadounidenses en contacto con Europa.

Otra vez la gimnasia de los diarios, sumada al misterioso influjo del mundo de las imprentas. Resultado: seres peculiares, que logran una cosmovisión particular, y un mundo para compartir.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Mercè Rodoreda

El sandwich de Párrafus, fué de pan de campo.
Con gusto a fiambre español, pero escaso, propio de la época franquista.

Una república llena de penurias, donde reinaba un clima propio al que sigue a una guerra civil.

Esos antecedentes son el condimento de la escritora Mercè Rodoreda i Gurguí, una catalana nacida en 1908.
Mercè se casó con un tío suyo, fué unipara y su vida era demasiado monótona.

Halló un refugio en la literatura y colaboró en diversos medios.

En La Plaza del Diamante [opus interruptus por Mario Solakian], narra la historia de Natalia, una joven como tantas otras de su época, que acepta sin quejarse todo aquello que la vida, y su marido, le imponen. Incluso acepta que le cambien el nombre por el de “Colometa”.

Esta resignación termina al finalizar la guerra. Natalia se rebela por fin contra todo lo que considera injusto. Al final de la novela dejará de ser “Colometa” para convertirse en la “señora Natalia”.
Un cambio de nombre que significa también un cambio de personalidad. La novela es también una crónica fiel de la Barcelona de posguerra y de cómo marcó este periodo histórico a sus habitantes.

Como en otras novelas, La plaza del diamante juega con los símbolos.
Las palomas que la protagonista cría en su casa le sirven a Rodoreda de elemento simbólico para ir mostrando la evolución en la vida de Natalia.
A medida que su vida se va quedando sin ilusiones las palomas de su palomar se van marchando o muriendo.
Liberando palomas, Natalia libera también de una parte de su pasado.

Imagen: Chalé de Romanyà de la Selva donde Rodoreda vivió de 1972 a 1980 y escribió sus últimas obras [Espejo roto, Parecía de seda, Cuanta, cuanta guerra .., La muerte y la primavera].
Tejas, cipreses, piedra y sol, una combinación ibérica, e inspiradora!

martes, 4 de diciembre de 2007

Roberto Juarroz , licenciado, bibliotecólogo, etc. De oficio: poeta

Pinceladas sobre el poeta oriundo de Coronel Dorrego.
Quizá ayuden a comprender la postura juarrociana, y su búsqueda profunda.
Creo, Juarroz conjuga elementos irracionales, propios de PI[nterruptus], mas otros del estilo que Peicovich incluía en sus palabras radiales, que mas que lecturas eran recitados en vivo.
Puede que eso, haga de Juarroz un poeta non convencional, sino algo mas border. Pero trascendente.
Ahí van:
---------------------------------------------------

El poeta no tiene otra alternativa que inventar o crear otros mundos. La poesía crea realidad, no ficción.
Afirmo que la poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud.


Vivo el poema como una explosión del ser por debajo del lenguaje.
Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de la su capacidad significativa inmediata. [...]

Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad de nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro.

Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo.
La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad.
La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte.
Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma.

En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro.

Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles.

Desde adentro, toda obra es un fracaso. Pero creo haber buscado algo distinto. Y esa búsqueda, desde adentro o afuera, no es un fracaso.

Historia de mis victorias: Nº 35 -y 44 (¡Con Metalectura!)

En el Párrafus del jueves 6 de setiembre (miércoles para mí) gané por última vez desde el Tobar Garcia, mi anterior destino laboral. La lectura fue “El testamento”, poesía de Francois Villon. Entonces yo no lo sabía, pero la semana siguiente se produciría mi inesperado traslado al banco que actualmente me acoge.
Aquella noche, desde cerca de las once, un corte de luz causaba dificultades diversas en el hospital.
Por mi parte, a partir de cierto momento empezó a afligirme que el tiempo pasara, se acercara la hora del programa y el bendito jefe de mantenimiento, a quien habíamos hecho venir desde su domicilio, no daba con la solución del desperfecto. En esas condiciones, yo no podía abandonar mi puesto del hall principal para ir con mi radio portatil a escuchar Párrafus al patio. Tuve que acompañar con la linterna a este hombre de un tablero a otro, del generador al pañol, de su oficina a la vereda, hasta que, alrededor de la medianoche, vencido, decidió llamar a Edenor. Si bien el corte era local (en la calle había luz), la falla, dijo el jefe, podía estar en un trasformador que está en la esquina de Carrillo y Brandsen.
Los minutos seguían pasando y el personal de la empresa no aparecía. Creo que llegaron justo sobre las 00.30. Entonces tomé el toro por las astas. Les presté la linterna (que no era mía, sino del cabo de la federal que me acompañaba esa noche) y dejé que solos siguieran verificando las instalaciones. Dije, para no acompañarlos, algo así como que yo ya había dado aviso de la falta de luz a mi base y que el supervisor, que podía venir en cualquier momento, debía encontrarme en la entrada. En cuanto salieron del hall, busqué mi radio y sintonicé Nacional. Pero el hall se había poblado de médicos y enfermeros que esperaban novedades (mi hoy amigo Pablo entre ellos), así que no era el mejor lugar para escuchar. Disimuladamente, resignando el más acogedor patio trasero, me escabulli en dirección al jardín de la entrada.
Cuando pude atender a la voz de Hugo, estaba anunciando que leería Poesía. “Bueno, tanto nervio en vano”, pensé; la poesía no es lo mío. Sin embargo, recordé que mi último triunfo, casi dos meses antes, había sido con el “Libro del desasosiego”, de Pessoa. Pensé también que el invierno, tal cual había presagiado en un texto para el Blog, venía de vacas flacas. Entonces, confiando inopinadamente en sacar fuerzas de flaquezas, saqué el celular del bolsillo de la camisa y seguí escuchando.
Paseándome a lo largo de la alta verja que separa el jardín de la vereda, esforzando el oido ante los veloces colectivos que a esa hora todavía aturden la sórdida calle del hospital, mirando cada tanto hacia el hall para ver si los técnicos volvían de su recorrida, escuché con ansiedad el comienzo de la lectura. Enseguida se presentó mi ángel.
Primero llamé para preguntarle a Lucas si el autor era Villon. Lucas dijo que sí, pero yo no tenía idea del título del poema. No recuerdo si llegué a tirar “Baladas”, que, por supuesto, no sería aceptado. Corté y seguí escuchando. Seguía paseándome y mirando hacia adentro. En eso, se omite una palabra, y en lo que siguió me pareció discernir algo así como la típica formula de un escrito testamentario. Me detuve en seco delante del portón entreabierto y, mirando fijamente la calle, volví a marcar. Nuevamente me comuniqué. Entonces afirmé: “El testamento”, de Francois Villon.
Y así volví al triunfo.

Le conté a Hugo la circunstancia por la que estaba pasando y él se ofreció a pedir ayuda a través de Nacional. Le agradecí, pero aclaré que el teléfono funcionaba y ya habíamos llamado a Edenor. Además, nunca quise, mientras estuve ahí, decir por la radio en cuál hospital trabajaba –no por razones “de seguridad”, sino de respeto a los pacientes y sus familiares, que, quién sabe, alguno podía estar escuchando.
Me gané el mismo libro de Villon que se estaba leyendo, con una selección de sus poemas y baladas, y aquel, puede decirse, fue el inicio de una nueva seguidilla de triunfos que, una vez dejado atrás el invierno, se extiende hasta... anoche.

Viene a cuento, hoy, esta nueva entrega de mi insoportable “Historia de mis victorias” porque anoche, lunes 3, cuando gané con la “Poesía vertical” de Roberto Juarroz, también estaba sin luz. No lo conté en la charla con Hugo porque parece increible, y hasta yo dudo de mi veracidad. Pero pasó así:
Aprovechando las inesperadas vacaciones que la empresa me asignó, al mediodía fui para la casa de mi vieja. Me quedaba a pasar la noche porque hoy, temprano, tenía que acompañarla a ver a su doctora de Pami. Agradable tarde y noche (aunque lejos de Cristina), rodeado de mis cosas: mis libros, mi música, mis películas. A las 00.30 llevo el viejo Sansei al living y me dispongo a escuchar el primer Párrafus de diciembre. Me repatingo en la mecedora de la vieja y me concentro en la voz del Huguito –como dice el Quique Figueroa. Hugo empieza felicitando a Lanús y a Juan Gelman, en ese –adecuado- orden. A Lanús, por el campeonato obtenido (que a un hincha de Chaca –Perenchio- también alegra), a Gelman, por el premio Cervantes. Y está recordando que en el Párrafus Interruptus 125 se leyó la “Oración del desocupado”, de Gelman (con la que ganó Luis Gobea, el hombre de De la Garma), cuando en Laferrere y aledaños, cuándo no, se corta la luz.
De repente, tiniebla y silencio, y siento pánico. ¿Qué hacer? ¡No puedo perderme el programa!
Salto de la mecedora, pensando en la radio a transistores de mi vieja, que a la noche ella tiene bajo la almohada o en la mesa de luz; pero, ¿cómo encontrarla en la oscuridad? (Además, ¿tendrá pilas?) Pienso en los fósforos que podría llegar a ubicar en la cocina, pero me pregunto dónde se guardarán ahora las velas. Empiezo a desesperarme. ¿Qué hago? Entonces, acostumbrándose mis ojos a la penumbra, me ilumino. Voy hacia el teléfono y llamo a Cristina.
Por suerte, ella no se había acostado. Le cuento en un vértigo lo que me pasa y le pido que suba el volumen de su radio y dejé el inalambrico junto al parlante. Ella me pregunta si estoy loco, pero lo hace. Primero no alcanzo a escuchar bien. Le grito que suba el volumen, pero ella, siguiendo mi primera indicación, ya abandonó el auricular. Me desespero. La voz de Hugo me llega muy apagada. Así no voy a poder identificar nada. Pero Cristina toma otra vez el teléfono y pregunta si escucho bien. “¡No!”, le grito, “¡Subí!”. Ella pone el volumen al máximo (me contó hoy) y entonces sí, sin importarme qué dirán sus vecinos del departamento de al lado, me dispongo a seguir el programa vía telefónica.
En el último momento me pregunto que haré si llego a descifrar la lectura. Sí, cortar y marcar el número de la radio. Pero eso, ¿cuantos segundos lleva? Entonces, como puedo, voy a mi pieza y vuelvo con el celular. Marco el 4325-7390 y levanto de nuevo el tubo. Hugo ya está empezando. Apoyo el pulgar sobre el boton Llamar del celular, y escucho.
El primer fragmento (o poema), desconocido. Pero enseguida:

“Una red de mirada
mantiene unido al mundo,
no lo deja caerse”

Entonces, perplejo, reconocí a Juarroz, aunque después, en la charla con Hugo, le atribuí a ese poema el final de este otro:

“Pienso que en este momento
tal vez nadie en el universo piensa en mí,
que solo yo me pienso,
y si ahora muriese,
nadie, ni yo, me pensaría.

“Y aquí empieza el abismo,
como cuando me duermo.
Soy mi propio sostén y me lo quito.
Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

“Tal vez sea por esto
que pensar en un hombre
se parece a salvarlo.”

De lo demás, nada dije. En verdad, estuve menos parlanchín que de costumbre. Seguía perplejo. Después, cuando volví a llamar (porque Hugo pidió que aclare qué es eso de que “no me gusta la poesía”), le conté a Lucas que, como aquella vez con Villon, estaba a oscuras, esta vez en casa. Él primero no entendió, después tal vez no creyó, por último se asombró, y yo pensé que hice bien esta vez en mantener secreto el milagro. Pero más que nada me había quedado mudo.
Hasta ahora.


METALECTURA

Releyendo el relato de aquella noche sin luz en el Tobar, observo que mi victoria se produjo, por primera vez, lejos del patio, el comedor o el hall donde solía escuchar el programa. Mi última victoria en el hospital fue a un paso de la vereda, como presagiando mi venidera partida.

Breviario de Máximos y Mínimas

Interesante premio llevose el decimonónico MP[erenchio], el podiasta impertérrito que prefiere los poetas a la poesía.
Esta obra de Ignacio Katz [el médico], lleva como prólogo unas palabras de la Bordelois:

"Si es cierto que citar es una forma de dar gracias, como decía Thomas Mann, este libro en su totalidad es una hermosa acción de gracias.
Una celebración en la que se acuerdan las voces más diversas, venidas de los horizontes más distintos, en ese acorde profundo que alcanzan a veces los coros más dichosos".

Una obra recomendable a $ 25.
Por si queréis pispearla, acceded vía este hipervínculo.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Bùsqueda desesperada

Hace unos días, vía mail, le decía a... un... ¿amigo? Bueno, le contaba a alguien una curiosidad que descubrí hojeando viejos suplementos culturales del diario La Nación: la mención del apellido Glanzmann en un informe sobre escritores de la provincia de Chubut.
Días antes, por el mismo medio (o sea, a la distancia), a otro... a un... Bueno, a alguien otro le decía que nunca escribí en el Blog acerca de alguno de los libros que recibí como premio en Párrafus.
Ahora, a raíz de la lectura de este lunes, cabe la posibilidad de enlazar ambas cuestiones.
El lunes Hugo volvió a tentar la suerte con una novela argentina y contemporánea, o sea, difícil. Leyó “La tierra del fuego”, de Sylvia Iparraguirre, libro publicado en 1998. Pero, es evidente, en torno a Párrafus hay lectores para todo. Ganó la oyente María Cristina Alonso, de Parque Chacabuco, y su premio fue, como a veces sucede, la misma obra cuya lectura se interrumpió. Se alegró mucho de esta circunstancia María Cristina, porque había regalado su ejemplar de la novela a una sobrina suya que se volvía a España después de visitar aquel confín argentino que da nombre al libro. También se alegró la autora, que Hugo tenía en línea y puso en comunicación con la ganadora, al comprobar este ir y venir de sus libros. Se asombró, también, Iparraguirre cuando supo quién es el mayor ganador de este certamen radial, literario y memoralista.
A mí, ese título me vino a las mientes cuando en la lectura se nombra a Jemmy Button; demasiado tarde. Primero pensé en “Fuegia”, donde también aparece ese personaje –supongo-, pero la novela de Belgrano Rawson ya fue leída hace unos meses. Pensé también en “El silencio de Darwin”, pero esta –que leí- seguro que no era. Tardé, en definitiva, en rastrear en la memoria el título de Iparraguirre- que no leí- y, cuando llamé, la línea ya estaba ocupada por María Cristina, quien gana por primera vez, así que me alegré igual.
“El silencio de Darwin” es uno de los libros que gané en Párrafus, no recuerdo en cual de mis triunfos –tendría que rastrear en mis grabaciones. Su autor se llama Gustavo Daniel Perednik, es una novela y fue editada por Simurg en 2006.
En la solapa del volumen, leo que el tipo es graduado en las universidades de Buenos Aires y Jerusalem, y que vive en Israel; deduzco que es argentino. El planteo inicial de la novela también permite esa presunción. Durante la guerra –o batalla- por las Malvinas, un ex discípulo vuelve a ponerse en contacto con su viejo profesor del Instituto de historia donde estudiara durante su adolescencia. Este prólogo es epistolar. Se habla ahí de tres textos misteriosos; uno de ellos habría sido redactado por el clérigo que tuvo a su cargo la educación –o reeducación- del aborigen fueguino que el marino británico Fitzroy llevó a Inglaterra: Jemmy Button, bautizado así porque fue pagado a su gente con unos botones del uniforme del capitán. Los otros textos hablan de Kaspar Hausser, el extraño muchacho sordomudo que apareció un día en las calles de Nuremberg, y de Evariste Galois, el genial matemático prodigio. La trama enlaza estas tres vidas y sugiere que la verdadera razón del hundimiento del crucero General Belgrano, durante los hechos de Malvinas, se encuentra en la circunstancia aquella que llevó a los ingleses a llevarse, primero, y devolver, después, esos tres jóvenes yámanas de Tierra del Fuego.
Es muy atrayente el planteo y resulta apasionante la historia que trae cada uno de esos tres manuscritos; el autor, para hacerlos pasar por auténticos, manejó muchísima información; al final del libro hay varias páginas con los nombres de personajes verdaderos que aparecen en la novela. Sin embargo, recuerdo que el desenlace me pareció flojo; tendría que releerla, pero creo que quedan algunos cabos sueltos y el final es un poco deshilachado. De todos modos, con “Fuegia”, de Belgrano Rawson, y “La tierra del fuego”, de Sylvia Iparraguirre, son una buena manera de acercarse a aquellos hechos poco conocidos de la expedición de Charles Darwin por estas tierras a mediados del siglo XIX.
En cuanto al enlace de esta reseña bibliográfica con la nota de La Nación en torno a escritores chubutenses, bueno, tal vez sea un tanto rebuscado. Sylvia Iparraguirre es nacida en Junín, pero, la otra noche, en la charla con Hugo y con la ganadora, contó que hizo muchos viajes por la Patagonia y los mares australes durante la preparación de su novela. Además, la aparición del apellido Glanzmann en aquel informe se asociaba al nombre Cecilia, o sea, una escritora, afincada desde hace unos veinte años en la ciudad de Trelew.
Pero más auténtica fue la magia que contó la Iparraguirre. Durante un viaje para la presentación del libro, realizó una vez más la navegación por el canal de Beagle, para que lo conociera su sobrina, que la había acompañado. Al bajar del barco, los pasajeros reciben una especie de diploma, souvennir del viaje. Más tarde, mirándolo con detenimiento, Sylvia ve que el texto tiene como fondo un viejo mapa de la región. Allí, entonces, recién descubre, aunque había visto durante su investigación muchos otros mapas, que, muy cerca de la isla Button, una península que parece apuntar a esa porción de tierra que recibió el nombre del aborigen secuestrado, se llama Sylvia.
Entonces, esta vez, me saco el sombrero frente a la verdadera magia señalada por una auténtica escritora –aunque a ella seguro la ayuda Abelardo (...¡Callate, Turco!).

El martes, teatro. Paredero revisita otro de esos clásicos que cada tanto desempolva. Esta vez, “Cyrano de Bergerac”, de Edmond Rostand. Un texto que ha frecuentado tanto las tablas de todo el mundo (acá lo hizo una vez Ernesto Bianco, y a este actor se refirió el concurso sucursal de hoy) como los estudios de Hollywood o las letras de canciones de rock. Ganó una vez más la joven Verónica Cornejo, de Lugano, a quien realmente se ve muy completita en cuanto a su bagaje para la competencia en Párrafus: gana con teatro, con poesía, con novela. (Además, hoy nos enteramos que persevera en la melancólica frecuentación del cine iraní, que estuvo de moda y todos vimos hace unos años, y lo persigue hasta la mismísima sala Lugones del teatro San Martín.) Yo seguiré en punta, lejos, solo, pero en mi lista es notoria la profusión de la novelística, mechada con algunas pizcas de poesía. Y con teatro, siguen siendo solo dos mis victorias: “Hombre y superhombre” y “Los árboles mueren de pie”.
Este martes llamé, bastante seguro, porque alguna vez abrí la obra de Rostand, pero me equivoqué; se me confundió ese comienzo en la sala del teatro de Borgoña, en 1640, con otro, de una obra no tan clásica, pero famosa, donde dialogan el Presidente y un Barón. Lucas, con un resabio de satisfacción, me dijo que no.
De Cyrano, el poeta, el verdadero, recuerdo haber leído alguna vez que se lo señala como un precursor de la ciencia-ficción. Tiene un libro llamado “Viaje a la luna” y otro, cuyo nombre no recuerdo, que trata de una expedición al sol. Influyó también, parece, por la intención satírica de sus fantasías, en Swift y en Defoe. Y no sé si será de su obra, o de la de Rostand, esta célebre definición: “Érase un hombre a una nariz pegado”, que bien podría hacer mía, por ser la nasal una más de las importantes protuberancias que aquilatan mi cuerpo: soy de pies grandes, orejas grandes... bueno, nariz grande... y, ¿qué más? No me encuentro... ¿Qué más? ¿Qué más?

Cerramos la semana –dijo el mosquito- con un cuento, como la semana pasada. Saludo esta recuperada regularidad del más difícil de los géneros –para escribirlo, dicen los que saben, y para descifrarlo en Párrafus, digo yo.
Esta vez, Hugo contó que dudó entre dos títulos del autor elegido: uno, un clásico, “Regalo de reyes”; el otro, más secreto, “Un amante tacaño”. Eligió este último.
El autor, O´Henry. El ganador, el intermitente Mario Solaquián, vecino de Palermo.
Por primera vez, tomándome unos minutos mas que de costumbre en el ciber, busqué algún material sobre O´Henry en Internet. Leí que Borges tradujo el clásico cuento con el título de “Los regalos perfectos”. También, que el verdadero nombre del norteamericano O´Henry fue Sidney Porter. Además, parece...
Pero, ¿qué más? Yo, cuando me cargaban, siempre decía: tengo grande todo lo que sobresale: nariz, orejas, pies y... Y, ¿qué más? ¡¿Qué más?! ¡¿Qué más?!

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Nombre y Apellido


Una peculiaridad que sorprende en PI, es la identificación de los oyentes bajo su nombre, apellido y barrio/localidad.
Se alude a cada uno de ellos por su nombre y apellido, en vez del clásico "nombre de localidad", i.e. Olga de Barracas.
Yeite propio de cada programa, o de cada radio.

Párrafus conserva a cada cófrade bajo su verdadera identidad, y no nos aglutina por lugar de residencia. Debe ser de los pocos espacios, donde nos tratan de ese modo. Es agradable ver, como cada parrafista se identifica y creo debe producir una llegada mas calida e intimista.
Una sana costumbre, que bien podria extenderse a otros programas y otras emisoras.

En la imagen, vemos un oyente de PI, intentando escudriñar desde la lejanía, el título de la obra que lee Huguito, a través de un telescopio portátil, en las cercanías de Maipú 555.
Es una convocatoria abierta, donde cada invitado tiene su respectivo nombre y apellido.
Ven entonces!

Cyrano, de Marsella a Lugano


Noche de martes, sandwich de Parrafus.
En pan francés, por esta vez.

El archipestre, saltó de la novela al género de la dupla Cornejo - López Motta. Y como este útlimo [el olor a leña Bobby], es un caballero, permitió a la ganadora reincidente de los Bañados de Lugano, sumar un podium, que estremece al decimonónico Perenchio [MP].

Ciertamente arduo laburo, el de interpretar esta obra de Edmond Rostand, estrenada en 1897. Por el siglo, el candidato al podio era MP, mas PI[nterruptus] es tan irracional como el golf, hay un ganador, y se corona una vez embocado el último golpe del últimisimo hoyo. O puede haber desempates a muerte súbita [tiemblan audiencia y platea].

Pero quien tembló al inaugurar la obra, fué el galo Rostand, nacido en Marsella el 1.4.1868. Pourquoi? Veamos:

En 1894 presentó una comedia teatral exitosa: Les romanesques.
Pero fue su obra Cyrano de Bergerac estrenada el 28 de diciembre de 1897 la que le aportó una inmensa gloria.
Su temor al fracaso con esta obra fue tal que llegó a reunir a sus actores unos minutos antes de la primera representación para pedirles perdón por haberles involucrado en una obra tan arriesgada. A partir del entreacto la sala aplaudía de pie y Rostand fue felicitado por un ministro del gobierno tras su finalización entregándole su propia medalla de la Legión de honor para felicitarle añadiendo que tan solo se está adelantando ligeramente en el tiempo con esta condecoración.
La obra finalizó con veinte minutos de aplauso ininterrumpido por parte del público.
En ella retomaba el orgullo francés a través de un carismático héroe tras la pérdida militar de Alsacia-Lorena en 1870.

La Cornejo esperó tranqui esa descripción de escenario y ambientación, que me crispa los nervios y ató cabos con los mosqueteros, et voilá!

No se pierda esta noche la definición del podium de noviembre: la diva de Coghlan, o la simpática Cornejo. Siga este radio-sainete de multitudes solitarias por LRA/RAE, internet o supercanal [en el Sur, si escucho a Huguito por TV, oyente aún mas irracional de infinitas cifras decimales].


Imagen: estatua a Edmond Rostand

martes, 27 de noviembre de 2007

Jeremy Button y María Cristina



Arrancamos la semana con la lectura de una novela austral "La Tierra del Fuego" de Sylvia Iparraguirre.
E' vero, el inicio del libro desarrollase en Lobos, y quizá no remita en forma directa al sur del continente.

De todos modos fué muy ameno escuchar la sincera emoción de la ganadora [María Cristina Alonso, oficio: jubilada y ama de casa, residencia: Parque Chacabuco], quien describió con inusual sencillez el alto costo de los libros.
El archipreste de LRA, amén del premio tenía una carta bajo la manga, mas que la frutilla de la torta, un bombón, tratabase de la propia Iparraguirre al teléfono.
En la conversación mantenida, María Cristina no salía de su asombro, y su alegría desbordaba. De hecho, creo haber escuchado varios "No lo puedo creer".
Además durante el fin de semana, la ganadora había pispeado la última novela Iparraguirresca en alguna librería, El muchacho de los senos de goma, y no lo compró como regalo de cumpleaños por su precio. El mejor consejo de Sylvia [aún en desmedro propio], fue siempre esperar la aparición de la edición de bolsillo del libro.
Un buen dato a tener en cuenta, siempre y cuando uno sea paciente para saber esperar esto, que puede demorar un año luego de la edición inicial. Detalles del mundi/conventillo editorial.

Bello, incorporar una ganadora novel, y esa magia que se da casi a diario, la del tramado irracional de los Párrafus y sus podiastas, noveles, reincidentes y entusiastas.
Todos bajo la batuta del Huguito Paredero.
Quien no sabe como con sus lecturas en voz alta, ayuda a los estudiantes de locución y entusiastas varios de la lectura, a animarse a leer de otro modo. No solo con entonación, sino con intención.
Huelga la lectura comprometida, como la de PI[nterruptus]. Aquí en la delegación mas austral del ISER, varias veces hube de mencionar la magia de PI, y recomendé [con suerte ignorada] poner especial atención en el modus lectoribus. Iparaguirre agregó, que la lectura en voz alta, forma parte de una técnica para depurar un escrito. Se hace frente a un público, y se ven detalles varios: tonalidad, ritmo, cadencia, etc.
Por tanto amén de lectura, tenemos un taller literario tácito. Un combo inesperado: lea y escriba. Y como expresión cabal de esa locura, instauramos esta bitácora. Diario de navegantes radiales, lugar de encuentro de las multitudes solitarias, desde hace poco irracionales.

Tan solo me pregunto, si de regreso a su tierra, Mr.Button se habría desprendido de absolutamente todas sus costumbres, o mantendría su fidelidad a la escucha radial.

Si Darwin hubiese sido del siglo XXI, ¿escucharía junto a Button Párrafus Interruptus?
Qui lo sa ..
Lectura Sr.Director!

lunes, 26 de noviembre de 2007

Valijas, papeles y primicias


Pocos PI atrás, el archicófrade leyó algo de Moravia.
Y hubo novedades sobre el escritor itálico, que comparto con la comunidad radial.
Tratase de una nota aparecida en ADN Cultura.

Las valijas amén de estupefacientes, dinero, o ropa sucia, pueden contener letras. Y letras vivas: albricias!

En la primavera de 1996 se encontró una vieja valija en el sótano de la casa de Alberto Moravia en Lungotevere della Vittoria, en Roma. Estaba repleta de papeles del escritor, de aquellos días de 1963 cuando se aprestaba a dejar el departamento de via dell Oca para trasladarse a la nueva casa del Lungotevere.


Desde entonces fue abandonada, junto a otra valija, en un rincón del sótano, y quedó olvidada allí. Para fortuna nuestra. Porque Moravia solía quemar todas las redacciones provisorias de sus novelas.
Solo gracias a ese olvido tenemos hoy la posibilidad de leer una novela a la que el escritor se dedicó durante el primer semestre de 1952, es decir, entre El conformista ( 1947) y El desprecio ( 1954).
Se trata de un triple esbozo de una novela "política", inconclusa, que relata los intentos de Sergio, un joven traductor y periodista que acaba de afiliarse al partido comunista, de convertir al comunismo a su amigo Maurizio, aun al costo de ofrecerle a cambio a la compañera Nella.
La diferencia social entre ambos (Sergio, apremiado y en busca de un trabajo estable; Maurizio, de la alta burguesía y un poco esnob) será una de las razones desencadenantes del "sentimiento de inferioridad" y de la sorda rivalidad que Sergio siente ante Maurizio, a quien no obstante quiere: una mezcla potencialmente explosiva de ciega admiración y opaca envidia que bordea la obsesión psicótica.
Esta es la trama común a los tres esbozos de novela, cuyas vicisitudes se dislocan cronológicamente entre del 25 de julio de 1943 -de la primera redacción- y el principio de la posguerra -el tercer borrador-.
La diferencia más significativa entre las versiones se da en el personaje de Maurizio, calificado primero como "fascista", después como "partigiano" de impronta "más o menos liberal". También hay diferencias en la alucinada fiesta nocturna, escena principal de la última versión, o el encuentro del protagonista y su futura novia que en la tercera versión se traduce en una pasión inmediata y casi animal.
Pero lo más importante es el enfrentamiento ideológico entre los dos amigos-rivales.
Sergio se afilió al partido más por motivos privados que por convicción idealista. Representante del repertorio de personajes moravianos en eterna crisis entre las razones verdaderas y la incapacidad de una acción social, puede ser interpretado como una suerte de "conformista" actualizado a la posguerra. Frente a él, el "indiferente" Maurizio, bien educado pero finalmente un prudente oportunista. En el medio, Nella: una bellísima figura, la muchacha tímida y pasional, que termina, humillada y ofendida, por ser el instrumento de desprecio de dos ineptos ideológicamente mucho más despreciables.
Es precisamente el tema de El desprecio (la novela nacida de estos esbozos), que concentró la atención de Moravia después de estas tentativas de escribir un relato político.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Los Palabristas

El agradecido comentario de Lilia Muñoz a propósito de la Entrada que Quique Figueroa llamò "Parracrucigramistas", me hizo pensar una vez más en la pertinencia de incluir en el Blog no sólo reseñas acerca del programa, acerca de lecturas y autores y ganadores, sino sobre cualquier otra cuestiòn -vinculada o no al universo de las letras. Nunca se sabe...
El texto de Quique se refería a una aficiòn suya, los juegos de palabras cruzadas, que, sin duda, como él dice, son una vertiente màs, entretenida y estimulante, de ese caudaloso universo. De hecho, en algunos diarios o revistas, entre las definiciones del juego proliferan los enigmas literarios.
A mí nunca me atrajeron demasiado, pero esto tal vez se deba a otro de mis tantos prejuicios: meto en la misma bolsa todo lo que provenga de los màs masivos medios de comunicaciòn: propagandas y noticias, reportajes y opinión, crìtica y crucigramas, y precavidamente desconfío del conjunto. Seguramente me equivoco; tal vez, en algunos intersticios (por ejemplo, en el ejercicio de la inteligencia que la claringrilla propone), acecha alguna verdad. Y, de hecho, cuando lo tengo a mano hojèo algùn diario,y escucho la radio, veo tele, escribo en Internet, pero no puedo perder de vista la nociòn (inoculada, ¿cómo?) de que todo esto está al servicio de la deleznable dominación sinárquica internacional que proponde a la continuidad de la explotaciòn del hombre por el hombre. Entonces le escapo al sudoku.
Sin embargo, acà en el trabajo, entre mis compañeros vigiladores suelen circular esas revistas de juegos, y no me parece mal ese pasatiempo. Como digo acerca de la lectura de los màs comerciales y pedestres best sellers: todo puede ser un primer escalòn, un estìmulo para ascender o desarrollarse en cuanto al enriquecimiento humanista. Pero para mí (vanguardista de la revoloción social), resulta un poco escaso eso de afanarse en torno al desciframiento de una palabra (o un número) de acuerdo a una determinada pista o definiciòn. A mì denme los pàrrafos (o al menos la frase) que hay que descifrarle a las lecturas del Hugo -pero aplaudo a los que pueden hacer las dos cosas.
(Perdón, ayer me leí de un tirón "La familia tipo", de Jorge Asís, y... me inoculé de hijoputez.)

Pero, a propósito de párrafos y palabras, todo lo anterior (tal vez) fue para homenajear finalmente, despuès de tanta postergaciòn u olvido, a otro importante inspirador de este Blog. Alguien que no sólo inspiró, con el nombre de su programa, el tìtulo de esta página (lo cual ya conté una vez en charla con Hugo), sino que también me acompañò tanto desde la radio en las solitarias noches de guardia que yo pasaba años atrás en la planta de Mercedes Benz de Gonzalez Catán.
"Los Palabristas" fue el último nombre que tuvo el espacio nocturno de Esteban Peicovich - hasta el 2002 o 2003 , cuando la nueva direcciòn de Radio de la Ciudad le hizo una oferta (un régimen de tertulias) que no pudo aceptar. Antes, hace una década, o más, se llamó "Noche abierta", pero fue a raíz de "Los Palabristas" que quise llamar "Los Parrafistas" a nuestro Blog.
Estuvo en alguna época en radio Nacional. Recuerdo de aquellos tiempos sus caracterìsticas cortinas, o tambièn el fondo de sus palabras, con mùsica de Vangelis. Lo escuchábamos a veces con Pablo en su departamento de Medrano, las noches en que él no conseguìa pinchar el cable del naciente VCC que pasaba cerca de su ventana, por medio del cual podìamos ver pelìculas. Tengo todavìa cosas grabadas de los programas de Peicovich: canciones de Paco Ibañez, de Dolce Pontes (con la letra primero recitada por él), de George Brassens; lecturas de Juan Gelman, de Hugo Mujica; fragmentos de charlas. En cierto momento, este antiguo periodista de editorial Atlàntida, buen escritor y también poeta, creò su página de Internet: Los Palabristas, que hace mucho no visito, no sè si todavìa està. Allì habìa poemas suyos y sus columnas del diario La Naciòn, ùnico vínculo que hoy podemos tener con él.
Que yo sepa, nunca volviò a la radio, y se lo extraña. Recuerdo su último programa (para mí recortado), una noche de domingo, cuando explicó las razones por las que no podìa continuar. Yo estaba en el puesto llamado "45", una garita elevada a los fondos de la fàbrica, rodeado de oscuridad y silencio. Me acuerdo que faltando pocos minutos para la una, cuando el programa terminaba, pasó mi encargado a bordo del movil con el que cada tanto recorrìa el predio. Tuve que bajar, dar las novedades (S/N, por supuesto) y conversar un rato con este hombre; asì me perdì la despedida de Esteban, y este es uno de los màs sentidos perjuicios que me causó esta triste actividad que me ocupa, uno de los más agrios reproches que me hago, lo aseguro, por haber caìdo y perseverado en esto.
Pero bueno, una de cal y una de arena, como quien dice. Ahora, desde hace un par de meses, los vaivenes de este trabajo me trajeron a este simpàtico y cómodo banco del microcentro porteño; donde, hace unos dìas, descubrì que funciona la diskettera de la PC que tengo en mi puesto, asì que hoy, en esta preciosa mañana de domingo, sentado a tres metros de la pared de vidrio que me separa de la calle, a la vista de los sonrientes paseantes que miran hacia adentro y quièn sabe qué piensan de mi traslúcido encierro, puedo escribir algo tambièn (más prolijamente de lo que lo hacìa con papel y lápiz en las garitas solitarias de Mercedes Benz), y después copiarlo en un diskette, llevarlo a un locutorio cuando salgo, ponerlo en el Blog y así, allí dondequiera que estén, llegar a ustedes, compañeros oyentes -querido público, dirìa Pescetti-, para que me acompañen.
Nunca se sabe...

sábado, 24 de noviembre de 2007

Alex Lerner y La Magia (¿circa 1982?)

Cristina procede así: comienza la grabación cuando Hugo inicia la lectura, a veces, o a veces cuando suena el timbre de la interrupción, o, las menos, al comienzo del programa. No sé bien de qué dependen estas variantes. Tal vez de la evolución de sus quehaceres domésticos (toca el Rec cuando pasa cerca del equipo) o del sueño o el frío que tiene esa noche (salta de la cama cuando escucha la cortina, aprieta la tecla, y ya). En lo que es más escrupulosa es en parar la grabación cuando el programa finaliza -lo cual hace, si está acostada, desde el control remoto, que no tiene tecla Rec. Después se duerme -o sigue ordenando.
A la mañana, cuando yo llego, escucho de nuevo el programa -copio mi participación, si acaso fui el ganador- y después rebobino el cassette. A la noche, Cristina lo utiliza de nuevo. Esto sucede lunes y martes; los miércoles tengo franco, por lo cual escucho Párrafus en casa, en calma- tomando notas, si cabe-, y no lo grabo.
Esta semana, el viernes, escuchando otra vez el cassette utilizado, descubrí qué fue lo que me produjo el desánimo que me impidió escribir sustanciosamente para el Blog.
Cuando termina lo que se grabó del programa del martes, sigue un fragmento de lo grabado la noche anterior. De esta noche, se escucha justo desde el retorno de la pauta publicitaria. Y esa noche, después de esta pauta, la ilustración musical elegida por Hugo para su lectura de Schiller fue el Himno a la Alegrìa, de la novena sinfonía de Beethoven.
Entonces, esa noche, el lunes, además de pensar que las palabras con que Schiller adornó esa música (recitadas por Hugo) podrían ser las de una bobalicona canción de Alejandro Lerner... tratando de encubrir tal vez con esta blasfemia lo que de verdad me generó esa música... recordé que el Himno a la Alegría se escucha en una memorable secuencia de la película "Hombre mirando al sudeste", de Eliseo Subiela -filmada en gran parte dentro del hospital Borda.
Y este recuerdo -fugaz- es lo que me desanimó tan duraderamente.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Yiler, Yirri, shhhhhh... o Paradoja

"Estoy contento como perro con dos colas: acabo de comprobar que funciona la diskettera de la PC que tengo en mi puesto, asì que ahora puedo escribir algo tambièn en el trabajo y despuès llevàrmelo para enviar desde cualquier locutorio.
Es un avance. Hasta ahora, acà sòlamente tomaba notas con làpiz y papel, que despuès pasaba en limpio y corregìa en lo de Cristina.
La PC la usamos en el banco nada màs que para el control de ingresos y egresos, de un modo bastante rudimentario, y como la CPU està un tanto desvencijada, siempre pensè que la diskettera estarìa desactivada o rota. Hoy me animè a meter un diskette, que traje vacìo de casa, y ¡voilà!”

El fragmento precedente pertenece a una de las tres cartas que escribí el último domingo. Después de eso, a lo largo de las dos siguientes noches de trabajo (y de programa), la PC no me sirvió de nada. El miércoles, estando en casa, y aunque pude hacer ganado con la lectura de Saki, tampoco se me ocurrió nada. Me aturde un ingente bloqueo –digo, parafraseando el comienzo de una novela de Barbusse. Algo, desde alguna parte, me impuso silencio.
Entonces, por pura inercia, a partir de los dos finales de mi última Entrada (“Roldán, Cain, Moravia”), puedo intentar apenas los siguientes balbuceos.

1) Celebraba yo el otro día la recuperación de Quique Figueroa para el Blog. Ahora, después de sus dos victorias de esta semana, me place hacer extensiva esa celebración a su entera participación en Párrafus. Y acerca de las últimas lecturas y ganadores, ahí están otra vez sus textos. (A propósito, felicito también a Fernando Terreno, quien por fin se decidió a publicar algo suyo.)

2) Y para seguir con la numerología, comparto unos cómputos que elaboré ( a ver si me animaba) hojeando la lista de lecturas –y de ganadores. De cara a los últimos 13 o 14 programas del año, dos parejas mixtas disputan los lugares de vanguardia: el segundo y tercer puesto, y el cuarto y quinto. Hasta hoy, marchan así: María Suárez, 18 victorias; Roberto López Motta, 17. Y Verónica Cornejo, 13 triunfos; Quique Figueroa, 12.
En realidad, cualquiera de los cuatro, sin distinción de sexo y otras prácticas, está en condiciones de salir segundo al cabo de este 2007 –pudiéndose agregar a Fernando Terreno, que viene de atrás con 10. Acerca de lo que casi no caben dudas, es de la reiterada coronación anual que obtendría, más alla o más acá de todo distingo sexual, el reconocido perverso polimorfo Perenchio Coronel, quien suma, al día de la fecha, inalcanzables 24 victorias...

Pero no me animé.

(Salvedad: Por interferencias ambientales –lease “hinchapelotas varios”- de mi anterior lugar de trabajo, no me fue posible registrar el nombre del oyente ganador en ocasión de las siguientes dos lecturas: “Otoño imperdonable”, de María Elena Walsh y “El dulce milagro”, de Juana de Ibarbouru. Pero creo que ninguna de las dos veces se trató de alguno de los habituales reincidentes –en tal caso los recordaría-, así que los guarismos precedentes no sufrirían modificación.)