viernes, 14 de diciembre de 2007

Evangelio

Lunes 10 de diciembre

Adelantándose dos lunes a la Nochebuena, el bueno de Hugo comienza la semana con la lectura de una novela que nos trae ciertas reminiscencias bíblicas y/o evangélicas.
Se trató de “Ben Hur”, de Lewis Wallace, cuya acción está enmarcada con los hechos del nacimiento y la muerte del Salvador.
Resumo el resumen de la primera versión cinematográfica de la novela, que aparece en el volumen N° 1 de “Historia Universal del Cine”, de editorial Planeta, España, 1982.
“Prólogo: La llegada de María y José a Belén y el nacimiento de Cristo en el pesebre (secuencia en Technicolor).
Año 26 de nuestra era: Messala llega a Jerusalem para ponerse al frente de la guarnición militar romana, y se encuentra con su antiguo amigo Ben Hur.
(...)
En Tierra Santa, María Magdalena se encuentra entre los seguidores de Cristo. Ben Hur se integra también a ellos, y se encuentra nuevamente con Esther, su auténtico amor, así como con su madre y su hermana, que han contraido la lepra mientras estaban en la cárcel. En uno de sus últimos actos antes de ser crucificado, Jesucristo las cura.”
Más allá del reiterado anacronismo presente también en esta frase final –yo creo recordar que en catecismo me enseñaron que el fulano adquiere la condición de Cristo después de la cruz-, esta es la sinopsis del film que, según la enciclopedia mencionada, dirigiera Fred Niblo en 1925, con Ramón Novarro como protagonista.
Ignoro si la remake de 1959, con Charlton Heston, incluyó también estas devotas cuestiones. En cuanto a la novela –que no leí-, supongo que esto se encuentra en un prólogo que, según las reglas del juego, Hugo no leyó.
A mí, ese comienzo con un jinete solitario por el desierto me hizo pensar en “Sinhué el egipcio” y en “¿Quo vadis?” ; me faltaba un pelito para llegar a la intuición de “Ben Hur”, pero en eso se hizo presente en el aire el extraño joven Martín López, oyente de Martín Coronado, para ganar el juego por segunda vez.

Cuando Hugo le dio a elegir entre dos títulos como premio, Martín, con su tono cansino o distante, dijo que prefería el reciente volumen con cuentos de piratas de Arthur Conan Doyle.


Martes 11 de diciembre

Esta noche, casualmente, Hugo empezó el programa con un comentario que nos retrotrajo a su labor de crítico en la revista Humor. Se refirió a una película rumana que en estos días puede verse en Buenos Aires. Su título es “Cuatro meses, tres semanas y dos días”, precisión numérica que remite al tiempo del embarazo que una de las protagonistas se dispone a interrumpir... Casualmente esta noche, cuando nadie interrumpió la lectura.
Fue el primer Ininterruptus de Teatro, y el cuarto en la totalidad del ciclo –todos este año. Si bien –reitero- no soy aficionado al género, la dilatada lectura de esta noche me sugirió un par de posibilidades. Las escribiría después, en un mail privado para el coequiper Quique Figueroa, y él puede dar fé de que pensé en... Pero primero hagamos historia.
El primer Ininterruptus fue el miércoles 31 de enero –el célebre programa 128-, cuando nadie reconoció el cuento “En la noche”, de Humberto Constantini. Sobre este autor se volvió en el Párrafus 150, el 3 de abril, con otro cuento, “Un hombre alto, rubio, de bigotes”, y entonces, cuando tuve la felicidad de interrumpir la lectura, Hugo develó la incógnita del 128.
El siguiente fue con una novela, la noche del martes 15 de agosto, en el programa N° 203. Este autor, a la fecha, todavía permanece incógnito –excepto para los que hayan leído el derrotero narrado en “Contento como Orteguita ante Orión”.
A la semana siguiente, el miércoles 23 de agosto, tercer juego vacante, pero esta vez Hugo acomete la audacia de repetir el autor en el programa siguiente, y ese lunes Quique Figueroa reconoce a César Aira. También se repitió el género: el miércoles la novela había sido “La liebre” , el lunes fue “Yo era una chica moderna”.
Esta vez, la cuarta, en la 49° lectura de teatro, ¿en qué te –y nos- metiste, Hugo?

Miércoles 12 de diciembre

Hoy Hugo inicia el programa “yendo al grano”. Tomó el toro por las astas y habló sin tapujos del Ininterruptus próximo pasado. Por supuesto, estamos de acuerdo con él: qué son cuatro juegos vacantes en un total de 254. Qué le hace un grano más a nuestro púber Párrafus... En lo particular, como ya escribí una vez, la incógnita es un estímulo más para tratar de aprender, rastreando la lectura desconocida –estímulo que a veces no me generan los juegos develados.
También mencionó Hugo una llamativa curiosidad en torno a este Párrafus 254. En primer lugar, reveló que el autor no reconocido es el mismo de aquella novela ininterrupta del 15 de agosto –tal como yo había sugerido en el mail a Quique, y también en la respuesta a la oyente Marta en el Blog. Reiteración fallida, esta vez. Y señaló que, sugestivamente, también en esa oportunidad el ganador del programa anterior al Ininterruptus había sido el oyente Martín López, de Martin Coronodo. Aquella vez, con “El gigante Amapolas”, de Juan Bautista Alberdi; ahora, con “Ben Hur”, de Lewis Wallace. Ya decía yo que notaba algo extraño en este jovencito..., que además, al elegir los cuentos de piratas como premio por su triunfo de este lunes, presagió la obra a leerse este miércoles, que fue “El corsario”, de Lord Byron.

La poesía del bardo inglés, como tantas otras, fue reconocida por María Suárez. (A propósito, cabe decir que la vez pasada, después del autor Ininterruptus que se repitió este martes, también había ganado María.) La Dama de Coghlan reapareció esta noche después de sus tres triunfos consecutivos de noviembre. Con esta nueva victoria, la ex imbatible de Párrafus Interruptus estira la ventaja sobre Roberto López Motta y parece encaminarse a la obtención del siempre honroso segundo puesto en el certamen anual, próximo a cerrarse.
Y a propósito de esta definición de las posiciones, tengo para los queridos compañeros reincidentes una buena nueva –de ahí el título de esta Entrada. La semana próxima no voy a poder escuchar el programa. Cristina consiguió en su trabajo un adelanto parcial de sus vacaciones, para que coincidan en parte con las mías, y vamos a pasar unos días en la costa.
Nunca fui muy amigo del turismo, y menos cuando la cuestión económica solo permite un corto y breve desplazamiento; tampoco me es indispensable el típico “desenchufe” veraniego; siempre digo que yo tengo vacaciones todas las semanas: trabajo cuatro días (o noches) y tengo tres francos. Pero, como en tantas cosas, debo acoplarme a los gustos o necesidades de mi compañera, así que allá iremos, este viernes a la noche, hacia “la Feliz”. Y, esta vez, no es un sinsabor menor el hecho de que vaya a perderme Párrafus.
Aunque... Le muestro a Cristina el párrafo precedente -no sea que después se enoje cuando lo lea en el trabajo- y ella me dice que en Mar del Plata seguramente se escucha Nacional. Que me acuerde de los Párrafus escuchados en Federación, en marzo. Que puedo llevar mi batalladora portatil. Y que, si no, puedo ir a un ciber y escuchar el programa por Internet. Y que con el celular podría llegar a comunicarme. Entonces...
Retiro lo dicho. Aunque el primer puesto ya lo tengo asegurado hace rato, sigo compitiendo.
(A propósito, ¿vieron cómo siempre, en el futbol, los jugadores del equipo que va puntero, con ventaja considerable, a pocas fechas del final, se cuidan tanto de cantar victoria, y declaman que todavía falta, que matemáticamente los pueden alcanzar, que “paso a paso”...? A mí eso, cada vez que lo escucho, me da verguenza ajena... por eso, hace como un mes, faltando unos cuantos juegos para terminar el año, festejé sin empacho mi bicampeonato en Párrafus, y que me larguen los perros.)
En todo caso, a la vuelta, la otra semana, después de Nochebuena, quedan los últimos programas del 2007, y a lo mejor entonces tengo la chance de cerrar el año, como la otra vez.
Hasta entonces.
Felicidades.

METALECTURA:

Dos curiosidades en torno al lord George Gordon Byron, este inadaptado psicosexual (a mitad de camino entre Sade y Drácula), que, de taquito, inventó el romanticismo en la literatura europea.
Hay un filme de Ken Russell, de los años ’80, donde el poeta es personificado por Gabriel Byrne. La película se llamó “Gothic”. Allí se muestra la célebre velada en aquel castillo a orillas del lago de Ginebra, en 1816, cuando Byron, su amigo Shelley –Julian Sands- , la esposa de este –Natasha Richardson- y el médico, secretario y sojuzgado John Polidori –que no me acuerdo quién lo hizo- juegan a contarse la más espeluznante historia de horror que puedan imaginar. Parece que la única que cumplió al pie de la letra el desafío fue la mujer, que escribió la historia y la dio a la imprenta, dando nacimiento así al monstruo más famoso de la literatura de terror..., que cualquier noche de estas se aparece en Párrafus. (Polidori, a su vez, reescribió el esbozó que Byron había borroneado, lo publicó con el título de “El vampiro”, atribuyéndolo al lord, y dio inicio así a la saga que Bram Stoker culminaría espléndidamente sobre el fin de siglo.)
La otra rareza es más entrañable y, para mí, misteriosa. Lo supe a través del programa de Dolina, hace años. Existe un poema de Byron, traducido al castellano, musicalizado por el oriental Mario Pardo, que cantó Carlos Gardel. El tema se llama “Hay una virgen”, tiene una melodía dulcísima, y Gardel lo grabó dos veces: la versión acústica es de 1920, y el acompañante allí fue el guitarrista José Ricardo. La grabación fonoeléctrica se hizo en 1930; entonces, el Morocho lo cantó acompañado con trio de guitarras: Barbieri, Riverol y Aguilar. No es un tango; según los libros, el género es Canción. Lo que no cuenta ninguno de los libros que tengo es el origen de esa rara adaptación. Una vez más, dejo la curiosidad a ver si algún amigo del Blog puede informar al respecto.
Termino con unos versos de una de las obras más conocidas de Byron (que Hugo, por supuesto, no eligió): “La peregrinación de Childe Harold”. Salvo por la localización sugerida en el primer verso, creo que puede atribuirse sin desmedro a... ¿a quién?

“Tiempo ha en la rubia Albión vivía un joven
a quien no deleitaban los caminos de la virtud
y se daba, al contrario, a los más desaforados excesos,
vejando con júbilo el somnoliento oído de la noche...”

¿Les suena?

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