"No teniendo nada grande que decir, me aficioné a lo pequeño y en el trato con lo que carece de relieve, y aun con lo diminuto, he aprendido a encontrar placer y consuelo.
Al igual que la célebre zorra que Esopo ideó, he convertido en virtud mi impotencia y hoy llamo literatura a cuanto procrea mi desacierto para realizarla tal como el consenso la concibe.
Relacionándose cuanto digo solamente con mi persona, es más que fundado presumir que poco o ningún provecho ha de encontrar en su lectura quien aspire a reconocerse. Aunque es cierto también que la curiosidad por lo irrelevante cunde hoy lo suficiente como para alentar la expectativa de que incluso las páginas que siguen logren más de un adepto.
Lo mismo podría suceder a raíz del interés y la infinita paciencia con que los hombres reflexivos y estudiosos suelen examinar el empeño de quienes cultivamos la exhibición de nuestra miopía, adivinando en ella los indicios de una patología más que interesante.
Ahora bien, si de modo imprevisto esta crónica tercamente autobiográfica contuviera, para quien la abordase, algo más que referencias a una vida solo ajena, y ese alguien entonces pudiera de algún modo verse reflejado, no creo que correspondiese atribuir el mérito de esa lograda cercanía al valor objetivo de lo que narro y medito, sino a una misma vitalidad amortiguada y a una misma ineptitud para la imaginación, salomónicamente compartidas por quien escribe y quien lee."
Santiago Kovadloff, "Una biografía de la lluvia", Emece, 2004
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