Apareció el E.W. que María Suárez, hace un par de meses y enigmáticamente, dijo estar esperando.
Pero Hugo no lo trajo con la novela que nosotros, ella y yo, esperábamos. Ni “La ribera” ni ninguna otra de las obras narrativas de este autor nos acercó nuestro conductor, sino una pieza teatral: “Los aparatos”.
De todos modos, uno de nosotros ganó. Fue así.
Fue el domingo. Después de anunciar el género Teatro (y los géneros de toda la semana), avisó Hugo que leería el título de cada una de las partes que componen la pieza en cuestión. La primera parte fue “El grabador”.
La acción, en la oficina del señor Miranda, un empresario; allí, un encuestador, llamado Harry, munido de uno de aquellos aparatos, somete al empresario a una encuesta. El diálogo, interrumpido por secretarias, auxiliares y un hermano de Miranda, se vuelve estrafalario. A mí me pareció reconocer en sus absurdos (“Ecuador ya es nuestro”, le dice a Miranda su hermano) algo leído hace poco. No puedo precisar qué es. Busco en la memoria, inútilmente. Al cabo, mientras Hugo lee y lee, recurro a tres de los libros que en estos días se apilan en mi mesa de luz –libros con cosas cortas, chiquitas, como para llevarme en el bolsillo al sueño.
El primero que tomé fue “Humores que matan”, una antología de Raul Brasca y Luis Chitarroni para Ediciones Desde la Gente. Voy al surtidísimo índice, a ver si algún nombre me ayuda. Es infructuoso. Lo mismo con el segundo volumen, de la misma editorial: “Dos veces bueno III”. Entonces tomo el tercero, de índice más corto pero con mayor despliegue temporal y geográfico: “Humor y terror”, del Centro Editor de América Latina. Me digo que tampoco ese serviría como ayuda-memoria, porque suponía que el autor era argentino y bastante contemporáneo. Además, estaba seguro de que no era ahí que había leído aquello que la lectura me estaba recordando. Sin embargo, el último título de ese índice me da la clave. Es una pieza teatral: “La picana”, de Enrique Wernicke. Voy a la página inicial y leo la breve presentación que encabeza el texto. Ahí se dice que Wernicke, a quien yo solo conocía como narrador, también escribió teatro. Por ejemplo, “’Los aparatos’, compuesto por diez sainetitos muy cortos”. “Los aparatos” y el título que Hugo leyera (“El grabador”) casaban bien. Y el estilo de lo que se leía y el de “La picana”, concordaban también - aunque no era de “La picana” el resabio que yo tenía en la memoria... Igual, salgo de la cama y voy hacia el teléfono del comedor (Cristina y Esteban dormían ya). Pero para entonces iba al aire la tanda de la una menos cinco. Llamo igual. Me da ocupado. ¿Descuelgan el teléfono para que se acate el pedido de Hugo de no llamar durante esa pausa, o llamó otro oyente desacatado con la respuesta equivocada? Nunca lo sabré, pero me fuerzo a esperar y repito el llamado cuando la tanda termina y se escucha una música. Entonces sí, Lucas atiende. Con alguna vacilación todavía, pregunto si el autor es Enrique Wernicke. Es él, dice Lucas.”Entonces es ‘Los aparatos’”, digo. Y así es.
Dos días después, ayer, martes, recuerdo a qué me sonó aquella lectura. Era una de las obritas de Alberto Moravia que están en un libro que compré y mencioné acá hace poco. Se llama “La entrevista”. Nada que ver con nuestro Enrique Wernicke, pero me puso en la pista.
Epílogo: Los lectores atentos habrán observado que este texto ya aparece desde ayer entre los comentarios a "Fuente para un triunfo". Esto se debe a que desde el domingo, intermitentemente, el sistema me impedía ingresar con mi clave al Blog, por lo que debí incorporarlo de esa manera.
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