lunes, 22 de septiembre de 2008

Primavera








Siempre elijo el de brazos de madera.
Empujo el molinete y siento
estallar su crujido a mi espalda,
como en aquel poema de Lamborghini.
Tuerzo a la izquierda
y agoto en pocos pasos el corredor,
desierto a esa hora de la mañana.
En el recodo nace la escalera.
Miro hacia arriba y lo veo:
hoy, después de muchas semanas,
un cielo claro me espera
a la salida de esa boca del subte,
la de la recova del cabildo de estación Bolivar.
Son las seis y veinticinco del último sábado del invierno;
a mí, esa claridad me indica
que hoy es el primer día de la primavera.

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