Los chayules, de Ernesto Cardenal
De tarde sobre el lago vienen nubes tenues grises
que no son nubes
son nubes de chayules
tan chiquitos que entran por el cedazo
y no nos dejan leer
en muchas páginas de nuestros libros están pegados
transparentes y verdecitos del tamaño de una letra
y a veces debemos apagar la luz. Al otro día
en la terraza son cerros de chayules muertos
que hay que barrer. Viven sólo veinticuatro horas
y no comen ni una vez
ni siquiera tienen aparato digestivo.
Dicen que vienen de rincones sombríos del Río San Juan
donde están las larvas a dos metros de profundidad. A veces
amanece el lago, calmo, por Las Balsillas, cubierto
de una capa de chayules muertos, como una pulgada de espesor
grandes pescados por todos lados saltan a comerlos
y el bote va dejando detrás como un canal...
Son muy parecidos a los zancudos, pero no pican
—qué tal si picaran—.
Querrás saber cómo viven sin comer, cómo crecen.
No crecen: nacen ya como son.
Pero antes tuvieron una existencia diferente
en la que fueron unos gusanitos negros nadando en el agua
y entonces sólo comieron.
¿Sabés qué son los chayules? Son sexo con alas.
Pensamos que sólo sirven para jodernos
pero esos animalitos minúsculos de carne de aire
son como una alegoría de algo, allí en el aire:
De una existencia distinta que puede tener el hombre
en otro elemento y con otras funciones
un poco como chayules transparentes, en cierta forma
—sólo vuelo y amor.
2 comentarios:
Muy bueno el poema, Marta. Sabía que iba a gustarme Cardenal. Y felicitaciones por la nueva sección. Adelante con estas iniciativas, si no, no se quejen de mi pobreza...
Yo no me he quejado....
Me alegro de que te gustara!
Publicar un comentario