jueves, 26 de septiembre de 2013

Baile del rápido





Antología del Blog: Danza horizontal

El domingo pasado, Alicia Steimberg con su “Músicos y relojeros”. Este domingo, el griego Nikos Kazantzakis y “Zorba, el griego”, la novela triunfalmente convertida en película allá en los 60./////////////////////////// De la película, lo que uno primero recuerda es la música (que Hugo anoche revisitó) y la escena del baile. Ayer, en el trabajo, leí dos cuentos de un libro que tengo desde hace un par de años y que hasta ahora sólo había hojeado. Es de Lorrie Moore, una nueva (en los 90) escritora estadounidense. El libro se llama “Es más de lo que puedo decir de cierta gente”. Uno de los cuentos que leí trata sobre un nene de 9 años con una enfermedad incurable. La narradora de esa historia es una ex bailarina y profesora de danza. Termina así://///////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////// “Pienso en el desprecio magnífico y ostentoso del cuerpo que baila. Así es cómo nos ofrecemos, cómo entramos en el paraíso y al lenguaje: decimos con el movimiento, en el espacio: Esto es lo que ha hecho la vida aquí abajo hasta el momento. Esto es todo y así se maneja: este cuerpo, estos cuerpos, ese cuerpo… ¿Qué te parece, Cielo? ¿Qué carajo te parece?” El cuento se llama “La danza en Norteamérica”. El libro lo editó Emecé en 1999 y la traducción es de Alicia Steimberg.///////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////// Anoche, con “Zorba, el griego” (o "Alexis Zorba", como dijo él), ganó Mario Tsolakián, en 43 segundos. Brillante performance del hombre de Palermo-Lector, que con este nuevo triunfo se despega de sus perseguidoras en la pelea por el segundo puesto del certamen 2008 de Párrafus Interruptus. Mario suma ahora 12 victorias, y lo siguen Verónica Cornejo y María Suárez con 10. Más atrás, López Motta con 9 y Marta Zander con 8.//////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////// Palabras de Nikos Kazantzakis: “Que extraña máquina es el hombre: usted le mete pan, vino, pescado y rábanos, y salen suspiros, risas y sueños”. “Las puertas del cielo y del infierno son adyacentes, e idénticas” “Hay una sola mujer en el mundo, con muchos rostros” “Las personas necesitan un poco de locura, de otro modo nunca se atreven a cortar la soga y liberarse”////// Y su epitafio: “No espero nada, no temo nada: soy libre”/////////////////////////////////////////////////////////////////// (En estos días me preguntaba a cuento de qué insertar en el Blog un video donde Esteban parece que baila en la cama; es el primero que tomó Cristina con nuestra nueva camarita fotográfica. Anoche, a cuento de Zorba, pensé que ya había encontrado un justificativo. Pero, por más que lo intento, no consigo subirlo. Esa es la explicación del título.)/////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////// AGREGADO SEPTIEMBRE 2013: Ahora ya aprendí a subir videos. Y hoy subo dos danzas (aquella danza horizontal y el baile del rápido), ¡de puro guapo, nomás!

miércoles, 21 de agosto de 2013

Sorpresas para todos

Meñique, de Bahía Blanca, Indice, de Trelew, o Anular, de Lugano, viejos oyentes de Parrafus que todavía siguen este Blog (a los que puede contarse con los dedos de una mano), se asombrarán, tal vez, con esta Entrada. Mayor hubiera sido el asombro si dejaba el título que se me ocurrió primero, mientras escuchaba el cassette: "¿Vuelve Parrafus Interruptus?". La sorpresa se hubiera acompañado con una dosis de expectativa. Pero no hay nada de eso. Es decir, no sé nada al respecto; creo, sí, que si hubiera algo lo sabría. Con mi título original me refería al retorno de los audios. Es que hace un tiempo, cuando alguien (un nostalgioso demencial como yo), preguntó acerca de una lectura de Parrafus, quedé en que me fijaría en aquel archivo sonoro que Pablo Graciani adosara al Blog, si todavía existía. Pero ya no existe. Entonces sólo quedan mis cassettes, a los que siempre retorno. Y otra razón para cambiar el título es la mención que hace Hugo del proyecto literario de Adriana Baldessari. Me pareció inadecuado (otra falsa expectativa) anunciar una especie de retorno a través de aquella novela sobre Parrafus que ideara la coordinadora de producción. A propósito, ¿en que quedó aquello, Adriana? Además, en definitiva, tuve un título genuino después de la trabajosa tarea de subir el video a TuTubo. Cuando voy a fijarme si quedó bien, al escribir "De Parrafus e Interruptus", me aparecen entre las opciones siete videos acerca del programa subidos por un tal pedroperezcentro en 2008. ¿Alguien sabía de la presencia de Parrafus en TuTubo? ¡Y contemporáneo al programa, en su pleno apogeo! A mí jamás se me había ocurrido buscar allí. Y es una extraña selección la que hizo el amigo Pedro. Se trata de fragmentos de programas y algunos están editados, recortados y con agregado de musiquita. Se escucha allí a los viejos compañeros oyentes Marta Zander, Quique Figueroa, Verónica Cornejo, Luis Gobea, Sergio Tagliaferro (un ganador de única vez) y a mí, en un triunfo y charla con Hugo que justamente no tengo grabado en cassette. ¡Sorpresas nos da la vida!, como decía el otro. En cuanto a mi nuevo video en TuTubo, debo decir que no es ahora que se me ocurrió este método artesanal, si se quiere, de subirlo. Hace ya tres años, durante los encuentros de oyentes en "Caras y Caretas", le mencioné la idea a Hernán Gugliotella, el músico de "Los Delache". El trató de asesorarme para una subida directa de los audios al Blog, pero todos mis intentos fueron infructuosos. Tampoco hoy pude subir la monótona, cansina, francesa filmación a Los Parrafistas. Tengo que ponerlo en TuTubo primero y, desde allí, "compartirlo", como dice la plataforma. Pero, ¿compartirlo con quién? Tanto trabajo y paciencia, ¿para qué? ¿Hay alguien allí? ¡Meñique! ¡Indice! ¡Anular! Me parece que ya ni los dedos de una mano quedan... (Excepto Sandra, quizá, la única que vela). Basta de escribir, entonces. Me voy a ver un poco de Poringa.


miércoles, 31 de julio de 2013

Recordaremos tanto julio

Escuchando el tema “Si no bailás sos un muerto”, de Zambayonny, recordé el prólogo de “El hombre ilustrado”, de Ray Bradbury. Por cierto, este es uno de los libros que reconocí y gané en uno de los inolvidables Parrafus en vivo del centro cultural Caras y Caretas (años ha, en el tiempo en que festejaban mi cumpleaños, cuando yo era feliz y nadie tenía TGD). En esa introducción a su volumen de cuentos, el autor de Illinois recuerda el revelador encuentro con un mozo de Nueva York. Conversando durante una cena, el muchacho le cuenta que después de terminar con su trabajo, tras un turno de doce, trece o catorce horas, va a bailar. Bradbury se asombra. El mozo le dice que para qué va a ir a su casa. Cansado como se encuentra, seguramente se dormiría en cuanto entrara. Y dormir es como estar muerto, dice. Entonces el tipo va directamente al boliche, a bailar para no estar muerto. El viejo Ray (autor con el cual también gané cuando se leyó en la radio, con “Las maquinarias de la alegría”) relaciona esto, no sé bien cómo, con su trabajo como escritor, y titula su prólogo: “Bailar para no estar muerto”. Tampoco sé cómo relacionar esto con lo siguiente, pero siento que de alguna forma se vincula./// Con una sola cosa me emocionaba de esta manera hasta ahora. Me refiero a esa emoción que sobreviene cuando se evoca un suceso conmovedor y se siente primero un picor en lo profundo de las fosas nasales y después un conato de humedad debajo de los párpados. Cuando un recuerdo auténticamente conmueve. Me pasaba al escuchar la grabación de las palabras de Dolina en ocasión de la sanción a Maradona en el mundial de EE.UU. No vienen al caso ahora (está el audio en TuTubo, aunque cito de memoria), pero el final de aquella declaración de principios me hacía casi llorar. “Si Dieguito Maradona, que tantas alegrías nos dio, no se merece que hoy pongamos las manos en el fuego por él, aunque nos quememos, entonces yo no entiendo nada de futbol, ni del juego, ni, lo que es peor, de la vida.”/// Ahora, desde el acto del 9 de julio en el jardín de Esteban, tengo otro recuerdo que me emociona. Esta vez, presenciado en carne y hueso, y supongo que tan duradero como aquel. Hoy, 30 del mes, todavía me conmueve./// Resulta que los compañeros lo eligieron para que sea escolta. Pero eso no sería nada; no soy tan patriota de los símbolos institucionales (como sí lo soy de un Dolina o un Maradona) y a veces ni lo llevo a Esteban a los actos. Esta vez fuimos por ese motivo, incluso Cristina faltó al trabajo ese lunes para estar presente, pero, para mí, lo emocionante vino después. El salón estaba repleto. Los grupos de párvulos se sucedían en el imaginario escenario, generando aplausos generalizados y felicitaciones recíprocas de los padres. Entre las diversas actuaciones alusivas de los integrantes de cada salita, la señorita Romina ideó unas payadas para los varones de sala verde. Estos tenían que ir adornados con boina o sombrero, pañuelo al cuello, faja y, los que pudieran, llevando una guitarrita. Esteban, engripado todo el fin de semana y todavía congestionado y con tos, estaba fastidioso y sólo se dejó poner un pañuelo; eso sí, llevó la guitarra comprada para la ocasión. Las payadas serían a dúo; no con desafío y respuesta (eso sería demasiado para niños de 5), sino dichas cada una por dos chicos. Eran de una sola estrofa de cuatro versos. Nada del otro mundo, sencillas y tradicionalistas (ningún argentinismo a lo Cesar Fernández Moreno). Cada dueto la dijo bastante bien, pero con ese cantito característico de las cosas aprendidas de memoria. No sé cómo expresarlo en el texto. (Ya lo verán ustedes, si puedo subir el video.) El dúo de Esteban quedó para el final, pero no hubo dúo. En el momento de presentarlo, la señorita explicó que a ese payador le había faltado el compañero. A mí me corrió un frío: seguramente en los ensayos Esteban se habría apoyado en su compañero. Pero el tipo igual agarró la guitarrita como si nada, Romina pidió silencio, a medias lo consiguió, y su estrofa era esta: “El nueve de julio / hay fiesta de verdad / porque nació nuestra patria / ¡que viva la libertad!”. Fue el único que le puso tonalidad y énfasis a los versos, como si comprendiera y respetara. Terminó y fue con el instrumento en alto hacía la madre, que sacaba fotos en el pasillo central del salón. Lo acompañaba el aplauso más fuerte de la tarde. Algunos en el jardín saben de su cuestión neurológica, pero los menos. La ovación, entonces, no fue, me parece, la de la típica valoración conmiserativa hacia un disminuido –pero aunque lo haya sido es valiosa igual. El artista se la ganó. ¿No dije? Lo recuerdo y me pica la nariz. Tambièn el picor y la humedad sobrevinieron entonces (no me emociono sólo con recuerdos) y me duraron hasta el final del acto, cuando apenas pude decirle "Gracias" a la señorita Romina cuando me acerqué a saludarla. Después, a la salida, me recompuse, para que no me vieran así bruja y suegros. Me acordé del corolario de las entrevistas para el diagnóstico en el CIASI, cuando nos pidieron a Cristina y a mí que definiéramos a Esteban con una palabra. “Histriónico”, dije yo, inocentemente. Más adelante sabría que esa cosa hiperexpresiva, a veces dramática, a veces desopilante (y también la excelente memoria), es característica de algunas variantes del autismo, y a esto quizá le atribuirían algunos profesionales la riqueza de su actuación. Pero, aunque así sea, nenito bueno, y yo no lo creo, ¡quién nos quita lo payado! /// En el final, se me ocurre cómo relacionar este recuerdo (recuerdo, ya) con el principio. Lo expreso con un título alternativo para esta Entrada: Emocionarse para no estar muerto. (Como publico tan de tanto en tanto, repito que con el nuevo Blogger no consigo establecer un punto y aparte en el texto. Lo indico con la triple barra.)

miércoles, 26 de junio de 2013

Wernicke

Sincronicidad, magia, capricho. Esas cosas que ocurren – que ocurrían. Siguen ocurriendo. Hoy, en el sanatorio, se me ocurrió algo como para volver al Blog. Suele verse gente que llega a la guardia, o de visita, o como acompañante, con un libro en la mano. Hoy noté que siempre son libros nuevos. Plastificados, coloridos, flamantes. A veces alcanzo a leer el título: novedades, casi todos. Me percaté porque el libro que hoy traje para leer (para volver a leer) es “La ribera”, de Enrique Wernicke, en la edición del Centro Editor de América Latina. Tapa vencida por los años, ilustración descolorida, páginas tirando al ocre. Siempre quise volver a leerlo (lo tengo, según escribí en la última hoja, desde julio del 89), pero nunca pude avanzar más allá de las primeras páginas, no sé por qué. Cabe decir que aquella vez (quizá en parque Rivadavia) celebré encontrarlo porque poco antes había visto en ATC una versión para televisión con Victor Laplace, que me había gustado. Ahora sí, ya pasé el primer tercio de la novela y en las próximas noches voy a terminarlo. Me decidí a volver a intentarlo porque hace un par de semanas un compañero me regaló los “Cuentos completos”, de Wernicke. Extraño agasajo entre los rudos o indiferentes hombres de la seguridad privada. Es un compañero que hace poco está en el sanatorio, y como siempre me ve leyendo en la alta madrugada, un día me dijo que me iba a traer alguno de los libros de su hijo. Por cierto, primero me habló de uno de Dan Brown, cuyo título no recordaba. Sin ánimo de desmerecer ni desbaratar su intención, pero con mi habitual frontalidad, le dije que ese tipo de cosas no es lo que más me interesa, pero que bueno, para matar las horas en la larga noche… gracias desde ya… veremos… Pero cuando se apareció con el libro y me dijo que me lo dejaba con una compañera en el puesto Ambulancias, y le pregunté el título y me dijo “Cuentos completos”, y le pregunté: “Pero, ¿de quién?”, y me dijo que no se acordaba, “Es un apellido raro”, fue una sorpresa enorme encontrarme –reencontrarme- con Enrique Wernicke. Cuando vi a este compañero al día siguiente le debo haber manifestado mi asombro y admiración con mucho énfasis, porque ahí nomás dijo que me lo regalaba. Era de su hijo, pero parece ser que el joven veinteañero, aunque aficionado a la lectura, no es de atesorar libros y siempre los deja por ahí, los presta o los regala. Así ligué yo este extraordinario volumen de Wernicke. Pero esto de los libros nuevos que leen los visitantes del lujoso sanatorio que aún me acoge laboralmente, no hubiera logrado entusiasmarme como para volver a escribir. Amén de que no me da como para una evaluación sociológica del consumo cultural de las clases favorecidas. Pero sucede que esta noche, junto a “La ribera” también tengo conmigo la poderosa Tablet que recibí como regalo del día del padre. (Parece que soy un buen padre, a pesar de todo.) Hoy la traje por primera vez al trabajo (para eso la pensó Cristina, para que quizá pueda volver a escribir) y cuando la encendí, después de algunas manipulaciones exploratorias, lo primero que busqué fue información sobre Enrique Wernicke. Leí lo que más o menos ya sabía por añejas notas periodísticas, y entonces se me ocurrió buscar algo más, algo que se hubiera filmado, en TuTubo. Y vieron cómo es Tutubo, aparecen las sugerencias al costado, una cosa te lleva a la otra (sobre Wernicke no encontré nada), y terminé en la Audiovideoteca de Buenos Aires. Y lo primero que abro para ver es el capítulo dedicado a Luis Gusmán, un autor muy distinto de Wernicke, pero que por esas cosas también me gusta. Y el capítulo sobre Gusmán se titula: “El escritor como lapsus o El lector interrumpido”. Entonces sí (esto es una de aquellas cosas, pensé) me apliqué al esfuerzo y el placer de redactar esta página para el viejo Blog de Parrafus...