miércoles, 4 de julio de 2012

Mairal

De la iglesia que hay enfrente del sanatorio sacaron a la vereda como 200 libros. El trapito de la cuadra quizá exagere la cantidad; además, es poco creíble que haya sido un cura quien acarreó las cajas y atados; el trapito, un personaje legendario en esa zona de Palermo Chico, es dado a la fabulación. Pero, cura o personal de maestranza, el hecho es que la otra tarde, por una puerta lateral del templo, tiraron a la calle un montón de libros. En su mayor parte fueron cargados en su carrito por un cartonero que pasaba. El amigo cuidacoches, alegando su autoridad vial, pudo negociar algunos, parece, y los rescató en una bolsa de consorcio. Más tarde, cuando me contó el episodio, lo dejé a media fabulación y fui inmediatamente a la garita donde mi compañero se los guardaba. Entre los 20 o 25 volúmenes había de todo, pero nada que me deslumbrara: una biografía erudita de Mozart, el testamente filosófico de un pensador francés cuyo nombre no retuve, Jurasick Park, de Michael Chrichton, dos números de una enciclopedia de tapa dura llamada El tesoro de la juventud, un libro sobre psicoanálisis de Alianza Editorial, un par sobre botánica… Tan adocenado todo, tan impersonal y anodino me resultó, que no recuerdo casi títulos ni autores -raro en mí. Más que los libros, me interesó la historia que podría haber detrás de esa limpieza en la iglesia. Pero cuando metí la mano y saqué del fondo de la bolsa el último, ínfimo, casi imperceptible volumen, leo en su tapa: Tigre como los pájaros, Pedro Mairal, Botella al Mar. Ese se lo pedí al trapito y me lo traje para mí. Son los primeros poemas publicados por nuestro Parrafista Nº 653, que llegara a la voz de Hugo con su novela “El año del desierto”, recordada victoria de la compañera oyente María Suárez. Allí leo: “Quiero esa fe de los pájaros / cuando se arrojan al aire.” Y también: “Al atravesar una bocacalle del centro, / pocas veces advierto / que estoy bajo una cruz de cielo, / bajo una cruz enorme / de vértigos azules entre nubes.” Y también: “Cómo me entregaría / a la corriente atardecida del vino / si no supiera que la orilla / donde habría de dejarme / queda aún más cerca de la tristeza.” Y hay más, pero me lo reservo. Salud.

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