viernes, 6 de marzo de 2015

epicidad (terminado)

Jueves 5 de marzo

Poesia: "Balada de la carcel de Reading"
Autor: Oscar Wilde
Ganador: Marcelo Perenchio
Tiempo: '2 "48
Premio:

Preliminarmente, solo puedo decir (escribir, tan dificil tambien con esta tablet) que es epico el modo en que pude escuchar el programa hoy, aca en el trabajo. Simplemente epico.

Dos horas despues:

Para empezar, renuncio a toda correccion. Para una mayuscula, debo poner punto y espacio. Despues, retroceder y borrar el espacio y el punto. Pero no hay tecla de retroceso, o no la encuentro, en este teclado tactil. Entonces, para borrar, debo poner el cursor a ojo, lo que logro en el tercer o cuarto intento. Además, cuando el teclado aparece en la pantalla tapa el texto que voy escribiendo, se escribe a ciegas con esta mierda!Y el acento,olvidalo. Redacto a la que te criaste, entonces.

Tres horas despues:

Esta semana lei la palabra "epicidad". No sabia que existia. Y creo que la lei en uno de los textos introductorios del ultimo libro que gane en parrafus: los Cuentos completos de juan jose manauta. Un regalo excepcional por ser uno de los mas rapidos del mes. Completo, completo, el volumen. Con todos los libros de cuentos, mas un guion de cine, mas articulos y ensayos, mas conferencias, mas esbozos, mas entrevistas, prologos y demas. Todo el autor entrerriano de cuerpo presente. Y ahi lei epicidad, y me acorde que hace unos dias, via chat o mail, le dije a alguien que esta vez ganar alguna noche desde el trabajo seria verdaderamente epico.
Tambien esta la frase que recorde de Nestor Sanchez, a raiz del documental sobre su vida que se estreno la semana pasada: "Se me acabo la epica", cuando le preguntaron por que no escribia mas.

Siete horas después (ya en casa):

Gané en Parrafus Interruptus desde el hospital Tobar Garcia, triste, recóndito, inhospitalario; ¿cómo no iba a conseguirlo alguna vez desde un sanatorio suntuario del barrio de Palermo? Bueno, parecía imposible. No sé cómo hace la gente para sintonizar la radio en ciertas zonas de la capital. Me refiero a la AM, y creo que a esto, a esta dificultad mayúscula, se debe el avance y auge de las FM. No sé cómo será con un buen équipo. (Ahora que lo pienso, los équipos modernos ni traen AM.) Anoche, me decidí a llevar de casa el radio reloj, un buen aparato, casi nuevo, de primera marca japonesa, y nada. La estática prolifera, cunde y silencia. Sobre todo a la altura del dial que corresponde a Nacional. Nada, ni un hilo de voz. En el Citi, con múltiples causantes de interferencia en torno, conseguía encontrar detrás de la electrónica fritura un rastro del programa, y escuchaba -y gané. Acá, anoche, hice una prueba más temprano y desheché totalmente el radioreloj. Volví al "TuneIn", el programejo que bajé para escuchar radio en la tablet, casi totalmente inútil hasta entonces. La semana pasada escribí que estaba resignado a escuchar Por Amor al Arte sólo tres veces por semanas, las tres noches de franco que paso en casa. Porque la Wi-Fi del sanatorio tiene fama de debil y menesterosa, cosa que compruebo cada noche en la lentitud para abrir páginas. Y se comprobaba también al usar el "TuneIn"; Nacional se desconectaba a cada rato. Era desesperante en el momento del Parrafus: se escuchan cinco segundos de la lectura, y treinta, o más, son de silencio, mientras vuelve a cargar el bufer (¿?). Del ininterruptus del viernes pasado alcancé a entresacar como pistas las palabras Conrad (¿de un personaje, quizá el protagonista?) y Cock (una región o paraje, me pareció). Y así siempre. Una escucha espasmódica que hace imposible el reconocimiento o la deducción, al menos con la rapidez que el juego demanda.

Y está el elemento humano.
Por puro arrojo y temeridad, en el sanatorio me fui quedando con el puesto Guardia, el menos adecuado para mi galopante fobia social. A ninguno de mis compañeros le gusta (¿también fóbicos, o vagos?); prefieren la garita de la entrada de ambulancias o la mesa de entradas. Desde que llego a las 19.00 estoy rodeado de gente. Yo, imperturbable en mi taburete (incomprendido pero impertérrito), me dedico a ponerle las pulseritas de seguridad a los bebés y a sus madres, y tal vez alcanzo y conduzco una silla de ruedas, o brindo alguna información sencilla.
A las 22.00 se va Mario, uno de los recepcionistas, y a las 23.00 el otro, Santiago. Justo a partir de esa hora, nuestra hora, quedo solo; a la gente que ingresa, le indico donde está la recepción nocturna. Si tengo suerte, para esas horas ya no tengo tantos pacientes en la sala de espera. En cuanto se va Santiago enciendo la tablet y trato de sintonizar Nacional. Queda mal que me ponga los auriculares, pero me los pongo; hasta ahora no me dijeron nada. De todos modos, no sirven de mucho.
Pero iba a que, a los obstáculos técnicos, se suma el factor humano. El ambiente es reducido, así que cualquier conversación me queda cerca. Es increíble cómo le gustan a la gente los percances de salud; vienen por cada pavada… No lo digo sólo por las chiquilinas que consultan al ginecólogo, o por los hipocondríacos embozados, sino por los séquitos de parientes o amigos que acompañan. A veces, tres o cuatro personas por uno con un malestar digestivo o una aparente arritmia. A veces pienso que algunas familias se aburren en su casa y vienen a la guardia como quien va al shoping o a la confiteria. Deben pensar: ya que pago un platal, voy a consumir de la prepaga. Y mientras esperan, conversan. También, a veces, un médico amable (los menos) acompaña hasta el hall a la tipa y le da las últimas pautas a un metro de mí. Y Hugo ya empieza con el preámbulo (largo, por suerte) del Parrafus Interruptus.

Termino cinco días después esta crónica diciendo que es mentira la epicidad. Bueno, en parte. Las distracciones, el ruido ambiente, fue el de siempre. Pero la verdad es que la wi-fi esa noche mejoró, y pude escuchar casi sin interrupciones.

El escenario de lo que se leía me hizo pensar en una prisión, y poco después, eso de "todo hombre mata aquello que ama" me llevó directo al autor. Me sorprendió poder comunicarme, a tantos minutos del comienzo; y justo cuando me atienden, mientras salía hacia la vereda para mejorar la señal del celular, veo venir por la rampa de acceso a una pareja con un nene. La telefonista-poeta, Irene Roust, debe haberme escuchado y puede dar fe: "Para guardia, en mesa de entrada, pasando aquella puerta, a la derecha...", estaba diciendo. Y sin solución de continuidad: "Oscar Wilde, 'La balada de la cárcel de Reading".

Terminé.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones!
¿El teclado táctil no es como el de la máquina de escribir? ¿En el costado izquierdo (y tal vez en el derecho también) no hay una tecla (tal vez con una flechita) que es para poner mayúsculas?
M

Marcelo Perenchio dijo...

Gracias, N. No sé, no se pueden usar combinaciones de teclas, como en un teclado normal, y esa que decís creo que no la tengo, o no hace eso. Recomiendo volver a esta Entrada, porque está en progreso. Chau. Perdón otra vez por la laguna.

Anónimo dijo...

Me gusta mucho la parte del hospital. Recién la leo :)

Marcelo Perenchio dijo...

Gracias, N. A mí también me sigue gustando.