miércoles, 8 de abril de 2015

Irene, yo y nuestros otros yo

En otro momento, en el pasado, un episodio como el de anoche hubiera dado para una larga parrafada. Pero estoy menos sensible o susceptible ante la pavada, aunque siempre ludópata, supongo. (Ya conté alguna vez que no soy aficionado a ningún juego, no frecuento casinos o hipódromos, pero es posible que también haya ludópatas de la lotería hogareña, como hay adictos a la muzzarella sin necesidad de pinchazo ni snifamiento alguno; yo sería un ludópata de Parrafus Interruptus.) Además, tengo menos tiempo e ingenio para la escritura. Por tanto, me limitaré a una breve reseña de lo ocurrido, para quien se haya perdido el programa, si existe tal persona: que se pierde el Parrafus y recurre al blog para enterarse.
Casi todo está en el videíto de la Entrada anterior. Menos mi dialogo inicial con la telefonista, es decir, su parte del breve diálogo. Ella, primero, dijo algo así como “¿Marcelo? ¿Otra vez?”, con un tono de auténtica decepción. Y enseguida, muy educadamente, como contó por su parte después, me soltó una especie de sermón acerca de que debería dejar que otros oyentes participen, que así, con un solo ganador (¡!) el juego pierde su encanto, que ella recibe llamados con quejas después de mis triunfos, y me pareció que pretendía que me retire del aula y deje la línea libre. Como se ve y se oye, sólo atino a decir que esto de ganar tan a menudo y generar antipatías ya sucedía en el otro ciclo de Parrafus, y que Hugo jamás me había prohibido -más allá de algunas bromas al respecto, agrego, siempre con la mejor onda, onda que a la telefonista ahora le faltó.
Pensé en explicarle un sencillo secreto que quizá, a veces, permite que me adelante a otros virtuales ganadores: el uso de la tecla Redial en el teléfono, o su equivalente en mi celular. Eso ahorra unos cuantos segundos en la marcación, segundos fundamentales, y se me ocurre que es un artilugio tecnológico desconocido por gentes de otras generaciones, que, creo, constituyen el grueso de la audiencia. Pero ,me conozco, explayándome sobre esto hubiera pasado enseguida en dirigir mismamente a la mierda a esas viejas que se quejan...
En definitiva, como digo al final, creo, lamento este suceso. Lo lamento por Hugo, por el equipo, por el programa, aunque muy en el fondo me divierte y estimula. Pero es una pena porque Irene Roust, la telefonista de Por Amor al Arte, si no me equivoco, fue quien vino a reemplazar a Paredero, es decir, a Parrafus, los domingos a la noche en Nacional, allá por el comienzo del 2010. En aquel verano llevó adelante un ciclo de poesía y conversaciones muy bueno, que yo escuchaba a veces. Nunca la llamé, como no llamo a otras radios ni otros programas, por un excéntrico sentido de la lealtad que me acompleja: mi corazón, es decir, mi oído, sólo pertenece a Parrafus Interruptus. Pero conozco de entonces a Irene (si no estoy muy errado con su apellido) y me acongoja este entredicho… que estoy quizá agrandando con esta en definitiva parrafada, así que acá termino. Deseo a todos buenas tardes, buenas noches, buenos Parrafus, buenos Interruptus, y adiós, que me voy.

Agregado: El gesto Morenista antilousteau que se me ve remedar no está dirigido a Irene, por supuesto, sino a los oyentes tan defendidos que pierden por mi culpa: ¡que revienten!, quiere decir ese deguello manual.

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