“Los antecedentes de este sueño prototípico son como sigue: un individuo había pasado varios días, sin un instante de reposo, a la cabecera del lecho de su hijo, gravemente enfermo. Muerto el niño, se acostó el padre en la habitación contigua a aquella en la que se hallaba el cadáver y dejó abierta la puerta, por la que penetraba el resplandor de los cirios. Un anciano, amigo suyo, quedó velando el cadáver. Después de algunas horas de reposo soñó que su hijo se acercaba a la cama en que se hallaba, le tocaba en el brazo y le murmuraba al oído, en tono de amargo reproche: «Papá, ¿no ves que estoy ardiendo?» A estas palabras despierta sobresaltado, observa un gran resplandor que ilumina la habitación vecina, corre a ella, encuentra dormido al anciano que velaba el cadáver de su hijo y ve que uno de los cirios ha caído sobre el ataúd y ha prendido fuego a una manga de la mortaja.”
(Sigmund Freud, “LA INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS”, CAPÍTULO VII, “PSICOLOGÍA DE LOS PROCESOS ONÍRICOS”)
Esteban, el Fulanito, está bien –con los contagios de cosas de chicos que son de rigor en una guardería. No hay metamensaje ni alegoría en el texto precedente. Sólo quería expresar el tenor de mis lecturas –o relecturas- actuales. Buenos días.
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