Conocido por mi carácter de lancero consuetudinario, a causa de mis frecuentes triunfos por deducción o pálpito, y tal vez porque en esta semana el podio fue netamente femenino (ganaron Verónica de Lugano, María de Coghlan y Liliana de Palermo), se me ocurrió hace un rato, como para insuflarle algún dinamismo a este cansino Blog, redactar cada noche, después del programa, una especie de retrato imaginario de cada oyente triunfador, o de las características o circunstancia de ese triunfo, inspirado, libremente, por lo que se haya escuchado en la charla con Paredero.
Resulta que a la una, cuando el programa termina, a mí me quedan todavía cinco largas horas de jornada laboral, las peores, hasta las seis de la mañana. Es el momento, además, en que quedo definitivamente solo en la recepción del hospital.
Alrededor de la medianoche se realizan los relevos del personal policial que también cumple funciones en el lugar; poco después, los efectivos que recién ingresan comienzan a dispersarse por las diferentes dependencias en busca de un sitio tranquilo para pasar la noche. A veces, alguna charla con las novedades de la jornada, o una pizza tardía, o unos mates, demoran esta dispersión, y se me hacen las doce y media rodeado de esa melancólica compañía. Entonces llamo por el interno y le pido a mi compañero del 5° piso que me releve un rato en mi puesto, así puedo ir con mi portatil y el celular al comedor del subsuelo, o al patio lindero, a escuchar tranquilo.
Otras veces quedo solo justo sobre la hora del programa. Entonces me apuro a sintonizar Nacional en el viejo radiograbador del sector de informes y, a pesar de la interferencia que generan los tubos fluorescentes, escucho el programa más cómodo y sin tomar frío.
Como sea, después de la una estoy solo en el hall. A esa hora, la actividad del hospital se reduce a las guardias que los grupos de enfermeros y enfermeras cumplen en los pisos de internación, el 4° y el 5°. Los médicos, a la espera de algún ingreso o consulta de emergencia, muy poco frecuente en la madrugada, descansan en su office del 6° piso. Entonces, después del programa, sintonizo música, casi siempre tango, o apago para leer en silencio, o cierro los ojos y medito un rato... O, a veces, escribo.
Lunes 21 de Mayo
Hoy ganó Verónica Cornejo, de Lugano. En 23 segundos respondió que la lectura de esta noche fue “¿Quién le teme a Virginia Woolf?”, la obra teatral de Edward Albee. Declaró que nunca vio una puesta, pero había leído el texto en un curso de inglés. Detectó de qué obra se trataba en cuanto escuchó lo que parece un subtítulo del 1° acto: Juegos y Diversiones. Yo tardé un poco más porque no sólo no vi ni leí la obra, sino que apenas vi el comienzo de la película que se hizo con la Elizabeth Taylor y Richard Burton. Ese día le dije a Cristina que algún día Paredero iba a leer “¿Quién le teme a...?”, y la vimos hasta que el matrimonio protagonista comienza a dialogar. Memorizé que “Bazofia” es la primera palabra que ella dice y repite al comienzo. Pero ahora me di cuenta antes, por la descripción del escenario, donde se habla de una vivienda en un campus universitario norteamericano. Sin embargo, cuando llamé, la línea ya estaba ocupada por la ganadora.
La joven Verónica, en verdad una mujer de mediana edad, aunque soltera, vive con sus padres en una casa grande del barrio de Lugano. O bien a regresado a la casa paterna tras un matrimonio infructuoso, es decir, sin hijos, y retomó inadvertidamente la función de hija adolescente.
Como tal (como adolescente anacrónica), volvió a leer mucho en su tiempo libre, a releer incluso libros de su adolescencia, que conserva fechados, y a escuchar la radio por la noche. A propósito, cabe decir que se ha comprobado que nos es infiel Verónica, llamando y dejando mensajes grabados en otros programas, culturales o de trasnoche. Pero con Párrafus cumple siempre; si es necesario, si su actividad diaria le impuso dormirse temprano a la noche, pone el despertador y se levanta a las 00.30 para escuchar.
Para escuchar y que la escuchemos, porque está ganando con peligrosa frecuencia Verónica. Desde aquella primera vez (que yo recuerde), en el mes de octubre, con Peter Pan, y después con Carrie, y El Revés de la Trama, y La Dama de las Camelias, hasta las tres victorias de este mes (Seda, El Mandarín, ¿Quién le teme a Virginia Woolf?), con las que se posiciona como la triunfadora de mayo, está haciéndose merecedora del calificativo de Ganadora Serial, como dice Paredero, y cuando me quiera acordar va a estar disputándome la supremacía en la tabla, junto a la dama de Coghlan. Entonces, como le dijo María: “Ojo, Verónica. No llames tanto, ¿no?”. Y a propósito de la sra. Suarez...
Martes 22 de Mayo
Esta noche ganó María Suarez, del barrio de Coghlan.
Hoy no tuve ni idea. No alcancé a escuchar bien el nombre del protagonista, que se dice al comienzo; eso, si no se leyó la obra, a veces ayuda. Sabía de la existencia de esa novela de juventud de Baudelaire, pero nunca la vi. Conozco algunos de sus poemas, los más célebres, los muy malditos; me gusta, pero no profundizé en su obra. Al respecto, hay que decir que, en sintonía con el autor elegido, se verifica otra vez una audacia (o una astucia) de Paredero: leer “La Fanfarlo”, esa novela secreta, en vez de la poesía de uno de los franceses que revolucionó el género.
María la leyó hace mucho; pero, contó, no la hubiera tenido presente si no hubiese hojeado en la Feria del Libro, hace unos días, una bonita edición reciente de la novela. Se conoce que la señora Suarez concurrió finalmente a la Feria, aunque no se acercó la tarde aquella, no nos regaló con su presencia ni se regaló el homenaje que el Párrafus en vivo propuso a sus oyentes durante la reunión del 30 de abril en el predio de Palermo.
Nos decepcionó esa ausencia. Hubiéramos querido conocer, muy especialmente, a una de las oyentes principales del ciclo. Es una voz sugerente la que gana con tanta frecuencia desde el barrio de Coghlan. Multisugerente, diría, o indeterminada, porque su voz supone una mujer joven y agraciada (agraciada con esa voz), pero sus palabras alguna vez nos hablaron de al menos un hijo con edad ya de adulto a quien María le leía cuando niño...
Y a propósito de aquella pretérita lectura para un público de uno, hay que decir que la dama de Coghlan parece haber hecho del consumo y la difusión literaria una profesión, un medio de vida, una misión, bajo la forma yo no sé bien si de narradora oral, actividad artística que proliferó en los últimos años, o lectora particular a domicilio, como la bella Miou Miou en aquella película francesa. En las charlas con Hugo, más bien es él quien a veces ha mencionado esto, pero como a la pasada, como dando algo por sobreentendido, tal vez porque eran muy frecuentes estas charlas entre ellos en la primera época de Párrafus, cuando el juego iba una vez por semana dentro de “Por Amor al Arte” y era María la más habitual triunfadora.
Como sea, es ella, junto a Julián Sanchez, un profesor de literatura, Gustavo Glanzman, jubilado de la misma profesión, Roberto Lopez Motta, “locutor y poeta”, de los pocos oyentes ganadores que en su actividad laboral tienen permanente y estrecho contacto con libros y lecturas, cosa que siempre destaca Paredero. Y, entre ellos, es María, con 24 victorias, la más encarnizada perseguidora del humilde guardia de seguridad que encabeza la tabla, quien suscribe.
Miércoles 23 de Mayo
Liliana Saidón, de Palermo.
Para mí, una ganadora nueva, aunque Paredero dijo que la recuerda de hace unos meses. Creo que ella dijo que había ganado por la tarde, en el ciclo anterior. Lo seguro es que hace poco, creo que este año, envió un libro que publicó, no sé si de matemáticas o geometría. El hecho es que hoy ganó con “Rosaura”, una novela de Ricardo Guiraldes.
Esta noche arriesgué y perdí. Una de las pocas veces que me sucede. Porque no debe creerse que este “lancero” llama y manda cualquiera todas las noches. La última vez había sido con la novela de Huxley, “Viejo muere el cisne”, una meditada deducción (ocho minutos) que resultó acertada. Hoy, la cansina descripción de un pueblo bonaerense, a pesar del vocabulario demasiado llano y correcto, me hizo pensar en “Siempre es dificil volver a casa” ; en realidad, fue cuando se menciona el banco. Con ese indicio demasiado vago, con poca esperanza, llamé y le pregunté a Lucas si el autor era Antonio dal Masetto. Por supuesto, no era.
Liliana contó que esta obra de Guiraldes le fue recomendada por un primo que conocía su deslumbramiento con “Rosaura a las diez”, de Marco Denevi. (¿?) Yo de Guiraldes conocía solamente “Don Segundo Sombra”, “Raucho” y otro título, no sé si novela o cuentos, que empieza con X. En realidad, de los tres conozco solo los títulos, ya que no leí y espero no leer nunca ninguno.
Buenas noches.
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