domingo, 24 de octubre de 2010

UN "CUENTITO" DE AÍDA BORTNIK

Cuando èramos chicos todo estaba bastante clarito: los aliados habian ganado la guerra porque los alemanes eran gente mala y de los japoneses mejor ni hablar. Despues vimos (entre otras cosas gracias a la magia del cine), que los alemanes y los japoneses eran tambièn seres humanos y que a algunos aliados era mejor perderlos que encontrarlos. Y despuès hubo màs guerras, que parecìan màs chicas, pero tambièn mucho menos claras. Y despuès...pero esto es otro cuento.
Cuando èramos chicos todo estaba bastante clarito: habìa que crecer sano de cuerpo y alma. Habìa que creer en los mayores y en los maestros. Habìa que respetarlos y respetar los valores que ellos respetaban: el honor, la justicia, la dignidad, la solidaridad, la libertad responsable, la ciencia al servicio de la humanidad...y habìa màs. Despuès vimos (entre otras cosas gracias a la magia de la perspectiva) que los grandes a veces eran tamaño mediano y que con respecto a algunos valores, tampoco habìa que ser fanàtico no? Y despuès.....pero esto es otro cuento.
Cuando èramos chicos todo estaba bastante clarito: las nenas tenìan que portarse como señoritas y los varones como hombrecitos. Las nenas podìan llorar, los varones podìan pegar; una nena tenìa que ser seductora, un varòn tenìa que ser valiente. Despuès vimos (entre otras cosas gracias a la magia del psicoanàlisis), que todo era un poco màs complicado. Y despuès vimos como dos generaciones en las que nadie quiere ser ni señorita ni hombrecito, porque con ser humano ya tiene bastante trabajo...pero ese es otro cuento.
Cuando èramos chicos todo estaba bastante clarito: los amigos eran los hermanos del alma, la gente que lo querìa a uno, no porque fuera lindo o feo, abanderado o burro, sino porque uno era uno. Y los amigos eran la gente por la que habìa que jugarse, con la que habìa que compartir, por la que valìa la pena vivir. Despuès vimos (entre otras cosas gracias a la magia de la suerte que es grela), que todo este asunto tambièn podìa ser llamado "amiguismo" y tratado como una enfermedad antigua, que hay que curar sin falta cuando termina la adolescencia. Y despuès, incluso empezò a aparecer una enfermedad peligrosa....pero esto es otro cuento.
Cuando èramos chicos todo estaba bastante clarito: cuando se llegaba a la edad y al momento adecuado, uno se enamoraba de alguien del otro sexo (porque habìa dos) y se casaba para afrontar juntos la dicha y la desdicha. Y tenìa hijos, y plantaba àrboles y envejecìa tomado de la mano. Despuès vimos (entre otras cosas gracias a la magia de la naturaleza, en la que nada se pierde y todo se transforma) que uno no es eterno y entonces sus sentimientos tampoco. Y los del otro tampoco. Y despuès vimos que esto de la pareja funciona tambièn como complicidad para el crimen de la pareja...pero esto es otro cuento.
Entonces, cuando èramos chicos todo estaba bastante clarito: si uno en las guerras estaba del lado de los buenos; si uno respetaba los grandes valores de sus mayores y sus maestros; si uno se portaba como un hombrecito o si no tenìa mas remedio, como una mujercita; si uno era leal con sus amigos; si uno era capaz de amar y ser amado; uno podìa, por fin, ocupar el lugar del que habìa tratado de hacerse digno durante toda su vida; un lugar en el gran banquete del mundo, ese que se celebra cuando el ser humano ha alcanzado la plenitud creadora: el banquete de la madurez.
Y la madurez es ahora. Y yo no se ustedes, pero a mi, a este banquete nadie me ha invitado.
Y colorìn colorado, yo no se a ustedes, pero a mi me parece que este cuento se ha terminado.

Fuente: derevolucionesyreevoluciones

4 comentarios:

Luana López Molina dijo...

Hola Monica! Por casualidad no tendrás CUATRO FOTOS?

Rossana Vanadía dijo...

yo también busco ese cuento

Unknown dijo...

Buenísimo era otros tiempos pero qué bien los describe una realidad social.

Luana López Molina dijo...

Cuatro fotos, un cuentito de Aída Bortnik.

Esta primera no me acuerdo quien la saco, habrá sido el viejo. Que linda agua tenía ese río, se ve clarito el pie que él tiene metido dentro. Se sostiene con los brazos porque está muy al borde de la piedra. Se lo ve flaquito pero era fuerte, el flequillo casi le tapa los ojos. Puro brillo nomás son los ojos abajo del pelo rubio. Ella, que seria parece, sentada más atrás con su mallita entera. Ya la peinaban con una sola trenza y ya andaba leyendo porque es un libro eso que tiene, si ni siquiera levantó los ojos para la foto. Los dos tenían menos de cinco años, el viejo debe haber sacado la foto, seguro, parado en el medio del río porque está sacada desde el río en el lugar al que íbamos siempre. En esta otra orilla había flores, pero no se ven y la montaña atrás tapa la chacra, era pando el curso allí donde estaba la piedra con forma de elefante acostado, él decía que era un elefante muerto, no sé quién le había contado que los elefantes son demasiado pesados para dormir acostados de esa manera, entonces él era el único que la llamaba la piedra del elefante muerto.

Ese fue el día que la defendió, ella era prima del Braulio, pero el Braulio andaba nadando y los otros chicos no la conocían y no estaban acostumbrados a las nenas. Un rato que el viejo se fue empezó todo, primero le decían cosas parece y después uno de los Díaz, que eran cuatro, le tiró una piedrita le dio justo en la mejilla, ella ni gritó parece mientras la sangre le chorreaba por la cara. Los Díaz saltaban y se reían para disimular el susto, seguro. Por eso no se supo cuál había sido, pero él no preguntó tampoco, a patadas y empujones y mordiscos y cabezazos consiguió tirarlos al río y después fue a sentarse delante de ella, como estaban en la foto y ella siguió leyendo. Se ve la herida en la foto, apenitas que si uno no sabe parece sucio nomás, ese fue el día que se conocieron y después ya no los pudo separar nadie, pero nadie.

Están de espaldas en ésta, la sacó el Braulio era su cumpleaños y le habían regalado la máquina de las fotos, se gastó todo el rollo sacando así de sorpresa y ésta de ellos es linda la verdad. El Braulio era mayor y cumplía doce, un poco más de diez tendrían los dos. Ella siempre con su trenza y las patitas flacas, él la llamaba tero pero con cariño. Da una cosa verlos así, tan inocentes… como tenían la mesa adelante pensaban que nadie los veía. Apretados se agarran de la mano, parece mentira, pero eran novios ya.

En ésta se la ve tentada y eso que el juez les habló lindo, les habló del amor. Pero ella estaba tentada, serían los nervios y los zapatos nuevos, no estaba acostumbrada a los tacos. Parada todo el día en la fábrica ya se le habían arruinado los pies y recién había cumplido diecinueve. Él parece más grande, pero es por el traje, se lo prestó un compañero. Le quedaba un poco chico de espalda, en la puerta del registro nomás ya le devolvió el saco, fue la única vez en su vida que se puso un traje.

Ésta es de cuando cumplieron un año de casados, estuvimos todos ese día, cayó domingo y cada uno llevó algo. De paso le ayudamos a descargar el material que ya habían comprado para levantar la otra pared porque una sola de ladrillo tenían. Es la única foto en la que están abrazados y riéndose.

Hubo vecinos que vieron cuando se los llevaban y dicen que a lo mejor el incendio no fue intencional pero como destrozaron todo y había una sola pared de material, nada quedó, nada. Estas cuatro fotos solamente, es lo único que hay de ellos y nuestra memoria.