miércoles, 28 de abril de 2010

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En la última emisión del ciclo autónomo de Párrafus Interruptus (*), la noche del 29- 30 de diciembre de 2009, gané con un cuento de Julio Cortázar: “Liliana llorando”.
En aquella postrera charla con Hugo recordé a mi viejo amigo Marcelo, hoy residente en Miami. Este querido tocayo supo tener hace mucho una novia medio histérica o maniática, dije, a la que a veces, con otros amigos, mencionábamos con aquel título de Cortázar: “Ayer estuvo Liliana llorando”, o “Ahí viene Liliana llorando”. En realidad -es menester aclararlo-, Marcelo no fue su novio, sino una especie de pretendiente o… o curioso. (De mí yo decía en aquella época: “No tengo amigos; tengo curiosos”)
El recuerdo de esta recordación de mi viejo amigo viene a cuento, hoy, porque el tipo, ayer, me escribió dos líneas después de varios años para informarme, escueto y distante, como siempre (pero espero que ahora menos frío), que acaba de ser padre.
Le respondí con pareja frialdad, un poco por imitación, otro poco por mi semibudismo. Pero ahora quiero desearle por este medio (creo que él estuvo leyendo el Blog en estos años) la felicidad que se acostumbra desear. Y la otra también.
Salud, Julien.


(*) Llamo “ciclo autónomo” en esta ocasión a “Párrafus Interruptus” para hacer patente su pasada vinculación al ciclo que tuvo Hugo en radio Nacional, “Por amor al arte”, del cual el enigma literario era un fragmento semanal. Es que estuve pensando que el final de la participación de Hugo en la radio pública tuvo un anticipo en el levantamiento de aquel programa de las tardes, allá a fines de 2005 o principios de 2006. Y se me ocurrió que su refugio en esa media hora de la trasnoche, en ese insólito nicho de la programación, durante cuatro años, fue una encomiable y enaltecedora resistencia de nuestro conductor al ninguneo de los mandamases. Una idea maniquea, quizá, y que idealiza en demasía al viejo redactor de Humor, dirán algunos. Pero bueno, es una ocurrencia nomás, y basado en ella es que ya no espero el retorno de Párrafus (¿qué programación admitiría un refugio así?), sino, en algún momento, del entero y cabal “Por amor al arte”, en uno más de su perennes avatares.

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