Ayer encontré en una galería de Lomas un libro de Raúl Rossetti. Lo compré (por $4) porque recordé haber leído hace mucho que es un escritor argentino de lo más recóndito y excéntrico. El libro se llama "Tunez y otras orillas"; son relatos.
Hoy, buscando algo más acerca de él, encontré el siguiente texto. Lo incluyo en el Blog porque ya percibo que la venidera Feria del Libro será este año un evento más insípido de lo habitual sin la presencia de Hugo Paredero y su Parrafus Interruptus -especialmente para su triunfante abonado telefónico.
Pero, a propósito, acabo de acordarme. ¿Qué será del libro de Hugo sobre Guinzburg? Que yo sepa, no se lanzó todavía. ¿No se presentará en la Feria?
Ahora mismo le escribo al susodicho para preguntarle.
Después les cuento.
Chau.
EL CIRCO DE LOS LIBROS
"Pasar por la Feria del Libro se hace una obligación - por lo menos moral, para
quienes escribimos... con algún resabio de culpa si nos privamos de la fiesta
cultural, tal como nos lo venden desde los medios. Si hasta la inefable señora
de los almuerzos comenta encantada con su progresista y siempre satisfecho
invitado de lujo, Osvaldo Quiroga, incansable trabajador de las prósperas
editoriales multinacionales, esa 'pasión de los argentinos por la lectura, ya
que no existe en el mundo un evento multitudinario de semejante calibre, un
éxito de concurrencia nunca visto'.
Ese laberinto de stands en infinitos corredores,( no precisamente el mismo de
aquella memorable Biblioteca de Babel de Borges), en gigantescas y pequeñas
salas todo atiborrado de gente, con incesantes antoparlantes anunciando con voz
de aeropuerto las actividades, una tras otra hasta no saber ya más qué ni dónde
ni cómo elegir, ni por supuesto qué libro comprar en las tradicionales o nuevas
o ignotas editoriales, o a qué famoso hacerle firmar los libros o, con mucha
suerte, estrecharle la mano, entre empujones, así, abriéndose paso entre la
multitud programada y diligente, que cumple maravillosamente, como nadie en el
mundo, año tras año, con ávida y también sumisa educación, los inexorables
mandatos mediáticos de turno.
Así es que resignado, decido asistir a esta otra representación del infierno,
una de las tantas, que nos propone el maravilloso mundo que supimos conseguir.
Es que quiero ir a escuchar a Antonio Requeni, quien había sido uno de los
grandes críticos y comentaristas literarios en los tiempos en que aún existían
suplementos literarios, quiero decir, cuando el interés por la literatura no
estaba monopolizado exclusivamente por las exigencias mercantilistas de las
editoriales. Para llegar, debo atravesar una cola de docientos metros que
esperaba mansamente entrar a la gigantesca sala de al lado, donde disertaba la
Sra. Hebe de Bonafini. En la otra sala, la del otro lado donde yo iba, también
esperaba paciente una multitud atiborrada para escuchar la disertación de la
Hermana Bernarda, esa monja que tiene un programa semanal en la tele sobre
comidas y que daba una conferencia sobre el acuciante tema 'Sabores y
Placeres'. Por suerte, adonde yo iba no había gente y
pude entrar sin espera alguna, éramos unos pocos, casi todos amigos o
conocidos del escritor, escuchando la maravillosa charla que Requeni dió sobre
Quevedo y el apasionante Siglo de Oro español, tema que conoce profundamente y
transmite con admirable sencillez. Los estridentes aplausos de la sala de al
lado, ante las excelsas diatribas de la Sra. Hebe, interrumpían de a ratos la
apacible disertación.
Tan plena fue la charla, que ya ni ganas tuve de escuchar nada más, y como
pude, atravesando torrentes de espectadores, logro ubicar el camino de salida,
pasando por el gentío que entraba a la sala mayor para escuchar a Andy
Kutzneshov creo que se llama, el de Caiga quien caiga, que hablaba con otros
panelistas sobre el perentorio sujeto: 'Estrés y Sexualidad. Relájate y Goza' (
todos jóvenes allí, conectados a sus MP3 y silenciosamente desconctados entre
ellos, con sus piercings y vestimentas como un desplazado ejército
funambulesco ...y sin esperanza alguna... Por ahí también abruptas estridencias,
al descubrir a la modelo Valeria Mazza, ya que la Ed. Planeta presentaba su
libro 'Fashion y Moda', y cantidad de famosos actores, grupos de rock, el
Rincón de la Poesía, jóvenes escritores firmando sus últimas novelas,
humoristas y políticos conocidos, populares periodistas televisivos y alguna
que otra estrella internacional, tipo Tom Wolfe.
Felicidad total al encontrarme en la solitaria calle nocturna para tomar el
colectivo de vuelta a casa; algo que tenía que ver con cierta fidelidad, con
algo que no puede involucrarse en lo que desde el vamos ya está desvirtuado:
hay comprensiones - y la literatura y el arte en general son sus inmejorables
caminos - enemigas de las estridencias, que no cuajan con las idolatrías ni los
delirios pasajeros, que terminan destrozando, por no decir aniquilando su
sentido original porque lo único que piden es serenidad, sí, y abnegación...
De repente aparece aquella luminosa definición de Coleridge, que sólo puede
surgir en el silencio ya liberado de las premuras y los ruidos del siglo: 'La
fe poética es una complaciente o voluntaria suspensión de la incredulidad'."
RR
No hay comentarios:
Publicar un comentario