martes, 22 de febrero de 2011

EPILOGO: EL VERDADERO COMIENZO

En algún momento mis viejos habían puesto una verdulería. No les fue bien, y además, poco después, por razones que desconozco, perdieron la casa en la que vivíamos. Cuando yo tenía cinco años debimos mudarnos. Fuimos, en principio, a ocupar una habitación en la casa de un tío. La casilla en que había funcionado la verdulería fue rearmada en el fondo del terreno. Le decían “el kiosko”. Quedó ahí, más que nada como depósito para los muebles, a la espera de que mi viejo pudiera levantar la nueva casa. Ahí se instalaba él cuando se peleaba con mi vieja. Había acondicionado un rinconcito donde a veces se quedaba a dormir. Una de las cosas que había llevado era la radio. A veces yo me iba con él. También, sin que estuvieran peleados, los sábados a la tarde, si él tenía franco, escuchábamos ahí los partidos del ascenso. De esos tiempos del kiosko, de ese refugio compartido data mi afición a la radio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Salvo que cobres derechos de autor utilizaré este fragmento para una de mis clases de literatura. Sigo opinando que tenés un gran nivel de escritura cuando escribís genuino, cuando sos águila, cuando mentís para decir la verdad. Esto es lo que hay que recopilar del llamado blog. Sólo esto queda. La coyuntura es olvidable.
Tu padre es tu gran musa.

Marcelo Perenchio dijo...

¡No te burles, Marta Zander! ¡No se te puede dar confianza a vos, eh?! En todo caso, si no fuera broma, si fueras Otra, te informo (con mi característica magnanimidad) que no, no cobro derechos, y te corrijo (con el correlativo engreimiento) que de la coyuntura también quedan mis 108 triunfos en Parrafus, y su espontánea glosa. ¡Ojo!

Marcelo Perenchio dijo...

Recayendo en la seriedad: ¿quién sos y qué clases de literatura son esas? Un saludo.