lunes, 3 de septiembre de 2007

Hugo (y yo)

Dicen que no hablo de Hugo.
Dicen que el programa es de Hugo.
Dicen que el Blog debería “dedicarse” a Hugo.
(Quieren decir, tal vez, que desean leer acá a Hugo.)
Pero, yo, ¿qué más puedo decir de Hugo?
Y que Hugo, y Hugo, y Hugo...
... Hugo... Hugo... Hugo...
... Ugo, Ugu, Uru...

Uruguay 1237.
1984.
Un lugar y una fecha.
Una dirección de la capital federal de la república Argentina. Un momento de resurgimiento político y cultural en la historia el país.
Un señorial palacete del barrio Norte es la sede de una de las pocas radios que continuó siendo administrada por el estado nacional –a diferencia de muchas otras, que el régimen cívico-militar en retirada dejó en manos amigas. Se trata de una de las emisoras señeras de la radiofonía argentina: radio Belgrano.
“Belgrado”, la llamaban los detractores del nuevo gobierno democrático, en alusión a la capital de la antigua Yugoslavia, entonces parte del este socialista de Europa. Al frente de la histórica radio de Jaime Yanquelevich, ahora, Daniel Divinski, que ya era el legendario editor de De la Flor. En la programación, espacios para hablar de libros, de música, de todas las artes; y de la Historia, y la Sociedad, y los Derechos Humanos; y también de los hechos de la coyuntura política y social de cada día.
A propósito de aquella radio Belgrano, muchas veces he contado, a lo largo de mi vida, que uno de los acontecimientos más trascendentales de mi adolescencia lo viví en la vereda de aquel palacete de Uruguay 1237, en el año 1984. Fue cuando me fue dado conocer personalmente y estrechar la mano a uno de los integrantes de aquella nueva programación tan libre –que no libertina- y enriquecedora.


Por la mañana, uno de estos espacios de información y debate reunía en la misma mesa, frente al micrófono, a Enrique Vázquez, Diego Bonadeo, Silvia Puente y... ¡Sí! Hugo Paredero. El programa se llamó “Nuevos Aires” e iba de nueve a once (¿o era hasta las doce?).
No era el programa ni la hora del día que me tenía como fiel oyente de Belgrano -prefería la trasnoche con Dorio y Caparrós, los sábados con “Café, bar, billares”, el programa de tangos de Horvath y Folino- pero los sintonizaba algunas veces. Me interesaban los comentarios sobre cine o teatro que hacía Paredero. También, las intervenciones del ya por entonces veterano de los medios Diego Bonadeo, que empezaba a diversificar su temática más allá de lo deportivo. Los análisis de Enrique Vázquez, a quien conocía, como a Hugo, de la revista Humor, traían también alguna variedad con respecto a otras voces más instituidas de los medios.
Aunque no lo escuchaba a menudo, creo que fue a través de “Nuevos Aires” que me enteré de un concurso que organizaba no sé cuál de las efímeras –a veces- revistas de entonces. Se me ocurre que fue ahí porque así se justifica mi idea de acudir a uno de los integrantes de aquella mesa matutina para asesorarme al respecto.
Se trataba de un concurso literario, por cierto, pero con una variante atípica: debían presentarse textos en forma de crítica cinematográfica. Es más: la crítica debía referirse a una película en particular, estrenada a mediados (o quizá fue a fines) del ’84: El Juguete Rabioso, basada en la novela de Roberto Arlt, debut como director cinematográfico de José María Paolantonio. A lo mejor, se me ocurre ahora, el concurso tenía alguna vinculación con la producción de la película. Nunca volví a saber de un certamen literario similar. Pero nunca estuve mucho en el tema, tampoco. Recuerdo que los trabajos debían presentarse en una oficina de un edificio de la calle Santiago del Estero, cerca de Congreso. Recuerdo un nombre: Luis Verdi, que tenía algo que ver con esto.
En Belgrano, los sábados, a las tres o cuatro de la tarde, había un programa que yo recuerdo como deportivo, o incluso puntualmente automovilístico, pero esta característica no me cierra con la presencia como invitado, una tarde, de Hugo Paredero. El programa lo hacía alguien de apellido Abadi; tal vez el nombre era Diego, no me acuerdo bien (después, que yo sepa, desapareció de los medios). El hecho es que, con el fin de hablar con Hugo acerca del concurso aquel, me llegué una tarde de sábado hasta la calle Uruguay.
Me dejaron pasar hasta el estudio (tal era la libertad en los medios públicos por entonces) y presencié el programa en vivo. “Tarde inolvidable hoy olvidada”, diría el otro; no recuerdo ni una palabra de lo que allí se trató (¿el deporte en el cine?, ¿un balance del primer año de la nueva Belgrano?), vagamente me parece entrever que alrededor de la mesa había otros invitados. Recuerdo que al final del programa me acerqué a Hugo, lo saludé y le dije qué era lo que me llevaba hasta él. Salimos juntos de la radio y, caminando por Uruguay, primero, y después por Marcelo T. de Alvear hasta la parada del 152, hablamos acerca del concurso. Quedamos en que el lunes, cuando terminara “Nuevos Aires”, nos encontraríamos en la puerta de la radio; Hugo me traería entonces las bases. Después, él tomo el colectivo rumbo a Palermo, y yo volví a casa, pensando cómo arreglaría con el trabajo para poder cumplir el compromiso. Pero el lunes al mediodía (¿o terminaban a las once?) estaba en la entrada de Uruguay 1237, esperando su salida.
Me acuerdo ahora (porque los sábados no trabajaba) del muchacho que estaba en la recepción. No recuerdo el nombre, Julio, Darío, Diego. Era una especie de portero, tal vez también ordenanza; eran tiempos en que no se veía seguridad privada, uniformados y extraños, en lugares como ese. Era un hombre joven, morocho, sonriente. Más adelante, ese mismo año, cuando en torno del programa de Dorio y Caparrós (“Sueños de una noche de Belgrano”) se nucleó un grupo de oyentes que quiso ayudar a sostenerlo en el aire, empecé a ir con frecuencia a la radio, a la noche, y conversábamos. Más adelante, en el verano del año siguiente, ese muchacho se ahogó mientras pasaba unos días de vacaciones en la costa. Tal vez Hugo se acuerde de él, o de ese episodio de duelo en la radio. En ese año siguiente, además, el espacio de Dorio y Caparrós no continuó; todo el esfuerzo, o, más bien, todo el entusiasmo de los oyentes resultó infructuoso.

Me desanimó un poco, ahora, en esta tarde de sàbado, toda esta rememoración. No encuentro la manera de rematar el chiste en que todo este texto debía consistir. La idea era dar a entender que el acontecimiento que marcó mi adolescencia fue el apretón de manos de alguien a quien yo conocía y admiraba desde mucho antes a través de su labor en los medios. Quería que el lector supusiera en todo momento que ese personaje era Paredero. Al final, yo revelaría que lo verdaderamente central de todo este episodio fue el saludo de Diego Bonadeo, cuando la mañana aquella salió de la radio en compañía de Hugo y me fue presentado por este.
Pero, además de un chiste, esto sería falso. Bonadeo, a mí, por entonces -y después- ni fu ni fa. En cambio Hugo, si bien no era mi preferido entre los redactores de Humor (estando allí Dolina), me sorprendió agradablemente cuando apareció en la radio... con el querible decir, la juguetona entonación, la también varonil voz... que ya recordé en otra entrada de este Blog.
Tampoco es real que aquellas primeras visitas a la radio fueran tan trascendentales. Tal vez sí lo fueron como preparativo, como antecedente de aquella otra llegada a Belgrano, semanas màs tarde, integrando aquel grupo que, a través de una cooperativa de oyentes, quiso salvar “Sueños de una noche de Belgrano”.
Y, sin duda, aquel fugaz contacto con Hugo, en la primavera democrática de 1984, demostró su trascendencia cuando me sirvió para animarme a llamar a Párrafus la primera vez, el año pasado, ya que, a pesar de aquellos antecedentes como activo oyente de radio (o, precisamente, por esos mismos antecedentes), no soy, hoy, cuando la radio se nutre tanto de nosotros, el típico conversador con contestadores telefónicos o el compulsivo participante en cualquier clase de juego radial.
Y, por cierto, tampoco fue trascendental mi participación en aquel concurso de crítica cinematográfica, cuyo premio se declaró desierto.
-Lamentable, Perenchio...

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Marcelo: por intermedio de vos si me permitís, quiero enviarle mis mas caluros saludos y éxitos a Hugo Paredero y que sean miles de programas interruptus en el aire ¡¡ Estoy feliz, después de haber escuchado la noticia!!y ya me dispongo a esperar ansiosa "el lunes de madrugada para escucharte
un saludo enorme para todo el equipo.
Ladis.