sábado, 1 de septiembre de 2007

Placa Roja

LOPEZ MOTTA: “SOY ENEMIGO DEL MATRIMONIO”

Personalmente, declaro sin ambagues que el matrimonio es una institución que no comprendí nunca –iniciando con el de mis padres, indocumentado pero duradero. No me explico tampoco cómo es que esa práctica se perpetúa a través de las generaciones. Y, como dice Borges en su texto sobre Evaristo Carriego: “Todo objeto cuyo fin ignoramos es provisoriamente monstruoso”.
Lo que me parece notar, en los últimos decenios, es una saludable proliferación de las separaciones, ya sea mediante el leguleyo divorcio o de facto. Es decir, parece que las gentes, al menos, ya no consideran perpetuas a estas convencionales uniones. Y este cambio paulatino del paradigma, a mí me gusta.
De modo que anoche, cuando escuché las declaraciones de don Roberto López Motta después de su segunda victoria consecutiva de la semana, me dije: “¡Por fin, uno de los míos!”
La cosa fue así: resulta que la encarnación del locutor-poeta de la canción de Alejandro del Prado (Los Locos de Buenos Aires, ¿o era poeta-periodista?) se lanza a festejar su logro halagando con entera determinación y su entonación más tanguera a la compañera oyente Verónica Cornejo, la damita de Lugano.
Que tiene muy bonita voz, dijo Roberto. Que se muestra también muy intuitiva en ocasión de sus triunfos –a mí me dicen “lancero”. Que su risa es generosa y contagia (esto lo dijo Hugo, pero el otro asintió batiendo palmas). Que se realiza en ella su deseo de una más frecuente participación femenina en el programa... Pero cuando Hugo, al indagarlo acerca de sus intenciones para con la joven Verónica, arriesga la hipótesis del matrimonio, don López Motta se retrae como una cobra a la que se le calla el flautista, y declara sin tapujos su idiosincrasia del solo.
“Soy enemigo del matrimonio”, lanza el tipo, crudamente. Sin contemplaciones, como para una placa roja de Crónica TV. Con laconismo, como quien está cansado de repetirlo. Así, en una frase, este individuo resume su credo contracultural. No me quedó más remedio que aplaudir.
Además, a mí se me ocurre, no sé por qué, que Roberto lo debe decir con mayor conocimiento de causa; que él, al contrario de mí, debe haber hecho cabalmente la experiencia del matrimonio, disfrutó y se empalagó con “las dulzuras del hogar” -diría Flannery O’ Connor-, y después cortó relaciones –se enemistó, digo, con este sacramento. Pero lo deja ahí. Y Hugo también. Precavidamente, se cambia de tema. Se sigue glosando la lectura de la noche, que Virgilio, que Troya, que Eneas, que la mar en coche.
Quedan por indagar las razones de esa fijación de don Paredero con el casamiento de sus oyentes: tengo presente que esbozó la misma posibilidad cuando, hace un tiempo, María Suarez me envió un saludo durante una de sus victoriosas intervenciones.

Volviendo al programa, concluyo con una suscinta crónica de la semana –y aledaños.
El lunes, una nueva audacia de nuestro conductor: repitió inmediatamente, en el siguiente programa, al autor que no supimos reconocer el miércoles de la semana pasada. Ese Párrafus 207 había resultado ser “La liebre”, de Cesar Aira. Y este lunes, el 208 fue “Yo era una chica moderna”, del mismo prolífico autor nacido en Coronel Pringles. Quique Figueroa, el virtual doble ganador, ya narró en este Blog las peripecias de su demorado acierto.
El martes, la reaparición de Lopez Motta, que había ganado el primer juego del mes con “La ciudad sin Laura”. Esta vez ganó con un cuento: “El collar”, de Guy de Maupassant. Y el miércoles, lo dicho: la “Eneida”, del finado Virgilio, historia en verso de la fundación de Roma –y otras cuantas cosas más.

Me despido con algo que encontré hojeando un viejo suplemento cultural de Clarín. El número se refiere a la Feria del Libro, creo que a la del 2002. En medio de una larga lista con buenas opciones de lectura, resumidas en un par de líneas, me encuentro con esto:

“Creí que mi padre era Dios”, de Paul Auster. Historias que los
oyentes de un programa radial le enviaron al autor de
Leviatan a lo largo de un año (Anagrama)

Si alguien sabe algo más sobre este libro del protagonista del Párrafus N° 81, le agradecería que lo comente en nuestro Blog.
Gracias.
Hasta pronto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Marcelo, impecable y acertadísimo como (casi) siempre.
Muy lindo post. Un placer volver a leerlo.