martes, 20 de julio de 2010

Poeta sin Párrafus IV


"Edgar Lee Masters:
el revoltoso de la villa"

José Ignacio Silva Anguita


Para el fallecido Roberto Bolaño la Antología de Spoon River y Edgar Lee Masters eran un "libro y autores altamente recomendables", libro que es un misterioso oasis en una producción literaria prolífica, que celebra la herencia del medio oeste norteamericano.
Edgar Lee Masters (1869-1950) fue un poeta que publicó abundante poesía, pero no se hizo conocido hasta que en 1915 publicó la Antología de Spoon River, su obra maestra, y uno de los libros más interesantes que ha dado la lírica anglosajona del siglo XX. De hecho, dentro de los "libros y autores altamente recomendables" que Roberto Bolaño consigna en sus consejos acerca de cómo escribir cuentos, Lee Masters y la Antología ocupan un lugar de privilegio. Y si Bolaño —él mismo un escritor de culto— lo recomendaba, no era por nada.
El poeta nació en Garnett, Kansas, en 1869, dato no menor teniendo en cuenta su obra posterior. De hecho es el medio oeste norteamericano el gran escenario donde se despliega la Antología, esta vez rebautizado como Spoon River. Además de Kansas, fue el estado de Illinois (donde vivieron sus antepasados) el escenario de su niñez y adolescencia. Lee Masters se formó como abogado, pero no en una universidad, sino bajo el alero de su padre. No logró entrar a la universidad, en cambio se dedicó a la abogacía, más bien oscura, fue recaudador en Chicago, y finalmente en 1893 se estableció en un estudio legal.
Con el seudónimo de Dexter Wallace escribió ensayos y obras de teatro de poca monta. Los primeros daban cuenta de cierto populismo en el pensar político de Lee Masters. Se casó en 1893 con la hija de un abogado de Chicago, ejerció la ley y siguió escribiendo poemas y obras teatrales donde no podía dejar de expresar un punto de vista político insustancial, o bien eran ejercicios de versos de no mucha calidad. Esto se confirma con el hecho de que la crítica no le da la más mínima importancia a esta escritura.

Spoon River, el gran oasis
Hacia 1914 Lee Masters da un giro en su temática literaria. Ya había pasado por problemas maritales y se había independizado de estudios legales para ser un abogado independiente. Edgar Lee Masters decide concentrarse en las experiencias que vivió de niño en las zonas rurales de Illinois. Publicó estos nuevos poemas con el sinónimo de Webster Ford en un diario de Saint Louis.
Éste es el germen de la Antología de Spoon River (Spoon River Anthology, 1915). Sobre el origen de este libro Lee Masters recuerda su interés de combinar su imaginación con "las vidas de las fieles y tiernas almas que conocí en mi juventud". El impacto del libro, publicado en 1915, fue sorprendente. Las voces de la crítica estadounidense de ese entonces no dudaron en calificar a Lee Masters como un "hijo natural de Walt Whitman", hasta la calurosa y sincera aclamación que recibió de Ezra Pound, "finalmente, América ha descubierto un poeta". Sin embargo, el libro no solamente fue popular entre la élite literaria, sino que también con los lectores comunes y corrientes, cosa no común en poesía.
La Antología de Spoon River es una mordaz y sardónica recolección de epitafios que dialogan entre sí, y que tienen la gran virtud de ser un espejo de la vida y el sentir del midwest norteamericano, un reflejo de sus valores, puestos para contrarrestar y denunciar los efectos de la vida moderna. En el libro, los habitantes del pueblo de Spoon River abren sus almas, y evidencian su forma de pensar, las mujeres bajan la guardia de los modales impuestos por la sociedad, los poetas y los ateos vierten sin tapujos sus postulados y adquieren una sinceridad particular, sinceridad que también servía de denuncia de contrariedades como la corrupción. Cada epitafio tiene su discurso, que tiene bríos que pueden ser solamente expresados por alguien que ya no tiene las ataduras formales y sociales de un ser vivo. Lee Masters logró crear esa sinceridad, esa franqueza en el discurso poético, quizás uno de las características que han hecho a esta obra una de las piezas claves de la poesía en lengua inglesa del siglo XX.
Spoon River es una poesía que ciertamente fue un remezón a la sociedad norteamericana del entonces naciente, pues estos monólogos van en franco contraataque en contra de conservadurismos propios de ese entonces, y a falsos valores que disfrazaban estos convencionalismos. Lee Masters ataca la pacatería existente en la literatura, la política, a los "patriotas" y a los fundamentalistas. El libro le valió a su autor el mote de "revoltoso", pero la mirada en un principio cáustica hacia Spoon River se desvaneció en el tiempo, por ser una primera impresión, prevaleciendo el verdadero valor de la obra, el ser la celebración duradera de una región y de sus habitantes.
Pero el éxito de la Antología no podría ser reeditado nunca jamás. A pesar de que Lee Masters continuó por la misma senda que le diera éxito con la Antología de Spoon River, el auge no volvería a repetirse. Publica en 1924 el Nuevo Spoon River, además de una serie de poemas de corte similar, que no tuvieron el renombre del original. La consecuencia que vendría con el tiempo sería clara, Edgar Lee Masters se forjó una reputación de "autor de un libro", pues con los años, la demanda por la Antología de Spoon River no declinó, y de hecho el libro se convirtió en obra de teatro e incluso se le llegó a agregar música.
Esta fama no muy decorosa de "hombre de una obra" no dejó de molestarle bastante a Lee Masters, pues, la verdad sea dicha, fue un autor prolífico. Pero también es cierto que nada de lo que escribió luego de la Antología conquistó los mismos laureles ni ayudó a desentrampar a Lee Masters de ese "único libro", Songs and Satires and The Great Valley (1916), Toward the Gulf (1918), Starved Rock (1919) y The Open Sea (1921). Luego quiso fundir su labor de abogado con la literatura, crear una suerte de "poemas de la corte", inspirado en los monólogos dramáticos de Robert Browning, esto se ve en In Domesday Book (1920) y The Fate of the Jury (1929).
La poesía tardía de Lee Masters refleja una diversidad de intereses, incursiona en estilos que rinden homenaje a escritores del pasado, como en The Serpent in the Wilderness (1933), donde Lee Masters hace un guiño a Shelley. No dejó de realizar su incansable homenaje al medio oeste y a Illinois, incluso cuando ya vivía en Nueva York, así lo atestiguan los libros Poems of People (1936) y More People (1939), y los Illinois Poems (1941) junto con Along the Illinois (1942); todos estos libros son retratos poéticos de las costumbres, la tierra y los mitos de las praderas de la niñez de Edgar Lee Masters.
Paralelamente a la poesía, Lee Masters incursionó en la novela y en las biografías; dentro de estas últimas se cuentan volúmenes (en los que no se escatimaba en adulaciones) dedicados a Mark Twain, Walt Whitman y Abraham Lincoln. La biografía era una buena opción para Lee Masters de seguir revisando y reconstruyendo la historia, remozando valores y derribando mitos de los personajes de la historia americana.
En los años de éxito de Lee Masters y la Antología, el autor debía balancear la carrera de escritor y abogado, sufrir un divorcio amargo y una neumonía que casi lo mata. Se casa de nuevo en 1926, pero debe vivir separado de su nueva mujer, Ellen Coyne, por el trabajo de profesora de ella. En su retiro Lee Masters escribió, en el Hotel Chelsea, de Neuva York, entre otras cosas, su autobiografía, desde la niñez hasta los años de gloria de la Spoon River. En los años cuarenta se retiró junto a su esposa a Carolina del Norte y Pennsylvania, donde se dedicó a enseñar. Recibió varios premios en reconocimiento de su carrera literaria, donde es sindicado como una figura de transición en la poesía americana, un escritor que se sentía cómodo con el verso largo, casi narrativo, a la manera de Shelley, pero que en Spoon River establece una poesía distintivamente moderna. Ya por esos años su salud no era de las mejores. Falleció en Melrose, Pennsylvania, el 5 de marzo de 1950.

(www.letralia.com)

SILENCIO

He conocido el silencio de las estrellas y del mar,
Y el silencio de la ciudad cuando calla,
Y el silencio de un hombre y una mujer,
Y el silencio por el que la música sólo encuentra su palabra,
Y el silencio de los bosques antes de los vientos de la primavera,
Y el silencio de los enfermos
Cuando sus ojos vagan por la habitación.
Y pregunto: ¿Para qué cosas profundas sirve el lenguaje?
Una bestia del campo se queja unas pocas veces
Cuando la muerte se lleva a su cría.
Y nosotros nos quedamos mudos ante realidades de las que no podemos hablar.
Un chico curioso le pregunta a un soldado viejo sentado
frente a un almacén
--¿Cómo perdiste la pierna?
Y el viejo soldado se queda sin palabras
o desvía el pensamiento
porque no puede concentrarlo en Gettysburg.
Y vuelve jocoso
Y le dice: Un oso me la comió.
Y el chico se maravilla, mientras el viejo soldado
Mudo, débil, sobrevive a
Los fogonazos de los revólveres, al trueno del cañón,
Los gritos de los asesinados,
Y a él mismo tendido en el suelo,
Y a los cirujanos del hospital, los cuchillos,
Y a los largos días en cama.
Pero si pudiera describir todo esto
Sería un artista.
Pero si fuera un artista debería haber palabras más hondas
Que él no podría describir.
Está el silencio de un gran odio,
Y el silencio de un gran amor,
Y el silencio de una profunda paz interior,
Y el silencio de una amistad traicionada,
Está el silencio de una crisis espiritual,
A través del cual, el alma, exquisitamente torturada,
Llega a visiones que no pueden pronunciarse
En un reino de vida superior.
Y el silencio de los dioses que se entienden sin hablar,
Está el silencio de la derrota.
Está el silencio de los injustamente castigados;
Y el silencio de los agonizantes cuya mano
de pronto toca la nuestra.
Está el silencio entre el padre y el hijo,
Cuando el padre es incapaz de explicar su vida,
Y por eso mismo resulta incomprendido.
Hay el silencio que crece entre el marido y la mujer.
Hay el silencio de aquellos que fracasaron;
Y el vasto silencio que cubre
A las naciones quebradas y a los líderes vencidos.
Está el silencio de Lincoln,
Pensando en la pobreza de su juventud.
Y el silencio de Napoleón
Después de Waterloo.
Y el silencio de Juana de Arco
Diciendo entre las llamas, "Jesús Bendito"...
Revelando en dos palabras toda la pena, toda la esperanza.
Y hay el silencio de la vejez,
tan lleno de sabiduría que la lengua no pronuncia
las palabras inteligibles para aquellos que no han vivido
La gran extensión de la vida.
Y está el silencio de los muertos.
Si nosotros, vivos,
no podemos hablar de profundas experiencias,
¿Por qué asombrarse de que los muertos
no nos hablen de la muerte?

Su silencio será interpretado
Cuando nos acerquemos a ellos.

Edgar Lee Masters

MINERVA JONES

Yo soy Minerva, la poetisa del pueblo,
la irrisión de los patanes de la calle
porque era gorda, bizca y me balanceaba al andar,
y aún fue peor cuando Weldy “El Duro”
me atrapó después de una brutal persecución.
Me abandonó a mi destino en manos del Doctor Meyers;
y yo me hundí en la muerte, me fue subiendo el frío desde los pies
como quien va adentrándose en un río hecho de hielo.
¿Irá alguien al periódico del pueblo
para reunir en un libro los versos que escribí?…
¡Estaba tan sedienta de amor!
¡Tan hambrienta de vida!

WHEDON, EL EDITOR

Saber ver todos los aspectos de cada cuestión,
estar en todas partes, ser todo, ser nada mucho tiempo;
distorsionar la verdad, manejarla con un propósito,
usar grandes sentimientos y pasiones de la familia humana
para designios bajos, para fines astutos,
usar una máscara como los actores griegos,
el diario de ocho páginas detrás del cual te escudas,
pregonando por el megáfono de los grandes caracteres:
“Este soy yo, el gigante.”
Y viviendo, por lo tanto, la vida de un ratero,
envenenado con las palabras anónimas
de tu alma clandestina.
Escarbar la mugre de un escándalo por plata
y exhumarla a los vientos por venganza,
o vender diarios
aplastando reputaciones, o cuerpos, si hace falta,
ganar a cualquier precio, salvo tu propia vida.
Vanagloriarse de un poder demoníaco, socavando la civilización,
como el joven paranoico que pone un tronco en las vías
y descarrila el tren expreso.
Ser un editor, como fui yo.
Después, yacer aquí junto al río, por el lugar
donde se vierten las aguas servidas del pueblo
y se arrojan la basura y las latas vacías.
Y se ocultan los abortos.



EL DOCTOR MEYERS

No hay hombre, quitando al “Doctorcito” Hill,
que haya hecho más que yo por la gente de este pueblo.
Todos los débiles, los lisiados, los imprevisores
y los que no podían pagar acudían a mí.
Yo era el bueno, el complaciente Doctor Meyers.
Tenía salud, era feliz y bastante acomodado,
con una buena esposa, los hijos ya crecidos,
todos casados y abriéndose paso con éxito en la vida.
Y una noche, de pronto, Minerva, la poetisa,
se me presentó con su problema, llorando.
Intenté ayudarla… Y murió…
Me denunciaron, los periódicos me infamaron,
mi mujer murió con el corazón destrozado.
Y una pulmonía acabó conmigo.

(De la Antología de Spoon River)

No hay comentarios: