jueves, 2 de octubre de 2008

Feliz cumpleaños

A veces los entiendo: algunos lectores de este Blog deben estar hartos de mí.
Entre otras cosas, por referir siempre (casi siempre, mucho) las lecturas del programa a mis cosas. O por mostrar analogías, concordancias, sincronismos que a veces pueden parecer forzados, traídos de los pelos, descabellados. Pero a mí se me ocurren, o los veo, y quiero expresarlos. Y al que no le guste… que haga la suya. Que participe y muestre otras cosas, para matizar - el Blog está abierto a todas las resonancias. Y, si no, que reviente. (*)
(Puedo hablar así a los lectores, incorrectamente, porque no necesito que compren lo que escribo: acá todo es gratis –aunque, según la monetarista Cristina, alguien debiera pagarme por hacer esto, y si no que no pierda el tiempo.)
En todo caso, hoy la hago corta. Anoche, hoy, se leyó a Olga Orozco, la poeta nacida en La Pampa. Ella es de 1920, igual que mi madre. De ella, en una antología, tengo tres poemas. Uno se llama “La abuela”. Y tengo que copiarlo porque hoy, casualmente, es el cumpleaños de Angela, madre de Cristina, virtual o futura suegra, reciente abuela –más jóven, del 23.

La abuela

Ella mira pasar desde su lejanía las vanas estaciones,
el ademán ligero con que idénticos días se despiden
dejando sólo el eco, el rumor de otros días apagados
bajo la gran marea de su corazón.
De todos los que amaron ciertas edades suyas, ciertos gestos,
Las mismas poblaciones con olor a leyenda,
no quedan más que nombres a los que a veces vuelven como a un sueño
cuando ella interroga con sus manos el apacible polvo de las cosas
que antaño recobrara de un larguísimo olvido.
Sí. Ese siempre tan lejos como nunca,
Esa memoria apenas alcanzada, en un último esfuerzo,
por la costumbre de la piel o por la enorme sabiduría de la sangre.

Ella recorre aún la sombra de su vida,
el afán de otro tiempo, la imposible desdicha soportada;
y regresa otra vez,
otra vez todavía, desde el fondo de las profundas ruinas,
a su tierna paciencia, al cuerpo insostenible, a su vejez,
igual que a un aposento donde sólo resuenan las pisadas de los antiguos huéspedes
que aguardan, en la noche, el último llamado de la tierra entreabierta.

Ella nos mira ya desde la verdadera realidad de su rostro.

El ganador fue Luís Gobea, el oyente de la pampa bonaerense, que reconoció el poema “La cartomancia”. Se ganó la antología de donde Hugo leyó: “Con esta boca, en este mundo”. Y esto me da la oportunidad de mencionar un microprograma de poesía que va dentro de “Raices”, el legendario espacio cultural de Blanca Rébori, que actualmente se escucha en AM 530, “La voz de las Madres”, de lunes a viernes a las 15.00. El micro, que tomó su nombre de aquel poema de la Orozco (“Con esta boca, en este mundo”), está los martes alrededor de las 16.30. Sus creadores son Vilma Tripodoro, Luís Brizuela y otro Parrafista reciente: Jorge Boccanera.
Los dos primeros lanzaron en septiembre un programa propio: “El ojo mágico”, los viernes a las 20.00, también en AM 530. Estuve por recomendarlo hace poco desde acá, pero como no pude escucharlo más que de a ratos en alguna de sus emisiones, postergué esa mención. De todos modos, creo que seguramente valdrá la pena, así que si alguien quiere echarle un vistazo, que cuente después.
Nada más por hoy.
A nuestro conductor, muchas gracias por la aclaración acerca de la lectura teatral de las otras noches. Inimaginable que Putana fuera el nombre de aquella protagonista; claro, para los espectadores o lectores ingleses aquel apelativo no significaría nada. Y permitía al autor un juego de palabras parecido al de “La importancia de llamarse Ernesto”, ¿no?
Bueno, me voy a pasear a Estevanovich, que está llorando.



(*) "El mundo no muestra nada
a unos ojos sin mirada"

Charly García, "Sólo Dios sabe" (Tango IV)

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