jueves, 9 de octubre de 2008

Laborales, literalmente

Si llamé 'negro' a septiembre por la partida de un querido compañero, ¿qué creen que diré ahora, de octubre, cuando los vaivenes laborales me alcanzan a mí?
¿Diré ‘octubre tenebroso’?
¿Diré ‘primavera nefasta’?
¿Diré ‘maldito banco’?
No, nada de eso. Se ve que no me conocen todavía.
Digo: ¡Viva Perón!
Me gustan los cambios. Me mata la rutina. Una de las cosas que siempre me gustó de esta lánguida actividad es que cada tantas semanas, tantos meses o, en el peor de los casos, cada tantos años, nos cambian de lugar de trabajo. A veces por una inconducta propia –el caso del finado Marcelo-, a veces por una macana de algún compañero que salpica a todo el grupo, a veces por finalización de contratos entre la empresa y los clientes, de un día para otro, sin mucha posibilidad de defensa, hay que levantar campamento y partir.
Como ya dije, en estas empresas nunca se despide a nadie. Si quieren deshacerse de alguien o reducir sus planteles, el procedimiento es pasear al vigilador de un servicio a otro, cambiarle los turnos, los diagramas, alejarlo más y más de su domicilio. Así, a veces, el hombre se cansa y renuncia.
No es mi caso. Nunca sufrí esa especie de persecución, pero lo vi a mi alrededor muchas veces. Yo vengo bien: en los diez años que llevo en la empresa estuve en cuatro servicios; aproximadamente tres años en cada uno, menos en el banco, donde recién completé uno. Parece que parezco un tipo serio.
Y voy a seguir en el banco –al que cabría llamar ‘maldito’, pero por otras razones, de público conocimiento. El cambio para mí, ahora, en este octubre peronista, está dado en el diagrama. Mis días de trabajo y mi puesto serán otros.
Es una reestructuración generalizada, por cierto, y no puedo negar que salí medianamente favorecido. Sigo trabajando los sábados y domingos, pero ahora por la noche; voy a poder estar durante el día, entre sueños, con Cristina y el Fulanito. Y mi semana comienza ahora los viernes, en el turno de la mañana, con todo el trajín del banco… ¿en derredor?
Miren esto: mi traslado me lleva del puesto de la entrada principal, verdaderamente inútil durante los fines de semana, a la sala de cctv (circuito cerrado de televisión). Desde allí, cual menesteroso Gran Hermano, deberé observar las idas, venidas y todo otro movimiento del público ahorrista y del stressado personal. Paso así de la peatonal realidad sabadominguera, observada durante un año a través de la vidriera más grande de esta calle, a la semanal representación rentista-laboral mediada por cámaras y monitores. Es un cambio, ¿no?
Pero esto durante un solo día, los viernes. Después, me tocan las noches de sábado, domingo y lunes, con actividad casi nula dentro de la prestigiosa entidad.
Sí, es todo un cambio. Los viernes voy a trabajar con el señor J.M., nuestro benemérito jefe de servicio, y los sábados y domingos con el encargado titular de la noche, Antonio, el hombre de La Rioja. Ambos muy distintos del encargado relevante (el que hace los relevos) al que acompañé siempre hasta ahora. Con él (Walter R., ya mencionado en el Blog) seguiré estando los lunes, en mi última guardia; y, como hasta ahora, no voy a tener inconveniente para escuchar Párrafus esa noche.
Pero me preocupan la noche del domingo, cuando esté con don Antonio, y la del jueves, previas al madrugón de 'mi lunes’. Es probable que primero y último programa de la semana no me cuenten entre la audiencia, y esto es, en definitiva, lo que quería contarles a los queridos compañeros oyentes y a nuestro conductor.
Así que completo este sucinto informe con el pedido de que no se olviden de mí y me mantengan al tanto de lo que ocurra en torno al juego de esas noches. No es que me preocupe la definición del certamen anual de Párrafus, donde llevo una ventaja de 17 victorias sobre mi más inmediata perseguidora (a quien por cábala prefiero no nombrar), sino que quisiera, al menos, seguir actualizando en el Blog la lista de lecturas.
Por lo demás, es posible que en los próximos días, hasta que me acomode en la nueva situación laboral, mi escritura en torno a este Blog se resienta. Mejor así, tal vez, ya que el otro día el Escribano que acompaña a Hugo, virtual coequiper, envalentonado después de que lo nombré acá, preguntaba si el Blog es acerca del programa o de Marcelo Perenchio. Textos como este pueden abonar esa insidiosa presunción del leguleyo… pero esto también puede modificarse en cualquier momento.
Buenas tardes.
-Buena suerte, Marce.
Gracias.

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