domingo, 28 de junio de 2009

Gabo, Mika y Terencio (¿Tres tristes traviesas?)

Transcurría una semana sin sorpresas. El Ininterruptus que apareció entre los tres ganadores reincidentes, el décimo del año, ya es un habitué más, guste o no. Los reincidentes fueron de los más populares: Verónica Cornejo, Fernando Terreno y Mario Tsolakian. No hubo oyente debutante, no hubo larga lectura antes de cada interrupción, no hubieron autores muy desconocidos. Estuvieron presentes los cuatro géneros –la ininterrupta fue la poesía. Y entonces, cuando nos disponíamos a escuchar el último Párrafus de la semana, a la espera de una postrer novedad –la vuelta al triunfo de Perenchio, por ejemplo-, fue música, solamente música lo que encontramos en Nacional.
En realidad, a mí no me sorprendió tanto. Un rato antes, en un programa de radio Cooperativa que en el trabajo no tengo más remedio que escuchar, un oyente había preguntado si se sabía algo acerca de la suspensión de programación en radio Nacional. Los conductores, entonces, contaron que, alrededor de las tres de esa tarde, la periodista Miriam Lewin, en medio de su programa, había informado que en una asamblea de los trabajadores de prensa de la emisora se había decidido hacer un paro de doce horas. Por tanto, fue con pocas esperanzas que sintonicé esa noche a las 00.30; y, en efecto, el típico reemplazo musical de la habitual programación continuaba. Entonces apagué la radio que el compañero Enrique deja desde hace un tiempo en su puesto matutino (rincón propicio para instalarme a escuchar con menos interferencias) y volví cabizbajo a mi sector, a escuchar a Dolina.
En síntesis: Le faltó la quinta pata al Párrafus de esta semana.
Casualmente, había estado pensado, y pienso aún, que quizá no tengamos programa el domingo-lunes, por el seguimiento que la emisora hará del escrutinio electoral. Aunque quizá los resultados estén más o menos claros antes de la medianoche y después se de paso a la difusión de los respectivos programas. Como sea, con uno o dos últimos programas por delante, el final de junio se presenta apasionante en cuanto a la definición de los premios especiales.
A Verónica Cornejo, pese a sus elogiosas palabras, quizá no le gustó tanto la triple aparición de Eduardo González, porque se apresuró a volver al podio esta semana para colocarse primera con cuatro victorias. Y Mario Tsolakian, que también se hizo presente, suma asimismo tres conquistas. En cuanto a la interrupción más rápida del mes, por ahora es una de Eduardo, pero aquellos 25 segundos tal vez no serían difíciles de batir para quienes saben hacerlo a los 9, a los 12, a los 15…
En cuanto a los tres autores de la semana –del cuarto, el incógnito, no hablemos…más-, digamos que el primero fue Gabriel García Márquez, segundo revisitado desde que se habilitó esta práctica, de quien ahora se leyó uno de sus “Doce cuentos peregrinos”, el titulado “La santa”. Lo reconoció esta chica de Lugano por haber escuchado su lectura completa, dijo, en otro programa de otra radio. También tuvimos al popular finlandés Mika Waltari con su novela más famosa: “Sinuhé, el egipcio”. Le sonó a Fernando Terreno por la mención del faraón y de los dioses, teniendo noción de esa obra por haberla visto en manos de un compañero de pensión, allá en su lejana juventud estudiantil. A propósito, esa noche se reveló abiertamente como cordobés el ingeniero de Chacarita; contó que es oriundo de un pueblo llamado “La playosa”, que lo cobijó, con alguna intermitencia debido a sus estudios, nada menos que hasta sus veinte años. Con razón notábamos un tonito con sabor a tierra adentro, sonriente y amigable, en el compañero Fernando; es un resabio de su original lengua cordobesa, claro.
Y amigotes se están haciendo el lector de Chacarita con el de Palermo, según dijera Tsolakian a la noche siguiente. Cuando apareció para descifrar “El eunuco”, la obra del latino Terencio, Mario contó que se había presentado con Fernando, hace cosa de un mes, cuando lo reconociera entre los concurrentes a una de las entrevistas públicas que hace la bella Silvia Hoppenhaym en la casa del Fondo Nacional de las Artes. ¿Y cómo fue que lo reconoció? Pues porque lo había visto cuando asistió secretamente a aquel primer Párrafus en vivo en la Feria del Libro, donde Fernando fuera invitado a charlar con Hugo en el miniestudio montado por Nacional. Ahora, a más de tres años de aquello, reconoció a ese hombre alto, canoso, de ojos claros, entrañable compañero lector, y no vaciló en acercarse… para hablar de fútbol, de política y de mujeres, sin duda.
Y a propósito del secreto perfil bajo de Mario, digamos que ya, en este primer semestre, está punto de cumplir el anhelo del que nos hablara en su destacada participación en este Blog, hace un par de meses. A propósito de mis elucubraciones sobre números, estadísticas y pronósticos, Mario afirmaba entonces que se daría por satisfecho con igualar este año su marca del 2008. Exactamente, sus palabras fueron las siguientes:

Por lo demás agradezco sus buenos augurios para el certamen final en el que sólo deseo poder alcanzar los logros obtenidos el año anterior

Pues bien: debe saber Mario que con los 15 triunfos que obtuvo en lo que va de este 2009, ya solo le falta uno para repetir “los logros obtenidos el año anterior”. Algo que, seguramente, superará con holgura.

Pero abundemos un poquitín en alguno de los autores de esta semana.
Aunque…
La reaparición de García Márquez me ofreció vagamente un nuevo argumento para oponerme al reciente cambio en las reglas del juego. No me detendré mucho en él porque de todos modos aquella cruzada antirepeticiones, con escaso eco favorable, fue un estruendoso fracaso. Pero el núcleo de mi nueva intuición se escribe así: volver sobre un autor es aburrido. Que después de la lectura, el triunfo y la charla se hable otra vez de un mismo autor, aunque haya mil cosas nuevas para decir, me anticipa una sensación de aburrimiento y tiempo perdido demoledora. Y más si el autor es el palabrero, el “vendedor de humo”, como se dice ahora en el ambiente futbolístico, Gabriel García Márquez.
No sé, a lo mejor se me ocurrió esto porque el autor fue ese insoportable colombiano. Ahora estoy recordando que el primer repetido fue Cacho Costantini, y sobre él, sobre su ‘nuevo’ cuento “El cielo entre los durmientes”, se produjo una linda charla entre Hugo y María Suárez. Tal vez (vuelvo a ofrecer yo mismo la antítesis) en esto se encuentre la justificación de la nueva regla: en la indagación de las particulares connotaciones que un mismo autor tiene en los distintos oyentes.
Pero, como sea, y para oponerme a la “Gabomanía”, se me ocurre abundar hoy en un autor que en su momento, el año pasado, pasó bastante desapercibido en este Blog. Otro colombiano, del que me quedó archivado algún material que nunca utilicé y ahora podría resumir. Se trató, por cierto, de una de las resonantes victorias del esporádico Luis Gobea, quien también había escuchado aquel cuento, “La muerte del estratega”, leído por la radio. El autor es Alvaro Mutis.

Alvaro Mutis, como Cortázar, pasó algunos años de su infancia en Bélgica, pero había nacido en Bogotá, en 1923. El padre, que era diplomático y fue enviado a Bruselas después de ser secretario de la presidencia de su país, murió muy joven, a los 33 años. Entonces su esposa, joven hacendada, decide volver a Colombia con Alvaro y Leopoldo, su otro hijo nacido en Bélgica.
Mutis nunca terminó el bachillerato; le gustó mucho más la poesía, que le fuera revelada por un profesor (el poeta Eduardo Carranza) y el billar de las inmediaciones de su colegio. Se casó a los 18 años y su primer trabajo fue como locutor y actor de radionovela en la Nacional de Colombia. Tuvo tres hijos y en esos años escribió su primer poema, del que sólo recordaba un verso: “Un dios olvidado mira crecer la hierba”.
En 1948 publica su primer volumen de poesía: “La balanza”. Trabaja como jefe de prensa de una compañía de aviación y conoce a Garcia Màrquez, a quien ayuda en sus comienzos. “Debido al manejo caprichoso de unos dineros de la multinacional Esso, en la que era jefe de relaciones públicas”, dice la página que archivé, tuvo que salir de Colombia. Recaló en México, donde Octavio Paz lo introdujo en el medio literario del país. A la vez, trabajó como ejecutivo de una compañía de publicidad. Pero a los tres años de su partida, la justicia colombiana consigue su extradición y lo encarcela durante quince meses.
En Lecumberri, la cárcel donde estuvo recluido, escribió, entre otros relatos, “La muerte del estratega” y los poemas de “Los trabajos perdidos”. Cuando salió en libertad, publicó el “Diario de Lecumberri”.
Otra curiosidad de la vida de Mutis es que, de vuelta en México, se convirtió en un importante gerente de ventas para América Latina de la Twentieth Century Fox, y luego de la Columbia Pictures.
Otros títulos de este Parrafista son “Los emisarios”, “Illona llega con la lluvia” y “La nieve del almirante”.
En 2001 ganó el prestigioso premio Cervantes.

El otro, en cambio, el Gabo, se sacó el Nobel, creo que en el 82, y desde entonces, desde que empezó a aparecer tanto en todas partes, me cayó antipático. En realidad, ahí fue que lo conocí (bailando con esa guayabera estampada), pero sin leerlo. Por entonces, a los 17 años, yo todavía frecuentaba best sellers de asunto satánico o paranormal, remontándome, a lo sumo, a la módica altura de un Stephen King. Mucho después, en los últimos años, leí “El coronel no tiene quien le escriba” y “La hojarasca”. Francamente, no me convencieron como para acometer la lectura de las dos obras de más largo aliento que, con cierto asombro, encontré en la biblioteca de Cristina cuando la conocí: “Cien años de soledad” y “El amor en los tiempos del cólera”. Intenté, pero no me atrapan. Prometo que voy a insistir cuando la vida –esta u otra- me lleve a radicarme en las inmediaciones del trópico; tal vez el rechazo sea provocado por mi piel fría como la de un sapo. Y esto es todo lo que puedo decir de García Márquez.

Y esto es todo lo que puedo escribir por hoy.
Un chiste que se me ocurrió al enlazar el problemita íntimo del médico protagonista de “Sinuhé…” (el fulano era impotente) con el título de la obra del finado Terencio (“El eunuco”), no, no puedo hacerlo. Es demasiado, es infame, es gratuito… Aunque Hugo siempre dice que con algunos oyentes se permite y permite ciertas confianzas… Pero no. Mejor me callo. Lo dejo acá. Me voy. Mejor me voy. Sí. Chau. Me voy.
Chau.


¿Alguien quiere saber algo más sobre Mika Waltari?
Me despido con eso, entonces. Acá va. Chau.


MIKA WALTARI - Escritor finlandés nacido en Helsinki, famoso por sus novelas históricas. Su padre murió cuando tenía cinco años. Estudió Teología y Filosofía. Su primer libro, Jumalaa Paossa, apareció en 1925 y tres años más tarde su primera novela La gran Ilusión (1928). Waltari se convirtió en una de las figuras líderes del movimiento liberal llamado The Torcbearers, cuyos miembros trataron de introducir la influencia del futurismo ruso e italiano en la literatura finlandesa. Durante los años 30 el grupo fue suplantado por otro de tendencias más izquierdista, el llamado Kiila, pero para este momento Waltari ya se había transformado en un ultraconservador. En su comedia teatral Kuriton Sukupolvi (1937), ridiculiza a esta generación. Trabajó como periodista y como crítico de literatura para varios periódicos y revistas finlandesas. En la década de los treinta viajó frecuentemente por Europa, publicando Un extraño llegó a la granja (1937), la obra teatral Akhamaton (1938) y Sinuhé, el egipcio (1939), que representaba al Faraón como profeta de un único y justo dios para reemplazar al corrupto clero. Después de la Segunda Guerra Mundial se concentró en largas novelas históricas, ubicadas en el mundo mediterráneo clásico, como El etrusco (1955), o en la antigua Roma, como en Ihmiskunnan Viholliset (1964). Dentro de las novelas que tienen lugar en el imperio bizantino están Miguel, el renegado (1948), El ángel oscuro (1952), El sitio de Constantinopla (1952) y Nuori Johannes (1981), libro póstumo. Poco antes de su muerte apareció Humildad y Pasión (1978), memorias íntimas en las que revela todas sus obsesiones. Desde 1957 a 1978 fue miembro de la Academia Finlandesa. Sus obras han sido traducidas a más de 30 idiomas y está considerado como uno de los mejores escritores fineses del siglo XX. Murió en 1979 en Helsinki.

1 comentario:

Mario dijo...

"manejo caprichoso de unos dineros" o literalmente "afano" ?