Qué semanita, ¿eh?
Variopinta, como diría alguno de esos escritores culteranos que Hugo a veces no tiene más remedio que desempolvar. Bueno, variada como todas.
El español, sobre todo poeta, uno más de la Generación del 27 (quiero decir, otro de ellos), Luisito Cernuda. El francés Jean Racine, tanto tiempo después de su compadre Moliere. La nacional Sara Gallardo, que con su novela más vista (“Los galgos, los galgos”) me recuerda el bar aquel de Lavalle y Callao. El dramaturgo y también letrista de tango (¿dónde escribí ‘sobre el pucho’ yo, los otros días?) José González Castillo. Y la última noche de la semana, por segundo jueves consecutivo, el develamiento de un Ininterruptus, otra vez de un autor inglés, autora, en rigor, la Mary Shelley.
En cuanto a los ganadores del juego, huelga decir que para este último caso, para el cuento “El mortal inmortal”, reapareció la especialista en develamientos Marta Zander. Ella ayudó a señalar que hace un par de meses se había intentado con “La prueba de amor”, otro cuento de la autora del “Frankenstein”.
El domingo, el benjamín Maximiliano Pozzi, con ayuda de su madre, respondió que los poemas de Cernuda pertenecían a “Los placeres prohibidos”.
El lunes, jactándose de que esperaba esa obra, López Motta ganó con “Fedra”, de Racine. Después, el locutor y poeta tuvo una linda charla con Hugo en la que mencionó una protonovela escrita a sus siete añitos. Nuestro conductor lo invitó, lo estimuló y lo conminó a que retome aquella obra y la termine.
El martes, con la novela de Sara Gallardo “Eisejuaz”, volvió a ganar Mario Tsolakián. Con este triunfo, el hombre de Palermo-Lector alcanzó en el segundo puesto del certamen anual Parrafista a Verónica Cornejo. Pero al día siguiente, sobre el pucho, la ama de casa de Lugano ganó con “Los invertidos”, de Gonzalez Castillo, y sacó ventaja otra vez.
Ya sé dónde escribí ‘sobre el pucho’ la vez pasada. En “Repaso de Ininterruptus II”.
Qué presagio, ¿eh?
Buenas noches.
Buena suerte.
2 comentarios:
Che perenkio, me tené podrido me tené, te la tomás en SERIO y aca estamo jugando mentende.. y creo que estamos jugando en serio como los pibes, pero vos pareces un critico literio o un maessstra ciruela, aca va un tilde, aca acento, te la pasas calificando, A proposito no sabías que "abril es el mes mas cruel" de Tieselliot, (te lo digo por tu interes para dejar en claro quien la tiene mas larga en cada mes) dejalo tranquilo al pibito de Saavedra que ya es una maravilla de candor, no le recordes que lo ayuda la mamá, si él mismo lo dijo.
A proposito, ahora la ciruela soy yo (de jugando eh) le recomiedo relectura (porque supongo que vos ya los "leiste") de Onetti, Lorca, Gelman. Gelman. Gelman, Si con estos tres ultimos no te arreglas no tenés cura, aunque en caso sde urgencia se podria agregar altisimas dosis de Pessoa como recurso in extremis. Pere...si queres jugar jugá
SIMPLEMENTE PORQUE ME GUSTO.
Esperanzas y utopías
José Saramago (Parrafista Nº 92)
http://cuaderno.josesaramago.org
Sobre las virtudes de la esperanza se ha escrito mucho y parloteado mucho más. Así como sucedió y seguirá sucediendo con las utopías, la esperanza ha sido siempre, a lo largo de los tiempos, una especie de paraíso soñado de los escépticos. Y no sólo de los escépticos. Creyentes fervorosos, de los de misa y comunión, de ésos que están convencidos de que llevan sobre sus cabezas la mano compasiva de Dios defendiéndolos de la lluvia y del calor, no se olvidan de rogarle que cumpla en esta vida al menos una pequeña parte de las bienaventuranzas que prometió para la otra. Por eso, quien no está satisfecho con lo que le cupo en la desigual distribución de los bienes del planeta, sobre todo de los materiales, se aferra a la esperanza de que el diablo no siempre esté detrás de la puerta y de que la riqueza le entrará un día, más pronto que tarde, por la ventana. Quien todo lo ha perdido, pero tuvo la suerte de conservar por lo menos la triste vida, considera que le asiste el humanísimo derecho de esperar que el día de mañana no sea tan desgraciado como lo está siendo el día de hoy. Suponiendo, claro, que haya justicia en este mundo. Pues bien, si en estos lugares y en estos tiempos existiera algo que mereciese semejante nombre, no el espejismo habitual con que se suelen engañar los ojos y la mente, sino una realidad que se pudiese tocar con las manos, es evidente que no necesitaríamos andar todos los días con la esperanza en los brazos, meciéndola, o meciéndonos ella a nosotros en los suyos. La simple justicia (no la de los tribunales, sino la de aquel fundamental respeto que debería presidir las relaciones entre los humanos) se encargaría de poner todas las cosas en sus justos lugares. Antes, al pobre que pide al que se le acababa de negar la limosna, se le añadía hipócritamente que “tuviera paciencia”. Pienso que, en la práctica, aconsejarle a alguien que tenga esperanza no es muy diferente de aconsejarle que tenga paciencia. Es bastante común oír decir a los políticos recién instalados que la impaciencia es contra-revolucionaria. Talvez lo sea, talvez, pero yo me inclino a pensar que, al contrario, muchas revoluciones se perdieron por demasiada paciencia. Obviamente, no tengo nada personal contra la esperanza, pero prefiero la impaciencia. Ya es hora de que ésta se note en el mundo para que aprendan algo ésos que prefieren que nos alimentemos de esperanzas. O de utopías.
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