miércoles, 24 de noviembre de 2010

Festival Paredero en Los Parrafistas

Con el tácito permiso del señor Eduardo Anguita (a quien escucho todas las tardes en su programa de radio Nacional –tirémosle una flor para matizar el mangazo), reproduzco para los lectores de Los Parrafistas tres notas de las que nuestro conductor, don Hugo Paredero, viene publicando en “Miradas al Sur”, el periódico dominical que Anguita dirige.
La primera es de hace un par de meses, pero ahora la veo como una introducción a la que le sigue, de hace dos domingos. En esta, se recupera la breve pero rica historia de “Nos estamos viendo”, un programa de la vieja ATC donde por primera vez se hablaba críticamente de la televisión. Y en la tercera se continúa en cierto modo el homenaje a Jorge Luz, con el que, por ahora, se cerraron los encuentros en vivo entre Parrafus Interruptus y sus oyentes.
Vaya esta Entrada, a propósito, como módico homenaje a Hugo, y felicitación y despedida hasta el próximo año.


CHISMOGRAFIA BARATA Y ZAPATOS SIN HORMA

Un diálogo que parodia a los idólatras de la televisión, al fanatismo por el minuto a minuto y a la filosofía de nuestros tiempos: Salgo en la tele, luego existo.
El televisor, a diferencia de los demás electrodomésticos, es un aparato de capacidades diferentes: desoye nuestros reclamos, carece de un service que se especialice en contenido de imagen, lo desenchufamos y sigue funcionando, se come lo que vomita y todo sale por su chismenea... ¿Qué se puede hacer con ese humo que ya nos ahogó?
–Para mí, afortunadamente, esto no tiene arreglo.
–Para mí, lamentablemente, tampoco.
–Porque fijate una cosa: no hay quien pueda vivir sin televisión. Enfrente, al costado, por atrás, directa o indirectamente, ella te agarra siempre.
–Yo puedo. Hay días enteros que me olvido de prenderla.
–Igual esos días te la pasás hablando de la tele.
–¡Puteando contra la tele, dirás!
–Bueno, lo mismo da. Es tema central.
–¡No! ¡Porque yo puedo hacer montones de cosas útiles antes de sentarme a ver tele, no creo que sea tu caso!
–Mirá, cuando algo está instalado en las venas abiertas de América, del Siete, el Nueve, Telefé, el Trece y tantos miles más del mundo, quiere decir que eso está omnipresente, tengas el televisor encendido o apagado, así que mejor entregate...
–¡Jamás! En la era de las leyes igualitarias, aguanten las diferencias. ¿No te das cuenta de que nosotros tenemos distintas conductas como televidentes? Vos te pasás todo el día mirando el bicherío pestilente que circula y se reproduce por la pantalla, creyéndote todo lo que ves, hablando sólo de eso, tu vida pasa por la tele. Y yo, aunque los mire cada tanto o sepa de ellos, sé tomar distancia...
–¿Distancia para qué?
–Para buscar ese fumigador justiciero que yo sé que no aparecerá nunca, pero que seguiré esperando de por vida. Necesito salvar mi dignidad de propietario de un aparato comprado con plata de mi bolsillo. ¡Demasiados boludos en la pantalla todo el tiempo, tengo derecho a poder eliminarlos!
–¿Qué mal te puede hacer la boludez?
–Poco, si la agarrás a tiempo y es extirpable. Pero ésta ya hizo metástasis.
–Conmovedor, che. Así hubiera hablado Zaratustra de haber tenido tele... Escuchame, ¿te enteraste la última del chocolatinero?
–¿Cuándo fue, hace diez minutos?
–No, hace cinco. Parece que va a fundar un partido en la unidad rebásica de Marcelo, arma su gabinete, se presenta para 2011 y gana por demoledora mayoría.
–Ves, eso estaría bueno, serviría de ejemplo para taparles la boca a los que dicen que la política no es para cualquiera. ¿Y el chocolatinero cómo sabe que va a ganar?
–Porque Ibope está trabajando para eso.
–¿Qué es Ibope?
–Ah vos ni el abecé... Es el Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística.
–Hmmm...
–Ojo, un respeto eh... ¡Limpiate la boca antes de hablar de Ibope!
–¿Por?
–Es la única compañía en nuestro país cuyas mediciones de rating televisivo están homologadas por la Ccma.
–¿Y qué es la Ccma?
–La Comisión de Control de Medición de Audiencias.
–Ahhh... ¿y a todos esos controles los controla Lula?
–¡Nooo! El instituto es brasileño; los expertos, privados e independientes argentinos.
–O sea que considerando a la tele como el ente regulador supremo de cualquier país que se desprecie como tal, Ibope vendría a ser como su Indec.
–Nada que ver, ¿por qué?
–Porque por un lado están los números oficiales de las planillas de Ibope, que son los que mandan...
–¡Por supuesto, no vas a ser vos quien venga a discutirlos!
–Cifras que se usan para repartir las porciones de la torta publicitaria entre los muchachos del telenegocio, ¿no es así?
–Sí. ¿Y?
–Y por el otro lado está la calidad de vida de la población, ya hablando en términos educativos, morales... Cosa que para la televisión es un detalle menor, no porque sea maleducada y amoral, faltaba más, lo digo por lo indescifrable de esa población...
–¿Sabés que no te entiendo?... ¿Vos no serás de la oposición, no?
–¿De cuál de ellas?
–De Aresco, digo.
–¿Qué es Aresco?
–La empresa de Julio Aurelio que también mide el rating como Ibope. Mejor dicho, lo mide distinto. Porque Ibope usa el people meeter, un aparato que se conecta al televisor y registra todo lo que se va viendo en Capital Federal.. En cambio los de Aresco trabajan a la vieja usanza, llaman por teléfono a la gente de todo el país.
–¿Y los dos métodos sirven, según vos?
–¡Nooo! Sólo el de Ibope.
–¿Por qué?
–Bueno, no es tan difícil elegir entre una torta real y cualquier cereza suelta que ande dando vueltas por ahí buscando pegarse. Además Aresco saca otras cifras porque es ultra K, favorece a Canal 7... ¡Lo escuché en TN, así que es un chisme posta!
–Ah, claro, claro...
–¡Por suerte hoy en la tele todo es chisme!
–Bueno, ahora resulta que el chisme es algo constructivo...
–Si se lo fomenta para que se desparrame bien, sí. Porque une a la gente, y eso es bueno. No toco de oído, consulté al doctor Marianópulos Grondonakis sobre el tema...
–Ah sí, el que conduce un cuartel en Canal 26, ¿te atendió de uniforme?
–No, estaba con sotana, era su hora clave. Él unió de a dos las diez yemas de los dedos de sus manos, y me desasnó. “Fíjese qué notable –me dijo–, el chisme tiene una etimología tan remota como extraña. Viene de eisma, que primitivamente se llamó schisma, nombre griego que quiere decir corte, rotura, división, porque los cismáticos rompían, en efecto, la unidad del dogma admitido. Por eso yo sostengo que el chisme del rating debe servir para unir lo roto, y recomponernos como sociedad.”
–Ah, no sabía que el doctor bebía... Y decime una cosa, ¿Grondonakis no te contó la segunda parte del diccionario?
–¿Cuál?
–La que dice que habiéndose observado que muchos eismas se fundaban en ideas falsas, la otra voz schisma llegó a significar con el tiempo la idea de mentira, embuste, lo que hoy se entiende como chismosear. ¿Tampoco te contó que traída después al orden físico, la palabra chisme empezó a significar todo objeto que ya no sirve para lo que servía, que no es lo que era, que ha perdido su realidad práctica, su verdad, porque una cosa inútil es realmente una mentira? Y que...
–Uh, basta, me mareaste... ¡Cuánto resentimiento!
–Te voy a chimentar algo: me das lástima.
–¡No, eso no es chimento, ves que no entendés! Si yo ahora te digo que tu pareja te mete los cuernos con tu hija menor, no pasa nada...
–¡Porque no es cierto!
–No importa si es o no es cierto. No pasa nada porque te lo digo a vos, acá, en el bar, ¡que encima no tiene tele! Hay que decirlo por televisión para que suceda de verdad. A ver si me explico: para que el chisme sea científico tiene que creerse.
–¿Qué quiere decir científico?
–Que dé rating, fama, guita, risa... En una palabra: ¡vida! No te olvides que 35 puntos significan tres millones y medio de personas que acceden a la intimidad de estrellas inalcanzables que, gracias a la tele, podemos ver que son como nosotros, que se tiran nuestros mismos gases, que son nuestros semejantes...
–¡Tuyos!
–Es triste que no captes la potencia revolucionaria de tres millones y medio de comulgantes al mismo tiempo, cada uno desde su casa, pero todos unidos bajo un mismo templo. ¡Y con alegría!
–¡Mejor no metas a la alegría en esto! Yo lo único que llego a captar es que tres millones y medio de moscas que comen mierda gustosas no pueden estar equivocadas.
–Sin ofender, sin ofender...
–Y capto que vos, que no sos ni parte de la torta ni siquiera carozo de alguna cereza, creés en las cifras de Ibope como si fueran religiosas.
–Lo son, soy televidente practicante. Creo en la bendición del minuto a minuto. Y siento un gran orgullo por ese avance de la democracia televisiva.
–Mirá vos, te gusta compartir cloaca. ¿Y no sentís nostalgias por el cerebro perdido?
–No tengo una personalidad melancólica. La tele me ayuda mucho para eso, me da fe.
–Claro, claro... ¿Y para vos cuál sería el Moreno o el Bergoglio de Ibope?
–Ah, eso nadie lo sabe. Porque es invisible, como corresponde a un verdadero dios.
–Claro, claro... ¿Pedimos la cuenta?
–Dale, pidámosla.

(Miradas al Sur)

QUE PASO LA PRIMERA VEZ QUE LA TELEVISION SE MIRO EL OMBLIGO

Mario Sabato, Horacio del Prado y Hugo Paredero recuerdan el programa Nos estamos viendo a 25 años de su estreno en aquel lejano ATC
A 25 años del primer programa de televisión dedicado a la televisión, Nos estamos viendo, hoy es casi imposible encontrar un programa de televisión donde no se hable de ella. Vaya progreso.
¿Cómo empezar lo autorreferencial bien entendido si no es por casa?
En junio de 1985 fui convocado por Mario Sabato, cineasta y por entonces flamante gerente ejecutivo de Producción y Programación de ATC, para conducir un programa que se convertiría en pionero. Nunca se había criticado a la televisión desde la televisión. El riesgo era fuerte, apasionante, pero me alteraban dos cosas: ser virgen de la tele, y que la persona que me invitaba a debutar en ella fuera nada menos que... en fin... ¿Cómo decirlo, Mario?
“Hoy es historia antigua, pero en aquel momento en el ambiente del espectáculo se sabía que vos y yo éramos enemigos irreconciliables. Tal vez al lector de estas líneas le interese la nimiedad que había provocado un odio tan intenso como banal.”
A ver qué vas a contar, pasado un cuarto de siglo.
“Que eras crítico de la revista Humor y ambos habíamos ejercido el fervor sobre dos películas que yo había dirigido, Tiro al aire y El poder de las tinieblas. Vos para detestarlas, yo para amarlas.”
Respeto tu verbo, el mío me parece excesivo pero bueno, lo habrás sentido y por eso te enojaste tanto, ¿no?
“Sí, yo no respondí con indiferencia, ni con mesura. Hoy, con la tranquilidad que nos da la distancia y los años, lo que dije entonces me podría parecer ridículo, porque lo era. Pero mi recuerdo, aunque me avergüence, está reparado por la ternura... Nos estamos viendo… Qué lejano y afectuoso recuerdo.”
¿Por qué se te ocurrió un programa de esas características?
"Queríamos inaugurar la democracia, después de tanto horror que sufrimos y tanto error del que habíamos sido capaces. Creí entonces, y lo sigo creyendo ahora, aunque la realidad me haya resquebrajado, que era imprescindible que la televisión se criticara a sí misma. Que lo hiciera con seriedad, sin condiciones. Veníamos de tiempos de intolerancia, y más nos preocupaba la que habíamos ejercido nosotros. No era más grave, claro está, que la de los asesinos. O sí. Porque en definitiva la correspondía: ¿podíamos detestar la soberbia de los monstruos si habíamos practicado el fanatismo de las ideas? Sí, podíamos. Pero nos quedaba una asignatura pendiente. La de criticarnos para mejorar. La de tener otras ideas para enriquecernos con las diferencias. La de sospechar de las alianzas inmutables, las que se alimentan de los elogios mutuos. Se necesitaba de una mirada libre y desprejuiciada para criticarse desde adentro. Sin rencores, sin envidias, sin escándalos. Con humor. Y para que nadie, empezando por yo mismo, tuviese dudas de que la libertad del proyecto se entorpeciera con el amiguismo, te llamé a vos.”
Hacía falta un coequiper y lo encontré en el amigo Horacio del Prado. Lo charlamos en un bar de Salta al 200, ¿te acordás, Horacio?
“Sí, al lado de La Urraca. Yo aparecí porque Mona Moncalvillo te dijo ‘¿Y por qué no lo ponés a éste? ¡Ponelo a éste!’, así quedamos. La verdad es que varios años antes de que el medio autorreferencial se convirtiera en un tema académico, Mario Sabato se anticipó llevando la idea a la práctica. Con un clima crítico de todos en contra, nos mataban de ultraizquierda a ultraderecha, más o menos como si hoy tuviésemos a Clarín y a 6-7-8 en contra al mismo tiempo.”
Las palabras de Horacio resisten el archivo. “Para que siga siendo verdad su título, Nos estamos viendo deberá mejorar en futuras ediciones, ajustar su ritmo, acelerarse un poquito. Y evitar errores como el de Paredero que mira detrás de cámaras donde le hacen señas que concluya y él lo acepta en el aire. O Del Prado descargando sobre la –suponemos– atónita audiencia una exquisita parrafada sobre los códigos, el naturalismo, el realismo...” (Clarín).
“Realizar un programa que tenga por finalidad juzgar, criticar y analizar a otros, implica un gran desafío y además un acto de arrojo, por el delicado y a la vez escarpado objetivo. El riesgo más grande es caer en los mismo errores que se critican y eso sucede en la propuesta que brinda ATC los lunes a las 23.30” (La Nación).
“Resulta sencillamente lastimoso, algo que duele decirlo por tratarse de colegas que se ocupan a veces de analizar la TV... Aburrido, falto de ingenio y de audacia, concesivo a la hora de hablar de la programación, saltan de un tema a otro sin profundizar en ninguno...” (Tiempo Argentino).
“Utilizar el poder de hablar de la televisión desde la televisión sin atender, por lo menos, a las mínimas reglas del juego televisivo, es tan irresponsable como postularse a la Presidencia de la Nación sólo para habitar la quinta de Olivos” (La Razón).
“No queremos cargar tanto las tintas sobre estos dos escribas transformados insólita y absurdamente en animadores, sino en los directivos del canal que consintieron en que dicho programa se llevara a cabo” (Así en Crónica).
“Se trata de un micro absolutamente desordenado, repleto de críticas pseudo radicales & filosóficas & profesionales, entrecortadas y con brotes de prepotencia de poca monta. Muy raros, estos dos muchachos. El vacío los invade por falta de personalidad, parecen dos hamsters a cuerda” (Libre).
“La improvisación ha llegado a formar parte de la programación de ATC, ensayando nuevos programas sin precedentes en el mundo entero, como Nos estamos viendo ” (Ámbito Financiero).
“¡Andá, que te mire Cadorna!” (Satiricón).
Salimos al aire el 1º de julio de 1985. Con Manuel Tarrío en la dirección, Carlos Surmani, como productor, Irene Roust en exteriores, y cartel francés para el abismo. Ya fuera el propio del medio (¿o no es abismal la lucecita roja de la cámara?), o el que se nos abría ante cada rechazo, cada mala onda, cada retiro de colaboración implacable del afuera. “¿Imágenes de qué quieren? ¡Sí, tomalas! ¿De qué se las dan? ¡Porque no se van a cagar!”... Duramos cuatro meses. Horacio piensa que “en realidad sucumbió porque formaba parte de una primavera cultural que encabezaban Carlos Gorostiza, Pacho O’Donnell en Ciudad, Javier Torre y Carlos Inzillo en el Centro Cultural San Martín, y de a poco, pero encarnizadamente, fue desmantelada. Nos estamos viendo, en serio, y para aquella época era demasiado.”
¿Vos qué pensás, Mario?
“Que tuvimos el candor y la energía de creer que la televisión no era sagrada, aunque fuéramos nosotros los que la estábamos haciendo.”
Apagón.

(Miradas al Sur, Domingo 14 de noviembre de 2010)


JORGE LUZ: “BRAVO, NO SOY. CONTESTO LO QUE ME PASA”

Estaban haciendo Los chismes de las mujeres, de Carlo Goldoni, en Caminito, cuando Cecilio Madanes le dijo: “Si dejás de fumar, en la temporada que viene hacés el Scapin, de Moliére”. Jorge Luz aceptó. Una noche de abril fue a verlos el gran director francés Julien Duvivier. Y dijo: “La actuación de Jorge Luz es magistral. Muy superior a todos los Scapin que yo he presenciado, incluido el de Jean Louis Barrault”. nació con la escuela de arte dramático puesta. Hizo radio, cine, teatro, tele, ópera. Y, claro, hizo reír a varias generaciones.
El living de la casa de Jorge Luz en Palermo es ancho, largo y termina en la gran ventana del fondo que promete, tras el vidrio, lo que el jardín cumple en vivo: un espacio mediano, pero al que la profusión de especies lo hace selvático, encantado. Luz va a preparar el mate. Me prometo no hacerlo contar su debut por enésima vez. Él era chico, había acompañado a su hermana Aída a Radio Argentina, que debía grabar los avances para una novela con Pedro Tocci. Se ausentó un actor, y Aída lo propuso a Jorge para reemplazarlo. Como era menudito, y demostraba menos edad de la que tenía, el director se preguntó si sería el mazorquero adecuado. La novela era Juan Cuello, adaptada por Héctor P. Blomberg. Lo cierto es que “el menudito” dio la prueba y largó un “¡Entregate, Juan Cuello!” tan fuerte y estremecedor que el director, absorto, no tuvo otra que contratarlo. Así empezó. Todas las voces todas vivían y viven en él. Imita perfectamente a un madrileño, un sevillano, un asturiano, un gallego, un catalán, al español de donde sea. Y a un cordobés, un jujeño, un tucumano, un correntino, un gaucho. Y a un turco, un francés, un cubano, un inglés, un alemán, un chino. Vuelve con el mate, vamos a la mesa de adelante, cercana a la entrada. Jugamos a que acabamos de encontrarnos.
–¿Qué tal, Luz, cómo anda?
–Tirando, como decía siempre una tía mía. Entonces mi mamá un día le dijo: “Bueno coño, tira un poco para este lado”.
–¿Cómo se va adaptando a las cosas de la vida, se enoja mucho?
–No. Aunque, como buen taurino, tengo mi carácter, mi forma de ser.
–¿Es bravo?
–No, bravo no soy. Contesto lo que me pasa en el momento. Mi hermana Aída decía “tal tipo me hizo tal cosa”. Yo le preguntaba qué le había contestado. Y ella decía “con el tiempo, ya va a llegar la oportunidad”. No me quiero hacer la Aschira pero Aída era acuariana. Yo no, yo no me callo. Respondo enseguida ante el pinchazo.
–A ver, cuente un ejemplo de “respuesta al toque”.
–Estaba yo en un cóctel en la Embajada de Francia. En esas fiestas siempre hay o una boluda o un boludo. Entonces viene una mujer (la imita) “Ayyy, Jorge Luz qué diviiino, si fuera gay me casaría con vos”. Y le dije “No, si yo también me cojo viejas de mierda como vos”.
–Lo he visto reaccionar airado cuando le preguntan la edad. ¿Cuántos años tiene usted?
–¡Y a usted qué mierda le importa!
–Cuéntenos de French y Berutti, ¿eran solamente amigos?
–Compañeros de trabajo. Uno de ellos, no recuerdo cuál, tenía relaciones con mi prima Eulalia, que al tiempo fue tía abuela de una que salió con el Peludo Yrigoyen.
–Entonces usted, una de las doscientas personalidades que el Gobierno eligió invitar a la cena del 25 de Mayo de 2010, ¿asistió en calidad de bicentenario?
–No. De abuelovario. De a vuelo vario. Hablando en serio: la pasé muy bien. Buen clima, todo muy bien servido, dispusieron bien las mesas, era muy lindo el ambiente que había. Lo feo de esos banquetes es que por ahí te tocan al lado personas que uno no conoce ni vio en su vida. A mí me gusta juntarme con gente que yo pueda hablar. Para comer, como en mi casa. Pero me tocó una mesa con artistas. Y los artistas en una cena son gente alegre, que no suele hablar de enfermedades ni de problemas.
–¿Primera vez en la Rosada?
–No, no. La primera vez que entré fue cuando trabajaba en el teatro Caminito, en la Boca. A la señora de Illia, que era el presidente en ese momento, le gustaba mucho el teatro, siempre venía a vernos. Habíamos ido a agradecerle al presidente por algo que había hecho para Caminito, no recuerdo qué. Fuimos todo el elenco, con Cecilio Madanes, director y creador de Caminito. El presidente nos atendió en un lugar donde éramos muchos, y faltaban asientos. Illia nos dijo “siéntense como puedan”, y él se quedó parado. Entonces le dije “no..., Excelencia, siéntese usted”. “No, yo estoy cansado de estar todo el día sentado, siéntense ustedes”. Era como ir a la casa de una persona de pueblo, como el mío, San Vicente (hoy Alejandro Korn), donde te decían “no, sentate vos, yo estoy podrido de estar sentado”.
–¿Cuándo volvió a la Rosada?
–En época de Menem. Nos llamaron a un grupo grande de actores para colaborar con PAMI, aparecer en unos carteles que salían por la calle. Cada cartel tenía que decir algo. “PAMI no es un regalo, es un derecho”, ése se me ocurrió a mí. El día que fuimos me tocó estar atrás de todo, al lado de Juan Carlos Thorry. Cuando terminó el acto, nos dijeron “quédense porque los quiere saludar el presidente”. Yo vi que se le tiraban un montón de viejas encima y me fui por una escalera grande. Ahí me encontré con Luis Landriscina, que me dijo “¿adónde va, amigo?”. “Me voy”, le dije. “Yo también, no aguanto el vejesterío, todos tirándose a comer. A propósito de comer, ¿comió?”. “No”, le dije. “Vamos a comer”.
–¿En época de Perón fue a la Casa de Gobierno?
–En época de Perón yo trabajaba en Plaza de Mayo con Los Cinco Grandes del Buen Humor. Todos los 1º de Mayo se montaba un escenario muy grande, justo debajo del balcón presidencial, donde estaban Evita y Perón. Me acuerdo que yo hacía una cantante que se llamaba Rosita Serrano, que pegaba alaridos. En un momento se me salió la liga, y tuve que ocuparme de eso. Entonces me dijeron “fijate quién te está mirando”. Era Perón, que me miraba con gesto pícaro como diciendo qué me está mostrando. Y Evita se mataba de risa.
–¿Trabajó con Evita?
–Sí, en Radio Argentina, que quedaba en Florida 8, esquina Rivadavia. Ella estaba en sus comienzos, yo era del elenco estable de la radio. Un día se enfermó un actor de un radioteatro, y como yo sabía hacer voces y no querían informar que el actor estaba ausente me llamaron para que hiciera su personaje, imitándolo. Así fue que trabajé ocho días con Eva. La obra se llamaba Un trapito en la sombra, y el autor era el dueño de Casa Lamota, “donde se viste Carlota”, como decía el jingle. Una tienda en la que se vendían desde calzoncillos hasta trajes de disfraz. El dueño, como autor, maso, pero... mucho no se le podía objetar al auspiciante.
–¿Que tipo de compañera era Evita, cómo la recuerda?
–Muy respetuosa con la gente. Lo que me impresionaba era la piel, la cara como de porcelana, muy blanca, en contraste con los ojos renegridos y el pelo negro, todavía no se había teñido de rubio, alta, muy lindo porte. Hay que mirar las fotografías en las que está al lado de Perón. Perón no era un gigante, pero tampoco un hombre bajo. Y ella, por áhi cantaba Garay.
–Después, con el tiempo, Los Cinco Grandes tendrían algo para agradecerle a Eva, ¿verdad?
–Sí. Pero todavía no éramos Los Cinco Grandes sino La Cruzada del Buen Humor, con Tito Martínez del Box. Habíamos filmado la película Cuidado con las imitaciones (1948, Luis Bayón Herrera). Éramos protagonistas, pero el director no nos daba pelota, nos trataba como si fuéramos una parte más del conjunto, nada más. Después la película hizo unas recaudaciones que levantaron el estudio que se estaba fundiendo, fue el éxito cómico del año, se vendió como pochoclo. Ahí me dijeron si quería formar el conjunto con ellos y les dije que sí. Estábamos por debutar como exclusivos en Radio Splendid, que quedaba en el palacio Devoto, Ayacucho entre Melo y Las Heras; ya teníamos los contratos firmados por la sastrería Casa Muñoz (“donde un peso vale dos”), y nos dijeron que había orden de que no podíamos salir. Vueltas y más vueltas, la historia fue que el alcahuete de turno hizo correr la bola de que nosotros éramos comunistas. ¡Nosotros! Así fueron pasando tres meses. Debuta Pinocho en lugar de nosotros, el mal de unos le vino bien al otro. Entonces, un día el Pato Carret se encuentra con Pierina Dealessi, una gran persona, y le contó. “Pero ustedes tienen que trabajar, Jorgito tiene que ayudar a su madre, mantener su casa, y Guillermo tiene dos hijos, y Zelmar.... Déjenme que a esto lo arreglo yo”. Pierina habló con Evita, y a los diez días debutamos. Pierina fue nuestra madrina artística.
–¿Ella tenía línea directa con Perón y Evita?
–Sí. Ella a Perón lo adoraba. Pierina vivía cerca del teatro Liceo y se iba todos los días al Bajo, y cuando Perón iba a la Casa de Gobierno, o volvía, no recuerdo bien, ella se paraba siempre en la misma esquina para saludarlo. Y Perón sabía que ella estaba en esa esquina, y todos los días la saludaba.
–Usted es Ciudadano Ilustre de la Ciudad, ha ganado muchísimos premios, se los ve de oro, de platino, de bronce, de cristal, de acrílico, de madera... Cuente qué le dijo Guillermo Rico a propósito de un premio Magazine que les entregaron en Rosario a Los Cinco Grandes del Buen Humor.
–Ah, sí, en el Broadway, un teatro antiguo, precioso, me llamó la atención que los palcos eran de hierro, como los balcones. Yo adoro a Rosario. Cuando nos nombraron, toda la gente se levantó y nos aplaudió, fue un aplauso tan grande, tan pero tan grande, tan largo, que no podíamos hablar. Todos llorábamos. Al otro día me llama mi amigo, mi hermano Guillermo Rico, y me dice: “Jorge, ¿sabés quiénes nos aplaudieron ayer? Esos chicos que hace años hicimos reír. Porque al que te hizo reír una vez no lo olvidás nunca en la vida”. Tiene razón. Yo no me olvidaré nunca de los hermanos Marx, no me olvidaré nunca de Chaplin, no me olvidaré nunca de Niní Marshall.
–¿Hoy quién lo hace reír?
–Gasalla. Sobre todo por lo observador que es con los personajes. Tiene lo que tenía Niní.
–Y lo que tiene usted.
–Bueno, sí, dicen que yo también lo tengo. Yo miro, encuentro los rasgos salientes, invento los personajes, pero me tiene que atraer el original. De eso tengo una anécdota graciosa. Yo ya había creado a la Porota, la hacíamos con Jorge Porcel, yo le puse Tota a él. El mío completo era: Porota Donatusso de Caccopardo, madre trabajadora, argentina y peronista. La Porota no podía ser otra cosa que no fuera peronista. No iba a ser radical, ni conservadora, ni comunista. Bueno, una tarde de calor espantoso, salía de grabar en Canal 11, en la calle Pavón, iba hacia el lado de Entre Ríos, y una mujer salió de una casa corriendo al hijo, pegándole gritos: “¡Nene, vení para acá que te voy a reventar, porquería! ¡Venga para acá, carajo!”... Era una señora con los ruleros puestos, debía dormir con ellos como la Porota, un delantal, unos zoquetes, unas chinelas, de pronto me descubre y me dice “¡Ay, Jorge Luz, mire qué loco! ¿De dónde saca esas cosas que hace?”. “Y, mirando, señora.”
–Entonces, una vez que están los ruleros, el delantal, las chinelas, el personaje ya tiene texto propio, piensa y habla como la Porota, en este caso.
–Sí. Y hay cosas muy personales. Por ejemplo, yo no haría la imitación de Tita Merello en un castillo, haría la Tita de su barrio, la de Mercado de Abasto. No la haría nunca a Tita en una fiesta de sociedad. Pero yo a todos los personajes los pruebo, con algún amigo, o alguien del ambiente artístico. Si el personaje no los hace reír, lo dejo.
–Los sábados a la mañana en Núcleo duro, el programa de Mona Moncalvillo en Radio Nacional, ¿también prueba?
–Sí, por supuesto. Yo llevo el personaje nuevo y observo la reacción de mis compañeros de mesa. Según cómo los vea, lo hago otra vez o no lo hago más.
• Un día para llorar
La tarde del jueves 28 de octubre fuimos juntos a la Rosada en triste circunstancia. A la salida nos sentamos a tomar una cerveza en una vereda de Avenida de Mayo viendo pasar a miles y miles. La gente lo abrazaba, lo besaba, se sacaba fotos con él, le agradecía que estuviera allí, le gritaban “¡Mundicia, te amo!”.
–Tuve la necesidad de ir. Sentí lástima por la muerte de este hombre, y por la Presidenta... Yo estuve en el entierro de Perón, en el de Evita, y esto era igual de impresionante. Vi respeto en las colas. Dolor y tristeza, sin ser lacrimógenos. Me llamó la atención para bien que hubiera mucha gente joven. Lo mismo que la Presidenta acercándose a recibir lo que le daban, un rosario, una banderita, besándolos, horas parada allí con su dolor, los anteojos negros ocultando los ojos hinchados por el llanto, una fortaleza increíble... ¿Se fijó que todos la besaban como quien besa a una parienta? Era una señora que había perdido al marido.
–No cualquier señora...
–No, claro. Pero a partir de Evita yo ya vi que una mujer podía llegar a ser presidenta de los argentinos.
–¿Y de Isabelita, qué me dice?
–Durita como un granadero. Se la veía haciendo un papel, actuando que lo dominaba. Pero como era muy mala actriz, se notaba demasiado que no sabía ser presidenta.

(Miradas al Sur, Domingo 21 de noviembre de 2010)

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