En la noche del jueves, en este glorioso Viernes Santo Parrafista, la victoriosa profesora de matemáticas Marta Zander se hizo presente en radio Nacional. Presumiblemente en razón de la exclusividad que detenta con ella la filial Bahía Blanca, la señora Zander no pudo salir al aire, permaneciendo respetuosamente en la antesala de los históricos estudios de la calle Maipú. De todos modos, Hugo destacó como es debido su visita, señalando, asimismo, que esta encumbrada participante de Párrafus se inhibiría noblemente de intervenir esta vez en el juego.
De paseo por Buenos Aires en virtud del feriado de Semana Santa, Marta seguramente recordó cuando nuestro conductor, el año pasado, anunciara que a la brevedad se habilitaría la visita de los oyentes para presenciar el programa, y allí estuvo. En verdad, es sumamente meritorio y enaltecedor que, en medio del sinnúmero de atracciones que ofrece la grande ciudad, nuestra compañera oyente se haya hecho un rato para acudir al evento que suele tenerla como triunfal protagonista.
Por mi parte, lamento que me resultara del todo infructuoso el intento de comunicarme con la radio para saludar de viva voz a la estrella bahiense. Tal vez el error estuvo en esperar hasta después del juego (que ganó Maxi Pozzi con la poesía de Eliseo Diego), cuando seguramente otros muchos admiradores ocuparon la línea. (Lo mismo me sucedió la vez pasada, cuando muchos quisimos corregir la adjudicación de un premio a Verónica Cornejo que realmente correspondía a la Zander.)
Fue una verdadera pena, estando a cinco cuadras, en el trabajo, no poder hablar con Marta. Pero bueno, mejor así, porque, estando ella acompañada de su señor pareja (un “Fernando”, dijo Hugo)…, mejor me callo. Y, como dijo Pappo, mejor me voy…
TESTAMENTO
Habiendo llegado al tiempo en que
la penumbra ya no me consuela más
y me apocan los presagios pequeños;
habiendo llegado a este tiempo;
y como las heces del café
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas;
habiendo llegado a este tiempo;
y perdida ya toda esperanza de
algún merecido ascenso, de
ver el manar sereno de la sombra;
y no poseyendo más que este tiempo;
no poseyendo más, en fin,
que mi memoria de las noches y
su vibrante delicadeza enorme;
no poseyendo más
entre cielo y tierra que
mi memoria, que este tiempo;
decido hacer mi testamento.
Es este:
les dejo
el tiempo, todo el tiempo.
ELISEO DIEGO
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