jueves, 17 de septiembre de 2009

Jus Primae Noctis

por Manuel Campos Castro

El señor feudal era un hombre alto, delgado y anguloso. Los recién casados lo miraron azorados, con un pavor no excento de respeto.

"Vengo a reclamar mis derechos –dijo el señor suavemente–. La primera noche me pertenece". Los aldeanos no se atrevieron a replicar. El blanco caballo sin jinete que se encontraba junto al barón piafó. El soldado que lo sujetaba de las riendas le acarició el pescuezo para calmarlo.


El señor feudal sonrió. "Vas a venir conmigo al castillo, pichoncito –dijo–: verás que te va a gustar". Acto seguido obligó a su corcel a dar media vuelta y se alejó en dirección al fuerte señorial, no sin antes haber hecho una seña a los guardias.


Los soldados sujetaron al novio y lo montaron en el caballo blanco. La novia se quedó llorando en la aldea.

1 comentario:

Marcelo Perenchio dijo...

¡Bravo, Quique! ¡Cuádruple bienvenida para usted! Se lo extrañaba al hombre...