jueves, 3 de septiembre de 2009

Ultimos mates del invierno


Jueves 03 de septiembre
Teatro: “Príncipe azul” (1982)
Autor: Eugenio Griffero
Ganador: Mario Tsolakian


UN ARCO IRIS AL FINAL DEL CAMINO

Noviembre 1, 2006

“Una de las obras más inquietantes que se ha producido en estos días es Príncipe Azul del argentino Eugenio Grifero y dirigida cabalmente por Francisco Salazar. Vaciedad y absurdo como preámbulos de criaturas de la culpa. Son los términos reales en que debemos definir este atrevido físico-trágico sobre el espíritu gay contemporáneo, definitivo réquiem por una clase social. La obra se centra en la amistad de Juan y Gustavo. Tal es el engranaje fundamental que domina una ficción tan revulsiva como inteligente. Veamos esa historia.
Dos viejos amigos deciden reencontrarse en un puerto solitario. Alrededor, en la ciudad, nada ni nadie acusa el hecho. La amistad y los recuerdos han celebrado su rito de muerte voluntaria como un gesto más del cotidiano devenir ciudadano.
Introducidos, así, en la puesta como bloque temático y narrativo, desvelemos sus progresivas intenciones. Príncipe Azul es, en primer lugar, un feroz ataque a la sociedad masculina que encuentra en estos sobresalientes protagonistas su exponente más esclarecido. Es decir, la negación de aceptarse tal y como son por la carrera del prejuicio moralista. Estos dos personajes, al negarse a sí mismos, están eliminando lo que constituye el sentido de su vida. Esta pieza rechaza ideas y sentimientos como elementos tradicionales de análisis humano, y opta por las sensaciones como vehículo de comunicación y significación. He aquí, un juicio terrible sobre la muerte del espíritu y la victoria de la carne, que, a la larga, provoca desesperación. Tanto es así que, en muchos instantes, Príncipe Azul, produce risa. Pero, precisamente, esta risa es la incontrolada reacción del espectador ante la sorprendente descomposición de las costumbres, es decir, ante el retorcimiento absolutamente anormal del factor real en escena. Es la risa de la soledad cuando constatamos que la angustia induce a la nada.
A pesar de mis discrepancias con el planteamiento y conclusión del montaje; creo que el tándem Moll-Moreno ha caminado en el sentido de esta línea interesante. Ambos lucen como excelentes actores sobre el escenario. Convencido, que el Evangelio ofrece al hombre la posibilidad de liberarse de su propia esclavitud; y que al final del camino podemos encontrar la única verdad: Cristo. Y para tomar esta decisión; no hay edad ni nunca es tarde para decidirse. Porque nadie, como escribió con tanta pasión y autenticidad Albert Camus, puede vivir absolutamente avergonzado de sí mismo.”

CarlosRojas
criticarojas@gmail.com
Especial para el Diario Vea/Un punto de vista

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