martes, 13 de octubre de 2009

Una modesta colaboración

Gracias, Mónica, por tu Comentario sobre mi Entrada del domingo.
Para los que no lo saben o no lo recuerdan, les cuento que la sección ‘Antología’ nació en un período de falta de inspiración (parecido al de los últimos tiempos), en el que se me ocurrió rellenar un poco el espacio con mis mejores textos para el Blog –según un indulgente criterio propio, claro. Por entonces no había ideado el recurso de la sencilla sinopsis del Párrafus de cada día, con el que me las rebusco ahora. El otro día, sin embargo, aunque vengo cumpliendo bastante bien con ese rebusque (que a veces propicia alguna escritura de corto aliento), tuve ganas de volver a colgar el texto sobre mi amigo Pablo, el jefe de enfermeros que conocí en el hospital Tobar García. A propósito, diré que, después de la visita que allí se cuenta, no hemos podido volver a vernos; seguimos aquel conato (hoy sucedáneo) de amistad vía telefónica o mail. La distancia de nuestros domicilios, los compromisos y obligaciones familiares y laborales, mi desidia social, impidieron un nuevo encuentro. El domingo, precisamente, mientras le hacía algún retoque a “Medina…” para su nueva publicación, recibí un llamado de Pablo. Le comenté esta coincidencia y me dijo que había escrito algo que tal vez tuviera cabida en el Blog. Respondí que sin duda la tendría, ya que todo cabe, y que no importaba que el no escuchara el programa. Después de contarme el origen de su texto (una conversación con los pacientes del Tobar), quedamos en que me lo enviaría. Entonces, tras contar yo el origen de esta colaboración, hela aquí.

“TRES CHURROS POR DIEZ PESOS”

"Tres churros por diez pesos. Si recurrimos a la matemática, cada uno cuesta solamente tres pesos con 0, 33 centavos, entonces, el cálculo para la docena de los mismos nos da cuarenta pesos.
Este micro emprendimiento es una muy buena opción como negación del ocio, o, dicho de otra manera, “un buen begocio”; clientes hay por doquier.
Patrocinarse con esta buena cocina, con esa pasta frita con forma de estrella alargada y rellena, calentita y perfumada, seria todo un acierto y una delicia.
Por la mañana del domingo, al concurrir a la panadería, en el mostrador se descubren, acompañados de otras masas dulces de repostería, a los reales churros, alumbrados y llovidos con pequeños cristales blancos de azúcar, rellenos de crema pastelera o dulce de leche, un verdadero dogma para la vista y el paladar.
Ya en casa, con ese tesoro de ricos hidratos embandejados en el centro de la mesa junto con otras confituras, reúne a los más íntimos de la familia en el ritual dominguero del desayuno, periódico por medio y con distintos comentarios sobre la actualidad. Alguna broma compartida, o también discrepancias sobre distintas crónicas de la lectura dominical, hacen alegre la reunión.
Todo es compañía. Placer de estar juntos, café con leche por medio, el cual se renueva cada domingo. Familia, palabra con y de sentido íntimo entrañable, en la dulce actividad del desayuno.
Churros a cuarenta pesos la docena. Si, estos son la antítesis de la familia. Otra comunidad, otros espíritus muy bizarros, y estos valores no se aproximas a las virtudes. Son lo contrario, desvinculan, entorpecen, invaden el interior y lo parasitan con fantasías de falsas alegrías temporales, abismales y espasmódicas. Cada comunidad marginal tiene sus propios símbolos y signos.
Estos “Churros”, los segundos, se compran en una canchita de futbol y no necesariamente están presentes en el desayuno, almuerzo y/o cena. Si los sabés buscar siempre están al alcance de tu mano y por siempre a la orden de tu voluntad fragmentada.
“Tres Churros por pesos diez”, así se los llama en la marginalidad. No se comen, se fuman, se aspiran, y te trasportan con cada bocanada al ficticio mundo, falaz y efímero, del placer.
Por así decirlo “un mal amigo”; amigo de la dependencia, la drogadependencia, un laberinto con una entrada y una salida penosa, la internación y el tratamiento (si es aceptado).
Los equivocadamente y perversos llamados “Churros”, por diez pesos los tres."

Pablo Infanto

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