Martes 28 de julio
Poesía: “Amantes antípodas” (1961)
Autor: Enrique Molina (1910-1997)
Ganador: Roberto López Motta
Como cabe esperar del mejor de nosotros, anoche el amigo López Motta nos regaló con una definición para la antología. Y para, en mi caso, mi bagaje “antipoesía” –o “antilirismo de doce cuerdas”.
En la charla con nuestro conductor durante su nuevo triunfo, Roberto aclaró que Enrique Molina no es un autor de su especial predilección. “Muy caudaloso, demasiadas imágenes –a veces reiterativas-, un tanto fatigante”, dijo. Y agregó en la volteada a la poeta Olga Orozco, emparentada sentimentalmente con Molina, de la cual Hugo, a su vez, agregó que, si Molina es caudaloso, Orozco le resulta “torrentosa”, y de lectura un tanto más pesada.
Pero la interesante diatriba que nos aportó el compañero oyente de Sarandí es original del profesor Héctor Ciochinni, también poeta y ensayista. De sus propios labios, López Motta escuchó que aquella pareja de poetas, aunque admirables, producían su poesía “como con una máquina de hacer chorizos”; su innegable facilidad para la escritura y su genuina sensibilidad tenían un defecto: “les permitía reproducir un mismo poema cien veces”.
Sin haber leído casi nada a Molina y Orozco, me apropio de esa crítica observación para explicar mi dificultad en el disfrute de cierta poesía. No hablemos de la evaluación de toda una obra, sino que a veces en un par de poemas, o en uno solo, me encuentro a los pocos versos preguntándome de qué está hablando ese hombre –o mujer-, qué es lo que quiere decir con tanto lirismo, por qué no lo dice más sencillo, o más rápido. Y a veces continúo preguntándome lo mismo cuando el poema concluyó… en nada.
Pero evidentemente este es un defecto mío –tantos fervorosos lectores de poesía no pueden estar equivocados-, de mi propia sensibilidad con escaso entrenamiento para ese género. Aunque disfruto buenamente y puedo considerarme amante de otra clase de poesía, más comunicativa, coloquial, seductora, como la de Juanita Bignozzi o la de Ungaretti, conocidos en profundidad recientemente gracias a Párrafus.
Como sea, con todo respeto ilustro la sinopsis de hoy –que recayó inevitablemente en una de mis boludeces- con una nota biográfica sobre el autor de anoche, más el poema que empezó a leernos Hugo.
“Enrique Molina - Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1910.
Su espíritu aventurero lo llevó a vivir una vida intensa como tripulante de barcos mercantes en el Caribe y Europa, experiencia que le sirvió para dotar con un carácter universal su expresión artística tanto en la poesía como en la pintura.
Identificado con las ideas y los fines del movimiento surrealista, fundó en 1952, con Aldo Pellegrini, la revista A partir de cero.
Considerado como uno de los más importantes poetas de Latinoamérica, obtuvo importantes galardones entre los que merece destacarse el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes 1992.
Su obra está contenida en las siguientes publicaciones: «Las cosas y el delirio» en 1941, «Pasiones terrestres» en 1946, «Costumbres errantes o la redondez de la tierra» en 1951, «Amantes antípodas» en 1961, «Fuego libre» en 1962, «Las bellasfurias» en 1966, «Monzón Napalm» en 1968, «Los últimos soles» en 1980 y «El ala de la gaviota» en 1985.
Falleció en Buenos Aires en 1997.”
ITINERARIOS
Tu cuerpo y el lazo de seda rústica que conduce a las plantaciones
de la costa
al sudor de tu cabellera quemada por las nubes
a los instantes inolvidables
-tantas mutaciones de nómada y de clandestinidad
tantos homenajes a una belleza salvaje
que exige el desorden-
¡oh raza de labios de abandono
hechizada por la vehemencia!
y nuestra fuerza de profundos besos y tormentas
para el infierno de los amantes
hasta volver a su placer fantasma
a su ola de hierro de ayer detrás del mundo!
Aquellos hoteles...
Todas las rampas de la vida cambiante
la velocidad del amor el mágico filtro de la excomunión
la hambrienta luz del desencuentro en nuestras venas de azote
cartas desamparadas antiguas prosas de la noche de los abrazos
y el solitario frenesí de las palmeras
cuando en la ausencia
creciendo hacia mi pecho el fondo de la tierra me devuelve de golpe
todas nuestras caricias
el nudo furioso de la pasión en las negras argollas del tiempo
aquellos moblajes de desvalijamiento y de lluvias
luz de senos en el mar y sus gaviotas y músicas
sobre un altar de desunión con grandes lunas fascinantes sin más
pradera que tus ojos
país incorruptible
país narcótico
con risas del alcohol del viento
y tu pelo sobre mi cara
y las cálidas bestias doradas por el trópico
y el jadeo abrasador de la ola que vuelca en tu corazón su grito
de espasmo y de caída
y de nuevo esos lugares intactos para el sol
y de nuevo esos cuerpos ilesos para el amor
en medio del perezoso meteoro del día
levantando hacia el alma aquel esplendor
los paroxismos el lecho de las dunas y de la corriente con sus besos
en marcha
y las tareas de los amantes mientras la llamarada de la muerte brillaba
alrededor de sus cuerpos
como un afrodisíaco
avivando el deseo
el hambre
¡aquella furia de ayer detrás del mundo!
(www.amediavoz.com)
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