domingo, 22 de agosto de 2010

¡De nuestro enviado especial!

Feliz cautivo del Fortín, el título que eligió Marcelo para contar mi visita a Vélez el sábado 21, sigue siendo el apropiado para estas líneas recién llegadas del club. La verdad es que fui feliz de pasar unas horas allí, cautivo por cautivado y no por preso, y el Fortín, bueno, por algo lleva mayúscula. Nos recibieron con enorme cordialidad (por orden de aparición), Miguel Tranchida, encargado de relaciones públicas, el vicepresidente del club, Hugo de San Félix, y Hugo Fórmica, presidente del departamento de cultura. Mientras recorríamos las instalaciones, el vice nos contó sin punto y aparte la historia de Vélez, su conocimiento y su afabilidad lograron que accediéramos a los cien años de historia del club en veinte minutos. Les tocó caerse varias veces, tantas como se levantaron. Conocieron el abismo de quedarse con 400 socios después de haber tenido 30.000, hoy tienen 40.000. El vice guía nos remarcó que el ala construida en 1978 no la pagaron los militares, "como algunos han dicho", la pagó la institución. Don José de Amalfitani sigue siendo palabra santa. Flota en Vélez cierto espíritu de club de pueblo pero también de institución de primera, eso pone respeto y ofrece comodidad. Cierta energía familiar que parece convivir lo más bien con la de control y vigilancia. Me acompañó mi amigo Carlos Bermejo y su hijo Julián. Carlos está haciendo Todos eran mis hijos en el Apolo y el sábado, día de dos funciones, debía estar allí a las 19, así que, para evitar embotellamientos, nos fuimos cinco minutos antes de que terminara ese Vélez 2 Argentinos Juniors 0 que nos tocó presenciar desde lugar tan privilegiado... ¿En los quince del entretiempo? A otro piso a dar cuenta de sabrosos sandwiches, empanadas, helados y gaseosas. Estupenda tarde, gente cálida y cordial, hermosa cancha, parecía un metegol gigante en technicolor... Y el motivo de mi visita allí, que es el nombre con el que la institución velezana decidió bautizar su sala de prensa: Jorge Guinzburg. En ningún momento perdí conciencia de que estaba allí por él, que había sido el petiso monumental el primero en invitarme. Me gusta su libro porque usted hace ver que Jorge no era un socio más, era de la entraña de nuestro club, y para nosotros está acá, me dijo un hombre. Volveré, por supuesto.

HP

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