"Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tu el lector de estos ejercicios, y yo su redactor" Jorge Luis Borges
jueves, 12 de agosto de 2010
Parrafus en Caras y Caretas (4): Milagro en vivo y en directo
(Hugo con M.P.)
Con Mónica, después del Parrafus, nos fuimos juntos rumbo a nuestros suburbios del sur. De lo que charlamos en el viaje no daré cuenta aquí por ser cosas estrictamente personales –aunque se mencionó a alguna otra oyente de Parrafus, creo.
Siguiendo con el juego, es el momento de decir que, tras el cuento y la novela, llegó el momento de “la benjamina de los géneros”, como supo escribir hace poco Max Medina, el convidado de piedra en este Blog. En efecto, la poesía se agregó en Parrafus cerca del final del primer año. Según contara Hugo, era una incorporación que los oyentes venían reclamando desde los inicios del ciclo.
La primera poeta leída fue Alejandra Pizarnik. Aquella noche de noviembre ganó Ana Mazía, de Villa Crespo, de quien recuerdo nítidamente la emoción con la que se expresó, y su alegría por ese triunfo; creo que inclusive dijo que había conocido a Alejandra, pero de esto no estoy seguro. Lo que hay que decir es que Ana, de Villa Crespo, de quien suelen escucharse mensajes en varios programas de Nacional, es hija de Floreal Mazía, el legendario traductor argentino, según contó alguna vez.
También para el debut de la poesía en vivo Hugo eligió… estos versos.
“Los ausentes soplan y la noche es densa. La noche tiene el color de los párpados del muerto.
Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche.”
Ya el final de otra prosa poética (“Cantora nocturna”) me había dejado reconocer a Alejandra, pero no fue sino hasta el citado “Linterna sorda” que me animé a arriesgar con uno de los dos títulos que vinieron a mi memoria. Como antaño en la radio, tuve una auténtica suerte loca para acertar. El título era “Extracción de la piedra de locura”.
Pero lo loco estuvo por suceder cuando me acercaba al escenario para recibir mi premio. Adriana Baldessari me llamó, alcanzándome un libro. Creo que llegué a tomarlo. Sí, lo tomé, porque recuerdo que vi de qué se trataba. Prefiero no mencionarlo porque después fue entregado a otro oyente, pero les aseguro que me alegró que Hugo, contradiciendo a Adriana, dijera que me correspondía el libro de donde había leído: nada más y nada menos que el volumen de Lumen con la “Poesía completa” de Pizarnik.
Ahora, para que vean que entre mis defectos no está el egoísmo (como sí el engreimiento y la displicencia ) comparto esta joya de la sección “Poemas no recogidos en libro”:
cuidado con las palabras
(dijo)
tiene filo
te cortarán la lengua
cuidado
no despertar a las palabras
acuéstate en las arenas negras
y que el mar te entierre
y que los cuervos se suiciden en tus ojos cerrados
cuídate
no tientes a los ángeles de las vocales
no atraigas frases
poemas
versos
no tienes nada que decir
nada que defender
sueña sueña que no estás aquí
que ya te has ido
que todo ha terminado
También quise compartir con Hugo un enlace que a medias se me ocurrió, a medias recordé mientras él nos decía algo sobre la vida de Alejandra. Por eso, justo antes de que pasara a la siguiente lectura, levanté la mano y pedí permiso para hablar.
Esa mañana, buscando estimularme, había escuchado el programa del 30 de diciembre, el último que se hizo en la radio. Allí, Hugo y Adriana recordaban los comienzos de Parrafus en Nacional, cuando iba los jueves en “Por amor al arte”. “Los jueves, milagro”, le decían, por el asombro que les provocaba la infaltable respuesta correcta. Cuando escuché esto, que no recordaba, lo enlacé con una frase que se desliza en el prólogo del libro de Hugo sobre Guinzburg: “Dale una oportunidad al milagro”, frase que luego sabremos era una especie de lema o emblema del petiso. Pensé que a la noche, si tenía oportunidad, en un aparte, antes o después del juego, le preguntaría a nuestro conductor si él conocía de antes esa frase de Guinzburg. Pero la oportunidad la dio la inesperada lectura de Alejandra Pizarnik, que me hizo recordar unos versos de ella que siempre me digo:
Sería un milagro que G. me amara,
pero debería suceder este milagro.
Debería suceder este milagro,
no solo por mí, sino por todos.
Milagro de semana en semana, de día a día, milagro siempre; milagro al que cabe abrirse, al que hay que abrirse, permanentemente; milagro que, cuando sucede, es la esperanza de un milagro para cada uno.
Continuará
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