Rebobinando sin contemplaciones en la crónica diré que, cuando las puertas se abrieron, del lado de adentro de la sala, en la primera penumbra, dos chicas recibían al público programas en mano. Una, la morocha, nos entregaba uno con las actividades de agosto del centro cultural. La otra, rubia, repartía el que se refiere al Parrafus en vivo. En este figura la “Marcha Parrafista” que Mónica Paradiso ya citó en el Blog.
Cada uno con sendos programas, nos adentramos en la penumbra rumbo a las filas de sillas cercanas al escenario. Los seis integrantes del grupo de referencia nos sentamos bastante juntos, pero dejando un par de filas semivacías adelante. Enseguida, cuando en el blanco y negro del despojado escenario se hizo presente Hugo, entre él y la chica rubia de la entrada nos arengaron para que nos amucháramos más cerca. Entonces, incorporándome para el reagrupamiento, miré a la mujer. Había reconocido su voz.
“Voz tabacal”, dije al recomendar aquí el espacio de tangos que ella tuvo durante unos meses en Nacional, los domingos a la tarde, durante un receso del fútbol. La mujer rubia era Adriana Baldessari.
Ahora no la percibí tan áspera, pero una leve cadencia canyengue, un acento de arrabal, precisamente tanguero, me lleva de esa voz a pensar en el cigarrillo y la noche. Quién sabe por qué.
Adriana, la perenne productora de Parrafus, permaneció parada contra la pared, del lado de los asientos donde yo me encontraba, presta a acercar el micrófono a quien fuera a dar respuesta a los enigmas del juego. Volví a mirarla con atención las dos veces que se lo acercó a Mariano Pagnucco, el especialista en Fontanarrosa.
¿Una descripción de la mujer rubia? Aparte de esto, el color de su pelo, y de su voz (que algunos recordarán del último Parrafus en la radio), no diré más. Vayan al próximo encuentro, el 1º de septiembre, y vean por sí mismos.
Desde el borde del escenario, Hugo agradecía y nos daba la bienvenida. Después anunció que una figura invitada amenizaría la reunión con su música. Después refrescó las reglas del juego, adaptadas al vivo. Y después recitó aquel poema.
-Calderón –dijo López Motta desde atrás.
-No –dijo Hugo-. El autor no es Calderón.
Yo miré a Marta Zander, sentada en la misma fila, al otro lado de Fernando. Le hablé, instándola a que respondiera.
-Marta –musité, y señalé con la cabeza hacia el escenario.
Había pensado que el poeta podía ser Garcilaso. Y como ella ganó el juego cuando este autor pasó por Parrafus, supuse que podría confirmarlo. Pero Marta me miró sin comprender.
Fue Laura Falcoff la siguiente en arriesgar:
-Quevedo –dijo.
-¡Sí! –se alegró Hugo, y así Laura fue la primera ganadora de la noche.
Después del poema inaugural y de los dos intentos cuentísticos con Fontanarrosa, pasamos al género más frecuentado, por mucho, en el ciclo nocturno de Parrafus: Novela.
El nombre del primer capítulo, más algunos apellidos y títulos honoríficos que se mencionan en las primeras líneas, me trajeron reminiscencias. No la leí, pero sin duda había hojeado esa novela, suponiendo que algún día aparecería en el programa. Se trata ya de un clásico, menor quizá, pero inmensamente popular: “El fantasma de la ópera”, de Gastón Leroux. Marta Zander fue quien, ahora sí, se hizo oír con la respuesta correcta.
(Marta Zander con Hugo)
Con este autor y con otro que vendría luego se dio algo para mí inesperado. Había pensado, y lo comenté con los compañeros oyentes en la antesala, que Hugo traería a este encuentro lecturas “ganables”, de fácil reconocimiento, para que no se nos presentara ningún Ininterruptus. En tal sentido, supuse que todos los autores que aparecieran en la noche serían de los ya leídos en la radio. Pero nada de esto fue así.
Mi ocurrencia fue desmentida por la primera obra elegida, el cuento de Fontanarrosa que nadie descifró. Y, sobre todo, por la aparición de dos autores que nunca pasaron por el juego. Uno de ellos fue el francés que reconoció Marta. El otro llegaría cuando se leyera la segunda novela de la noche.
Pero antes, tras este segundo Parrafus felizmente Interruptus, nuestro conductor nos sorprendió con otro “sucursal”. Pidió la música al operador de sonido de la sala y preguntó de cuál película era banda sonora aquel tema. Sorprendente fue también el ganador, y reconfortante lo que su aparición suscitó. En pocos segundos, Roberto Saiz, profesor de teatro y viejo amigo de Hugo, respondió que la película era “Un fantasma en el paraíso”.
(Roberto Saiz con su viejo amigo)
El maestro Saiz, invitado al escenario, fue reconocido entonces por una espectadora de la primera fila. La mujer preguntó si se trataba del mismo que daba clases, allá en los años `80, en el museo Castagnino, donde ella aprendía a ver cine con unos cursos que daba el maestro Paredero. En efecto, se trataba del mismo Roberto Saiz, quien por entonces formaba parte del recordado grupo teatral “Los volatineros”.
Fue agradable el espectáculo del reencuentro de dos viejos amigos, formadores ambos de artistas y de espectadores, y más agradable me resultó saber que aquella mujer de la primera fila era Mónica Paradiso, la última y más activa incorporación en el staff de este Blog, a quien hasta ahora sólo conocía a través de mails y del teléfono.
Continuará
1 comentario:
Fue una experiencia encantadora conocerlos. Hermoso y minucioso relato Perenchio. Estoy ansiosa esperando el resto.
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