"Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tu el lector de estos ejercicios, y yo su redactor" Jorge Luis Borges
domingo, 8 de agosto de 2010
Parrafus en Caras y Caretas (2): Preámbulo
Lo que quería decir era que para mí, un simple trabajador aficionado a la lectura, era una satisfacción complementaria que Parrafus Interruptus volviera al ruedo en el centro cultural de un sindicato. Pero cuando nuestro conductor me invitó a subir al escenario mis dos piernitas flaquearon, las luces me dieron calor y tantas “nenas” de Hugo (Mónica, Marta, Laura, etc) me estrangularon la voz.
Tal vez no sea correcto empezar la crónica del acontecimiento del miércoles con este recuerdo –cercano, vívido todavía, pero recuerdo ya. Sin embargo, creo que el reconocimiento de Hugo para el creador de este Blog debe ser extendido ya mismo a todos los que participaron y participan en este acompañamiento virtual de Parrafus: todos sus coautores, sus colaboradores eventuales, sus lectores, y también los oyentes que, aun sin interesarse nunca por él, toleraron la generosa cabida que nuestro conductor le dio siempre en el programa. A veces recuerdo y me maravillo del nivel de injerencia que esta página alcanzó, del auténtico diálogo que estableció con nuestro conductor, de las polémicas que se suscitaron, de los monólogos que él permitió, incluso, al leer de aquí textos completos (coplas de Terreno, recuerdos de Marta Zander, un cuento de las Paradiso).
Pero el supremo Parrafista es Paredero.
Esto se puso de manifiesto una vez más el miércoles, cuando nos recibió en el centro cultural Caras y Caretas con la sencilla bonhomía y el expansivo entusiasmo que ya le conocemos, su amoroso arte de siempre. El arte de su lectura.
Siempre pensé que no es tan fácil leer. Es más fácil ver películas –aunque sean subtituladas. De ahí que, con el correr de los años, el cine, junto a todo el espectro audiovisual en permanente avance, gane más y más adeptos. Los productos del “séptimo arte” ya vienen procesados y precocidos por los diarios y otros medios.
Leer libros es más difícil. Hay que abrir y sostener el libro con las manos y, de alguna manera, como cada uno pueda pero activamente, dinámicamente, adentrarse, participar en ese universo de cartón, papel y tinta.
Pero más difícil es leer en voz alta, para otro. Yo no puedo hacerlo. Cuando intentaba leer para Cristina (o para otras damiselas), años ha, la voz sencillamente no me respondía; enseguida, a las pocas líneas, el sentimiento de impostación, lo forzado de la práctica, me superaba. Tenía que rendirme y abandonar. Ahora todavía no lo intenté con Esteban, no sé cómo me irá cuando él empiece a requerir el consabido cuento para dormirse. Tal vez me vaya mejor, porque el nenito bueno, con tu auténtico interés por todo lo nuevo, será un público más estimulante. Cristina (al igual que todas las damiselas que conocí) no es lectora. A ella se le atrofió casi todo el interés por los libros, creo, con las áridas lecturas que debió transitar para egresar con éxito de Ciencias Económicas. Por ahí te lee un Paulo Coelho o un Stephen King, o hasta una Claudia Piñeiro, pero no te pongás a recitarle a Garcilaso de la Vega o a Silvia Plath porque la incredulidad y el estupor se le empiezan a filtrar por las pupilas hasta que un franco aburrimiento hace eclosión y te enmudece. Pero cocina bien, es responsable en su trabajo (demasiado para trabajar en el estado) y, como madre, no deja de mejorar día a día.
Es cuestión de tener un público acorde, entonces. Así puede leerse con fluidez y eficacia. Y a través de la radio (como antes en otros ámbitos, sin duda) era factible que Hugo lo percibiera y lo encontrara.
Pero igual, ir todas las noches y sentarse a leer en voz alta, en principio para un operador y un par de colaboradores, no es algo que pueda sostener cualquiera. Hay decenas de locutores o comunicadores u “hombres de radio” carentes de la mínima sensibilidad, precisión o matiz que requiere la simple lectura del diario. Con Hugo, en cambio, uno siente otra cosa. Hugo lee a lo David Soul. Pude comprobarlo ahora en vivo: Hugo lee para un público de uno. Entonces…
¡Se cumplió mi sueño! ¡El miércoles Hugo leyó para mí! ¡Y justo en los días del auge del matrimonio puto –como dijo Barcelona! (*)
Excuse-moi. Mejor vayamos a la crónica.
Diría que estuvo lindo, si no fuera que ‘lindo’, según Nietzche, es una palabra para que utilicen las mujeres y los niños.
Digamos entonces que se puso bueno, como dicen hoy.
La noche no era tan fría como las anteriores. Llegué por la calle Venezuela desde el bajo, pasando por el noventista edificio de TyC. Al centro cultural del SUTERH no lo conocía. Me encontré con un lugar de espacios amplios, techos altos, construcción antigua. Ingresando por el ancho corredor de acceso, a la izquierda está la antesala del teatro y hay un bar. En la antesala, allá a lo alto vi a Fernando Terreno. El lungo ingeniero de Chacarita, siempre peligroso competidor en los certámenes mensuales, conversaba con un muchacho de anteojos.
A Fernando lo conocía del primer Parrafus en vivo de la Feria del Libro, el que se hizo a la tarde, sin emisión al aire. Después nos habíamos encontrado una tarde en el centro a intercambiar material musical (Claudina y Alberto Gambino por Paco Ibáñez). Nos saludamos y me presentó al joven que lo acompañaba. Era Mariano Pagnucco, uno de los hacedores de “Narrativa radial”, un programa que va por “La voz de las Madres” los domingos a la noche. Con él habíamos cruzado unos mails en algún momento, a propósito de Parrafus y Losparrafistas. Con Fernando coincidimos en que, a pesar de las dificultades de cada uno, por ser el primer reencuentro con Hugo, teníamos que estar.
En eso estábamos, tratando de romper el hielo con una charla difusa, cuando hizo su aparición alguien destinado a derretirnos, a pesar de la escarcha de Bahía Blanca que aún le adornaba el cabello y los lentes. Sí, llegada esa misma mañana desde su ciudad del sur bonaerense, tierra de nuestro Parrafista Nº 187,la profesora de matemáticas y ganadora reincidente de Parrafus Interruptus (también colaboradora de esta página), con ustedes... ¡Marta Zander!
Personalmente, esto constituyó la primera, muy especial satisfacción de la noche. La señora Zander, tal vez sin saberlo del todo, fue importante propulsora de este Blog, o de su continuidad, con un ríspido pero estimulante Comentario que hizo a alguno de mis primeros balbuceos en estas lides de la Internet. Además, su aparición del miércoles se constituyó en una más de aquellas magias de Parrafus: después de varios meses sin ningún contacto con ella, el lunes, paveando con eso de “Parrafus TV”, yo había escrito que quizá (“¿por qué no?”) Marta esta semana podría estar de vacaciones en Buenos Aires.
Después llegó Laura Falcoff, otra de las oyentes de la primera hora, y se integró al grupete. Colega y gran amiga de Hugo, ella tampoco podía faltar en este retorno de Parrafus. Conversando, se asombró cuando le respondí que Esteban tenía dos años (“¡¿Ya?!”), y yo me asombré que el nacimiento, los años, la existencia de un niño suburbano del común, a la sazón mi hijo, estuviera en mente de tan importante personalidad –y de tan lindos ojos. Por cierto, también se habló del trabajo de Soledad Villamil, acerca de cuyo último éxito, “El secreto de sus ojos”, Fernando dijo... que todavía no la había visto. A mí, tal vez extrañamente, la película me gustó, aunque después de verla me sembró una duda escuchar por ahí que el tema, o el final, tiene alguna semejanza con “Un burgués pequeño, pequeño”, aquella con Alberto Sordi. Y como ya dije en la charla con José Pablo Feinmann, cuando gané con “Ultimos días de la víctima”, de Campanella también me gustó “Ni el tiro del final”, una poco conocida película que filmó en Norteamérica.
El que llegó al final fue un hombre menudo, de barba, entrado en años, que entró a la antesala y merodeó solitario entre la gente. Al verlo, recordé una foto que Quique Figueroa había subido una vez al Blog. Fernando, por su parte, no sé por qué indicios, preguntó si ese no sería Roberto López Motta. Yo dije que sí, que estaba casi seguro. Sin embargo, un aire huraño que me pareció notarle impidió que atinara a acercarme. Pero lo hizo el más audaz y amistoso Terreno, y efectivamente aquel era López Motta, el locutor y poeta de Sarandi. Se acercó a nosotros, charlamos, y su elocuente, intenso ceño se distendió en parte. Pero seguí viéndole un aspecto de viejo bardo de la puta madre –a lo Fijman-, lo cual me amilanó un poco.
Y estos fuimos, estos seis, tímidamente agrupados entre el resto del público, los que pasamos a la sala cuando las puertas se abrieron.
Como en la anterior ocasión en que Párrafus Interuptus se jugó fuera de Nacional (como entremés de Hugo en su paso por Mitre, en enero de 2008), esta vez el autor elegido para el primer enigma fue Roberto Fontanarrosa. Como en aquella ocasión, el juego padeció cierta desprolijidad o percance. En Mitre fue la salida al aire de oyentes con la respuesta inexacta. En Caras y Caretas se trató de que el primer cuento, leído durante cinco minutos, no fue reconocido.
Según las nuevas reglas, Hugo pasó entonces a otro relato, indicando que este segundo título era el que daba nombre al libro. Esta vez, en pocos segundos, el joven Mariano Pagnucco dio con la respuesta correcta: “El rey de la milonga”. (El título del primer cuento, como ocurría con los viejos Ininterruptus, permaneció incógnito.) Y esto no fue todo: a renglón seguido, nuestro conductor mandó el segundo concurso sucursal: ¿Cómo se llama la primera novela de Fontanarrosa? “Area 18”, arriesgué yo, sin éxito. “Best seller”, dijo Mariano con seguridad, y volvió a ganar. Dos al hilo del joven Pagnucco. Claro, se había sentado a mi lado...
Pero estoy pasando por alto el primer juego de la noche, y resulta que, al comienzo, después de unas palabras de bienvenida y preámbulo, Hugo anunció que recitaría un poema. Lastimosamente, no recuerdo ni el tema ni uno solo de sus versos. La emoción de estar allí, de que este momento tan esperado hubiera por fin llegado, me nubló el entendimiento en esos primeros minutos. Además, Hugo no avisó que luego preguntaría por el autor de aquel poema, que ese, el antiguamente llamado sucursal, era el primer enigma de la noche.
Continuará (**)
(*) Para explicarse esta nueva efusión “igualitaria”, repasar la Entrada titulada “Mi Parrafus Interruptus”
(**) Como tenemos todo el resto de este mes hasta que llegue el próximo encuentro, voy a dosificar, hacer durar esta crónica. Además, es solo hasta acá que pude borronear algo anoche en el trabajo. Así que: continuará.
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