"Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tu el lector de estos ejercicios, y yo su redactor" Jorge Luis Borges
domingo, 17 de agosto de 2008
Elencos estables
En las radios que puedo sintonizar en el banco, la franja de 21:00 a 22:00 me resulta un desierto. Excepto tango en la “2 x 4”, no hay nada. Entonces, en las últimas semanas, desde el comienzo del nuevo torneo del Nacional B, escucho otra vez el “Informe tricolor”, por AM 680, radio Magna.
Se trata, como su nombre sugiere, de un programa con información acerca del glorioso Club Atlético Chacarita Juniors. Lo hace desde hace quince años, o más, el periodista Oscar Scoton.
Los lunes y martes, tras la fecha del fin de semana, está bueno. El resto de los días no lo escucho porque estoy en casa y tengo mejores cosas que hacer; además, no soy tan fanático del fútbol; además, no sé si hay tanto para decir en torno a un partido y un equipo durante toda la semana. Pero para esa horita de las dos noches laborales, viene bien. A través de los años, según mis posibilidades, y según cómo le vaya a Chaca en el campeonato, cada tanto vuelvo al “Informe tricolor”, como quien vuelve al viejo bar de los amigos.
Precisamente, algo de tertulia cafetinera tiene la audición, porque la hacen, además de Scoton y sus colaboradores, los hinchas que llaman por teléfono. Charlando al aire, alaban o critican la actuación de los jugadores o el planteo del técnico, desconfían o se esperanzan con las compras de cada temporada, polemizan con los conductores o con el que llamó antes. Son oyentes fieles y mucho más entusiastas que yo. Y, además, el otro día me di cuenta de que son siempre los mismos. Oscar de Flores, Norberto de Parque Chacabuco, Abel de San Martín, Daniel de Ciudadela, Ulises de Villa Urquiza… Unos 15, o 20, o 25 que se alternan a lo largo de los días. Una especie de elenco estable que, a veces, se mecha con alguien nuevo –o menos frecuente, nuevo para mí.
Al detectar esto –algo que en otras épocas no notaba, o no me importaba-, me acordé de que algunas veces, allá en los tiempos en que descubrí el programa, pensé en llamar y saludarlos a Scoton y su gente, y felicitarlos por su estoica labor en torno al sufrido funebrero. Pero, tal vez ya entonces, esa reiterada aparición de unos mismos oyentes, que hablaban con ellos con una firmeza y confianza nacidas, quizá, de la común frecuentación de las canchas, me intimidaba, y nunca llamé.
Escuchando entonces las otras noches (tras la derrota inicial con Atlético Rafaela), al recordar aquella pretérita intención frustrada, pensé de repente en nuestro Párrafus. Y tras la inmediata aparición de las dos nuevas ganadoras de esta semana, me pregunté si ellas, junto a otros oyentes todavía incógnitos, se sentirán también intimidados por el elenco estable de reincidentes golosos que una docena o algo así de nosotros hemos constituido.
Me imagino sin dificultad a un oyente que sintoniza con interés pero con calma; que disfruta de la totalidad del programa, más allá del momento del juego; que alguna vez, cuando la lectura comienza, reconoce la obra, recuerda con certeza al autor, y piensa en ir hasta el teléfono y llamar, participar también él del espacio… pero vacila, no cree llegar a tiempo, o no sabe cómo lo van a atender, qué le podrán preguntar, o qué podrá decir cuando lo pasen al aire, cómo allegarse a la charla, de qué hablar con Hugo, y qué pensarán cuando lo escuchen los otros oyentes, sobre todo los “ganadores”, tan firmes, tan confiados, tan naturales… Y entonces no llama.
Y así, como ese, otros tantos.
Y entonces llama uno de los otros, de nosotros.
Sin embargo, a veces alguien atraviesa la barrera de golosos.
Esta semana, dos damas: Cristina Oller, de Quilmes, locutora y gestora cultural, y la abuela Aída Lascala, jubilada como empleada doméstica (como mi vieja), de Chivilcoy. Las dos con novelas: Cristina con “Un viejo que leía novelas de amor”, del chileno Luis Sepúlveda; y Aída con “La pianista”, de Elfriede Jelinek, la austriaca ganadora del premio Nobel.
Felicito y saludo a las dos, y les deseo sinceramente que repitan sus triunfos –así impiden el de los otros reincidentes.
Y hasta chau.
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