domingo, 3 de agosto de 2008

Toni por Antonio


EPIGRAFES OLVIDADOS o ACTO FALLIDO


“Escribir es el último recurso que se tiene cuando se ha traicionado”
Jean Genet

“Si no se puede llegar a ser un gran artista o un gran soldado, lo mejor es convertirse en un gran criminal”
Arsenio Lupin

“Usted será una gran terapeuta, pero yo soy un gran neurótico”
Marcelo Perenchio a la Lic. Lilian Berisso, en sesión, circa 1998



HACIENDO GALA DE MI IGNORANCIA o ACEITE DE LAS PIEDRAS

De Antonio Gala no sé casi nada. Sólamente que es español y que una de sus novelas, “La pasión turca”, la que se leyó en Párrafus este lunes, fue llevada al cine. Y de la película sólo recuerdo una imagen de Ana Belén reclinada hacia delante, apoyada en un taburete, ofreciendo la grupa desnuda a un señor (¿un turco?) que se le acerca desde atrás.
Creo que alguna vez, hace años, en algún medio confiable (“El porteño”, “Crisis”) leí algo que me hizo pensar que Gala podría ser de mi agrado. O tal vez fue un artículo suyo, de los que, según Hugo, originalmente aparecían en “El país” de Madrid. Pero cuando, recientemente, ví en oferta “La pasión turca” y la tomé para mirarla un poco, la contratapa, la solapa o el comienzo no me convencieron, y la dejé en su lugar. Sin embargo, ese vistazo me sirvió para ganar el lunes.
(Sobre el Párrafus del domingo, que no fue, digamos a los que no escucharon al día siguiente que Hugo contó, ante mi requisitoria, que un viaje imprevisto o dilatado a sus pagos le impidió volver a tiempo para hacer el programa.)


LIBROS SI, INTERNET NO o TONI POR ANTONIO



La opinión de Marta Zander, que apoya mi idea de prescindir en todo lo posible de las búsquedas en la red para este Blog, me estimula hoy, en esta bonita tarde nublada de viernes, a sentarme junto a Esteban y trabajosamente tipear algo tomado de un libro.
A este libro no lo tenía muy presente en los últimos tiempos. Es uno de los tantos –la mayoría- que quedó en mi biblioteca de soltero, en casa de mi vieja. Cuando fui de visita este miércoles, al observar melancólicamente los estantes, me saltó a la vista; lo saqué, lo hojeé y me llevé una sorpresa; o dos.
Se llama “Conversaciones con escritores norteamericanos” y el entrevistador es un tal Charles Ruas. Lo editó Sudamericana en 1986. (En la última página, donde yo ponía la fecha de mis compras, dice 17/10/95). Está traducido por Carlos Gardini, a quien conozco como autor de cuentos de ciencia-ficción, vinculado en su momento, creo, a la revista “El péndulo”.
Lo primero que me sorprendió es que de los 14 escritores entrevistados, solo 3 fueron leídos en Párrafus. Y son, la mayoría de ellos, bastante destacados. También hay un par de absolutos desconocidos, que yo, a pesar de mis extendidos picoteos literarios, jamás ví mencionar en otra parte. Nombro a uno: Robert Stone. Pero claro, la edición de este libro fue originalmente para el mercado norteamericano, y estos autores, allá, deben ser muy célebres, o habrán tenido su cuarto de hora. Aunque no creo que, por ejemplo, aparezcan jamás en nuestro juego. Pero la mayoría sí, tienen que aparecer, y no me explico cómo no llegaron todavía…
Nombro a los tres que ya pasaron por la voz de Hugo: Truman Capote, Tennessee Williams y (aquí la segunda sorpresa) Toni Morrison.
No recordaba haber leído esta entrevista a la autora negra que, hace poco, hizo posible una de mis victorias. Es posible, se me ocurre hojeándola ahora, que en su momento no la leyera completa. Pero ahí se habla de su primera novela, “Ojos azules” (aunque se menciona otra traducción), y puede ser que esto ayudara a mi asombrosa recuperación de ese título.
Copio algunos pasajes de la entrevista.

“Se llama Chloe Anthony Wofford y nació en 1931 en Lorain, Ohio, el ámbito de sus primeras novelas.
(…)
“Toni Morrison publicó su primera novela, ‘The Bluest Eye’ (‘El ojo más azul’) en 1969, seguida por ‘Sula’ (1973). Su reputación se afianzó con ‘Song of Solomon’ (“El cantar de Salomón”, 1977).
(…)
“En ‘The Bluest Eye’ se retrata una comunidad del Medio Oeste a través de los ojos de una niña, Claudia, durante un ciclo de cuatro estaciones. Su mejor amiga, Pecola, ansía tener ojos azules, una característica especial, tal como su madre se refugia en la inmaculada cocina, donde puede olvidarse de su cruz, Pecola, y de su ‘corona de espinas’, Cholly, el esposo alcohólico. En un momento de ebriedad Cholly Breedlove viola a su hija. La respuesta a la oración de Claudia tiene el efecto de una implosión que destruye a su familia y augura la eventual desaparición de la comunidad.
(…)
“C.R: ¿Qué la impulsó a escribir ‘The Bluest Eye’?
“T.M: No sé. No quería ser escritora cuando fuera grande, sólo quería ser adulta. Comencé a escribir ese libro como un cuento corto basado en una conversación que tuve con una amiga cuando era pequeña. Hablábamos sobre la existencia de Dios; ella decía que no existía y yo decía que sí. Ella me explicó por qué no: había rezado cada noche durante dos años para tener ojos azules, y no los tuvo, así que El no existía. Recuerdo que la miré, la imaginé con ojos azules y pensé que sería espantoso que respondieran a esa plegaria. Ella me parecía hermosa. Comencé a escribir sobre la niña que quería ojos azules y el horror de que se cumpliera ese deseo; y también sobre toda la cuestión de la belleza física, y el dolor de ese anhelo de ser otra persona, que pese a ser devastador formaba parte de todas las mujeres que eran periféricas en la vida de otros.
(…)
“C.R: Sus personajes tienen sueños y ensoñaciones, pero también acuden espíritus a hablar con ellos. Usted distingue eso de lo religioso, que a menudo es estrecho y rígido.
“T.M: Cuando niña me crié escuchando historias de fantasmas. Contar historias era parte de la diversión. También me crié con gente que las creía. Cuando contaban historias sobre visiones, no las contaban como si fueran visiones. Mi padre decía: “Oh, hay un anillo alrededor de la luna; eso significa guerra”. De hecho, había guerra en 1941; no sé si además leía los diarios. Mi abuela me preguntaba acerca de mis sueños y, según el contenido de ellos, acudía al libro de los sueños, que podía traducir los sueños en números de tres dígitos. Ese era el número que uno jugaba en el juego de los números. Se sueña con un conejo, o la muerte, o una boda, y además el color es importante. Soñar que se moría con vestido blanco o vestido rojo… y las bodas siempre significaban muerte y la muerte siempre significaba bodas. Me interesaba mucho porque ella acertó mucho con mis sueños durante un par de años.
“C.R: ¿Dice usted que ella ganó dinero basándose en sus sueños?
“T.M: Vaya si ganó dinero (ríe). Cuando dejó de acertar con mis sueños, dejó de preguntarme.
(…)
“T.M:… No pudo haber otra sociedad esclavista en el mundo con una ley para los esclavos fugitivos. No hubiera funcionado entre los griegos y los romanos, porque todos eran muy parecidos. Pero el color de la piel delata a un negro. Los restos y vestigios de la esclavitud se conservaron mucho tiempo más de lo que hubieran durado si hubieran esclavizado a… supongamos que hubieran decidido comprar irlandeses y dispersarlos por doquier, tal como en efecto hicieron. Cuando dejaron de hacerlo podían distinguir al esclavo por el nombre o la religión, pero no podían decretar leyes segregacionistas. Los negros, a causa de la diferencia física, podían ser vistos como esclavos, y en consecuencia hoy se los ve como los pobres visibles. Nos consideran la clase más baja porque nos pueden identificar así. No importa nuestra vestimenta ni el barrio donde vivimos, aún somos visibles de esa manera. La visibilidad ha permitido que los prejuicios duraran más. El prejuicio no existe porque seamos negros. El prejuicio existe porque podemos identificar a las personas que en un tiempo fue esclava o pertenecía a la clase baja, y el sistema de castas puede sobrevivir más tiempo. En la Alemania nazi encontraron un modo de identificar a los judíos pegándoles una etiqueta para señalarlos. Usted sabe a qué me refiero: ellos necesitaban una marca. Pero aquí hay gente que es negra.
“C.R: ¿Usted cree que los prejuicios se desgastarán, o que siempre se renovarán?
“T.M: No, creo que toda su gente cree eso porque se lo enseñan. Creo que durarán mientras la economía permanezca tal como está.”

Este último fragmento es el final de la entrevista.
Charles Ruas, por supuesto, es blanco.


BIENVENIDO A LA BATALLA u OTRO GALLITO



Lo noté un poco gallito, y me gustó. Antes de despedirse, dijo algo así como que “ahora participo yo”.
Se llama Eduardo González y es vecino de Témperley. Primera vez que gana a la noche (es el ganador número 61), pero ya conocía el juego de los tiempos de “Por amor al arte”. Por entonces, resultó ganador varias tardes de jueves. Justamente, recordando esos tiempos, con Hugo dieron una precisión que yo conocía a través de Fernando Terreno, el compañero oyente de Chacarita, pero que nunca había escuchado en el programa: los autores (128) que pasaron en las diferentes épocas de Párrafus, pueden ser (y están siendo) repetidos en el actual ciclo nocturno. Eduardo, al mencionar un par de sus pretéritas victorias, nombró a uno y uno; uno ya repetido, Ernesto Sábato, de quien se había leído “Sobre heroes y tumbas”; el otro… uno que yo espero hace tanto, y que también nombré ingenuamente en una de mis primeras charlas con Hugo. Además, hablando de sus preferencias o lecturas recientes, al hombre de Témperley se le escaparon los nombres de un par de autores más que todavía no se leyeron, pero nuestro conductor, enemigo de pistas, signos y presagios, cambió sutilmente de tema.
Y en otra cosa que contó (que además me dio una idea para hablar en mi próxima aparición), noté un dejo provocador, desafiante, que, ya dije, me gustó. Dijo Eduardo que, varias veces, si no le interesaba el libro anunciado por Hugo como premio, se privaba de ganar; sabiendo la respuesta, dejaba que llamara otro oyente. De hecho, anoche, antes de hablar de las obras con las que había ganado, recordó los libros recibidos –entre ellos, el envidiable “El traductor”, de Salvador Benesdra. Gallito el muchachón, ¿no?
Anoche, Eduardo ganó con la lectura de “Palo y hueso”, un cuento de Juan José Saer. En verdad, como se dijo en la charla, era uno de los más esperados; una de las celebridades literarias nacionales que estaba faltando. Varias veces yo había pensado en él; cuando Humberto Constantini (la noche del primer Ininterruptus), cuando Paco Urondo, hace poco… Aunque sólo leí un cuento suyo, en una antología: “Verde y marrón”, creo que se llama. No conozco nada de su celebrada obra novelística. Vi una vez un fragmento de la película “Cicatrices”, basada en Saer, y me gustó, pero nunca pude volver a engancharla. Hace poco creo que se filmó otra cosa, dirigida por Sergio Renan, “Tres colores” o “Tres corazones”, con Luis Luque. Vi una parte cuando la pasó Morelli en canal 7; pero era sábado y me dormí temprano. Anoche, en el programa, se habló también de la versión fílmica de “Palo y Hueso”, realizada por Nicolás Sarquís.
Ahora, a propósito, me acuerdo que, en el Blog, aludí a Saer en aquel texto seudodelirante que me inspiró la victoria de Quique Figueroa con “Arsénico y encaje antiguo”.
Y a propósito, ¿alguien sabe algo del oyente y blogista de Trelew?

AGOSTO FECUNDO

Agosto (a pesar de su nombre) empezó fecundo en Párrafus, con un ganador nuevo en el primer juego.
Enhorabuena, compañeros oyentes, y buenas tardes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces uno solo quiere compartir algo que encontró en la red porque le pareció interesante, conmovedor o bello. Tanta exigencia no estimula la participación siempre reclamada por el creador de este blog.

Marcelo Perenchio dijo...

Sandra, no lo decía por nadie en particular -excepto por mí. Claro que todos pueden participar y aportar lo que quieran. De todos modos, te cuento que en estos días me acordé de que te debo un agradecimiento especial por lo que contaste de vos y tus mellizos y el papá, en ocasión del nacimiento de Esteban. Mi agradecimiento general consistió en aquel viejo texto sobre la libertad pajarona, pero lo tuyo -que es del orden de lo que yo "reclamo"- merecía algo más. Un beso para todos.

Quique Figueroa dijo...

Aquí estamos Perenchio. Sigilosos, cautos, al acecho. Tan solo que luego de entradas tan largas, se hace ominoso intentar hilvanar una entrada. A propósito de su baño de humildad/humanidad, espero no tenga la radio cerca del agua, para evitar potenciales cortocircuitos.
El tema es que tanto párrafus, hace que el vicio litero-radial sea menos anhelable, por estar a las puertas de cada medianoche, cual conde de Transilvania, y sus secuaces. Serán ellos quienes bebieron todo el rojo líquido desde mis yugulares, y por eso se hace escasa la conexión de mi neurona?