domingo, 6 de diciembre de 2009

Palabras sin límites

Mencioné la otra noche que a “Trainspotting” la vi en video, cuando salió con una revista -con el subtítulo “Sin límites”. Después de cortar con Hugo, recordé que mi interés por esa película nació con una nota de tapa de “Radar”, el suplemento de Página 12, en ocasión de su estreno. Hoy busqué ese suplemento en casa de madre (es del 15 de septiembre de 1996 y el título principal es “Tirame las agujas”) y encontré que la nota está firmada por Carlitos Feiling. Feiling es el autor de “El mal menor”, novela con la que también gané este año en Párrafus.
Extracto de allí lo siguiente:

“’Somos la clase de gente de la cual nos previnieron nuestros padres’, memorable frase del pintor eduardiano Augustus John que podría estar tranquilamente en boca de cualquier personaje de ‘Trainspotting’.
(...)
“Narrada en off por su protagonista, Mark Renton, la película va siguiendo la vida criminal y sórdida que Mark lleva junto a sus amigos Sick Boy, Spud, Tommy y Begbie (que no es adicto a la heroína, sino al alcohol y la violencia) hasta el momento en que decide traicionarlos y no volver nunca más a Leith, el empobrecido distrito de Edimburgo donde nacieron. Como corresponde al mundo que pinta, ‘Trainspotting’ está llena de cosas horripilantes: el peligro del sida, un bebé que muere a causa del descuido de su madre drogadicta, sexo sin placer, una sábana llena de excrementos y vómito e inyecciones vistas en moroso detalle, pero su ritmo y su ácido humor negro lo vuelven todo soportable, enfatizan el mensaje de que Mark y sus compinches no son muy diferentes de los espectadores.
(...)
“El éxito de ‘Trainspotting’, sin embargo, vino precedido por el de un libro del mismo nombre escrito por el escocés Irvine Welsh (autor de ‘The Acid House’ y ‘Marabou Stork Nightmares’), que apareció en 1993 y se convirtió rápidamente en objeto de culto en toda Gran Bretaña. La palabra ‘Trainspotting’ designa un curioso pasatiempo británico, el de salir a ‘coleccionar’ trenes por el número que los identifica.
(...)
“En cierto momento, aprovechando que él se ha dado una sobredosis, los padres de Mark deciden ‘curarlo’. Para ello lo encierran en su cuarto, donde sufre una serie de aterradoras alucinaciones (los efectos especiales están bien aprovechados) por el síndrome de abstinencia. A medida que va retornando a la ‘normalidad’, sin embargo, los bebés que caminan por el techo le van cediendo el paso a cosas como un programa de preguntas y respuestas sobre el HIV y, para cuando se ‘recupera’, lo hallamos jugando al bingo con sus padres un sábado por la tarde, rodeado de personas tan embrutecidas por el tedio y el alcohol como él antes por la heroína.
(...)
“Para ver la película o leer el libro con ojos críticos (para apreciar sus virtudes con cierta perspectiva) conviene olvidarse de todo eso, que en inglés se llama despectivamente ‘hype’ y en castellano ‘venir muy inflado’. El libro tiene algunos golpes bajos (de los dos hermanos de Mark Renton, uno es soldado y muere en Irlanda del Norte y el otro, espástico, lo hace en el hospital en que ha pasado la mayor parte de su vida), mientras que la película no le hace asco a algunas inverosímiles estupideces (la novia adolescente de Mark no sabe nada de Iggy Pop, a quien llama ‘Ziggy Pop), pero sería un error garrafal tomarse de estos defectos o del ‘hype’ que rodea a ‘Trainspotting’ para consignar a ambos, libro y película, al limbo de cierta cultura juvenil, rockera y supuestamente poco profunda. (Por desgracia, se puede predecir casi con certeza que esto es lo que harán muchos intelectuales de por aquí nomás, si logran apartar la mirada de sus libritos de Peter Handke, sus ensayos sobre la posmodernidad y el preclaro horizonte de los 60).”

¿Ven? Por ironías como ésta última es que también me gusta tanto leer a Carlitos Feiling. ¿No tendrá alguien “El mal menor” para prestármela?

Para terminar esta apostilla a la primera semana de diciembre, y de acuerdo a lo prometido entre semana, he aquí el intento de trascripción de un soneto del compañero oyente Alberto Lagunas, de su libro “Cantos olvidados”, que Hugo recibió y nos leyó las otras noches.


COARTADA

Del desprecio no hagas daga oscura
que cubre con sus velos tu mirada.
Es el temor el arma consumada,
contraria a la pasión, la flor aún pura.

No hagas del temor el arma dura
que esconde el sentimiento en madrugada,
cuando la piel, los labios, la acusada
persistencia del tiempo te apresura

al despreciado abrazo, atrayente
de la piel desconocida de esa gente,
que te retiene en valles de dolor.

No es el perfume, espanto de la tarde,
es la memoria que con la fuerza arde
desafiando pretextos al amor.

Dijo nuestro conductor que la foto del profesor Lagunas que aparece en el libro no se corresponde con su voz. Yo creo que imaginar su voz recitando este soneto ayuda a desentrañarlo.
Enhorabuena por tu poemario, Alberto. ¿No me mandás un ejemplar?

1 comentario:

Mònica dijo...

Che otra vez!!!!!!!!!!!!! Nos admiran mucho!!!!!!!!!!