martes, 21 de septiembre de 2010

Huguito y Varelita



Varios oyentes llamaron y le preguntaron por Parrafus Interruptus a Hugo durante la charla con Adriana Varela. Este eco de la visita de nuestro conductor a la AM 750 justifica, creo, que me aparte una vez más del asunto central del Blog y comente ese encuentro.

¡Qué hija de puta! Desde el principio, cuando lo presentó en el arranque mismo del programa, la Varela anticipó que se iba a mear de risa con su invitado. ¡Y de verdad que lo pasó bien la chanchona!

Empezó recordando los tiempos en que Hugo, en la sección Espectáculos de Humor, no quería a nadie. Era malo-malo, parece, y en su sección repartía palo y palo a diestra y siniestra. Adriana se refería sobre todo, me parece, a los años del proceso, cuando realmente no había mucho de bueno para comentar. Ni en cine, ni en teatro, ni en la tele. Más adelante, con la democracia desperezándose, el filoso crítico empezó a suavizarse, contó la conductora. Hugo lo ratificó. Aquel reverdecer cultural le inoculó algo de escolar, dijo, un algo bienintencionado, esperanzador, pedagógico, y se volvió ‘bueno’. Recordó algo que una vez le escuchó a Jorge Schussheim: “Hugo Paredero, el ex niño terrible”, lo llamó. Y aquello, en ese momento, le cayó para el culo.

En este punto debo interrumpir con una de mis clásicas y antipáticas intromisiones personales en el relato. Es el momento de decir que yo (y me acuerdo de Alesteir Crowley, el mago inglés, “el hombre más malo del mundo”, que cada vez que se le escapaba la palabra ‘yo’ se hacía un corte en el brazo), yo compré un solo número de Humor, nuevo, en el kiosko. (Algún día voy a contar cuál y por qué.) Los demás ejemplares que tengo, unos 30 o 35, los conseguía de segunda mano en Parque Rivadavia, cuando tenían dos o tres o más años de antigüedad, y todos de la década del `80. Me gustaba leerla así, cuando hablaba de cosas viejas -publicidades caducas, espectáculos olvidados, gente muerta-, y a más bajo precio, claro, cosa de 3 X 10 $... También, ahora me acuerdo, más adelante, en los primeros años menemistas, me robé algunos de la casa de Pablo Graciani, que no sé cómo llegaban allí –las traería del trabajo o las compraría algún otro de sus asilados. Sin embargo, no puedo jactarme de haber pertenecido a la legión de lectores de Humor, así que un poco me perdí aquella gesta mítica de la publicación.

Pero la Varela, que tendrá unos años más que yo –y tendría mejores posibilidades monetarias-, empezó la charla con aquel tema, el inevitable. Hugo siempre dice que él quedó como casado con la revista, y es Hugo Paredero de Humor.

Otra cosa que contó de aquellos tiempos es que él no hacía trabajo de redacción. Es decir, escribía en su casa, cómodo, tranquilo, y sólo iba a la revista para llevar sus cosas. Pero iba generalmente a la hora de comer, y se juntaba con todo el grupete en almuerzos o cenas de larga sobremesa.

Inevitablemente, también, se mencionó a la revista Barcelona. Anfitriona e invitado estuvieron de acuerdo en que ésta es quizá equivalente a Humor en algunos aspectos, pero muy otra cosa. Personalmente, creo que ahora todo es más fácil, en el sentido de que todo está permitido (y casi todo está dicho), mientras que en los años de Humor, sobre todo en los primeros, había que ser muy inteligente o muy corajudo para decir ciertas cosas.

Entre los llamados que reclamaron su vuelta con “el programa de la noche que incitaba a leer”, se destacó el de Ana, de Pilar. Esta oyente mencionó el libro de un periodista de aquella zona, Alejandro Lafourcade, dedicado a la revista Humor. “Los irresponsables”, se llama, y sabe dios que siempre me pregunté por qué nadie había escrito nada sobre aquel hito cívico y editorial. Parece que Tomás Sanz estuvo en la presentación, realizada en noviembre pasado, así que debe tratarse de una historia seria, si la respaldó el querible ex jefe de redacción. Primera noticia que tengo de este libro, y voy a ver si lo consigo. Lo que había visto hace unos años era algo como un álbum recopilatorio, que se vendía en una cadena de disquerías, pero cuando lo hojeé no me interesó.

También se recordó, a partir de otro llamado, una nota de Hugo en contra de Gardel. “¿Todavía odiás a Gardel?”, preguntó el oyente. Hugo dijo que no tanto, ya, y contó que aquella opinión suya se refería a la dictadura que sobre los cantores posteriores, o sobre el tango en general, había ejercido la figura de Carlitos, o sus idólatras. En esto, Adriana estuvo de acuerdo, pero antes, al escuchar el mensaje, la Gata se desgañitó en otra de sus carcajadas, y dijo: “¿Vieron que era malo?”.

Se habló también de la experiencia televisiva que compartió con Horacio Del Prado, en 1985, con el programa pionero en esto de ocuparse de la misma televisión. No recuerdo haberlo visto jamás, pero supongo que habrá sido distinto a lo que hoy se estila tanto, y que tanto me disgusta. Es más, que me indigna. No lo digo sólo por los programas rialistas o canosos, sino también por TVR o Zapping. De estos últimos, no me gusta lo que tienen de policíacos. Me imagino un montón de empleados examinando archivos en busca de lapsus o contradicciones de artistas y políticos, para después ponerlos en evidencia en la pantalla. Pero, ¿evidencia de qué? Y esos empleados (o los que después seleccionan el material para elaborar esos productos), ¿no se contradicen nunca? Y, ¿ejemplo de qué quieren ser? Me acuerdo de una frase del loco Nietzche: “Y hay otros que dicen que es necesaria la virtud, pero en el fondo solo creen que es necesaria la policía”.

De su trabajo en radio Hugo declaró que siempre fue libre, y que le resultaría imposible llevar a la televisión un programa como “Por amor al arte”, un espacio de tranquilas charlas con invitados elegidos sin condicionamientos. En la televisión, ya hace tiempo, se abrieron las compuertas, se habilitó el derrame y hoy aquello hiede. Y ni hablar de Parrafus TV, por supuesto.

Por cierto, la Varela, como pancha por su casa, le preguntó a Hugo que le parecería la AM 750 para volver a la radio. “¿Te gusta el lugar? Acá vivió Belgrano…”, dijo, y volvió a reírse.

Algo que conocimos sobre nuestro conductor a través de esta charla es la música que más escucha. Preguntado al respecto, mencionó el tango, mencionó la música clásica, pero, al afinar la respuesta, habló de chanssonieres franceses y de Mina. Con razón tanto Charles Trenet y tanta Mina ilustrando musicalmente las lecturas de Parrafus, pensé. Ahora, cuando Adriana le esbozó una situación como el retorno a su hogar, el vuelo de los zapatos y el reposo en un sillón con un vaso o una copa de algo rico en la mano, y preguntó que escucharía entonces, Hugo sorprendió respondiendo: “Marley”. “Bob”, agregó, y provocó con esta precisión otra chorreada de risa de la conductora. Bob Marley, reggae… Se ve que el tipo se imaginó también con algo para fumar entre los dedos…

Pero, por supuesto, la entrevista de la Varela se ocupó centralmente del último libro de Hugo. Ahí, entresacando anécdotas de la biografía de Guinzburg, fue que ella, tal como anticipara, se meó y cagó de risa. Sobre esto no abundo porque ya todos los lectores habrán comprado el libro (¿no salió primero entre los más vendidos en la sección “No ficción” de ADN?) y habrán disfrutado de sus historias.

Y la charla terminó con mutuas protestas de amor, declaraciones de admiración, invitaciones cruzadas (“Pasá cuando quieras lavarte el pelo”, dijo Adriana) y más risas y felicidad y contentura y amistad.

¡Qué envidia, Hugo!

Felicidades y gracias a los dos. Valió la pena desechar la siesta…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué tal, soy Alejandro Lafourcade, autor de "Los irresponsables", el libro sobre Humor. Gracias por el comentario, pueden contactarme a lafale@hotmail.com
saludos