lunes, 22 de octubre de 2007

Lamborghini - Updike - Voltaire (y Rodolfo Valeri)

A veces la Internet tiene estas dificultades. Ya me pasò otras veces. Vengo al Blog para publicar algo y el sistema no me deja acceder. Hoy, lunes, recièn puedo poner lo que escribì entre jueves y viernes. Ya ayer pensè que quedaba un tanto desactualiado, tras la màs pertinente reseña de Quique Figueroa, y hoy, al leer el amable comentario de Marta, pienso que lo mìo estarìa un poco de màs. Pero, como mi texto tambièn se refiere al programa del martes -y abunda en el del lunes-, lo publico igual. Como se verà, quise ser amable con el nuevo oyente ganador, pero la verdad es que suscribirìa las observaciones de Quique sobre esta participaciòn. Ademàs, se observarà que me llegò muy especialmente -como Marta muy bien presiente- una determinada idea de Rodolfo.


Tanto hablar de estas cosas últimamente, de dones, de milagros, de magias, pareciera que (aunque ella no lee este Blog) tuvo que ser bruja este martes Verónica Cornejo, brujas ella y su madre, que la ayudó, las brujas de Lugano, para saber que la lectura de la noche era “Las brujas de Eastwick”, del novelista norteamericano John Updike. Tal vez por lo mismo, por invocar tanto nombre arcano, Hugo tuvo que leer 13 minutos hasta la feliz interrupción.

A Verónica, reaparecida ganadora reincidente, las andanzas de aquel grupo de mujeres desesperadas –me pareció- que se glosan en las primeras páginas, le hicieron recordar la película que se hizo en Hollywood con aquella novela. Pero ella no sabía que el autor era Updike. Su madre, Dina, le sugirió ese dato. Y así era.

John Updike, conocido por la saga de “Conejo” (apodo de su personaje Harry Arsmtrong –el apellido es aproximado), es uno de esos escritores norteamericanos... Muy Norteamericanos. Allá es muy reconocido, ganó un par de premios Pulitzer, es una especie de vocero de su generación o su clase, pero a mí nunca me interesó. Me parece que lo suyo es excesivamente localista y coyuntural, muy blanco, anglosajón y protestante. Lo digo livianamente, por supuesto -como casi todo-, haciendo memoria de lo que leía en las contratapas de sus libros allá lejos y hace tiempo. Jamás leí una novela suya, y ni siquiera vi nunca completa “Las brujas de Eastwick”, un pastiche infortunado con Susan Sarandon, Cher, Michelle Pfeiffer y Jack “lenguaafuera” Nicholson. Recuerdo haber leído que con esta novela, y con otra, de ciencia-ficción, llamada “Donde termina el tiempo”, o cosa por el estilo, a partir de los años ochenta trató de diversificar su temática, pero el éxito no lo acompañó. Lo último que publicó, si no recuerdo mal, se llama “Terrorista”, y trata... ¡Sí! de un musulmán ilegal en los EE.UU.

Termino la reseña de este martes recordando lo que Hugo advierte cada tanto: que los libros que elige no siempre son de su especial predilección, a veces ni siquiera los ha leído, pero la idea es que en el programa aparezcan todas las posibilidades de la literatura; así como se leen obras de todas las épocas y regiones (aunque tal vez esté faltando un toque oriental), también se pasa de lo más excelso y puro a lo más pedestre y comercial. Tal vez no venga a cuento ahora esta mención (Updike tampoco es Dan Brown), pero en algún momento tenía que hacerla. Ya está.



Y hablando de libros no leídos... El miércoles, nuevamente (nuevamente en miércoles), tuvimos nuevo ganador. Y ya es el segundo del mes de octubre, sumándose a Olga Mercado, que ganó el miércoles 3 con “Papeles de recienvenido”, de Macedonio Fernández.

El nombre del ganador de este miércoles es Rodolfo Valeri. Vive en Villa Devoto. Fue docente, contó, durante 40 años; empezó a enseñar a los 18, poco después de terminar la escuela normal. Casi siempre, destacó, en escuelas y universidades públicas. Su materia era Historia Contemporánea. Ahora está esperando la jubilación.

Se dio una interesante charla entre Hugo y este nuevo ganador. Hace poco, Rodolfo había enviado dos mails al programa, donde parece que hablaba, entre otras cosas, de la competitividad galopante que observa en los participantes. También sobre esto, dijo en la charla que, a veces, teme que algunos lectores se acerquen a los libros por una suerte de vicio, y no por auténtico afán de conocimiento y formación. Yo, que no fumo ni bebo, me quedé pensando en esta observación de Rodolfo.

Pero, volviendo al programa, hay que contar que el flamante ganador confesó con entera naturalidad que nunca leyó “Cándido, o el optimismo”, de Voltaire, la lectura de esta noche. Es más, Hugo debió ayudarlo con la segunda parte del título, que Rodolfo no conocía. Pero, ¿cómo supo de qué se trataba, entonces? Como a veces nos sucede, el nombre de un personaje ayudó. En este caso, Panglos. (Y a mí me causó gracia escuchar el nombre de Cunebunda, que, si no recuerdo mal, aparece también en un tango que canta Alberto Echague.) Rodolfo había visto citado muchas veces en otros textos este nombre, que, parece, es el que sustenta el asunto del optimismo en la novela de Voltaire.

A propósito, recuerdo un par de cosas sobre Voltaire –tal vez tres. Hay algo que a veces menciona Dolina, cuando se habla de anacronismos librescos. Parece que el concepto de “Optimismo” lo inventó Voltaire, en el siglo XVIII (y debe ser en esta novela, “Cándido”). Es un error, entonces, dice Dolina, que este término aparezca en boca de un faraón egipcio, como sucede en la novela “Noches de la antigüedad”, extraño ejercicio literario de un prestigioso autor contemporáneo que pronto tendrá que ser leído en Párrafus, así que omito su nombre. Otra: A Robert Sheckley, prolífico autor de ciencia-ficción de los años sesenta y setenta, por el carácter satírico y chocante de sus obras, que incluso tenían cierto vuelo filosófico, se lo llamaba “Voltaire con soda”.

Y otra cosa que me viene a la mente: un título, de hace algunos años, que hoy se encuentra a $12 en algunas mesas de ofertas de la calle Corrientes, del exitoso novelista argentino Pablo de Santis: “El calígrafo de Voltaire”.

Pero tengo a mano un volumen con una selección de las “Cartas filosóficas” del multifacético pensador francés. Sus asuntos son: los cuáqueros, el parlamento, la inserción de la viruela, el canciller Bacon, el Sr. Locke, el sistema de la atracción, la tragedia, la comedia, y otros. Cito del prefacio de Fernando Savater, el multimediático filósofo español -valga el oximoron.

“No fue un ángel, ni mucho menos. Tampoco un ejemplo de filosófica virtud a la antigua usanza: fue intrigante, mentiroso, egocéntrico, caprichoso, demasiado servil con los grandes que le interesaban... ¿Dónde está, pues, el secreto de su profundo, innegable y perdurable encanto? En su constante júbilo estilístico, en su agresividad jocosa, en no saber ser aburrido ni cuando menos interesa y en su facilidad pasmosa para ridiculizar cualquier desvalorización de la vida, venga de místicos, pesimistas, tiranos o revolucionarios. No transigió con ningún descrédito del mundo ni se dejó aguar la fiesta por moralistas cuyo tardo paso nunca puede alcanzar el galope brioso de la vida”



Vuelvo, para quienes no pudieron escuchar, a la primera noche de la semana, que ya comenté, elípticamente, con la Entrada que llamé “LL” –que quiere sonar como NN.

Se leyó la poesía de Leónidas Lamborghini, del libro “El solicitante descolocado”. Gané yo. Y la explicación de ese poema que incluí en “LL”, es que esa tarde, de camino al trabajo, había viajado en subte, lo cual es infrecuente en mis desplazamientos por la ciudad (prefiero viajar sobre la superficie, en colectivo, y mirar hacia afuera) , y al salir de la estación Avenida de Mayo, el ruido de los molinetes, por aquel poema, me había hecho pensar en Lamborghini. A la noche, cuando se lo conté a Hugo, nos asombramos otra vez.



A propósito de desapariciones, me despido con una aguda gracia que recuerdo de un reportaje a Lamborghini: “Durante muchos años me tuvieron marginado los popes de la ‘culturra’”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora casi nunca escucho a Dolina, pero anoche puse su programa en el momento justo para escucharlo hacer el comentario que decís sobre Voltaire, Leibniz y el optimismo (se ve que es uno de sus caballitos de batalla). En este caso el comentario vino a cuento por esto de que un grupo de científicos localizaron en estos estos días las zonas del cerebro responsables de generar el optimismo.
Después que no se diga que los libros que se leen en Parrafus no reflejan la más candente actualidad.

Anónimo dijo...

Buenas, buenas... Muy entretenido el blog y curiosa sorpresa me he llevado. Rodolfo (Valeri) ha sido profesor mío en la cátedra sobre el siglo XX en la UNLP. Como pocos profesores, nos invitó a leer. Lástima que accedió a tramitar su jubilación docente al año siguiente de haber concurrido a sus clases, han quedado en el tintero los apuntes sobre C. Lefort, C. Vega y T. H. Donghi.
Por otro lado, y por lo que leo en los comentarios del blog, no ha abandonado su espíritu oscuro y sus posiciones agudas -iba a escribir obstusas, pero me abstengo.

P.d. Del mismo modo lateral que el ex-docente arribó al descubrimiento del enigma que se escondía tras la pluma de Voltaire, yo me pregunto: el programa en que se leen los párrafos, se emite por Radio Nacional a media noche? Solo lateralmete he accedido a esta conclusión.

Gracias.

historiametodologia@yahoo.com.ar