"Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tu el lector de estos ejercicios, y yo su redactor" Jorge Luis Borges
martes, 23 de octubre de 2007
Sir Anthony Hope
Anthony Hope fué un novelista y dramaturgo londinense.
Cursó estudios de leyes en Cambridge.
Ejerció la abogacía durante 7 añitos y luego se dedicó a escribir.
De esta universidad salieron grandes científicos, políticos y escritores.
El lugar de estudio, imprime caracter, y uno no se olvida de ello. Pese a la carrera, y al ejercicio de la profesión.
En la imagen, una instantánea del film de John Cromwell de 1937, protagonizado por Ronald Colman (Rudolf Rassendyll/Rey Rudolf) y Madeleine Carroll (Princesa Flavia).
La popularidad de Hope se debe a El prisionero de Zenda (1894), y su secuela, Rupert de Hentzau (1898).
Son novelas de capa y espada que transcurren en un mítico reino europeo, típicas de la literatura popular anterior a la I Guerra Mundial.
Tuvo una gran labor propangandística pro británica durante la gran guerra, hecho por el cual obtuvo el título nobiliario de sir.
La novela seleccionada por el archicofrade [parece entramos en una racha novelesca, ¡bienvenida sea!], tiene ribetes incomprensibles para el común de los mortales no decimonónicos.
Primero por ser de ese período, donde la guerra no estaba, pero afloraban escritores que mostraban costumbres de la vida social, como una forma de extender el imperio cultural.
Hope hace gala de ello. Consciente o inconscientemente.
Usa palabras interesantes, tales como el verbo zascandilear [vagar de un lado a otro sin hacer nada de provecho].
Y pone en boca de Rose [cuñada de Rudolf], una frase matadora:
-Las buenas familias acostumbran a ser peores que las demás -afirmó.
Por ende esta obra debe haberle dado buen laburo al equipo de traducción.
Y en medio de la zaga de una Europa de capa y espada, aparecen verdades irrefutables, como esta que señala Rose.
Una obra que suelta, no dice mucho, pero vista a la distancia, marca todo un estilo de una época que ya pasó.
Eso es grandioso en PI, el programa irracional: el viaje a través del tiempo.
Un bálsamo reparador. Ciertamente.
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