miércoles, 23 de julio de 2008

Fanático, celoso y maricón

En el fútbol, la llamada “Ley del último recurso” habilita al árbitro para expulsar de la cancha al jugador que la infringe. Puede suceder en una situación como la siguiente.
El arquero baila para la televisión con su poste derecho, o habla reconcentradamente por celular con su representante (o caza mariposas, como se decía antes), y no advierte que un jugador del equipo contrario avanza hacia su área con el balón dominado. Un postrer defensor, consciente de la defección de su compañero, corre al rival con desesperación y, en el instante en que este va a vulnerar su valla, le salta desde atrás al pescuezo o patea sus talones para impedirle la conquista. Entonces, por el uso (o abuso) de este recurso, el último que le quedaba para evitar el gol, el defensor verá la tarjeta roja y se perderá el resto del partido.
En Parrafus Interruptus, por el contrario, Hugo, ahora, me parece, se reserva un último recurso para que el juego pueda completarse.

Hace un tiempo, en este Blog (y creo que también en una comunicación directa), un oyente le pedía ayuda a nuestro conductor. Sugería que, en las noches en que la cosa se viera peliaguda, Hugo fuera mechando la lectura con progresivas pistas, datos o ayuditas tendientes a que el Parrafus no quede ininterruptus.
El Lector Nacional no defenestró la propuesta, como yo hubiera esperado, pero tampoco se comprometió con nada a ese respecto; dijo, creo, que podría pensarse… Y ahora parecería que pensó en algo, adaptando en cierto modo aquella sugerencia del oyente.

A lo mejor es un delirio de los míos, pero en verdad he notado lo siguiente.
El lunes, en la charla con Jorge Aloy (el oyente que ganara con Fernández Moreno padre a los 8 minutos de lectura), Hugo dijo que se había estado reservando para el final el poema de los 70 balcones. Y hoy, tras unos 15 minutos de nueva poesía ininterrupta, emprendió la facilitadota lectura bilingüe de los “Cantares gallegos”, de Rosalía de Castro. Y así el juego “salió”, como dice él: ganó la simpática Verónica Cornejo de Lugano.
Es cierto, este astuto modo de ayudar cabe sobre todo para la numerosa poesía. Es difícil adaptarlo a los otros géneros, de despliegue singular y paulatino. En un cuento, una novela o una pieza teatral, no puede aislarse un pasaje revelador y reservarlo para la recta final del programa. Sin embargo, hay otro modos.

Con respecto a la novela de esta semana, por ejemplo, creo, en primer lugar, que Hugo empezó por abrir el paraguas –como quizá lo exigía la noche lluviosa y su chapuzón involuntario en Suipacha y Viamonte. Reflexionó que tal vez el auténtico triunfo para un autor no sería que su obra se develase en los primeros segundos del juego, sino que pudiera ser leída y disfrutada hasta el timbre de la una.
Estas palabras, pensé después, parecían destinadas a la autora de la noche, que esperaba secretamente en línea el comienzo de la lectura. Sin embargo, creo que la suya no era una novela tan difícil, dentro de su prolífica y variada obra, y no se justificaba esa prevención.
Por otra parte, me parece que nuestro conductor recalcó esta vez con mucho énfasis, durante el repaso de las reglas del juego, que cualquier palabra, literal o familiar, de las presentes en el título, son omitidas durante la lectura. Esto, en este caso, habría sido su modo de ayudar. Pero a mí no me sirvió. Y no me explico todavía cómo pudo ser que, en los más de 15 minutos que se leyó, la reiterada omisión de ‘imperio’, ‘emperador’ y ‘emperatriz’, que “escuché” claramente en sus “ninguneos”, no me llevaron a pensar en ‘imperial’, que me hubiera llevado de inmediato a “Kalpa imperial”, de Angélica Gorodischer, la novela de la que trataba esa noche.
Pero bueno, no importa, ganó una amiga: Marta Zander, de Bahía Blanca.

Y a propósito de esta nueva victoria de la joven profesora del sur bonaerense, me dije anoche, y esta mañana mientras volvía a casa me lo repetía, que un gaucho no puede dejar que se difame así a una valiente…
Resulta que Hugo, al comienzo del programa de hoy, miércoles, tras lamentar el poco tiempo que quedó para la charla entre autora y ganadora, dijo que no recordaba bien en qué había consistido la ayuda brindada a Marta por parte de su novio; si había existido Google de por medio, o no, dijo.
Esta sospecha, que para cada victoria pueden abonar las dilatadas lecturas recientes, no se comparece con el relato que hiciera Marta, que se me grabó muy especialmente. Ella dijo que al susodicho individuo le pareció reconocer el estilo de la Gorodischer, y que, ante la imprecisión de su memoria, buscó entre sus libros (¿los de ella, los de este señor?) uno llamado “La ciencia ficción en la Argentina”, de donde rescataron el título exacto: “Kalpa imperial”. Por supuesto, Marta no leyó la novela, ni ninguna otra obra de esta autora, confesó (se conoce que el fulano no le inculca sus buenas lecturas), pero esto no invalida su triunfo; en todo caso, no soy yo el más indicado para criticar esto, cuando no leí ninguna de las seis obras con las que gané en lo que va de julio….
A propósito de esto, para finalizar esta reseña parcial de la semana debo destacar que viene muy bien el reparto de las victorias en lo que va del mes. Hasta ahora, sacándome a mí, tenemos (amén de dos Ininterruptus) nueve ganadores distintos, y cinco son mujeres. Proliferación del bello sexo que también puede observarse (a pesar de las fotos que encontré de Camila O´Gorman y de la Gorriti) entre los autores: dos mujeres la semana pasada, dos en lo que va de esta.
Y me acuerdo de un chiste del año pasado, que puedo repetir ya que el público lector quizá se renueva. Y puedo mejorarlo.
Hasta hoy, ganaron cinco mujeres, cuatro varones, y también gané yo.

¡Hay que ser muy macho para hacerse el maricón!, decía yo siempre antes. Hasta que un día, uno, en un trabajo, me dijo: “O hay que ser maricón”.

Anoche, en el banco, otra vez me vinieron ganas de escribir, y borroneé lo precedente. Pero lo importante es lo que sigue.

“F.S. –Tengo entendido que usted considera a Baldomero Fernández Moreno como el poeta arquetípico de Buenos Aires…
“J.L.B. –Sí. Ese es mi parecer. Y la razón es obvia y sin duda a sido formulada muchas veces: es que hay una suerte de ‘armonía preestablecida’ –para recurrir a la frase de Leibniz- entre la sencillez de los versos de Fernández Moreno y la sencillez de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires. Por ejemplo, cuando Rafael Obligado –y conste que no soy un enemigo de Obligado- escribe

Cuando la tarde se inclina
sollozando al occidente,

advertimos inmediatamente que hay una diferencia entre el estilo del autor, entre esa metáfora de la tarde como una mujer que se inclina y solloza –el verbo, sin duda, es excesivo- y la llanura de Buenos Aires que está describiendo. En cambio, cuando Fernández Moreno escribe

Ocre y abierto en huellas, el camino
separa oscuramente los sembrados.
Lejos, la margarita de un molino,

Podemos pensar que se trata de un pequeño poema meramente visual y que la comparación de la rueda del molino con una margarita no es especialmente digna de aplauso. Pero sentimos también que esos versos se adecuan a la pampa, que esos versos hacen juego con la llanura de la provincia de Buenos Aires. Y creo además que hay otro aspecto de Fernández Moreno que no ha sido debidamente valorado, y es que fue un admirable poeta erótico, y esto suele olvidarse. Creo que a la fama de Fernández Moreno la ha perjudicado el hecho de que no lo veamos del todo como argentino. Pensamos que nació aquí, pero que era un poeta español.”

Fernando Sorrentino, “Siete conversaciones con Jorge Luis Borges”, Casa Pardo, 1973


“(…)
“yo no puedo aguantar que hayas estado vivo
el tiempo es demasiado tolerante
los padres no debieran adentrarse tanto en la edad de sus hijos
deberían morir al principio
o bien no morir nunca
por qué dividir así una vida
ser hijo durante tantos años
y de pronto no
proyectado de pronto hacia fuera
trastabillar enceguecido
irse de espaldas

yo no tengo la obligación de estar muerto
lo sé lo sé pero cómo pude
haber sido tan distinto
tu hijo y no tú mismo
qué lejos nos pusieron
yo debí haber nacido contigo y no de ti
haber llegado juntos a la adolescencia
hubiéramos vivido en aquel Chascomús
jóvenes médicos los dos
recorriendo de noche las huellas apartadas
rompiendo al caminar los opacos terrones
tras el alambrado de un hilo
la masticación musical de un caballo
el club social lejano insistía con sus luces

tú querías un hijo literal una astilla pura
un hijo como un órgano como un miembro
y yo hubiera querido
yo quiero ahora ser ese órgano y ese miembro
ahora que pasa esto
esta burda diferencia
yo vivo y tú no vives
explícame ahora perdóname ahora
estas imágenes que se me forman en los ojos
esta piel que se me besa con el mundo
esta respiración que se me mueve en el pecho
perdóname cada mañana por despertar
por beber
por mi garganta en el momento supremo
en que se cierra sobre cada sorbo
perdóname este discurso
tú querías que te cantara las canas
y ya ves te canto los huesos
de nuevo llego tarde

“La tierra se ha quedado negra y sola” (fragmento), de César Fernández Moreno in memoriam Baldomero

Otro día cuento mis relaciones con Angélica Gorodischer, vía revista “El Péndulo” y con Rosalía de Castro, vía Amancio Prada. Ahora son las diez y pico de la noche y Esteban reclama. Y después viene Párrafus.
Suerte a todos… para agosto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Señor Marcelo, hay que ser más comprensivo.

Es de notar que el Lector transita la edad provecta en que los excesos debieran medirse.

Y tal como muestra la imagen diaria, hasta las 00:45 de cada madrugada, el susodicho se va dando cuerda, dando cuerda, para sorber muy luego copita tras copita de su propia adrenalina. Sin parar. Frase a frase. Verso a verso. Escena tras escena.

Lo disfruta pero también lo sufre horriblemente. ¿Porqué entonces quitarle placer? ¿Porqué no dejarle hacer pequeñas trampitas alguna vez, siendo él el dueño de la audición?

Eso sí, es de vigilar el momento en que suena el timbre-orgasmo confirmando la respuesta completa. Sería bueno tener un médico cerca y una botica abierta.

¿Y cuando no llegan ganadores a tiempo? Pobre Hugo!

Marta dijo...

Hola.

Ahora sí terminé de leer Bajo las jubeas en flor y Primeras armas, de la Gorodischer.

Gracias por las palabras que me (nos) tocan y por la atención con la que escuchaste la otra noche.

Pensaba escribir algo sobre eso, pero ahora que leo lo tuyo veo que no hay necesidad. Después de leer tu relato tengo la sensación de que estabas viendo lo que pasaba en mi casa. También tenemos (dijo el mosquito) la revista El Péndulo. Allí, en el número 1 figura el relato Primeras armas, lo tuvimos en las manos esa noche, porque el señor que vive acá conmigo sabía donde buscar, pero con el apuro porque el programa se terminaba no vimos que ese relato pertenecía a Kalpa imperial. Eso lo descubrimos recién a la mañana siguiente leyendo con más calma la introducción de la revista.

Te parecerá una pavada, pero la alegría por haber ganado esta vez nos duró todo el día. Estábamos contentos porque había sido difícil recuperar el título. Las otras veces cuando he ganado yo solita, me bastaba escuchar una o dos frases para reconocer lo leído, y entonces, aunque también es lindo, es más como una carambola intelectual, está bueno, pero no requiere ningún esfuerzo. Esta vez hubo que trabajar bastante. No estoy tratando de convencer a nadie, pero estuvo bueno, justamente por eso, porque fue difícil, hubo exprimido de neuronas esa noche acá. Entonces se nos arrugó un poco la alegría, cuando Hugo preguntó al día siguiente, si la ayuda había consistido en googleo. Por eso me alegró ver lo escribiste, ver que había un testigo de lo que había pasado.

Te pido algo: por favor, no pongas esto como una entrada principal, dejalo acá como comentario. Me salió un poco quejoso, no me gustaría verlo publicado como entrada.