"Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tu el lector de estos ejercicios, y yo su redactor" Jorge Luis Borges
viernes, 11 de julio de 2008
Repaso de Ininterruptus o In Memoriam
Viernes 11 de julio
"Poemas a Lesbia", de Cayo Valerio Catulo.
Ganador: Roberto López Motta.
Ayer se me ocurrió algo y a la noche empecé un texto que se llamaría “Repaso de Ininterruptus”. Hubiera querido hacer un inventario sucinto, pero ya al primero lo compliqué con un preludió innecesario y confuso, y después, enseguida, me acometió mi habitual puntillosidad o divague. Fíjense por dónde iba cuando Cristina me llamò a comer.
“Empezaba el segundo año de Párrafus. Sería el primer año completo, porque el ciclo nocturno había empezado en abril del 2006. Hasta el 28 de diciembre, fecha del último programa, se habían leído y develado 114 obras.
El primer mes de ese segundo año se acercaba a su fin, cuando, la noche del lunes 29 de enero –programa del martes-, llega la primera victoria del entonces inspirador y hoy coequiper de este Blog, Quique Figueroa. Fue con “Los monederos falsos”, novela del francés André Gide. A la noche siguiente, como saludando a este generoso compañero oyente, gané yo, con el “Satiricón”, de Petronio. Y a la otra noche, en el tercer y último programa de la semana, Hugo lee, y lee, y lee, y no para de leer. Lo interrumpe el timbre, como siempre, pero a la una de la mañana, y al timbre lo sigue la cortina de cierre y después la del noticiero.
Era el programa 128. Fue el primer Ininterruptus del ciclo. Qué sorpresa… Qué sinsabor… Qué intriga… Qué mala sangre… El lunes, en el siguiente programa, teatro: “La malasangre”, de Griselda Gambado –ganador, Roberto López Motta.”
Hasta ahí llegué antes de la cena y después no lo retomé. Ahora tengo que empezar con otra cosa. Porque después llegó la hora de Párrafus y ganó López Motta, con los “Poemas a Lesbia”, de Catulo.
Pero el propósito de estas líneas (puntillosas y divagantes, una vez más) no es señalar esa coincidencia, sino comentar algunos puntos de la charla entre Roberto y Hugo: por supuesto, sus referencias a Perenchio (dice el tipo, en tercera persona, como el Diego) y a la extraña desaparición (con perdón de la palabra) del magnánimo Gustavo Glandsman.
Acerca de mí, el compañero oyente coincidió con un mensaje que me había llegado por la tarde desde la filial Bahía Blanca de mi club de admiradores. Por ambas partes, me sentí cálida y noblemente respaldado. El señor López Motta deploró aquellas comunicaciones de otros oyentes mentadas por Hugo la otra noche, que hablaban, parece, de alguna censura o interdicción contra mis reiteradas participaciones en el programa. Dijo que a él, que también está animado por un afán competitivo (“como el que tienen todas las personas”), no le gustaría seguir sumando triunfos hasta alcanzar mi marca, o superarla, si yo no participara más. Quiere ganar, dijo, compitiendo abiertamente con el mejor, con las mismas armas (agrego yo), hidalgamente, lo cual lo enaltece.
Pero este superlativo calificativo (“el mejor”) me merece dos observaciones: uno, que, como tantas veces pasa en el futbol, no siempre el puntero es el mejor. Y dos, que, coincidiendo con Roberto, yo creo que el mejor fue Gustavo Glandsman, y también creo que hoy, ante el retiro del profesor, el mejor es López Motta.
En efecto, creo que el poeta y locutor de Sarandí enriquece como nadie la glosa de las lecturas que se comparte con Hugo tras el timbre interruptor. Es un tipo que no solo recupera nemotécnicamente título y autor leídos, sino que, en el acto, aflora conceptos y evaluaciones muy convincentes referidos a esa lectura, lo que demuestra lo bien absorbido que tiene a sus libros. En esto recuerda a las sesudas reflexiones que Glandsman, todo un profesor de letras, nos regalaba en sus pretéritas intervenciones; pero Roberto lo hace todavía más espontáneo y medular, es decir, personal, humano, amistoso.
Lo mío sí, como dije la última vez, es pura memoria; título y autor, fechas, alguna otra obra, si se hizo la película… datos, en síntesis, o si no divagues, o si no explicar como conozco algo (tanto) que no leí, o si no Cristina, o si no Esteban, como acá…
En cuanto al mentado retiro de Gustavo, ahí está el texto que titulé “Teoría sobre Gustavo Glandsman”, uno de los primeros del Blog, de mayo o junio del año pasado. Anoche, en la charla, se barajaron como causantes de su silencio algunas ideas parecidas a las de aquella teoría. Roberto dijo que quizá una especie de humildad, la noción de que participaba con “robo” en nuestro juego, lo hizo desistir. Yo había postulado que con su último triunfo, en el programa número 100, Gustavo quiso retirarse en la cresta de la ola; aquella noche, el 23 de noviembre de 2006, superaba a María Suárez en el tope de la tabla. Además, aquel último triunfo fue su primer acierto: es decir, confesó que no había leído “Santo oficio de la memoria”, de Mempo Giardinelli, y que se tiró un lance. Dije también, entonces, que la vergüenza de haber recaído en esta práctica lo llevó al ostracismo. Roberto, por su parte, anoche especuló también con alguna fatalidad… Y con pareja audacia lanzó que, si no se hubiese retirado, Glandsman también andaría hoy por las sesenta victorias… Hugo expresó su deseo que no haya pasado nada malo y, al final, quedó en traer el dato de cuántos triunfos había alcanzado el profesor.
Lo ayudo en su escrutinio.
Gustavo Glandsman ganó 16 veces. Como dije, con su último triunfo sacaba ventaja sobre María Suárez. Esta ganaría por última vez en ese 2006 el 30 de noviembre, plantándose también en 16 victorias. Yo, a la sazón con 13, gané el año merced a aquel diciembre inolvidable: 6 triunfos en 11 programas, incluido el inigualado record de cuatro Párrafus consecutivos.
Al respecto (nobleza obliga), cabe decir que Gustavo Glandsman ganó dos veces los tres programas de la semana: en julio, Párrafus 40, 41 y 42 (“Rosaura a las diez”, “La señora Dalloway” y “La vida es sueño”), y al final, en noviembre, Párrafus 98, 99 y 100 (“La piel de zapa”, “Sonatina” y “Santo oficio de la memoria”).
Para terminar, anoto la progresión en la carrera por el triunfo de aquel 2006, que parecería desvirtuar, creo, la supuesta capacidad de “robo” que le atribuye López Motta a don Gustavo. Los números fueron estos:
Al final de abril: María Suárez=1/ Perenchio= 2
Al final de mayo: María Suárez=6 / / Perenchio=2
Al final de junio: María Suárez=7 / Parenchio=4 / Glandsman= 2
Al final de julio: María Suárez=7 / Perenchio=6 / Glandsman=6
Al final de agosto: María Suárez=11 / Glandsman=8 / Perenchio=7
Al final de setiembre: María Suárez=11 / Perenchio=11 / Glandsman=10
Al final de octubre: María Suárez=13 / Glandsman=12 / Perenchio=12
Al final de noviembre: María Suárez=16 / Glandsman=16 / Perenchio=13
Al final de diciembre: Perenchio=19 / María Suárez=16 / Glandsman=16
Ahora, repasando la lista de lecturas en busca de los datos precedentes, veo que en aquel noviembre se incorporó al ciclo el género Poesía. Debería, tal vez, actualizar las elucubraciones de mi “Teoría…”. ¿No podría ser que el profesor Glandsman fuera neófito en las líricas cuestiones y hubiera huido despavorido para no ver peligrar su cetro? Ganó con “Sonatina”, es cierto, pero esa noche hasta yo supe de qué se trataba, porque conozco la cita de Darío que hace Cadícamo en el tango “La novia ausente”. Ese mes, asimismo, fueron cuatro oyentes, además de Glandsman, los que se repartieron las cinco lecturas de poesía: Ana Mazía, Julián Sánchez, López Motta y María Suárez. Esto pudo inquietar al profesor, porque demostraba que a partir de ahí sería mucho mayor y más ardua la competencia… No sé, se me ocurre. Habría que pensarlo, pero en otro momento.
Porque, sí, hay que tener tiempo al… para ponerse a hacer esto. Hasta hoy lo tengo, justamente. Es mi último día de vacaciones. Este año las pedí por adelantado para estar con Esteban (y Cristina) en sus primeras semanas. Desde mañana, sábado, me espera una larga segunda mitad del año, y un verano, y un 2009, quizá, sin más pausa. Pero no me quejo. Como digo siempre: tengo vacaciones todas las semanas, trabajo cuatro días y descanso tres.
Desde la semana que viene, también, de nuevo a escuchar Párrafus en el trabajo, los lunes y martes. Y vamos a ver cómo es el banco en invierno; hasta los primeros días de junio estuvo bastante benigno el ambiente donde tengo mi puesto, a metros de la vereda. Espero, además, no encontrarme con ninguna novedad desagradable, tan frecuente y sorpresiva en mi actividad.
Tal vez me ayudaron las vacaciones en esta reciente seguidilla de triunfos. A pesar del habitual reclamo del Fulanito, que a eso de la medianoche lloriquea pidiendo alimento o higiene, conté con la comprensión de Cristina para dedicarme a la radio durante media hora. Pude concentrarme, entonces, casi como siempre.
Pero son rachas. Un poco de suerte, cada tanto; a veces seguido, a veces intermitente. Ahora pueden venir cinco, diez, veinte lecturas completamente inextricables (como la de ayer), y chau Perenchio. Cumplido se verá el deseo de aquellos oyentes quejosos (que tampoco fueron tantos, aclaró Hugo anoche). Hasta la próxima racha.
Por el momento, para terminar, aclaro a López Motta que mis triunfos al día de la fecha no son 63. Con el último, con “He visto a Dios”, antitéticamente llegué a los 66…
Hasta pronto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
La mujeres siempre somos muy complicadas, que llame y gané quien sepa el libro y autor que se lee, sin más. Si tiene que ser Marcelo P., que sea Marcelo P.
Publicar un comentario